Fuente: https://kaleidoskopiodegabalaui.com/2023/06/17/y-en-esto-estan-las-derechas/ Juan Gabalaui 17.06.23
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Bildu no es un partido ultra ni filoetarra. Esta afirmación es negada, de forma mayoritaria, por una gran parte de la población española. La cuestión no está en lo que las derechas dicen sobre Bildu sino en lo que este partido hace y propone. Y es tan diferente. Esta contradicción no es resuelta de ninguna manera porque los que se revuelven contra los pactos con Bildu no tienen ningún interés en saber qué proponen y qué hacen en los territorios que gobiernan, ni los medios de comunicación en aclarar e informar, ni los partidos políticos en defender una acción legítima y democrática como es el pacto entre partidos.
Hace unos días tuvo que pedir perdón el delegado del gobierno de Madrid por decir que Bildu había hecho más por España que los patrioteros con pulserita rojigualda. Se limitó a remarcar un hecho pero tuvo que pedir perdón. Los que votan a partidos que erosionan los servicios públicos, reducen derechos laborales y niegan las violencias contra las personas como el machismo, racismo o la xenofobia se indignan por decir que un partido, que apoya la subida del salario mínimo interprofesional o las leyes que defienden a las mujeres frente a la violencia machista, ha hecho más por España que ellos.
La propaganda de las derechas es muy eficaz. El uso de las redes sociales admirable. Están a años luz de las izquierdas, perdidas, desnortadas, bloqueadas. Las izquierdas siguen escribiendo en blogs mientras el PP y VOX arrasan en Tik Tok. No hay nada que se acerque a la canción de ganas de Ayuso. Para las izquierdas una ridiculez, para los demás un fenómeno viral que han visto miles de personas. La adaptación a las nuevas realidades es una de las claves del éxito de que determinadas opiniones políticas y sociales vayan camino de convertirse en hegemónicas. Las derechas, además, dicen lo que piensan. Si hay que decir que la violencia machista no existe se dice. Si hay que burlarse de la ley trans, se burlan. La reacción ante las posiciones animalistas, colocar a un torero como responsable de cultura. Las izquierdas si dicen lo que piensan, se usa la justicia para acallarlas. Irene Montero, una de las políticas más vilipendiadas de la historia de la postdictadura, ha sido condenada por el Tribunal Supremo a pagar 18.000€ a un señor por remarcar su defensa de las mujeres ante la violencia machista. Montero, ministra de igualdad, insultada y acosada por parte de políticos, medios de comunicación, jueces y población se ha convertido en un ejemplo práctico y televisado de la violencia contra las mujeres y de cómo las víctimas pueden convertirse en culpables y los agresores en víctimas.
Las denuncias o amenazas de denuncias ante opiniones o declaraciones públicas es otra de las estrategias dirigidas a mediatizar la opinión pública. Así la Asociación española de Abogados Cristianos que rastrea las redes y los medios para denunciar cualquier opinión que atente contra su ideología. O parte del sistema judicial que utiliza el derecho, interpretable en función de la ideología del juez, para limitar leyes o silenciar a los disidentes. La libertad de expresión siempre ha estado en cuestión con los colectivos minoritarios que defienden alternativas al sistema capitalista pero ahora se ha extendido a los contrarios a la ideología predominante en el sistema judicial. A cualquiera. Incluido a aquellos que bailan el agua al capitalismo, que son inofensivos ante el sistema y cuyas propuestas sostienen el estado actual de las cosas. Las denuncias judiciales sirven para eso, para silenciar, y es utilizado de forma habitual por las derechas autoritarias. La raya que marca el límite de lo decible está en si defiendes posiciones feministas o no, si defiendes cambios en las políticas medioambientales que palien el cambio climático o no, si defiendes los servicios públicos o no, si defiendes políticas migratorias dignas y respetuosas con las personas migrantes o no, si defiendes una relación digna y respetuosa con los animales o no, si defiendes que los que más tienen, más aporten o no.
Hace unas semanas se produjo un incidente en el estadio de fútbol de Mestalla que define el tipo de sociedad en el que vivimos. Si antes se ha señalado a Irene Montero como un ejemplo de la violencia machista, lo ocurrido con el jugador madridista, Vinicius, es un ejemplo claro de la violencia racista. Este jugador ha sido objeto de burlas desde que fue fichado por el Real Madrid. A partir de su explosión futbolística se pasó de las burlas al acoso por parte de compañeros de profesión y el público de numerosos estadios de fútbol españoles. Insultos, provocaciones y patadas que derivaron en ataques racistas cuyo culmen fue el estadio de Mestalla y el señalamiento por parte de Vinicius de las personas que le estaban agrediendo verbalmente. A pesar de ser una persona que estaba sufriendo una agresión racista, gran parte del estadio le pitó y le coreó «tonto, tonto» durante el partido. Es decir, la víctima es vilipendiada por una mayoría del estadio que lejos de solidarizarse y apoyar a quien está siendo acosado, continúa con el acoso y la agresión de unos pocos. El entrenador y un jugador del Real Madrid han denunciado el racismo de todo un estadio pero ante la amenaza de denuncia han tenido que pedir perdón o rectificar. Aunque el hecho es que una gran mayoría del estadio participó en el acoso racista a un jugador. Hasta el día que Vinicius señaló a quiénes le agredían, en los medios de comunicación se hablaba más de la actitud de Vinicius en los partidos que de las agresiones racistas y las provocaciones. Los compañeros de profesión le han criticado y puesto como un mal ejemplo para los niños pequeños. A día de hoy si hablas con futboleros, hay quienes defiende que Vinicius se lo ha buscado por su comportamiento. Su comportamiento ha consistido en no perder la cara frente a los ataques, responder, encararse, denunciar y señalar. Hasta a un multimillonario como Vinicius se le pide que se calle, que baje la cabeza y acepte. Y si responde, se lo ha buscado. Este hecho retrata a la sociedad española y lo difícil que lo tienen las víctimas, que son agredidas por dos vías, la del agresor directo y la de la sociedad . Dos agresores, en definitiva. Por supuesto, Vinicius es negro.
Etarras que no son etarras, provocadores que no son provocadores, maltratadoras que no son maltratadoras, liberticidas que no son liberticidas. La inversión de las realidades es otra característica de nuestra sociedad. Y nuestra sociedad no está formada de partidos políticos sino de personas. Somos nosotras las que validamos injusticias, agredimos a las víctimas, maltratamos a los animales, encarcelamos y asesinamos a las migrantes con las políticas que apoyamos. El problema no es solo que exista VOX o el PP sino que cada vez hay un mayor número de personas que aceptan su ideario, que lo defienden, que miran hacia otro lado ante las injusticias, que culpan a las víctimas de lo que les ocurre y que piden mano dura contra los que vienen de fuera, los extraños. Algo mal se está haciendo para que el disparate forme parte de lo cotidiano en lo social y en lo político. No hay conquista que no se tenga que defender de forma constante, aunque sean conquistas pequeñitas, de mierda. Si te confías, arrasan. Y en eso están.