Fuente: https://mpr21.info/y-dios-creo-a-hamas-en-el-septimo-dia/ mpr21
La propaganda imperialista ha focalizado la guerra actual en Israel y Hamas, añadiendo que en 1987 el uno creó al otro, y que el ataque del 7 de octubre es una acción de falsa bandera porque el gobierno de Tel Aviv lo supo con antelación y lo toleró. El relato se completa con la naturaleza islámica de la organización palestina, asimilada a Al Qaeda, el Califato Islámico o Boko Haram.
El 7 de octubre sería, pues, una reedición del 11-S. Estados Unidos e Israel todo lo saben y todo lo pueden y no es posible desafiarlos. Cuando se produce un ataque en su contra es siempre de falsa bandera.
La intoxicación pone el acento en la serie de masacres atribuidas a “musulmanes radicales”, ignorando que a las mismas le siguen una masacre mucho mayor de otros musulmanes. Son acciones funcionales, de las que sólo se informa de la primera parte. El 11-S desencadenó guerras, invasiones, ocupaciones y saqueos de los países islámicos, en los que murieron millones de musulmanes. El proceso siguió con la Primavera Árabe, revueltas internas y desestabilizaciones de los gobiernos del mundo árabe en su conjunto.
Antes del 11 de septiembre los sionistas buscaban la manera de que Estados Unidos llevara a cabo una intervención militar de esas proporciones en Oriente Medio para cambiar la situación estratégica de la región. Había que destruir “siete países en cinco años”, todos ellos enemigos de Israel, como anunciaron en el plan Clean Break de 1996, y luego en el llamamiento de 2000 para un “nuevo Pearl Harbor”, es decir, fabricar un pretexto para una intervención masiva en Oriente Medio.
Poco antes de estallar la Guerra de Gaza, Netanyahu acudió a la Asamblea General de la ONU y sostuvo un mapa en la mano para exponer su plan para un nuevo Oriente Medio: un corredor económico desde la India hasta Emiratos Árabes Unidos que recorría Arabia saudí, Jordania e Israel para acabar, finalmente, en Europa. Era algo parecido a la Nueva Ruta de la Seda, un plan en el que Israel se ofrecía como una solución a la crisis del gas en el Viejo Continente.
Una parte del plan contaba con Arabia saudí, que debía abandonar a los palestinos a su suerte para aliarse con Israel, lo que se materializó en 2020 con los Acuerdos de Abraham, firmados bajo la batuta de Trump que, con el tiempo, esperaban incorporar también a Emiratos Árabes Unidos y Jordania. Los palestinos quedarían aislados.
Finalmente, lo que ha ocurrido es lo contrario. Quien ha quedado aislado es Israel. Arabia saudí ha llegado a un acuerdo con Irán gracias a los buenos oficios de China y algunos países árabes, como Jordania, han roto sus relaciones diplomáticas con los sionistas.
Ni omniscientes ni invulnerables
Es muy propobable que Israel fuera advertido con antelación del ataque del 7 de octubre, tanto por otros países como por los infiltrados que tiene dentro de la resistencia palestina. Pero la información no es suficiente; hay que saber analizarla y valorarla en su contexto.
Los sionistas creían que habían logrado contener a la resistencia en Gaza y estaban centrados en sus propios problemas internos. En medio de una ola de denuncias de corrupción, las protestas contra la reforma judicial de Netanyahu habían dividido a la población israelí, algo que nunca se había visto hasta entonces.
Por su parte, el ejército tenía el ojo puesto en la frontera norte con Líbano y Siria, donde opera Hezbollah. También prestaban una atención especial a Cisjordania, donde desplegó dos de los tres batallones que custodian la frontera de Gaza para apoyar a los colonos judíos en sus ataques contra los palestinos.
La inteligencia despreció a Hamas y, en el mejor de los casos, minusvaloró la importancia del 7 de octubre. Si lo conoció, posiblemente creyó que se trataba de una de tantas incursiones para responder a las profanaciones de la mezquita de Al Aqsa. Desde luego nunca pensó que pudieran capturar a 240 prisioneros que, para Israel, son peores que los muertos. Éstos son un golpe instantáneo, los otros son una pesadilla a largo plazo y una muestra de debilidad. Siempre conducen a una negociación con el adversario.
De ahí que una buena parte de los israelíes muertos el 7 de octubre procedieran de “fuego amigo”. El ejército israelí lo llama la “Directiva Aníbal” y consiste en disparar indiscrimindamente, incluso a cañonazos, contra sus propios soldados y la población civil para evitar que caigan en poder de Hamas.
El mito de la invulnerabilidad de Israel comprende el reforzamiento de sus fronteras, donde los sionistas han instalado toda clase de artilugios técnicos y electrónicos de última generación para detectar la llegada de intrusos. Lo que la información no ha explicado suficientemente es que las instalaciones fueron destruidas con drones, tanto por Hezbollah como por Hamas.
La historia de Hamas no sigue como empezó
En las mitologías religiosas donde hay una criatura hay un creador. En el caso de Hamas, el todopoderoso Mosad ejerce esa función divina. El jeque Ahmad Yassin es sólo un fundador nominal, un testaferro. Los sionistas lo metieron en la cárcel y luego lo sacaron y lo promocionaron, incluso con dinero, porque creían que su verdadero enemigo era Arafat y la OLP, es decir, los palestinos laicos.
La política imperialista (y por lo tanto sionista) se apoya siempre en el “divide y vencerás”. La existencia de Israel es consecuencia de la división de los países árabes y de los propios palestinos. Israel siempre ha enfrentado a la OLP con Hamas, y a la inversa.
Yassin era un clérigo tetrapléjico formado en Egipto en las aulas de la Hermandad Musulmana, cuya naturaleza política e ideológica, así como el apoyo que siempre le han prestado los imperialistas, ya hemos expuesto en entradas anteriores. Por lo tanto, poco más hay que añadir al respecto, excepto que en 2011 Hamas tomó partido contra el gobierno sirio y participó en el desencadenamiento de la guerra contra Siria, especialmente en los campos de refugiados palestinos próximos a Damasco.
Pero las historias y las biografías no acaban de la misma manera que empiezan. En 2004 Israel asesinó a Yassin, lo mismo que a otros dirigentes de Hamas, implacablemente perseguidos por los pistoleros del Mosad, por lo que algo debió ocurrir en el camino.
Hoy Hamas mantiene lazos muy estrechos con Turquía y Qatar, donde celebran sus reuniones y viven sus dirigentes. Por ejemplo, Ismail Haniyeh, tiene pasaporte turco pero vive exiliado en Qatar.
Finalmente, Hamas ha acabado por formar parte del Eje de la Resistencia, junto con otras organizaciones, como Hezbollah, sin ir más lejos. Se ha convertido en una organización temible para Israel. Nunca ingresó en la OLP y nunca reconoció ni al Estado de Israel, ni a los Acuerdos de Oslo. Su fuerza deriva de que el tiempo ha demostrado que sus posiciones políticas eran correctas.
Lo que demuestra la verdadera naturaleza de una organización no son sus símbolos, ni sus escritos, ni sus proclamas, ni sus plegarias, sino la práctica que, en el caso de Hamas, se alinea de manera indudable con la resistencia palestina.