Vieja y nueva Kultur por György Lukács

Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2023/04/05/vieja-y-nueva-kultur-por-gyorgy-lukacs/                                                

1

1. El desarrollo de la sociedad es un proceso unitario. Ello significa que no puede determinarse una cierta fase del desarrollo a un nivel de la vida social sin que sus efectos repercutan sobre todos los otrosEs gracias a esta unitariedad, a este nexo de conjunto del desarrollo social, que se hace posible aprehender el proceso mismo desde el punto de vista de una como de otra manifestación social, y arribar sin embargo a su comprensión. Por tal motivo puede hablarse de la Kultur, en su aparente aislamiento de las otras manifestaciones sociales. Efectivamente, si nosotros comprendemos correctamente la Kultur de una época, hemos comprendido en sus raíces el desarrollo de conjunto de esta época, como si hubiéramos partido del análisis de sus relaciones económicas.

La burguesía, que teme el derrumbe del ordenamiento social capitalista, lamenta por eso sobre todo la decadencia de la Kultur. Las preocupaciones por los intereses de clase son así presentadas como si su motivación naciera de preocupaciones acerca de los valores eternos de la Kultur. Por el contrario, el punto de llegada de los pensamientos que seguirán es la consideración de que la Kultur de la época capitalista había ya caído íntimamente aun antes del derrumbe económico y político; y que entonces en oposición a todas las preocupaciones que hemos oído copiosamente justamente en interés de la Kultur sería de urgente necesidad poner finalmente término a la larga agonía del ordenamiento social capitalista, y abrir con ello el camino a la nueva Kultur.

Cuando se considera la Kultur de dos épocas desde el punto de vista científico, emerge ante todo la cuestión: ¿cuáles son las condiciones económicas y sociológicas para el afirmarse de la Kultur? Y de tal contexto surge de por sí la respuesta a la pregunta de la cual se debería haber partido: ¿qué es exactamente la Kultur? En pocas palabras: el concepto de Kultur (en oposición a Zivilisation) comprende el conjunto de aptitudes y de productos dotados de valor que resultan superfluos en relación al inmediato sustento. Por ejemplo, la belleza interna de una casa pertenece al concepto de Kultur; no así su solidez, su calefacción, etc. Si entonces nos preguntamos: ¿en qué consiste la posibilidad social de la Kultur?, debemos contestar que ella es ofrecida por la sociedad en que las necesidades primarias han sido satisfechas de tal manera que no se requiere un trabajo tan pesado como para agotar por completo las fuerzas vitales. Es decir, donde existen energías disponibles para la Kultur.

La vieja Kultur era entonces la Kultur de las clases dominantes. Sólo las clases dominantes estaban en condiciones de poner al servicio de la Kultur sus aptitudes dotadas de valor, desvinculadas de toda preocupación por el sustento inmediato. Aun aquí, como en todas partes, el capitalismo ha revolucionado el ordenamiento social íntegro. Al suprimir los privilegios de casta ha eliminado también los privilegios culturales de la sociedad de castas. Es decir que el capitalismo ha empujado a la misma clase dominante, la burguesía, al servicio de la producción.2 El rasgo caracterizador que distingue al capitalismo de los ordenamientos sociales anteriores es que en él la misma clase explotadora está sometida al proceso productivo; está obligada a prestar sus propias fuerzas a la lucha por el provecho, de la misma manera en que está obligado el proletariado para mantenerse con vida. (Por ejemplo, el director de fábrica y, en oposición a él, el señor en tiempos de la esclavitud de la gleba.) En apariencia, esta tesis parece contradicha por la gran cantidad de holgazanes que la misma clase capitalista ha sacado de su seno y a los cuales da una ociosa prosperidad. Pero, también aquí, nuestra atención no debe dejarse desviar por apariencias superficiales. Para la Kultur, siempre se han sometido a examen solamente las mejores fuerzas de las clases dominantes. En la época precapitalista estas fuerzas se hallan en una situación tal que les permite poner sus propias aptitudes al servicio de la Kultur, mientras el capitalismo las ha vuelto esclavas de la producción a la manera de lo que ha hecho con los trabajadores, aunque concediendo un valor material bien distinto a su esclavitud.

