El Sudamericano 21/11/25
Autoentrevista imaginaria (1986)
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ENTREV.: Según cierto rumor, usted protesta en contra de que lo llamen «pacifista». Comprenderá que ese rumor nos desconcierte, nos asuste incluso.
G. ANDERS: No hace falta. Lo único que quiero decir, al rechazar esa clasificación, es que quien hoy en día siga llamándose «pacifista» parece suponer acríticamente que los objetivos de la política de poder pueden alcanzarse también con métodos no pacíficos. Pero como ése ya no es el caso, puesto que hoy en día cualquier guerra, o por lo menos cualquier guerra entre potencias mundiales (aunque también los estados pequeños han alcanzado ya la «mayoría de edad nuclear»), desembocaría automáticamente, y probablemente, al cabo de pocos minutos, en una catástrofe total: puesto que –como afirmé hace ya treinta años [1] – no existe ya ningún objetivo bélico que no quedaría destruido por los efectos de los medios bélicos empleados, porque cualquier efecto sería incomparablemente mayor que cualquier objetivo concebible o deseable, por todo ello no hay más alternativa que ser pacifista. La consigna, de todas maneras falsa, de que «el fin justifica los medios», hoy en día deberíamos reemplazarla por la noción verdadera de que «los medios destruyen los fines» [2]. Y porque esto es así, ya no hay más alternativas que ser pacifista. Y por eso no lo soy. Donde ya no hay alternativa, un término especial como el de «pacifista» se vuelve superfluo.
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