Editorial de la Unión Palestina de América Latina – UPAL
La historia de los pueblos que se levantan por su libertad está marcada por un patrón inalterable: siempre hay quienes deciden ponerse del lado del opresor. Desde las luchas anticoloniales de África, pasando por las revoluciones latinoamericanas y las resistencias asiáticas, ningún proceso de liberación ha estado exento de figuras que prefirieron la comodidad de la sumisión al sacrificio de la dignidad. Palestina, lamentablemente, no es la excepción.
Mientras nuestro pueblo soporta masacres, despojo y un asedio militar que ya ha roto todos los límites de la crueldad, existen voces palestinas –políticas, económicas e incluso mediáticas– que han escogido la ruta de la complacencia y la complicidad. No se trata solo de silencio; se trata de avalar, justificar o facilitar los intereses del proyecto sionista a cambio de privilegios, protección o cuotas de poder personal.
Los traidores no siempre portan uniformes ni firman acuerdos bajo reflectores. A veces se ocultan bajo discursos ambiguos, llamados vacíos a la “moderación” o supuestas “soluciones pragmáticas” que en el fondo no son más que la renuncia maquillada a nuestros derechos históricos. Son quienes inventan caminos alternos para normalizar la ocupación, quienes convierten la tragedia palestina en una fórmula política negociable, quienes se alinean con los dictados de potencias coloniales y regímenes árabes sumisos.
Pero el pueblo palestino conoce muy bien la geografía de la traición. Desde los acuerdos que lo despojaron de su tierra en el siglo XX hasta los recientes intentos de imponer tutelas internacionales disfrazadas de procesos de paz, la historia ha demostrado que cada traición ha sido respondida con una afirmación aún más fuerte de identidad, firmeza y resistencia.
Los traidores pasarán a las páginas oscuras de la historia, como ocurre en todas las revoluciones.
Lo que permanece y se levanta es la voluntad del pueblo: la de quienes resisten en Gaza bajo las bombas, la de quienes defienden Jerusalén casa por casa, la de quienes en la diáspora mantienen viva la memoria y la demanda de retorno, la de quienes no negocian con la verdad ni trafican con la dignidad.
Palestina no será la excepción porque tampoco lo será en lo contrario: así como en toda revolución hubo traidores, en toda revolución la victoria final perteneció a los libres.
Y esa libertad, que tanto ha costado y por la que tanto se sigue luchando, es innegociable.
Unión Palestina de América Latina – UPAL
22 de noviembre de 2025