La liberación del capitalismo significa liberación del dominio de la economía. La Zivilisation crea, así, el dominio humano sobre la naturaleza; pero, como consecuencia, el hombre cae bajo el dominio de esos medios que le habían dado la posibilidad de dominar a la naturaleza. El capitalismo señala la culminación de este dominio En el capitalismo no existe clase que, por su ubicación productiva, esté llamada a la creación de la Kultur. La destrucción del capitalismo, la sociedad comunista, afecta a la cuestión justamente en este punto. Ella quiere crear un ordenamiento social en que a cada uno le espera ese modo de vida que en la época precapitalista solamente las clases dominantes podían llevar. Con ello comienza verdaderamente la historia de la humanidad. De la misma manera que la historia, en su viejo significado, ha comenzado con la Zivilisation y la lucha del hombre con la naturaleza pertenece a la época “prehistórica”, así el historiador del futuro hará comenzar la verdadera historia de la humanidad con el comunismo desarrollado. El dominio de la Zivilisation valdrá entonces como segunda época “prehistórica”.

.

2. La característica principal del ordenamiento social capitalista debía ser buscada entonces en el hecho de que la vida económica ha dejado de ser un instrumento para la función vital de la sociedad y se le ha colocado en el centro: se ha convertido en fin en sí mismo, objetivo de toda actividad social. La primera consecuencia, y la más importante, es la transformación de la vida social en una gran relación de intercambio; la sociedad en su conjunto ha venido a formar un enorme mercado. En las distintas funciones de la vida, tal situación se expresa en el hecho de que cada producto de la época capitalista, como también todas las energías de los productores y de los creadores, reviste la forma de mercancía. Cada cosa ha dejado de valer en virtud de su valor íntimo (por ejemplo, valor ético, valor artístico): tiene valor sólo en cuanto mercancía vendible o adquirible en el mercado. Todo lo que este hecho ha actuado destructivamente sobre toda Kultur, exprésese ésta en actos o en creaciones de obras de arte, o bien en instituciones– es algo que no exige análisis ulteriores. De la misma manera que la independencia de los hombres de los cuidados del sustento y la libre utilización de sus propias fuerzas como fin en sí son la condición humana y social preliminar de la Kultur, así todo lo que la Kultur produce puede tener valor cultural auténtico sólo cuando tiene valor de por si. En el momento en que asume carácter de mercancía y entra en el sistema de relaciones que lo transforma en mercancía, cesa aun su autonomía, la posibilidad de la Kultur.

Pero también en otro punto el capitalismo ha corroído en las raíces la posibilidad social de la Kultur Este punto está constituido por su relación con la fabricación de los productos culturales. Ya lo hemos viste: desde el punto de vista del producto, la Kultur es imposible cuando los productos no llevan en sí su fin. Desde el punto de vista de las relaciones entre producto y productor, la Kultur es posible sólo donde el surgimiento del producto constituye –desde el ángulo visual de su creador– un proceso unitario y en sí acabado. Un proceso, es decir, cuyas condiciones dependen de la posibilidad y las aptitudes humanas del creador. El ejemplo característico para un proceso de cal carácter es la obra de arte, donde el nacimiento de la obra es, en definitiva, en su integridad, resultado del trabajo del artista, y donde la peculiaridad de la obra está determinada por las cualidades individuales del artista. En las épocas precapitalistas este espíritu artístico ha dominado a la industria íntegra. La impresión del libro era en esencia tan poco distinta del escribirlo, como la pintura de un cuadro lo era de la fabricación de una mesa (en relación al carácter humano del surgimiento del producto). Por el contrario, la producción capitalista no sólo quita al trabajador la propiedad del medio sino que, consecuencia de la división del trabajo, parece más fuertemente especializado, desmiembra el proceso de fabricación en partes, ninguna de las cuales es tal que origine algo significativo, de por sí y en sí acabado. No existe trabajo singular que esté en una ligazón inmediata y perceptible con el producto terminado este proceso tiene un sentido solamente para el cálculo abstracto del capitalista: sólo en cuanto mercancía está dotado de sentido. El extenderse de la industria aumenta cada vez más la inhumanidad de esta relación. En la división del trabajo existente dentro de la manufactura, aun siendo el proceso de fabricación sumamente desmembrado y despedazado, la calidad de las partes singulares del producto dependía sin duda de las aptitudes físicas y espirituales del trabajador; mientras que en la industria desarrollada toda relación entre producto y productor ha sido suprimida. En ella, entonces, el proceso productivo depende en definitiva de las posibilidades de la maquina; el hombre sirve a la muquiría, se adapta a ella; la producción se vuelve completamente independiente de las posibilidades y aptitudes humanas del trabajador.3

