Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/12/09/yxbn-d09.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws Andrea Lobo 09.12.23
En un discurso el martes, el presidente venezolano Nicolás Maduro presentó un nuevo mapa oficial del país incluyendo el Esequibo, un área del tamaño de Grecia que representa dos tercios del territorio reclamado por la vecina Guyana. Anunció planes “inmediatos” para explotar los importantes yacimientos de petróleo, gas y minerales en la zona.
El discurso se produjo después de un referéndum el domingo en el que, según las autoridades venezolanas, más del 95 por ciento votó a favor de convertir el territorio en un nuevo estado venezolano, rechazar el laudo de París de 1899 que demarcó la frontera existente y oponerse a la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia.
“Ahora sí vamos a recuperar los derechos históricos de Venezuela sobre la Guayana Esequiba”, proclamó Maduro.
Antes del voto, la CIJ, que es administrada por la ONU, ordenó a Venezuela evitar cualquier acción hasta que presente un fallo sobre la disputa fronteriza, lo que presuntamente podría tomar años.
Hace siglos, la disputa estuvo impulsada por las ambiciones de las autoridades coloniales de la Guayana Británica para controlar el oro descubierto en lo que era el virreinato español de Nueva Granada y luego Gran Colombia.
A fines del siglo diecinueve, como la nueva potencia imperial en la región, el Gobierno estadounidense de Grover Cleveland respaldó el reclamo venezolano contra Reino Unido, previo a la arbitración internacional de 1899, que falló a favor de Reino Unido en medio de evidencia de complicidad probritánica de los jueces.
Después de una serie de golpes de Estado y conspiraciones por parte de la MI5 y la CIA contra el nacionalista burgués Cheddi Jagan y su Partido Progresista del Pueblo —que en ese momento se orientaba a las direcciones estalinistas y castristas— Guyana obtuvo su “independencia” en 1966.
En la actualidad, los yacimientos de petróleo descubiertos tan solo en 2015 frente a las costas del Esequibo y el contexto global de preparativos para un nuevo reparto del mundo mediante la guerra han reavivado la disputa sobre las junglas remotas y poco pobladas al oeste del río Esequibo, que Venezuela considera la frontera natural.
El Gobierno de Biden respondió inicialmente al referéndum pretendiendo ser un espectador pacífico. El Departamento de Estado pidió una “resolución pacífica de la disputa”, mientras llamó hipócritamente a Venezuela a respetar el fallo de 1899.
Sin embargo, desde su fundación, Guyana ha sido tratada por el imperialismo estadounidense como un enclave gobernado por títeres de las corporaciones transnacionales, como lo evidencia el odiado acuerdo de 2019 que permite que un consorcio encabezado por el conglomerado estadounidense ExxonMobil se quede el 50 por ciento de las ganancias de su depósito petrolero submarino Shabroek.
El imperialismo estadounidense es el primer responsable de azuzar las tensiones en los últimos años, expandiendo el pequeño ejército guyanés, que está conformado en gran parte por voluntarios, y principalmente por los frecuentes despliegues de tropas estadounidenses en Guyana y las aguas del Caribe reclamadas por Venezuela para “ejercicios” militares.
Mientras tanto, los Gobiernos de Obama, Trump y ahora Biden impusieron un régimen de sanciones devastador para provocar el derrocamiento militar del Gobierno de Maduro. Combinadas con una caída en los precios del petróleo, la corrupción y la mala gestión, las sanciones sumieron a Venezuela en una crisis que contrajo la economía en más del 80 por ciento y provocó un éxodo de más de 7 millones de venezolanos.
En la medida más provocativa hasta el momento, el Comando Sur de los Estados Unidos realizó operaciones de vuelo sobre Guyana el jueves y publicó una declaración que afirmaba mantener “su compromiso como socio de seguridad de confianza de Guyana”.
Esto tuvo lugar poco después de que el presidente de Guyana, Irfaan Ali, denunciara a Maduro por buscar anexar el territorio y pidiera a Estados Unidos ayuda para “disuadir” a Venezuela.
A pesar de que Washington está apoyando y armando la limpieza étnica de Israel en Palestina, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, insistió en una llamada con Ali el jueves en que podía contar con el “apoyo inquebrantable de Estados Unidos a la soberanía de Guyana”.
En medio de su guerra por delegación contra Rusia en Ucrania y su apoyo a Israel como parte de los planes para una guerra más amplia en Oriente Próximo, el Gobierno de Biden busca ávidamente asegurar el bloque Stabroek, que está produciendo 600.000 barriles por día (bpd) de petróleo, y se espera que duplique esta cantidad para 2027. En comparación, Venezuela ha estado produciendo menos de 800.000 bpd.
