Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/02/13/pers-f13.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws
Ha estallado un movimiento masivo de huelgas en Europa, involucrando a millones de trabajadores de todos los rincones del continente. Lo que está en marcha no es un conjunto de luchas nacionales sindicales que cada Gobierno puede resolver por medio de negociaciones aisladas. En cambio, es una lucha política internacional, dado que los trabajadores presentan demandas similares en cada país y se enfrentan a la represión policial y a amenazas legales de Gobiernos desacreditados y ampliamente odiados.
Mientras alegan que no pueden hacer ninguna concesión a las crecientes demandas de las masas, los Gobiernos europeos de todos los colores —conservadores, socialdemócratas o verdes— están intensificando de forma temeraria la guerra de la OTAN con Rusia en Ucrania. Están derrochando cientos de miles de millones de euros y libras en sus ejércitos y armando al régimen ucraniano hasta los dientes con tanques, aviones de combate, misiles y otras armas. Están poniendo en marcha una Tercera Guerra Mundial, cuyo costo será asumido por la clase trabajadora en cada país.
Su carácter criminal fue puesto de relieve por la respuesta al terremoto en la frontera turco-siria. En medio de esta catástrofe social que ha dejado a millones sin techo y decenas de miles muertos, las potencias europeas, junto con Washington, han mantenido sus sanciones devastadoras contra Siria, un país ya destruido por la guerra de doce años de la OTAN que busca un cambio de régimen.
En Europa, está iniciando una situación objetivamente revolucionaria. Las alternativas son tan claras como cuando estalló la Primera Guerra Mundial hace más de un siglo. O bien la clase capitalista sume Europa y el mundo en una guerra global entre Estados con armas nucleares o bien la clase trabajadora toma el poder de manos de las élites gobernantes militaristas.
En la Primera Guerra Mundial, tomó tres años para que la clase trabajadora emprendiera su primera gran contraofensiva política contra la guerra: la revolución de febrero de 1917 en Rusia tumbó al zar y llevó a la clase obrera, dirigida por el Partido Bolchevique bajo Vladímir Lenin y León Trotsky, en la revolución de octubre de 1917. Sin embargo, en la actualidad, incluso cuando la burguesía intenta arrastrar a la humanidad a una Tercera Guerra Mundial, la clase trabajadora está emprendiendo una ola de luchas poderosas.
Los ánimos detrás de las luchas de millones han sido incipientemente anticapitalistas, antiguerra y socialistas. Tras décadas de rescates estatales que entregaron billones de euros y libras a los superricos, los trabajadores rechazan enfadados las políticas que evisceran las pensiones y los servicios sociales clave, o los contratos que recortan los salarios reales en medio de un aumento global de la inflación. No aceptan ser empobrecidos para desviar la riqueza social hacia una guerra a plena escala con Rusia.
En Francia, tres millones de trabajadores ya iniciaron huelgas contra el plan de Macron de recortar decenas de miles de millones de euros de las pensiones aumentando la edad de jubilación. Esta oposición aumentó después de que Macron anunciara un incremento de 40 por ciento en el gasto militar y el envío de tanques a Ucrania para la guerra con Rusia y desplegado a decenas de miles de policías antidisturbios para atacar a los manifestantes. Las encuestas muestran una oposición de 70 por ciento a los recortes de Macron a las pensiones y un apoyo de 60 por ciento a un estallido social que paralice la economía y ponga fin a los recortes, efectivamente, una guerra general contra Macron.
En Reino Unido, los trabajadores ferroviarios, del correo, las telecomunicaciones, los paramédicos, los maestros de escuela, profesores universitarios y trabajadores públicos se han unido a una ola huelguística que se ha prolongado por siete meses e involucrado a millones. Las huelgas continúan a pesar de los intentos constantes de la burocracia sindical de cancelarlas y los planes gubernamentales de criminalizar las huelgas en las industrias y servicios clave.
En Turquía, en el último año, se han producido más de 100 huelgas salvajes contra el aumento del coste de vida y varias huelgas generales de los trabajadores de la salud. La ira social de las masas obreras se dirige hacia una explosión revolucionaria. Los hechos de que no se tomaron medidas a pesar de las predicciones del terremoto, que ya dejó a más de 20.000 muertos en 10 ciudades con 13 millones de habitantes, y que las víctimas han sido dejadas en gran medida a su suerte están alimentando el enfado masivo en todo el país.
En Alemania, las huelgas están aumentando contra el impacto devastador de la inflación sobre los salarios reales, a lo que se suma el bloqueo de las exportaciones energéticas rusas a Europa. Dos millones y medio de maestros, transportistas, trabajadores postales, hospitalarios, sanitarios y otros empleados públicos ya han llevado a cabo “huelgas de advertencia” en medio de negociaciones contractuales que incluyen importantes recortes salariales. Existe una oposición popular abrumadora al plan de la élite política de remilitarizar Alemania para una guerra con Rusia.
