Ayuso no es sólo Trump

Fuente: https://beatrizgimeno.es/2023/05/21/ayuso-no-es-solo-trump-es-peor/                                                                        Beatriz Gimeno                                                                                  21 mayo, 2023Nos reímos de las cosas que dice Ayuso como nos reíamos de Esperanza Aguirre y como nos reíamos de Trump pero todos ellos ganaron en sus respectivas elecciones. Y no sólo ganaron en votos, sino que están ganando en cuanto a lo verdaderamente importante: imponiendo un sentido común devastador para la izquierda y para la democracia.  Cuando Aguirre dijo que había que “acabar con la superioridad moral de la izquierda”, estaba expresando la necesidad que la derecha tiene de superar el principal escollo para que arrasen definitivamente. Cuando Ayuso ha dicho que “la justicia social es una tontería de la izquierda”, va en el mismo sentido. Su exhibición desacomplejada de falta de empatía tiene que ver con la batalla principal de la derecha: la normalización de la crueldad social.

En realidad, volvemos a Thatcher y sus políticas económicas destructoras que sólo se pueden imponer si, efectivamente, ganan la batalla cultural que han desatado contra cualquier idea de justicia social. A acabar con esta idea se ha dedicado la derecha iliberal en todo el mundo en la últimas décadas. Mientras se siga considerando que la igualdad es siempre mejor que la desigualdad o que la pobreza es inasumible y un problema social, la izquierda tendrá una cierta ventaja. La propia democracia era entendida desde su origen como un contrato entre el pueblo y los gobernantes para mejorar la sociedad mediante la justicia social. Ese contrato, ya muy mermado, es con el que pretende acabar la derecha iliberal y antidemocrática con la intención de que el mercado no encuentre ninguna resistencia. Para que eso ocurra hay que implantar una razón neoliberal que sustituya a cualquier razón de justicia: la sociedad no existe, lo que existe son grupos de individuos en busca de su propio interés. La razón neoliberal produce sujetos neoliberales y busca sustituir una democracia que tiene como ideal la justicia social por otra que tiene como ideal el mercado. A esta le sobra todo lo público. Lo público es anatema. Quejarse de que en España no exista una derecha democrática empieza a ser inútil porque pronto tal derecha habrá dejado de existir en todo el mundo, es propia de otra época. Aquella era la derecha nacida de la II Guerra, una derecha a la defensiva después de la derrota del fascismo y de los avances de la clase obrera, que exigía reformas sociales. La derecha de ahora no quiere pacto ninguno, ni siquiera con la democracia.

Cuando Aguirre en su momento,  y ahora Ayuso, afirman que la justicia social es una tontería de la izquierda están reivindicando una tradición económico política y filosófica que inspiró a Margaret Thatcher y a Pinochet y que arrasó con el estado social en un caso y con la democracia (y miles de vidas) en el otro. Thatcher era fiel seguidora del economista austriaco Hayek, uno de los teóricos del neoliberalismo, que llegó a escribir que la preferencia individual es preferible al voto y el lugar en el que dicha preferencia se expresa mejor es en el mercado. Las urnas, en cambio, si bien reflejan las preferencias de la mayoría también oprimen a quienes no han votado por dichas preferencias. Así pues, para los neoliberales, la democracia es una especie de dictadura de la mayoría y la búsqueda de la justicia social es un escollo en el camino de la correcta organización de la vida porque no existe tal como como el “bien común, sino únicamente el bien que cada individuo busca y se debe procurar sin ninguna interferencia del estado. La verdadera libertad está en el mercado,  y para que sea real hay que hacer desaparecer cualquier límite, cualquier regulación. Por eso, lo que dice Ayuso no son tonterías, ni se trata únicamente de un proyecto privatizador más, ni es una simple provocación.  Es la presentación descarnada de la guerra contra la democracia que la derecha reconvertida en extrema derecha está librando en todo el mundo.

Los bares abiertos de Ayuso en medio de la pandemia, que de alguna manera fueron el punto de arranque de su despegue político, no eran ninguna broma. La posibilidad de que los empresarios abran los bares, por encima de cualquier bien común, de los contagios, de la enfermedad o la muerte, es la metáfora perfecta de la sociedad que defendía Hayek.  Ayuso consiguió que mucha gente, precarizada, cuyo mayor temor es perder el trabajo prefiriera abrir el bar y acudir a trabajar, con el riesgo de contagio, a perder el trabajo. Lo mismo puede suceder ahora con la ley del gobierno que impide trabajar en las horas de más sol. Veremos a Ayuso decir que no se puede impedir que quien quiera trabajar a las tres de la tarde lo haga a 40 grados lo haga. Y veremos como muchos trabajadores la apoyan. La equiparación de la libertad con la libertad de mercado avanza a paso firme sin que hayamos sido capaces de detenerla. Y no hemos sido capaces simplemente porque no existen verdaderas alternativas. La única manera de que los y las trabajadoras no “entiendan” lo que dice Aguirre es que nadie tenga miedo a quedarse sin trabajo o sin el dinero necesario para una supervivencia digna. Es decir que todo el mundo sepa que está suficientemente protegido ante cualquier contingencia, ya sea una pandemia, una ola de calor o una crisis económica: casa, salario digno y servicios públicos universales. Mientras eso no exista, cualquiera que diga que “permite” trabajar a cualquier hora, todas las horas que sean, podrá ganar.

Y no olvidemos que, debajo de todo, se libra una guerra cultural en la que las heridas subjetivas juegan un papel importante. Nada de lo que dicen sería tan fácil de imponer si no fuera porque a la precariedad, marca del neoliberalismo, se suma la fragilización de determinadas identidades, antes privilegiadas. Al tiempo que con una mano se lo quitan todo, con la otra les ofrecen políticas que les ayuden a combatir sus miedos y su sensación de pérdida. Para ellos ofrecen discursos que sirvan para remendar en lo posible las identidades fragilizadas, aterrorizadas y rencorosas que han dejado tras de sí los profundos cambios ocurridos en los últimos 50 años. Discursos machistas para refuerzo de los “hombres blancos asustados”, que dice Kimmel; xenófobos, lgtbifóbicos y, en nuestro caso, españolistas.  A todos ellos esta derecha iliberal busca proporcionar un sentimiento de autoestima, orgullo y seguridad en tiempos de precariedad, incertidumbre y pérdida. O, como escribe Wendry Brown: ««Si el hombre blanco no puede ser dueños de la democracia, no habrá democracia. Si los hombres blancos no pueden dominar el planeta, no habrá planeta». Contra estos discursos, contra el rencor desatado, la razón irve de poca cosa. Propuestas, proyectos, explicaciones…no hay que abdicar pero también es necesario fortalecer sentimientos de orgullo y de autoestima relacionados con formas de estar en el mundo opuestas a la razón neoliberal. Es complicado porque el individualismo extremo neoliberal nos afecta a todas incluso de manera inconsciente pero podemos construir y reforzar los vínculos, podemos ofrecer refugios vitales seguros que para todas, podemos animar los sentimientos comunitarios. Podemos dar la batalla y debemos pensar que al final la ganaremos porque acabar con el neoliberalismo ya no es una opción, es una necesidad de pura supervivencia.

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