El diálogo y los acuerdos frente a los reaccionarios

Fuente:  https://kaleidoskopiodegabalaui.com/2023/11/12/el-dialogo-y-los-acuerdos-frente-a-los-reaccionarios/                        

Estaba comiendo en la terraza de un restaurante vegano. Mientras me traían el entrante, leía el periódico, esas hojas de papel que cuentan cosas sobre el mundo, y escuché un viva España, quedo, complaciente y orgulloso. Como un susurro. Una señora, agarrada del brazo de su marido, se dirigía así a las personas que volvían de la concentración convocada por el Partido Popular en la Puerta del Sol de Madrid, envueltas en banderas rojigualdas. Se acercaba con cuidado y, con una sonrisa, decía viva España. Nadie le respondió, afortunadamente, con otro viva España, ni se cuadraron, ni gritaron Pedro Sánchez, hijo de puta, ni puto rojo quien no vote. Aún así la escena fue extraña, un poco chiflada. La sonrisa, el melifluo tono de voz y lo absurdo de la situación. Esa España a la que lanzan vivas es su españa, la una, la que solo puede ser de una manera, la que no se puede cuestionar, la inmodificable, la eterna, la sagrada, la ungida por Dios, la elegida sobre otras naciones. Cuando se ha puesto en cuestión, la historia nos dice: golpes de estado y dictaduras. Esa idea de España, la que se defiende frente a la sede del PSOE en Madrid y en otras ciudades del estado, por motivo de la ley de amnistía, esta detrás de los hechos más cruentos de la historia de este país.

Detrás de todo este asunto de la ley de amnistía está la perdida de poder de la derecha española. No hay nada más. La derecha de Feijóo creía que iba a poder gobernar y la realidad le ha dicho que no puede. La reacción de la derecha española ante la pérdida de poder ha sido siempre dramática. El apocalipsis bíblico sería una cosa de niños en comparación con las consecuencias de que gobierne un partido diferente al Partido Popular. Los profetas catastrofistas nos han anunciado el advenimiento del caos, la guerra civil, la dictadura y el totalitarismo. Esto en plan hiperbólico. También íbamos a perder nuestras casas, nuestro dinero, la libertad de tomar cervezas o de conducir a la velocidad que nos diera la gana. Vendrían los rojos, los comunistas, que sumirían al país en la barbarie. Follaríamos todos con todos, se aprobaría una ley pro pederastia y se quemaría una iglesia al día. Bueno, yo qué sé, se ha dicho de todo. Y hay gente que se lo cree aunque ninguna de esas profecías se hayan cumplido. El riesgo del reaccionarismo conservador es que moviliza emociones históricamente peligrosas.

El Partido Popular es el pirómano al que en ocasiones se le ha dado la gestión de los incendios políticos. Es el que ha soplado en las brasas para avivar el fuego. Solo para crear una situación social y política favorable para alcanzar el poder. No le importa meter gasolina si eso le aupa al puesto de mando. La gasolina en el estado español tiene que ver con la amenaza a la unidad de españa. La idea de la unidad de españa fue clave en la dictadura fascista española y continuó en la posdictadura, con una transición, que por un lado construyó el estado de las autonomías y, por otro, mantuvo el enfrentamiento con los nacionalismos catalán y vasco, como máximos exponentes de la amenaza a la unidad. La idea de la unidad de españa forma parte del ADN de muchos españoles, independientemente de su ideología. Esta idea se resume en la consigna de españa una y no cincuenta y una. Es decir, no hay debate sobre otros sistemas de relación entre territorios porque este debate pondría en cuestión la idea de la unidad de españa que hemos heredado del franquismo.

Aún así la unidad, tal como la entienden los conservadores españoles, no ha estado amenazada en estas décadas de postdictadura. Ni siquiera durante lo que se conoce como el procés catalán. Este hecho fue lo más cerca que hemos podido estar de abordar desde otras perspectivas las relaciones entre territorios pero no supuso una amenaza real para la unidad. Fundamentalmente porque no existía, ni existe, una mayoría suficiente que quisiera la ruptura. Me atrevería a decir que ni el conservador Puigdemont la quería. El contexto del procés es el de la escalada de un conflicto, que llevó a una situación sin salida, en el que nadie fue capaz de poner freno. Las consecuencias, la represión de quienes detentan el poder: cárcel y exilio. Es en este contexto donde las fuerzas conservadoras españolas meten gasolina. Para el Partido Popular el enfrentamiento con los nacionalismos no hegemónicos les da votos. De hecho, la escisión VOX se alimenta de la confrontación, de la intransigencia, de la mano dura con los nacionalistas no españoles. El Partido Popular en un pulso como este no se sentaría a dialogar porque frente a los catalanes le piden inflexibilidad. Lo contrario se entiende que amenaza la unidad. Es decir, el diálogo y los acuerdos.

Dialogar y acordar en el estado español es una amenaza a la idea de país de los conservadores. La libertad de expresión y de pensamiento está limitada a temas en los que no se cuestione la narrativa oficial. Cuestionar esta narrativa puede suponer la persecución judicial o el desprestigio y el acoso mediático. No podemos debatir sobre alternativas porque estas pueden suponer una modificación del estado de las cosas, y esto implica un cambio en los poderes. Así no hay alternativa a la monarquía parlamentaria ni al estado de las autonomías. Bueno, sí, al estado de las autonomías le empieza a salir un competidor muy afín a la idea de la unidad. La centralización. Quitar competencias o amenazar con quitarlas. Pero ay si hablas de la república o del federalismo o la democracia directa. Dialogar pone en riesgo el estado de las cosas, y de ahí el ruido, la descalificación, la gresca y la agresión física, social, mediática, judicial y política que nos rodea. Todo el alboroto y el desorden que provocan los conservadores españoles ante el cuestionamiento de sus principios se tiene que abordar, precisamente, desde el diálogo y los acuerdos entre las fuerzas políticas y sociales menos intransigentes y más abiertas al cambio, por muy pequeño que este sea. Y mantenerse firmes, sin miramientos, avanzando pequeños pasos para abrir la posibilidad de otros horizontes.

 

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