Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/03/10/deud-m10.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws Nick Beams 10.03.23
Una ola de devastación económica se está extendiendo por un número cada vez mayor de países pobres y de los llamados mercados emergentes como consecuencia de la espiral inflacionista, las subidas de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos y otros grandes bancos centrales, y el aumento del valor del dólar estadounidense en el último año.
El caso más conocido es el de Sri Lanka, donde el año pasado un levantamiento masivo expulsó al gobierno de Rajapakse y donde ahora se está desarrollando un nuevo levantamiento contra el gobierno de Wickremesinghe. Éste pretende imponer un programa de austeridad del Fondo Monetario Internacional para saldar las deudas del país con el capital financiero internacional empobreciendo a la clase obrera y a las masas trabajadoras.
Pero la situación de Sri Lanka, donde cada vez se dejan de prestar más servicios sociales básicos, se está reproduciendo en muchos otros países.
Tal es la escasez de dólares, que Bloomberg informó recientemente de que en Nigeria se han suspendido los vuelos internacionales y en Pakistán se están cerrando fábricas de automóviles.
En Bangladesh, las compañías eléctricas pueden verse obligadas a detener la producción a menos que reciban dólares para comprar combustible. A menos que haya energía, el riego de arrozales, el alimento básico del país, no puede continuar durante la estación seca.
Como comentaba el informe de Bloomberg ‘En algunas de las naciones en desarrollo más vulnerables del mundo, la situación sobre el terreno es calamitosa. La escasez de dólares está dificultando el acceso a todo, desde las materias primas hasta los medicamentos. Mientras tanto, los gobiernos luchan con sus deudas mientras persiguen paquetes de rescate del Fondo Monetario Internacional [FMI]’.
Como en Sri Lanka, esa ‘lucha’ consiste en idear mecanismos para satisfacer las rapaces exigencias del capital financiero imponiendo dificultades cada vez mayores a la clase trabajadora, incluidos los que tienen lo que se ha considerado empleos de clase media, junto con los pobres urbanos y rurales.
Los analistas financieros predicen que la situación no hará más que empeorar.
John Marret, economista senior de Economist Intelligence Unit en Hong Kong, comentó a Bloomberg: ‘Estos países están sumidos en el colapso económico y algunos, como Pakistán, se tambalean al borde de otro impago. Gran parte de sus economías están en crisis. Además, sus divisas valen mucho menos’.
Esta situación sólo va a empeorar con la clara indicación de la Reserva Federal estadounidense y otros grandes bancos centrales de que continuarán las subidas de tipos.
En Pakistán, algunas fábricas han detenido la producción porque se han quedado sin divisas, principalmente dólares estadounidenses, para pagar las importaciones de materias primas.
Pakistán debe hacer frente en junio a unos 7.000 millones de dólares en concepto de reembolsos de la deuda, y la perspectiva de un impago se cierne cada vez más amenazadora. Las reservas de divisas están cayendo en picado y el país, como tantos otros en todo el mundo, está sufriendo la inflación más alta en décadas.
Cuando recortó la calificación crediticia del país la semana pasada, Moody’s afirmó que ‘en la actual situación de extrema fragilidad de la balanza de pagos, es posible que los desembolsos no se garanticen a tiempo para evitar un impago’.
Como consecuencia de la escasez de dólares, la situación sanitaria, que se vio afectada por la negativa de los principales gobiernos capitalistas a aplicar una política de eliminación mundial del COVID-19, está empeorando en todas partes con la escasez de suministros médicos.
Más de 20 países solicitan ayuda al FMI y países como Pakistán han visto desplomarse el valor de sus monedas.
Una de las mayores caídas ha sido la del valor de la moneda de Ghana, el cedi, que bajó un 55% entre enero y octubre del año pasado. Esto incrementó drásticamente el precio de todos los productos importados en términos de la moneda nacional, además de las subidas de precios llevadas a cabo debido a los beneficios obtenidos por las gigantescas corporaciones mundiales de la alimentación y la energía.
El nivel general de endeudamiento de muchos países pobres, que ha aumentado como consecuencia de la pandemia, pone de manifiesto la presión a la que están sometidos.
En 2019, antes de que estallara la pandemia, el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF) calculó que la carga total de la deuda de una treintena de grandes países de renta baja y media era de 75 billones de dólares. En diciembre del año pasado saltó a 98 billones de dólares y la mayor parte del aumento se produjo en 2020 y 2021.
Al mismo tiempo, se ha producido un importante aumento de la deuda pública que ha provocado restricciones en áreas vitales del gasto social. Según el IIF, la deuda pública total de los 30 países seleccionados alcanzará casi el 65% del producto interior bruto a finales de 2022. Esto supone un aumento de 10 puntos porcentuales con respecto a los niveles anteriores a la pandemia y el total más alto de la historia.
Los tipos de interés fueron muy bajos en 2020-2021 mientras los bancos centrales inyectaban billones de dólares en el sistema financiero, tras el inicio del COVID. Pero el año pasado, en respuesta al rápido aumento de la inflación y al temor al movimiento que desencadenaría en la clase trabajadora, comenzaron a subir los tipos de interés al ritmo más rápido en cuatro décadas.
Una de las consecuencias fue el aumento del valor del dólar estadounidense, lo que provocó un repunte de la inflación porque muchos productos básicos internacionales se cotizan en dólares. Los movimientos de los mercados de divisas hicieron que, incluso cuando el precio de algunas materias primas empezó a bajar en dólares, el repunte inflacionista continuara en muchos países debido a la caída del valor de sus monedas frente al dólar.
Un reciente estudio del Banco de Pagos Internacionales (BPI), publicado dentro de su Revista Trimestral de este mes, reveló un importante cambio en el funcionamiento del sistema financiero mundial, que está teniendo un gran impacto internacional, sobre todo en los países más pobres.
Según el informe, en el pasado solían producirse movimientos compensatorios en el precio de las materias primas. Es decir, cuando los precios subían, el valor del dólar tendía a bajar, por lo que los importadores quedaban hasta cierto punto protegidos de los efectos del aumento de los precios de las materias primas.
Pero esta relación ha cambiado. Hasta 2021, los precios de las materias primas y el valor del dólar tendían a moverse a la inversa. Ahora se mueven juntos.
‘Así, todos los efectos de las oscilaciones de los precios de las materias primas y del dólar sobre los riesgos de estanflación solían compensarse entre sí, se agravaron mutuamente en 2012-2022’, señala el estudio del BPI.
En las primeras semanas de este año se especuló con la posibilidad de que los tipos de interés empezaran a relajarse y la presión sobre los países más pobres y los llamados mercados emergentes disminuyera. Pero en los últimos tiempos, con la continuación de lo que los bancos centrales denominan ‘mercados laborales tensos’ en las principales economías, no se va a producir un cambio de tendencia.
El ritmo de las subidas de los tipos de interés puede disminuir en algunos casos, pero van a continuar, intensificando las condiciones ya intolerables para la clase obrera y las masas oprimidas de los países más pobres, que constituyen la mayor parte de la población mundial.
La necesidad de una lucha unificada de la clase obrera contra todo el sistema de beneficios, que abarque tanto a los de las llamadas economías avanzadas como a los de las menos desarrolladas, se está imponiendo en la realidad diaria..
(Publicado originalmente en inglés el 8 de marzo de 2023)