Fuente: Instituto Tricontinental de Investigación Social 16/02/24
Queridos amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
El 26 de enero, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) anunció el inicio de un ejercicio militar masivo denominado Steadfast Defender 2024, que se prolongará hasta finales de mayo. Más de 90.000 soldados de países de la OTAN (y un país asociado, Suecia), incluidos cincuenta grupos navales y más de ochenta plataformas aéreas, se desplegarán en 13 países para demostrar la capacidad de la alianza y “enviar un mensaje contundente sobre su disposición a proteger a todos los aliados frente a las amenazas emergentes”. De los 31 Estados miembros de la OTAN, seis comparten fronteras con Rusia (Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Noruega). Este ejercicio de la OTAN se produce justo cuando la Unión Europea ha anunciado que proporcionará a Ucrania una ayuda financiera de 50.000 millones de euros de aquí a 2027, una reducción en comparación con la ayuda del Atlántico Norte en los últimos dos años. A medida que disminuye el apoyo público a la guerra en Ucrania en los Estados del Norte Global, los gobiernos han decidido aumentar las tensiones a lo largo de la frontera rusa a través de la OTAN.
Tras el anuncio del ejercicio Steadfast Defender 2024, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, viajó a Estados Unidos y se reunió en el Pentágono con el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin. Curiosamente, sus comentarios públicos no expresaron ni una pizca de preocupación por el pueblo ucraniano. En cambio, Stoltenberg se refirió a la ansiedad del Norte Global por Rusia y China, afirmando que el apoyo a Ucrania es “una inversión en nuestra propia seguridad porque el mundo se volverá más peligroso si el presidente Putin gana en Ucrania”, advirtiendo que el resultado de este conflicto “también es observado de cerca en China”. Así pues, lo que importa no son las y los ucranianos y su bienestar, sino la necesidad geoestratégica del Norte Global de ver “debilitada” a Rusia (y, por ende, a China), como dijo Austin en Kiev dos años antes.
Para contribuir a esclarecer este conflicto, sus implicancias globales y la posibilidad de paz, a continuación presentamos el boletín nº 12 de Basta de Guerra Fría: La guerra en Ucrania debe terminar.
Hace dos años, el 24 de febrero de 2022, las fuerzas rusas entraron en Ucrania. Este acto no fue el comienzo de la guerra en Ucrania. Más bien fue la aceleración de un conflicto que se remonta al menos a 2014. Ese año, a instancias de Estados Unidos, se impuso un nuevo gobierno en Ucrania, con el objetivo de acercar el país a la Unión Europea. Esto inició la persecución sostenida de la población rusoparlante del país. El conflicto avanzó rápidamente, Crimea volvió a formar parte de facto de Rusia y la región ucraniana del Donbass se convirtió en primera línea del conflicto entre nacionalistas ucranianos de extrema derecha y rusoparlantes. En mayo de 2019, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy asumió el cargo y se comprometió a poner fin a la batalla en el Donbass. En cambio, debido a la presión de la OTAN, el conflicto se intensificó, lo que finalmente condujo a la intervención rusa tres años después. Es imperativo para el pueblo de Ucrania, Rusia y el mundo que se ponga fin a la guerra y que los problemas se trasladen del campo de batalla a la mesa de negociaciones.
¿Cuál ha sido el impacto de la guerra?
En cualquier conflicto, las cifras de víctimas se convierten en objeto de disputa. Sin embargo, no hay mucho desacuerdo en que más de 500.000 soldados ucranianos y rusos han muerto o han resultado heridos en esta guerra, que más de seis millones de ucranianos y ucranianas han huido del país y que más de siete millones han sido desplazados internamente (de una población anterior a la guerra de casi 44 millones). Si no se pone fin a la guerra, decenas de miles de personas más morirán y decenas de millones más sufrirán.
La economía ucraniana ha quedado devastada, con una contracción del 29% solo en 2022, según el Banco Mundial. Las repercusiones de la guerra se hicieron sentir en todo el mundo, provocando una subida de los precios del trigo del 21% y de algunos fertilizantes del 40% en el primer mes del conflicto. Los países del Sur se vieron especialmente afectados por las fuertes subidas de los precios de los alimentos y la energía en muchas regiones, mientras la economía europea se aproxima a la recesión. En otros países se han desviado a la guerra cantidades astronómicas de recursos que en su lugar podrían haberse destinado a gastos sociales y económicos. Estados Unidos y Europa ya han gastado más de 200.000 millones de dólares en la guerra. En diciembre de 2023, el jefe de las fuerzas armadas ucranianas pidió al secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, otros 350.000-400.000 millones de dólares para perseguir la “victoria”.