En términos más generales, el imperialismo estadounidense busca mantener los recursos estratégicos en la región, particularmente los mayores yacimientos del mundo en la Faja Petrolífera del Orinoco de Venezuela, fuera de las manos de sus principales rivales geopolíticos: China y Rusia.
Como resumió en octubre la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson, unas semanas después de una visita a Guyana:
“Me preocupa la extracción de estas reservas de petróleo crudo pesado, crudo dulce ligero que se descubrieron en las costas de Guyana, la economía en crecimiento más grande, el crecimiento del PIB del 25 por ciento previsto para Guyana en los próximos 25 años. Tienes el 60 por ciento del litio del mundo en el triángulo de litio, Argentina, Bolivia, Chile y cobre, oro. Tenemos el Amazonas. Así que hay muchos recursos. Y cuando observas la competencia estratégica a nivel mundial, pero también en este hemisferio, quieres asegurarte de que los adversarios y los competidores estratégicos no intenten ir allí por razones nefastas para extraer. Este hemisferio tiene el potencial de alimentar y suministrar energía para el mundo.
Por su parte, el Gobierno de Maduro está respondiendo tanto a la creciente oposición social desde abajo, en medio de una crisis económica y humanitaria cada vez más profunda, como a las intensas presiones del imperialismo estadounidense.
Los Gobiernos de Maduro y Biden llegaron a un acuerdo en octubre de dar permiso a Venezuela para que venda petróleo, gas y oro a cambio de liberar a los llamados “presos políticos” y permitir que los candidatos de la oposición respaldados por Estados Unidos se presenten a las elecciones generales de 2024. Si bien Washington dijo que Maduro tenía hasta finales de noviembre para cumplir con estas condiciones, el Departamento de Estado de Estados Unidos declaró esta semana que no se han cumplido las condiciones, pero que las licencias siguen siendo válidas, lo que sugiere negociaciones en curso.
Detrás de la retórica nacionalista de defender la “Patria” y los llamamientos a la “unidad nacional”, el régimen de Maduro habla por un sector de la clase dominante venezolana que espera llegar a un nuevo acuerdo con el imperialismo estadounidense sobre cómo dividir las ganancias de la explotación de los trabajadores venezolanos. Busca utilizar sus lazos con China y Rusia como apalancamiento para esto, como lo demuestran los planes de Maduro de visitar Moscú a finales de este mes, y el hecho de que Venezuela haya continuado exportando la mayor parte de su petróleo a China a pesar de las sanciones de Estados Unidos.
En este proceso, sin embargo, Maduro está siguiendo el mismo camino reaccionario que el Gobierno de Putin cuando invadió Ucrania en 2022 o el Gobierno iraquí de Hussein cuando invadió Kuwait en 1990, que el imperialismo estadounidense aprovechó para llevar a cabo operaciones militares planificadas desde hace mucho tiempo.
A pesar de las amenazas del Pentágono, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana venezolana ha comenzado preparativos explícitos para una toma militar del territorio, incluida la construcción de carreteras y puentes en el extremo norte de la frontera, mientras que Maduro dijo que las corporaciones que operan en Esequibo tienen tres meses para irse. El jueves, el ministro de Defensa venezolano, Vladimir Padrino, anunció la designación de generales que estarán a cargo de la “Zona Operativa de Defensa Integral Guayana Esequiba”.
Cabe notar que el Gobierno de Lula da Silva en Brasil ha llevado a cabo su propia acumulación militar en sus fronteras con Venezuela y Guyana. En nombre de las ambiciones de poder regional de la oligarquía brasileña, Lula está advirtiendo efectivamente a Caracas que necesita su permiso para actuar.
Como lo demuestra la historia de Guyana y disputas similares en América del Sur desde la época colonial, es a través de las fronteras y los Estados nacionales que el imperialismo explota a los trabajadores y campesinos y controla los recursos, con la ayuda de las élites gobernantes locales.
Exponiendo las pretensiones pansudamericanas de Hugo Chávez y su bolivarianismo, que alguna vez se combinaron con reformas sociales limitadas, el callejón sin salida de todos los movimientos nacionalistas burgueses ha quedado evidenciado por la crisis del capitalismo global, arrastrando cada vez más a América Latina hacia una tercera guerra mundial.
La única respuesta progresista es la movilización independiente de los trabajadores en Venezuela, Guyana y en todo el continente, contra el capitalismo y sus caducos Estados nacionales y por el establecimiento de los Estados Unidos Socialistas de las Américas.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de diciembre de 2023)