Junto a estas fuerzas que destruyen la Kultur y que nosotros hemos considerado hasta aquí desde el punto de vista del producto y del productor singular y aislado, en el capitalismo actúan todavía otras, similares a las primeras. Podemos observar la más importante cuando consideramos el nexo reciproco de los productos. La Kultur de las épocas precapitalistas era posible gracias a la relación de continuidad en que venían a encontrarse los productos culturales singulares: un producto llevaba adelante el problema planteado por el otro, y así sucesivamente. La Kultur en su conjunto delineaba por lo tanto una determinada continuidad de desarrollo lento y orgánico. Así era posible que en cada campo se afirmara una Kultur coherente, unívoca y sin embargo original; una Kultur cuyo nivel superaba también en mucho el nivel más alto alcanzable a través de aptitudes individuales, aisladas. En cuanto ha revolucionado el proceso productivo, en cuanto ha vuelto permanente este carácter revolucionario a través de la anarquía de la producción, el capitalismo suprimió la continuidad y la organicidad de la vieja Kultur. Por un lado, el revolucionamiento de la producción significa, para la Kultur, que el proceso productivo origina de continuo momentos que influyen de manera decisiva sobre la marcha y el modo de la producción, sin que ellos deban luego ligarse de manera alguna con la esencia del producto –una obra como fin en sí– (es así que de la industria, de la arquitectura desaparece la autenticidad del material). Por otro lado, como consecuencia del producir-para-el-mercado (sin lo cual el revolucionamiento de la producción sería inimaginable) viene a la luz en la fabricación del producto todo lo que es mera novedad, el elemento sensacional y caduco, sin consideración alguna por el problema del acrecentamiento o la disminución del auténtico, íntimo valor del producto. El reflejo cultural de este carácter revolucionario es el fenómeno que habitualmente llamamos moda. Moda y Kultur configuran por sus esencias conceptos que se excluyen recíprocamente. El dominio de la moda significa que la forma y la calidad de los productos puestos sobre el mercado cambian a breve plazo, independientemente de la relación con la belleza y la finalidad. La esencia de un mercado tal comporta que dentro de determinados períodos deben ser fabricados nuevos objetos, tales que puedan diferenciarse radicalmente de los precedentes; tales que, al producirlos, sea imposible basarse sobre las experiencias recogidas en la producción precedente. De la rapidez del desarrollo resulta la imposibilidad de recogerlas y digerirlas; o bien nadie quiere ya basarse en ellas, pues la esencia misma de la moda requiere justamente lo opuesto a lo viejo. Así desaparece lentamente todo desarrollo orgánico; le suceden una oscilación sin meta y un diletantismo vacío y ruidoso.

.

3. Pero la crisis de la Kultur capitalista tiene raíces todavía más profundas que los fenómenos aquí esbozados. El fundamento principal de su crisis permanente y de su derrumbe interior consiste en el hecho de que la ideología se halla en oposición insoluble con el ordenamiento productivo, con el ordenamiento social. La clase burguesa dominante o que lucha por el dominio podía tener –como consecuencia necesaria de la anarquía de la producción capitalista– una sola ideología: la de la libertad individual. La crisis de la Kultur capitalista debía entonces manifestarse en el momento en que entraba en oposición con el ordenamiento social burgués. Durante todo el tiempo en que la clase burguesa en ascenso –como en el siglo dieciocho– ha dirigido esta ideología contra los vínculos de la sociedad de castas, esa ideología era la expresión adecuada de la situación dada de la lucha de clase. La burguesía de entonces podía tener de hecho una Kultur auténtica. Pero cuando la burguesía llegó al poder (es decir ya en la gran revolución francesa) se reveló la imposibilidad de hacer avanzar seriamente esta ideología, de extenderla a la sociedad íntegra, sin la autosupresión de aquel ordenamiento social del que la libertad individual era la ideología. En pocas palabras: a la clase burguesa le era imposible extender también al proletariado su propia idea de libertad. Se sigue entonces una desarmonía insuperable: la burguesía, o debía renunciar a esta ideología, o bien utilizarla como enmascaramiento de una acción opuesta a ella. El primer caso hizo emerger un absoluto vacío de ideas, un caos moral, porque, dada su ubicación productiva, la burguesía no estaba en condiciones de crear una ideología distinta que sustituyera a la ideología de la libertad individual. En el segundo caso, la burguesía se hallaba ante la crisis moral de la mentira interior; estaba obligada a actuar contra su propia ideología.

