Itzamná Ollantay
El reelecto presidente Nicolás Maduro, luego de obtener la victoria electoral el 28 de julio pasado, anunció que convocará a nuevos comicios generales para elegir 335 gobiernos municipales y 23 gobiernos regionales para el próximo 25 de agosto.
De esta manera, muy a pesar del caos violento que intentó generar la oposición que perdió las elecciones presidenciales recientes, Venezuela está llamada a ratificar su vocación pacífica y democrática en las urnas. Será el 32 proceso electoral en 25 años del chavismo.
La oposición sabía y sabe que la única ruta para derrotar a Nicolás Maduro y al chavismo son las urnas. Ni los golpes de Estado, ni las guerras cognitivas, ni las guarimbas, ni los intentos de creación de instituciones paralelas al Estado le funcionan. En ese entendido, muy a pesar de que María Corina Machado o Edmundo Gonzáles, sean procesados/encarcelados o no, la oposición venezolana está compelida a competir en las urnas, si acaso quiere seguir existiendo políticamente. Después de todo, obtuvo más de 4 millones de votos el 28 de julio pasado.
De cualquier modo, el entramado político está definido para la oposición: si no participa en las próximas elecciones municipales y regionales se debilitará aún más políticamente y se impondrá la hegemonía chavista en todo el territorio nacional. Si participa, tácitamente reconocerá los resultados del proceso electoral del 28 de julio reciente porque es el reelecto Nicolás Maduro quien está convocando a dichas elecciones.
En este desafío político electoral difícil, a la oposición venezolana le perjudica el «apoyo» que recibe de la dictadura de Dina Boluarte del Perú, o del anarco empobrecedor argentino Javier Milei. Peor aún, el reciente fracaso de la OEA, en su intento de desconocer los resultados electorales del 28 de julio, es la total victoria de Maduro a nivel internacional. Esa reunión de la OEA, ni debió haber ocurrido para el caso Venezuela porque este país, desde 2019, formalmente ya no forma parte de esa organización.
Sin buscarlo expresamente, los recientes procesos electorales de Venezuela nos están obligando a externalizar nuestra auténtica vocación democrática, tanto a las oligarquías venezolanas y a sus similares del continente, como a los pueblos que optamos por la vía democrática para avanzar en nuestros procesos decoloniales y descoloniales.