No bien retroceden las aguas de la pandemia, ya crecen el lenguaje y el clamor de una guerra que sería más global que ninguna e impactaría toda la Tierra. Como siempre, son los gobiernos de las potencias
los que tocan sonoramente los tambores, alistan tropas, barcos, aviones y explosivos teledirigidos. Se llama potencias a las naciones con intereses coloniales en otros países y continentes, invocando sus derechos de poder como el único bien deseable.
La Historia se repite pero no. Una próxima guerra global-mundial no sería como las anteriores. La Guerra Europea pudo ser un atractivo turístico para ciudadanos que visitaban trincheras y campos donde hubo batallas como quien recorre ruinas y selvas o va a la playa. La retórica intoxicada del belicismo dio un salto cualitativo y cuantitativo en 1914, y un siglo después ya no sorprende, con todo lo que aprendimos del Holocausto, Hiroshima y las invasiones en Medio Oriente y Afganistán por las potencias antes y después del 11 de septiembre de 2001.
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