Pero esta crisis habría de agudizarse porque el principio de la libertad debía, aun económicamente, complicarse en una contradicción insuperable. No es nuestro objetivo aquí entrar en un análisis de la época del capital financiero. Basta señalar la inconciliable oposición entre las grandiosas organizaciones productivas que han surgido sobre su base (cartels, trusts) y la idea dominante del ordenamiento social del capitalismo primitivo, la libre concurrencia. Pero con ello desaparecía también el terreno de la ideología que se le conectaba. Al volverse los estratos altos de la burguesía –por la esencia misma del capital financiero– aliados naturales de sus enemigos de una vez, las clases agrario-feudales, la nueva ideología debía ser buscada entre los nuevos aliados. Pero aun este intento de hacer concordar la ideología con el ordenamiento productivo estaba destinado al derrumbe, desde el momento en que los fundamentos reales de la ideología conservadora –la estructura feudal de castas y el ordenamiento productivo que la expresaba han sido radicalmente extirpados de la sociedad a través de la revolucionarización capitalista de la producción, que ha alcanzado su propia culminación en la época del capitalismo financiero. Por cierto que el feudalismo ha tenido en un tiempo una Kultur de gran valor y de alto nivel. Pero ello sucedía bajo el dominio de la sociedad feudal de castas, cuando la producción y la sociedad íntegra estaban reguladas por sus principios. Con la victoria del capitalismo esta forma social fue suprimida En vano gran parte del poder económico quedó en manos de las castas dominadoras de antes: el proceso por el cual también ellas se capitalizaban, y aun ellas asumían las formas del capitalismo, no podía ser detenido. Entonces, aun para estos sectores, se manifestó la misma contradicción entre ideología y marcha de la producción que rige para el capitalismo, aunque se expresara de otra manera. Entonces, si la clase burguesa de la época del capitalismo financiero buscaba el agua de la renovación, la buscaba en una fuente que ella misma había enterrado.

