Las reacciones políticas ante la pandemia de coronavirus se han caracterizado por una serie de sorprendentes carencias de las democracias occidentales, desde la existencia de graves prejuicios hasta la más flagrante ignorancia. Mientras tanto, China y Cuba se han visto mucho mejor preparadas y capaces para enfrentar el futuro.
El presidente de la República Popular China, Xi Jinping, recibe al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, en noviembre de 2018. Cuba facilitó a China la instalación del laboratorio ChangHeber, en la ciudad china de Jilin, para producir un medicamento cubano utilizado con éxito en la lucha contra el coronavirus. El hecho es que los presidentes de China y Cuba, clasificados como “dictadores comunistas” protegen a sus conciudadanos mucho mejor que los dirigentes de las “democracias liberales”.
El brusco cierre de las fronteras y, en muchos países, el cierre también de las escuelas, las universidades, las empresas y los servicios públicos, así como la prohibición de festividades, conmemoraciones y otras actividades colectivas, modifican profundamente las sociedades, que, en unos meses, ya no serán lo que fueron antes de la pandemia.
Esta realidad modifica, en primer lugar, nuestra concepción de la Libertad, concepto alrededor del cual se centró la fundación de Estados Unidos. Según la visión estadounidense –visión defendida sólo por Estados Unidos– la Libertad no puede tolerar límites. Todos los demás Estados admiten –por el contrario– que no hay Libertad sin Responsabilidad, y estiman por ende que no es posible ejercer las libertades sin definir sus límites. Hoy en día, la cultura estadounidense ejerce una influencia determinante a través de casi todo el mundo. Pero la pandemia acaba de contradecir su visión de la libertad.