Que un juez en funciones de ministro de la Policía (perdón, Interior) hable mal no sorprende a nadie. Incluso hace gracia, parece normal que un alto cargo no sepa conjugar un verbo. Sin embargo, no es cuestión menor. El Parlamento se llama así por ser el lugar donde se habla, luego cabría esperar que los que ejercen el poder supieran, como mínimo, manejar el lenguaje. La experiencia nos demuestra, por supuesto, que no es así.
La crisis del coronavirus (o covid-19, como lo llaman sus amigos) ha puesto en evidencia muchas cosas: los pies de barro del capitalismo, por ejemplo; o la falta de previsión de unos gobiernos que se gastan mucho dinero en gilipolleces como barcos de guerra pero racanean en lo esencial, como es la salud del común; también el sustrato autoritario de las que se dicen democracias aunque en el fondo les encante tirar de decreto y policía. No obstante, lo que quizá haya quedado más claro es, una vez más, la torpeza lingüística de los que mandan. Una torpeza de la que, además, no parecen ser conscientes (no quisiera pensar que tal vez se sientan hasta orgullosos de ella). Veamos esto con algunos ejemplos.
Seguir leyendo Coronavirus y el lenguaje del poder →