Desde el punto de vista de la Kultur, la oposición entre ideología y ordenamiento productivo significa que el motivo de la grandeza de las antiguas Kultur (Grecia, Renacimiento) debe ser buscado en el hecho de que, por la armonía entonces existente entre ideología y ordenamiento productivo, los productos de la Kultur podían desarrollarse orgánicamente desde el terreno del ser social. En tanto las grandes obras culturales pudieran elevarse muy por encima del mundo interior del hombre común, existía siempre entre los dos polos cierto nexo Pero todavía más importante que esta actitud de los productos culturales dentro de la vida social es el hecho de que el acuerdo entre ideología y ordenamiento productivo hacia posible la natural armonía entre ideología y conducta de vida. (Que el estilo de la conducta de vida del hombre depende de su ubicación productiva, es algo que no requiere una discusión ulterior.) Pero en todo ordenamiento social donde exista un acuerdo natural entre la conducta de vida y su expresión ideológica, existe también la posibilidad de que el tomar forma de la ideología encuentre una orgánica expresión en las figuras de la Kultur. Pero solamente con tales condiciones la unidad orgánica es posible. La relativa independencia de los elementos ideológicos en cuanto a sus fundamentos económicos significa que ellos, en su carácter de formas de expresiones humanas, son –según su valor y su validez formal– independientes de las facticidades que les son confiadas por el ordenamiento económico y social contemporáneo para que puedan recibir forma. Por ello la materia que tales formas modelan no puede ser sino la realidad social misma. Si existe entonces una oposición de fondo entre ideología y ordenamiento económico, ella –en cuanto a nuestro problema– debe ser expresada así que formas y contenidos de las expresiones culturales han entrado en contradicción entre sí. Pero con ello cesa la unidad orgánica de las obras de la Kultur, su esencia armónica, dispensadora de alegría. La Kultur no expresa ya todo esto a los hombres que toman posición a su respecto: aquello que era la característica principal de las viejas Kultur. En tanto y cuanto ha sido auténtica Kultur, la Kultur del capitalismo no podía ser sino critica sin embellecimientos de la época capitalista, crítica que alcanzó a menudo un nivel muy alto (Zola, Ibsen); pero cuanto más auténtica y válida era. tanto más debían faltarle la simple y natural armonía y belleza de la antigua Kultur: la Kultur en el verdadero sentido, en el sentido literal del término. Esta contradicción subsistía en todos los campos de las expresiones humanas, en el conjunto de las materias de la Kultur. Así, para citar un solo ejemplo muy evidente, el ordenamiento social capitalista nutría necesariamente en sí, en la ideología de la libertad, la idea del hombre como fin. Podemos decirlo sin temor a desmentidos: en las épocas precapitalistas esta gran idea no alcanzó jamas una expresión tan pura, clara y consciente como en ese período (idealismo clásico ale- man). Pero es también verdad que ningún ordenamiento social la ha tratado tan a los golpes como lo ha hecho el capitalismo. En el capitalismo el devenir-todo-mercancía no se limita al devenir-mercancía de los productos: usurpa también las relaciones humanas basta pensar en el matrimonio. La interior necesidad de la orientación ideológica cultural promovía, entonces, en todos los productos de la Kultur, la anunciación del hombre como fin en sí, mientras, por otra parte, la materia –modelada por estas formas culturales– era la negación viva de ese propósito. Por ejemplo, la poesía válida del capitalismo no podía ser el simple reflejo de su propio tiempo como era la poesía griega, cuya eterna belleza expresa justamente este reflejo acrítico, natural, sino que podía ser sólo critica de lo existente.

.

4. Vayamos ahora a lo que significa, desde el punto de vista de la Kultur, la transformación comunista de la sociedad. Ante todo, significa el cese del dominio de la economía sobre la totalidad de la vida. Luego, el cese de la imposible inarmónica relación entre el hombre y su trabajo, por el cual el hombre está subordinado al medio productivo, no el medio productivo al hombre En última instancia significa la supresión de la economía como fin en sí. Naturalmente, el ordenamiento social capitalista ha introducido tan profundamente su estructura en el mundo del pensamiento de cada uno, como para poner en sombras la conciencia de este aspecto de la transformación. Más aún, este aspecto de la transformación luego de la toma del poder no puede todavía explicitarse en lo concerniente a los aspectos cotidianos de la vida. El dominio sobre la economía, la organización socialista de la economía, significa la supresión de la autonomía de la economía. La economía, que ha sido hasta ahora un proceso autónomo, dotado de una legalidad propia, y que podía solamente ser reconocido, pero no guiado por la razón humana,4 se vuelve ahora una parte de la gestión estatal. Es decir, que parte de un proceso planificado, no dominado ya por leyes propias, dado que los movimientos fundamentales de este proceso social unitario no pueden ya ser de naturaleza económica. La apariencia contradice esta tesis. Es claro, efectivamente, que una reorganización de la producción que no sea llevada al terreno económico con órganos económicos y a través de teorías económicas, resulta imposible práctica y teóricamente. Es además obvio que, en correspondencia a la esencia de la lucha de clases, en la fase de la dictadura que es la culminación de la lucha de clases, las cuestiones de la batalla económica, de la reorganización, están en primer plano. Pero esto no significa que el fundamento mismo del proceso en curso sea de naturaleza económica. El cambio de función que la dictadura del proletariado trae consigo en todo campo, se afirma también aquí. Durante el capitalismo cada momento ideológico era sólo la “superestructura” del proceso revolucionario que lleva, al fin, al derrumbe del capitalismo. Ahora esta relación se da vuelta. No quiero decir con ello que la reorganización de la economía se vuelva mera “superestructura” (ya en relación a la ideología esta expresión no era la más pertinente y ha dado lugar a demasiados equívocos), pero puede decirse sin más que desaparece la prioridad de la economía. Aquello que superficialmente contradice esta tesis, en realidad la confirma, en cuanto observamos la cuestión un poco dialécticamente