El patrón se repite en toda Europa y el diario británico Daily Mail ha lanzado una perorata contra el “caos” porque “las protestas industriales están asolando las economías europeas”. En Italia, los trabajadores de las aerolíneas y aeropuertos, los ferroviarios, el magisterio y los trabajadores del transporte local están llevando a cabo protestas industriales este mes. En España, los controladores aéreos, los trabajadores de las aerolíneas, los trabajadores sanitarios, los empleados de Amazon y los docentes han hecho huelga. En Portugal, las huelgas alcanzaron su nivel más alto en diez años, involucrando a los ferroviarios, los doctores y los docentes.
Las protestas de los trabajadores de la salud, la educación y el transporte han sido particularmente importantes en todos los países, ya que se han visto obligados a sufrir lo peor de las consecuencias de los contagios y muertes causados por el rechazo de los Gobiernos europeos a cualquier política científica para suprimir la propagación del COVID-19.
El pánico y el miedo de la clase dominante ante las demandas cada vez mayores de las masas son una de las principales causas de su escalada bélica contra Rusia. Habiendo perdido totalmente la cabeza, está haciendo la apuesta desesperada y temeraria de que la escalada de la guerra le permitirá sofocar al menos temporalmente el crecimiento de la lucha de clases.
Por el contrario, la oposición a la guerra se está convirtiendo en un factor decisivo en las protestas sociales y políticas y en una confrontación política abierta entre los capitalistas y los trabajadores. Este mes, unas 50.000 personas se manifestaron en la capital de Dinamarca, Copenhague, contra los planes de eliminar un día festivo para ayudar a financiar un aumento del gasto militar. Una y otra vez, los huelguistas de toda Europa se quejan de que no se dispone dinero para salarios y servicios sociales como la salud pública y las pensiones, pero sí para aumentar el presupuesto de guerra.
En el primer año de la Primera Guerra Mundial, el líder bolchevique Vladímir Lenin, por aquel entonces un exiliado político en Suiza que parecía estar aislado, insistió en que el estallido de la guerra mundial también creaba las condiciones objetivas para la revolución socialista mundial. Se opuso irreconciliablemente a los socialdemócratas europeos que apoyaban la guerra mundial y negaban que una revolución fuera posible. Lenin indicó que una situación revolucionaria se caracteriza por
los siguientes tres síntomas principales: (1) Cuando es imposible para las clases dominantes mantener su dominio sin ningún cambio…; (2) Cuando el sufrimiento y la necesidad de las clases oprimidas se han agudizado más de lo habitual; (3) Cuando, como consecuencia de las causas anteriores, se produce un aumento considerable de la actividad de las masas… convirtiéndose en acciones históricas independientes.
Un siglo después, el análisis de Lenin demuestra el carácter objetivamente revolucionario de la crisis en curso en Europa. La burguesía europea ya no puede gobernar a la vieja usanza, como lo hizo en el período posterior a la restauración del capitalismo en Europa del este por parte de las burocracias estalinistas y su disolución de la Unión Soviética en 1991.
Desde 1991, ha librado guerras en el extranjero como parte de la Alianza Atlántica —en Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia, Siria, Malí y más allá— y ha llevado a cabo medidas de austeridad implacables en sus propios países. Ha repudiado totalmente la apariencia reformista que adoptó en el período posterior a la derrota soviética de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, y hoy promueve abiertamente partidos fascistizantes y regímenes propios de un Estado policial. Se trata de una aristocracia financiera grotescamente parasitaria, cuya riqueza depende de incesantes escaladas militares en el extranjero y una especulación bursátil desenfrenada e impulsada por recortes sociales y rescates bancarios con dinero público en casa.
La pandemia del COVID-19 fue un acontecimiento desencadenante en la historia mundial, elevando los conflictos de clases que se venían desarrollando por durante décadas a un pico de intensidad cualitativamente más alto. La riqueza en papel de la élite gobernante se vio enormemente inflada por una nueva ronda de rescates bancarios, pero la burguesía ha quedado desacreditada por su indolencia ante la muerte y el sufrimiento masivos. Ha respondido con un brusco giro a la derecha, avivando una guerra suicida con Rusia e intensificando la represión militar-policial de las protestas en casa.
Para la clase trabajadora, la pandemia significó una drástica intensificación del sufrimiento y la necesidad. Dos millones de personas murieron de COVID-19 en Europa, mientras que la repentina inyección de dinero de los nuevos rescates bancarios masivos desencadenó una espiral inflacionista. La oleada internacional de luchas que la clase obrera ha lanzado en toda Europa contra los contratos entreguistas y el “diálogo social” entre las burocracias sindicales nacionales y las clases dominantes constituye su irrupción histórica independiente.
La ira social explosiva está alimentando el movimiento huelguístico continental de la clase obrera, que a su vez es una expresión avanzada de un estallido global incipiente de la lucha de clases. La cuestión decisiva es desarrollar en la clase obrera la conciencia de que sus luchas contra la patronal o los Gobiernos nacionales forman parte de una ofensiva internacional objetivamente unida de la clase obrera contra el capitalismo.
Los trabajadores, que crean la riqueza de esta sociedad de masas globalmente integrada, tienen derecho a decidir cómo se utilizará esta riqueza, y deben aplastar el dominio de la aristocracia financiera sobre la economía para poder satisfacer las necesidades sociales esenciales y detener la guerra en constante expansión. El desarrollo de tal entendimiento entre las capas avanzadas de la clase obrera sentará las bases para unificar estas luchas en una lucha contra la guerra imperialista y por el socialismo.
Detener la guerra y acabar con la austeridad requiere construir poderosas organizaciones internacionales de lucha desde las bases en los lugares de trabajo y las escuelas, independientes de la burocracia sindical. Cada huelga que estalla confirma el hecho de que la burocracia sindical trabaja para subordinar a los trabajadores a sus tratos con la patronal y el Estado capitalista, y a su defensa de la política de guerra de las clases capitalistas en sus respectivos países. La clase obrera solo podrá unirse internacionalmente contra las demandas de austeridad de los bancos y contra la guerra de la OTAN con Rusia si cuenta con nuevas organizaciones de lucha.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), el movimiento trotskista mundial, llama a y lucha por construir la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB), como un componente esencial de la lucha contra la austeridad y la guerra. Esta iniciativa fue sumamente oportuna, como lo demuestra la transformación de la lucha de clases en un estallido de huelgas generales en Europa.
Las enormes tareas políticas ante el movimiento obrero exigen la construcción del CICI para que se convierta en su dirección política.
Incluso la huelga general más grande no prevendrá que el capitalismo se precipite a una Tercera Guerra Mundial ni detendrá sus incansables ataques sociales y represión contra la clase obrera. Los trabajadores deben ser armados con un entendimiento claro de que todas las fuerzas de la élite política se enfrentan a ellos como enemigos decididos. La crisis no puede resolverse intentando elegir a más Gobiernos capitalistas de izquierda, sino únicamente luchando por transferir el poder a las organizaciones construidas por la clase trabajadora en su lucha a fin de establecer el poder obrero y el socialismo en toda Europa e internacionalmente.
En el poder o en la oposición, los antiguos partidos reformistas como los socialdemócratas en Alemania y el Partido Laborista británico son feroces partidarios de la austeridad y la guerra. Tampoco representan una alternativa los descendientes pseudoizquierdistas de los partidarios de la falsa teoría de Stalin del “socialismo en un solo país” o los renegados pequeñoburgueses del trotskismo.
El entorno de clase media acomodada de fuerzas como Die Linke en Alemania, el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) y Jean-Luc Mélenchon en Francia, Podemos en España y Syriza (la “Coalición de la Izquierda Radical”) ha quedado al descubierto por su historial. Cuando llegó al poder en Grecia, Syriza renegó de sus promesas de acabar con la austeridad, recortando en su lugar las pensiones y el gasto social y construyendo campos de concentración para refugiados. En el poder actualmente, Podemos está armando al Batallón Azov ucraniano neonazi, rescatando a los bancos y enviando a la policía antidisturbios a atacar a los camioneros y metalúrgicos en huelga.
Jeremy Corbyn y sus partidarios pseudoizquierdistas, cuando fueron impulsados hacia la cúpula del Partido Laborista británico, se negaron a llevar a cabo cualquier lucha contra el ala derecha del partido y devolvieron el liderazgo a Keir Starmer, un enemigo abierto de las huelgas y belicista rabioso. Las fuerzas como Mélenchon y Die Linke han ganado millones de votos en las elecciones, pero han evitado diligentemente a hacer cualquier llamamiento a movilizar la oposición de las masas a la guerra.
La alternativa a este entorno derechista y proguerra es la defensa que hace el CICI del marxismo y la perspectiva de la Revolución Permanente, que subyacía a la Revolución de Octubre. Esto proporciona la base política e histórica para una lucha de la clase obrera para expropiar a la aristocracia financiera, derrocar al capitalismo y construir los Estados Unidos Socialistas de Europa.
El CICI en Europa e internacionalmente responderá a la escalada de la guerra y la crisis revolucionaria intensificando la lucha por la conciencia revolucionaria marxista en la clase obrera. Sigue existiendo un abismo entre la magnitud del movimiento y su potencial revolucionario objetivo, por un lado, y la influencia residual de las fuerzas de clase hostiles, por el otro. Este abismo debe ser superado mediante una lucha decidida. Lucharemos por transformar el creciente movimiento revolucionario de la clase obrera en un movimiento consciente por el socialismo. Esto significa construir el CICI y sus secciones como los nuevos partidos de masas de la revolución socialista.
(Publicado originalmente en inglés el 10 de febrero de 2023)