Fuente: https://orinocotribune.com/why-the-government-of-venezuela-has-resisted-while-many-leftist-presidents-could-not/
El difunto presidente de Venezuela y líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, sostiene en su mano la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Foto de archivo. Clodovaldo Hernández – 10 de diciembre de 2022 La Iguana TV Traducción: Orinoco Tribune
Cada derrocamiento, destitución, inhabilitación, destitución o asesinato de presidentes o candidatos presidenciales de izquierda en América Latina pone en evidencia los legados del comandante Hugo Chávez, del presidente Nicolás Maduro y, en general, del proceso político venezolano de los últimos 23 años.
Revisar objetivamente la historia de nuestro tiempo prueba que Chávez enfrentó —y Maduro ha seguido enfrentándose— todas las estrategias, tácticas, maniobras, juegos y maquinaciones que el imperio estadounidense y sus satélites y lacayos han utilizado con éxito en el resto del continente, entre otras estratagemas que se han utilizado en otras partes del mundo.
Hagamos un conteo minucioso de memoria: golpes de Estado, motines militares, levantamientos públicos de altos mandos militares, huelgas y sabotajes al aparato productivo industrial, denuncias de fraude electoral con protestas violentas, injerencia a través de la Organización de Estados Americanos, la guerra económica interna, los ataques a la moneda nacional, los golpes parlamentarios, las medidas coercitivas unilaterales, los bloqueos económicos, el lawfare, la persecución judicial internacional, las crisis migratorias y los nombramientos arbitrarios de las llamadas autoridades paralelas, todo ello combinado con el hostigamiento constante y persistente de las autoridades internacionales. y oponerse a los medios nacionales.
Comparemos entonces: Manuel Zelaya, Fernando Lugo y hasta Evo Morales fueron depuestos por élites políticas apoyadas por militares traidores. Chávez también fue derrocado, pero duró sólo 47 horas. Mientras tanto, el intento de golpe militar más sonado contra Nicolás Maduro fue algo así como un meme, consistente en la toma de un puesto de control de tráfico y unos plátanos verdes en una bolsa de plástico.
Dilma Rousseff fue destituida del poder por maniobras judiciales. A Luiz Inácio Lula Da Silva se le impidió regresar a la presidencia en 2018 con trucos similares. Rafael Correa se ha mantenido fuera de la vida política ecuatoriana hasta el día de hoy de la misma manera. Recientemente, jueces al servicio de la derecha argentina sacaron de la contienda a Cristina Fernández, favorita para ganar las próximas elecciones; y el perverso Congreso del Perú logró, después de más de un año, que Pedro Castillo diera un paso en falso, dejando vacante su cargo y enfrentándose a prisión. En Venezuela, sin embargo, todas estas maniobras judiciales han sufrido derrotas estrepitosas.
¿Por qué estas acciones, diseñadas en los laboratorios de desestabilización, realizadas bajo la dirección de gobiernos que tienen siglos de experiencia en este campo, han funcionado en otros países y no en Venezuela? Es interesante reflexionar sobre esto y sacar algunas deducciones.
Cambiar la constitución
El primer factor a considerar en este análisis debe ser la visión estratégica que adoptaron Chávez y sus colaboradores y asesores a fines de la década de los 90, cuando priorizaron la modificación de la constitución del país a través de un proceso en el que el pueblo tendría la última palabra
De no haber sido la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente el primer decreto de Chávez, si éste se hubiera resignado a gobernar bajo la Constitución de 1961, es muy probable que hubiera corrido una suerte similar a la de Castillo, enfrentándose a obstáculos imposibles para llevar a cabo las reformas. esperado por el electorado y un conflicto político perpetuo que hubiera terminado con su expulsión de Miraflores o, en el mejor de los casos, con un breve mandato de cinco años.