En la crisis de la sociedad capitalista el aspecto ideológico se situaba siempre en primer plano en la conciencia social. Esto no sucedía por casualidad sino a consecuencia del hecho de que las fuerzas motrices del desarrollo no estaban en condiciones de volver completamente conscientes a las masas que ponían en movimiento. La “crítica” que el socialismo efectuaba tenía un carácter de desenmascaramiento en relación a estas crisis, a estas revoluciones: indicaba las fuerzas reales, últimas: el proceso económico. Nada más natural entonces si con la ruina del capitalismo el punto de vista que hasta ahora ha funcionado como crítica adquiere un relieve de primer plano en la nueva estructura. Pero el problema es: ¿el cambio de función no ha suprimido el carácter del motivo como motivo “último” que él poseía en su primitiva función? Y que lo ha suprimido efectivamente, es algo que se deduce de todo lo dicho hasta aquí el motivo económico puede valer como motivo último solamente en el estadio de la “anarquía productiva”. Sólo las fuerzas motrices de una producción desorganizada pueden funcionar como fuerzas naturales, ciegas; y sólo en cuanto tales pueden constituir el motor último: todo elemento ideológico, o se adapta al proceso creado por tales fuerzas (deviene supra-estructura) o bien se le opone infructuosamente. Por eso en el capitalismo todo factor no económico es puramente ideológico, a excepción sólo de la crítica socialista a la sociedad capitalista en su totalidad. Ella no es expresión ideológica de consentimiento o de rechazo que acompaña a un proceso singular, sino develamiento de la totalidad, un develamiento de la globalidad del proceso económico tal como para ser inmediatamente acción práctica en dilección de su transformación. Lo que es transformado no es sólo la desorganización, sino, con ella, también la autonomía de la vida económica, en suma: su ser guiado de todos modos por finalidades económicas. La organización de la vida económica en dirección del socialismo lleva al papel de guía: esos motivos que hasta ahora podían ser a lo sumo manifestaciones colaterales; lleva a una vida humana interior y exterior dominada por motivos humanos, ya no económicos. No debe asombrarnos entonces si, en estas condiciones, la revolucionarización de la vida económica está en primer plano, justamente en la conciencia revolucionaria, más que aquel momento ideológico por el cual ella ha sido, en última instancia, puesta en movimiento. Con la victoria del proletariado el proceso de este cambio de función entra necesariamente en la conciencia del proletariado. Se traía de la prosecución directa, en las masas proletarias, de la lucha de clase consciente: la esencia de la conciencia de clase ha surgido hasta ahora del elevarse a conciencia de los intereses económicos. El mero tránsito al trabajo de reconstrucción –cuyo resultado final es este intercambio de funciones– no roza siquiera la conciencia de los intereses de clase inmediatos; está, por así decir, “por debajo de la conciencia”. Solamente la conciencia de clase completa, que se vuelve consciente de la misión histórico-universal del proletariado más allá de los intereses inmediatos, eleva este motivo, este cambio de función, en la conciencia del proletariado5.

El cambio de función hace emerger la posibilidad de la nueva Kultur: pues la Kultur significa el dominio interno del hombre sobre el ambiente, así como la Zivilisation es su dominio exterior. De la misma manera que la Zivilisation ha creado los medios del dominio sobre la naturaleza, ahora la Kultur proletaria crea los medios para el dominio sobre la sociedad. Y justamente, en los hechos, la Zivilisation y su forma más evolucionada, el capitalismo han desarrollado al máximo el servilismo del hombre hacia la sociedad, la producción, la economía.

El presupuesto sociológico de la Kultur es el hombre como fin en si. Esta condición primaria, que en las sociedades precapitalistas era concedida a las clases dominantes y que el capitalismo ha sustraído a todos, es ahora preparada para todos por la fase última de la victoria proletaria. La metamorfosis determinada por la radical transformación de la estructura social íntegra se refiere naturalmente a todas las manifestaciones, de cuyos efectos destructores en relación a la Kultur ya hemos hablado en el análisis del capitalismo.

