Desde su primera canción, Palabras (1955), interpretada por algunas de las voces más talentosas de la música hispanoamericana, desde Bola de Nieve hasta Elena Burke, Miriam Ramos y Martirio pasando por decenas de otros grandes boleristas, Marta sobresalió por su capacidad de conectar con los sentimientos más íntimos de la gente. Casi 70 años después de aquellas Palabras , ese público inmenso se ha convertido en una patria. En un lugar intergeneracional que une a oyentes de todas las edades y a músicos. Sin ir más lejos, como el título de otra canción de Marta, hace apenas unos días el joven guitarrista Dayron Ortiz presentó su disco Mucho más que palabras, con 10 canciones de la Valdés.
Muy joven, ella alcanzó como letrista unas cotas inimaginables, inéditas, con capacidad excepcional para manejar el lenguaje culto y el popular, que además se refleja en su obra ensayística, en sus artículos y hasta en su producción para la web. Mantuvo una columna en Cubadebate, a la que acompañaba con la música que correspondía en cada reseña y eventualmente aparecía con fotos que ella misma hacía con su teléfono. Para esa versatilidad hace falta haber leído lo que Marta ha leído y, por supuesto, tener la cabeza y la sensibilidad únicas que ella tiene. Si alguien quiere escribir canciones en nuestro idioma, sin duda debería estudiar las creaciones de Marta Valdés.
La ética cabe dentro de la palabra estética, como ella ha demostrado en su obra. Imposible separar a la Marta Valdés persona del canto o de la página publicada, porque es una unidad dialéctica difícil de encontrar en otros territorios de la cultura. Marta Valdés es lo que canta y lo que dice, pero también es el silencio. Hay música callada en cada de una de sus canciones. No es la música del silencio, sino el mismo silencio haciéndose sentir, para darle paso a las palabras, la melodía, la armonía y la sonoridad, que obedecen a la historia de cada canción. Marta sabe acoplar los sonidos, que se unen por la raíz y no por el costado, como de las palabras decía José Ortega y Gasset.
El secreto de su originalidad, la razón de su poética y la explicación de su permanente modernidad hay que buscarlo en su cubanía, en su lealtad a sí misma, en la dignidad del artista y en esa particular patria llamada Marta Valdés. Coherencia de una vida que llega a los 90 años y que se expresa en Yo me quedo, compuesta en 1966, y una de mis favoritas: Como un helecho apegado al balcón / me quedo / Como el canario y el viejo sillón / me quedo /porque quiero mirar como nunca miré, / porque quiero cantar / como nunca en la vida canté, / a la niña / al soldado / a chismosos y enamorados / y que nadie pretenda enseñarme si el camino es quedarme o marcharme / de donde soy
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