▲ El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu (primer plano), y su secretario de Defensa, Benny Gantz, ayer en el parlamento, en Jerusalén.Foto Afp
El acuerdo histórico de
China e Irán, con bendición rusa, por
25 años y 500 mil millones de dólares –casi equivalentes al PIB nominal de la vapuleada economía persa– constituye un genuino game changer
(punto de inflexión) que ha sacudido las placas tectónicas de la geopolítica en
Eurasia que epitomiza la irrupción de
China al Gran Medio Oriente (
https://bit.ly/2Reo6LN).
El cronograma geopolítico es seminal cuando el fallido golpe de Estado en Jordania (https://wapo.st/31Og1zz) se escenificó una semana después al acuerdo histórico de China e Irán –que creó de facto el eje Moscú/Pekín/Teherán– y tres días antes de la reunión indirecta
entre EU e Irán en Viena para renegociar el levantamiento de las mil 600 (¡megasic!) sanciones de Washington y la detención del enriquecimiento de uranio de Teherán (https://bit.ly/2PyfM9k) –todavía muy lejos del mínimo de 90 por ciento para fabricar una bomba nuclear que el atribulado premier Netanyahu ha inventado posee el país persa, como parte de la brutal guerra de propaganda
que emprendió la triada Trump/Jared Kushner/Netanyahu.
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