Con la organización de la economía termina así también su carácter revolucionario y revolucionador. En lugar de la sucesión anárquica, determinada por el azar, que habitualmente señalamos con el nombre de moda, se tiene la continuidad orgánica, el desarrollo auténtico. Un desarrollo en el que cada momento singular desciende necesariamente de los presupuestos objetivos del momento precedente; en el que entonces cada momento, lleva en sí la solución del problema que ha quedado irresuelto en el momento que lo precedía y, en el mismo instante, plantea al momento siguiente un nuevo problema a resolver. La necesaria consecuencia cultural de un desarrollo orgánico tal (que desciende de la esencia misma de la cosa, no del azar) es que el nivel de la Kultur puede nuevamente sobrepasar las aptitudes individuales de los singulares individuos aislados. La ligazón al trabajo ajeno y su prosecución –segundo presupuesto sociológico de la Kultur– vuelven a hacerse posibles. Se sigue que, ya los productos culturales, ya las relaciones humanas, pierden su carácter de mercancía. La superación de las relaciones mercantilizadas restituye a todo aquello que bajo el capitalismo funcionaba –del todo o principalmente– de acuerdo a relaciones económicas, su carácter de fin en sí. Pero la posibilidad de la Kultur se funda también, como es sabido, en el hecho de que una cantidad cada vez mayor de expresiones de la vida humana se vuelven –siempre más a profundidad y vigorosamente– fines en sí; o, algo que es lo mismo, están al servicio de la esencia humana del hombre. Pues estas dos modalidades del ser-fin-para-sí-mismo no se excluyen una a la otra; por el contrario, se sirven y se completan recíprocamente. Cuando un producto cualquiera (casa, mueble, etc.) no es fabricado en cuanto mercancía, sino de manera tal que sus posibilidades de belleza se potencien al máximo, es lo mismo que decir: la casa, el mueble están al servicio del ser-hombre del hombre, respetan sus exigencias. No son fabricados a través de un proceso económico desligado de toda exigencia humana, y en el cual los productos funcionan únicamente como mercancías abstractas y los hombres como también abstractos compradores y vendedores. A la vez, debe cesar también la malsana especialización del capitalismo. En el momento en que el interés del hombre no está más regulado por el abstracto ocuparse de la compraventa en el mercado sino por el proceso unitario, y que comprende a la totalidad del hombre, el proceso de la fabricación y del goce del producto devenido fin en sí, y también la especialización, están destinados a sufrir un cambio de función. En la sociedad proletaria desaparecerá no sólo su carácter de clase sino también su carácter de ajenidad respecto de la vida humana. Al afirmarse los productos como fines en sí, éstos se adaptarán automáticamente a la totalidad de la vida humana, a sus problemas fundamentales. Al suprimirse el aislamiento humano, el individualismo anárquico, la sociedad humana viene a configurar en sus individuos y en sus productos un entero orgánico, cuyas partes singulares, sosteniéndose y completándose recíprocamente, se pondrán al servicio de su objetivo común: la idea de un superior desarrollo del hombre.

.

5. Con la delineación de tal meta hemos llegado a la esencia de la cuestión. Si el objetivo de la nueva sociedad consistiera solamente en la potenciación del mero bienestar y de la prosperidad material de los hombres, todos estos cambios de función no se verificarían, su significado sería apenas concebible. El objetivo del estado proletario podría agotarse en la organización de la producción y de la distribución, y la vida económica volvería a dominar –por cierto que con otra finalidad distinta– sobre el principio humano. El desarrollo alcanzaría naturalmente de manera más amplia y rápida sus objetivos, se llegaría a éste con una adecuada organización de la producción y de la distribución. Ahora, en cambio, ha creado solamente los presupuestos irrenunciables para llegar a la meta. En particular, la realización misma de tal meta debe todavía abarcar a toda la humanidad.

