Fuente: La Jornada/Arundhati Roy 13.04.2020
hacerse viralsin estremecerse un poco? ¿Quién puede ver cualquier cosa –la manija de una puerta, un recipiente de cartón, una bolsa de verduras– sin imaginarlo repleto de esas partículas que no pueden verse, que no están muertas, que no están vivas, salpicadas de ventosas en espera de adherirse a nuestro pulmones?
¿Quién puede pensar en besar a un desconocido, en subirse a un camión o en enviar a su hijo a la escuela sin sentir un miedo real? ¿Quién puede pensar en el placer común y corriente y no evaluar su riesgo? ¿Quién de nosotros no es un falso epidemiólogo, virólogo, estadista y profeta? ¿Qué científico o doctor no está secretamente esperando un milagro? ¿Qué sacerdote no está –al menos en secreto– sometiéndose a la ciencia?
E incluso mientras el virus prolifera, ¿quién no podría estar emocionado con el aumento del canto de pájaros en las ciudades, los pavos reales en los cruces peatonales y el silencio en los cielos?