Si alguien duda de la posibilidad de este destino, basta recordar que los dirigentes de Acción Democrática y COPEI, fueron capaces de derrocar a uno de los suyos, Carlos Andrés Pérez, en 1993, mediante un proceso que hoy podría calificarse de lawfare, realizándose este derrocamiento a través de la Corte Suprema de Justicia y el Congreso, instituciones que estaban completamente dominadas por esos dos partidos. Si le hicieron eso a Pérez, ¿qué no le habrían hecho a Chávez?
Modificar el orden constitucional permitió a la Revolución Bolivariana blindarse contra las conspiraciones típicas de las élites recientemente desplazadas y responder a situaciones críticas que se vienen gestando desde los primeros días de la revolución.
En esa fase inicial, el poder de la vieja dirección no había sido completamente abolido, como quedó demostrado en la sentencia de la Corte Suprema sobre los “generales de buenas intenciones”, que evitó el castigo que merecían los golpistas de abril de 2002.
La nueva estructura, compuesta por cinco poderes del Estado, que incluía también la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, jugó un papel decisivo mucho más tarde para evitar la consumación de los intentos de golpe parlamentario en el período 2016-2021, cuando la oposición mantuvo la mayoría en la Asamblea Nacional y trató de llevar a cabo una estrategia de confrontación directa con el gobierno.
La base de apoyo popular
Un elemento clave en esta historia de resistencia ha sido el apoyo del pueblo al movimiento liderado por Chávez: el apoyo popular a su iniciativa constitucional, y las políticas progresistas que supo desarrollar que ha intentado el presidente Maduro continuar.
Sin este apoyo popular, las fuerzas imperialistas y la derecha interna habrían logrado hace mucho tiempo su objetivo de destruir el proceso revolucionario venezolano.
La base popular ha afirmado su presencia a través del voto (en elecciones y referéndums) así como movilizándose en momentos cruciales, cuando era necesaria la acción de masas para responder a cada uno de los esquemas de los adversarios. La ausencia de esta respuesta contundente del pueblo ha sido decisiva en varios de los derrocamiento de otros presidentes latinoamericanos, que carecían de esta base de apoyo.
La fortaleza del liderazgo
de Chávez logró evitar casi todas las conspiraciones, aunque queda cierta duda sobre la posibilidad de que la enfermedad que le quitó la vida haya sido inducida. Su éxito frente a los ataques de la derecha se puede atribuir en gran medida a la extraordinaria fortaleza de su liderazgo, que se inició en el ámbito nacional como producto de un hecho impactante (la insurrección militar de 1992) que logró proyectar internacionalmente y en los anales de la historia.
Las raíces profundas de esa dirección derrotaron muchas de las conspiraciones tendientes a apartarlo del camino revolucionario, entre las que se destacan el golpe de Estado de abril de 2002 y la huelga-sabotaje petrolero de finales de ese mismo año y principios del siguiente.
En los últimos días de su vida, Chávez hizo un gran esfuerzo por defender su liderazgo delineando claramente la hoja de ruta para la sucesión.
A pesar de no tener la misma fuerza y carisma que caracterizó la presidencia de Chávez, Maduro ha luchado intensamente, utilizando las herramientas que adquirió del Comandante, una de las cuales fue la administración de la diplomacia. En una repetición de lo que sucedió con Chávez, la resistencia de Maduro a través de múltiples conspiraciones solo lo ha hecho más fuerte. Y esa fortaleza, sin duda, ha sido fundamental en los momentos críticos.
La alianza cívico-militar
En su amplio arsenal de opciones para derrocar gobiernos “desobedientes”, Estados Unidos nunca ha descartado el golpe militar. De hecho, las proclamas de las fuerzas armadas continuaron teniendo influencia (tanto de facto como simbólica) aun cuando asestaron el golpe decisivo a las presidencias de izquierda en diferentes países de la región, como se observó en Venezuela el 11 de abril de 2002; en Bolivia, en 2019; y en Perú hace unos días.
Por eso ha sido crucial reformar el papel de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) en el escenario político. Al desmantelar la estructura de la Cuarta República y reelaborar la doctrina militar, la Revolución Bolivariana redujo la perniciosa influencia de la Escuela de las Américas, que fue la herramienta a través de la cual Estados Unidos impuso gobiernos dictatoriales o democracias controladas por Estados Unidos en toda la región. .