Pero la transformación económica es un presupuesto imprescindible para lograr tal objetivo. No sólo por los motivos sociológicos ya enumerados; no sólo porque únicamente hombres prósperos son disponibles para la Kultur, sino justamente por la estructura peculiar de la conciencia humana: porque las cuestiones finales y decisivas de la existencia humana están recubiertas en la conciencia por los males y las miserias inmediatas –a pesar de lo poco que cuenten en comparación con las primeras– y no logran así, excepto rarísimas excepciones, hacerse a la luz. La cosa puede ser aclarada con un simple ejemplo: mientras uno se rompe la cabeza alrededor de un gran descubrimiento científico, se le aparece un dolor de muelas insoportable. En la inmensa mayoría de los casos, es cierto que no estará en condiciones de seguir sus razonamientos mientras no sea vencido el mal inmediato. La negación del capitalismo, la nueva organización socialista de la economía significa, para la humanidad íntegra, la cura de todos los dolores de muelas. Desaparece de la conciencia de los hombres todo cuanto les ha impedido hasta ahora vivir sus problemas verdaderamente fundamentales: su conciencia se abre a lo esencial. Pero este ejemplo muestra también el límite de la transformación. Por cierto, es necesario que el dolor de muelas haya desaparecido para poder retomar el trabajo intelectual; pero tan cierto como ello es que ese trabajo no se reinicia automáticamente de por sí al cesar el dolor: hace falta un nuevo esfuerzo, una nueva vocación, un nuevo ímpetu. Entonces la humanidad que trabaja no ha llegado todavía a la meta por el hecho de que han desaparecido todos sus sufrimientos económicos: sólo ha creado las posibilidades como para poder ponerse en camino con fuerzas frescas hacia la auténtica meta. La Kultur es la forma de la idea del ser-hombre del hombre. Es, entonces, creada por el hombre, no por las circunstancias. Toda reestructuración de la sociedad configura solamente el cuadro, la posibilidad de la libre autorrealización, de la espontánea fuerza creadora de los hombres.

Por eso la investigación sociológica debe limitarse al análisis de este marco. Cuáles serán los contenidos esenciales de la Kultur proletaria: ello quedará en definitiva determinado por las fuerzas del proletariado tendidas hacia la liberación progresiva: todo intento de previsión sería ridículo. Todo lo que el análisis sociológico está en condiciones de ofrecer no es más que la indicación de que tal posibilidad –y solamente la posibilidad– es preparada por la sociedad proletaria. Un examen detallado de otra manera sobrepasaría los límites de la investigación científica aquí posible A lo sumo, se podría discutir cuáles de los viejos valores culturales –de conformidad con la esencia del marco– podrán ser asumidos por la nueva sociedad y posteriormente desarrollados. Pues la idea del hombre como fin en sí –la idea base de la nueva Kultur– es una herencia del idealismo clásico del siglo XIX. La verdadera contribución de la época capitalista a la construcción del futuro consiste en haber creado las posibilidades de su propio derrumbe y de la construcción del futuro sobre sus propias ruinas. De la manera en que el capitalismo ha fabricado por sí mismo los presupuestos económicos de su negación de la manera en que ha producido por sí mismo las armas espirituales de la crítica negadora que a través del proletariado lo aniquilaría (la relación de Marx con Ricardo), así también él crea aquí, en la filosofía desde Kant hasta Hegel, la idea de la nueva sociedad, llamada a provocar necesariamente su negación.

* * *

NOTAS:

1. “Revolucion Socialista y Antiparlamentarismo”. Cuadernos de Pasado y Presente, n.° 41, Córdoba, 1973, pp. 74-86.

2. F. Engels, La cuestión de la vivienda. Obras escogidas, cit.. t. 1.

3 Muchos ponen en relación este proceso con la división técnica del trabajo en la industria y plantean la cuestión como si debiese continuar también después del derrumbe del capitalismo. Aquí no podemos examinar este problema pero basta señalar el hecho de que Marx tuvo una visión totalmente distinta de él: “La división del trabajo en el interior del taller y la división del trabajo en el interior de la sociedad” están en razón inversa la una de la otra: en una sociedad donde está desarrollada la primera, la segunda es atrasada, y viceversa (Miseria de la Filosofiaed. cit., pp. 119-120).

4. La economía política en cuanto ciencia autónoma es el reflejo de esta situación social. Antes de que tal situación se desarrollara no era ni siquiera imaginable una ciencia económica en el sentido moderno, y con el cese de la primera también deberá cesar necesariamente la segunda. Por consiguiente, concebir las leyes de la economía política como leyes naturales eternas, es decir como leyes válidas en absoluto, es mera ideología capitalista.

5. Cf. mi artículo “Klassenbewusstsein”, en Kommunismus, n. 14-15, 1920. (Este trabajo forma parte del libro Historia y conciencia de clase [Grijalbo, México, 1969| y fue publicado con el título de “Conciencia de clase” – N. del E.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *