UPAL. “Los colonos y la tierra robada: la prueba irrefutable de que el sionismo no quiere la paz”

Editorial de la Unión Palestina de América Latina – UPAL

Para el pueblo palestino, la verdad no necesita adornos: basta con mirar la tierra para entender la historia. Y hoy, una vez más, esa tierra está siendo atacada, cercada y arrebatada por colonos sionistas que actúan con plena impunidad. Los incendios provocados contra cultivos palestinos, los robos de cosechas, la destrucción de olivares centenarios y la apropiación violenta de tierras no son incidentes aislados: son parte de una política estructural, concebida y ejecutada para desarraigar al pueblo palestino de su propia patria.

Estos ataques no son obra de “extremistas sueltos”, ni expresión de tensiones locales. Son manifestaciones de un proyecto colonial que, desde su origen, se sostiene en la expulsión, la ocupación militar y la superioridad étnica. El movimiento sionista ha demostrado, década tras década, que su concepto de “paz” no es coexistencia, justicia ni igualdad, sino expansión territorial y control absoluto sobre Palestina.

Las imágenes recientes de colonos invadiendo pueblos palestinos, armados y muchas veces escoltados por soldados de la ocupación, confirman lo que el pueblo palestino ha repetido sin cansancio: mientras los palestinos siembran, los colonos queman; mientras los campesinos cosechan, los colonos roban; mientras las familias trabajan su tierra, el sionismo desplaza, demuele y confisca. Ningún proceso de paz puede construirse sobre el robo cotidiano y la violencia sistemática.

La comunidad internacional ya no puede seguir mirando hacia otro lado. Organizaciones de derechos humanos —incluyendo las israelíes— han documentado meticulosamente el aumento de los ataques de colonos, que funcionan como una extensión civil, armada y fanática del aparato ocupante. La complicidad directa del ejército, que rara vez detiene a los agresores y con frecuencia detiene a las víctimas, expone la naturaleza de un sistema diseñado no para proteger vidas, sino para proteger un proyecto de dominación colonial.

Para el sionismo, la tierra palestina es un botín; para el pueblo palestino, es existencia, identidad y hogar. Por eso, la resistencia campesina —el agricultor que vuelve a plantar su olivo quemado, la mujer que recoge la cosecha bajo amenaza, la familia que se aferra a su parcela rodeada de colonias— es una de las formas más puras y profundas de resistencia nacional.

Desde la Unión Palestina de América Latina (UPAL), afirmamos con claridad:
Ninguna narrativa de “paz” es creíble mientras continúe la usurpación de tierras, el terror de los colonos y el robo impune de los frutos palestinos.

Si Israel y el sionismo quisieran la paz, empezarían por detener de inmediato esta maquinaria criminal que arrasa con el sustento y la dignidad de un pueblo entero.

La tierra habla, y su mensaje es inequívoco:
Quien roba pan y quema olivos no busca paz; busca expulsión, sometimiento y conquista.
El pueblo palestino, en cambio, busca justicia, libertad y un futuro en su propia tierra, sin colonos, sin ocupación

Unión Palestina de América Latina – UPAL
18 de noviembre de 2025

 

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