En el camino hacia el logro de ese objetivo, Chávez tuvo la ventaja de ser un líder de origen militar, pero, más allá de eso, también había aprendido de los errores y traiciones que tuvo que soportar.
Maduro, desde entonces, ha mantenido con éxito los aspectos centrales de esa nueva doctrina, demostrada por su capacidad para superar sin problemas el intento de golpe de Estado de abril de 2019, caracterizado por los intentos fallidos de la derecha de involucrar al alto mando militar, según revelaron posteriormente voceros no oficiales de los Estados Unidos.
La torpeza de la oposición
Una revisión de la resistencia venezolana a los intentos de “cambio de régimen” no puede estar completa sin considerar la proverbial incompetencia de la oposición. La oposición ha tenido muchas oportunidades ventajosas, con el apoyo casi unánime del conglomerado del capitalismo global y, sin embargo, no ha logrado su objetivo de destruir la revolución.
Parece evidente que las respectivas oposiciones de Honduras, Paraguay, Ecuador, Brasil, Bolivia, Argentina y Perú son menos torpes, aunque igualmente cuestionables. Han tenido una mayor capacidad para mantener posiciones de poder dentro del propio gobierno, en los órganos deliberantes, en las instituciones militares y en el poder judicial, lo que les ha permitido realizar sus maniobras para derrocar a sus gobiernos con cierta apariencia de legitimidad.
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El factor mediático
Por supuesto, el factor mediático no puede quedar fuera de cualquier análisis sobre por qué las artimañas y artimañas de la derecha imperialista han funcionado en otros países y no en Venezuela.
El hecho de que la revolución venezolana haya librado la guerra mediática y, después de muchas batallas perdidas, haya terminado venciendo a un enemigo tan poderoso, cobra especial relevancia.
La maquinaria mediática es insustituible en operaciones de golpe tradicional, golpe parlamentario, lawfare o intervención extranjera. Los medios, actuando bajo pautas editoriales compartidas, socavan liderazgos de izquierda, montan campañas de desprestigio, acusan sin pruebas, difunden noticias falsas, magnifican errores y ocultan logros; es decir, contribuyen a crear un clima adverso para el gobierno en el que cualquiera de las maniobras antes mencionadas se vuelve mucho más viable.
Un aparato mediático colaborador del imperialismo creó las condiciones para el sangriento golpe militar contra Salvador Allende en 1973. Lo mismo sucedió en Venezuela en 2002, cuando el golpe contra Chávez fue más mediático que militar.
La experiencia venezolana indica que ganar la guerra mediática interna es fundamental aunque no suficiente, ya que la maquinaria mediática del capitalismo hegemónico es ahora tan global como el propio sistema y tiene la capacidad de reemplazar a los desacreditados medios nacionales.
En los años terribles que han vivido los venezolanos desde la muerte del Comandante Chávez, ha sido ese aparato externo (medios norteamericanos, latinoamericanos y europeos aliados con la erróneamente llamada “prensa libre” venezolana, financiada por gobiernos extranjeros) el que ha tratado de preparó el escenario para derrocar a Nicolás Maduro. Para ello, ha legitimado la violencia generalizada en las calles y los intentos de invasión, magnicidio y golpe de Estado.
En consecuencia, la derrota de todas estas tramas representa también el fracaso de la maquinaria mediática. No es casualidad que, por otra parte, en todos los países hermanos donde se han producido “cambios de régimen”, los medios de comunicación sigan siendo instrumentos desvergonzados de las élites económicas y de la derecha política.
Sin ser patrioteristas, todo lo anterior parece ser lecciones contundentes de la experiencia de esta Venezuela sitiada, extorsionada y bloqueada para el resto de Nuestra América y el Sur Global: un ejemplo que vale la pena reiterar y crece con cada derrocamiento. , destitución, inhabilitación, destitución o asesinato de presidentes o candidatos de izquierda.