En realidad, ninguna cantidad de dinero conducirá a un triunfo militar. Está claro, sobre todo tras el fracaso de la “contraofensiva” ucraniana, que no se ha producido ningún cambio significativo en la situación militar, ni hay perspectivas creíbles de que se produzca. Seguir pagando costos humanos y económicos tan enormes no tendría sentido.
¿Qué cuestiones deben resolverse?
1) La posición de Ucrania respecto a los bloques militares. Al final de la Guerra Fría, Europa tuvo la oportunidad de emprender un desarrollo económico pacífico. Se podría haber formado una economía coherente y equilibrada con un enorme potencial reduciendo el gasto militar y combinando las industrias manufactureras de alto valor añadido y de servicios de Europa Occidental con la energía, las materias primas, la agricultura y las industrias de alta tecnología, como la espacial, de la antigua Unión Soviética. En Asia Oriental, que superó un periodo de división y conflicto aún mayores durante la Guerra Fría (como se vio en las guerras de Corea y las sucesivas de Vietnam e Indochina), el foco en el desarrollo económico mutuamente beneficioso y el alejamiento de los bloques militares y políticos la llevaron a convertirse en la región económica de más rápido crecimiento del mundo. Prueba de ello es que, desde 1990, el PIB de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático ha crecido más de un 400%. Sin embargo, EE.UU. insistió en que Europa no siguiera esas políticas y que, en cambio, se ampliara el bloque militar de la OTAN hacia Europa Oriental, rompiendo el compromiso que había contraído en el momento de la reunificación alemana de que la OTAN no avanzaría “ni un centímetro hacia el Este”, en dirección a Rusia. Estados Unidos era plenamente consciente de que la expansión de la OTAN avivaría considerablemente las tensiones con Rusia y en toda Europa. Especialmente sensible era la posibilidad de que Ucrania entrara en la OTAN, lo que pondría al bloque nuclear al alcance inmediato de Moscú. Numerosos expertos en Europa del Este y Rusia desaconsejaron enérgicamente y en repetidas ocasiones dicha expansión de la OTAN. George Kennan, el arquitecto original de la política estadounidense durante la Guerra Fría, predijo en 1997 que “la expansión de la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría”. En diciembre de 2021, Rusia propuso un acuerdo para que Ucrania no se convirtiera en miembro de la OTAN. En las negociaciones de marzo de 2022, Ucrania propuso adoptar un estatus neutral a cambio de garantías de seguridad, inspiradas en la cláusula de defensa colectiva de la OTAN, que podrían haber implicado a Polonia, Israel, Turquía y Canadá como garantes. Esto fue bloqueado por la OTAN, directamente transmitido mediante una visita urgente del primer ministro británico Boris Johnson a Ucrania en mayo de 2022, impidiendo así un rápido final de la guerra.
2) La posición de la minoría rusoparlante en el territorio del Estado ucraniano (tal y como se formó en 1991). Un censo de 2001 reveló que casi el 30% de la población de Ucrania consideraba el ruso su lengua materna. Los Estados con grandes minorías lingüísticas y étnicas solo pueden mantener su unidad si se respetan los derechos de dichas minorías. Las políticas del Gobierno ucraniano a partir de 2014, que incluían la supresión del uso oficial de la lengua rusa en numerosos ámbitos, estaban destinadas a provocar una crisis explosiva dentro del Estado ucraniano. Como declaró la Comisión de Venecia del Consejo de Europa, a la que ciertamente no se puede acusar de ser prorrusa: «la actual Ley de Minorías Nacionales dista mucho de ofrecer garantías adecuadas para la protección de las minorías (…) muchas otras disposiciones que restringen el uso de las lenguas minoritarias ya están en vigor desde el 16 de julio de 2019”. Solo hay dos formas de resolver esta situación: la restauración de los plenos derechos lingüísticos y de otro tipo de la minoría rusoparlante dentro de las fronteras del antiguo Estado ucraniano o la secesión de estas regiones de Ucrania. El resultado que se obtenga será un tema clave de las negociaciones. No obstante, está claro que cualquier intento de mantener a la minoría rusoparlante dentro del Estado ucraniano mientras se les sigue privando de sus derechos no tendrá éxito, como tampoco lo tendrá cualquier intento de Rusia de imponer otro Estado a la población de habla ucraniana del oeste y el norte de Ucrania.
Todos los esfuerzos por resolver estas cuestiones por medios militares seguirán siendo inútiles y solo provocarán nuevos y mayores sufrimientos, sobre todo para el pueblo ucraniano. Estas realidades se harán cada vez más evidentes si continúa la guerra, por lo que es preciso detenerla lo antes posible y entablar negociaciones.
En 1961, el poeta soviético Volodymyr Mikolayovich Sosiura escribió una canción sobre el poder de las palabras. Sosiura nació en Debaltseve (actual Donetsk) en 1898 en el imperio zarista y murió como miembro del Partido Comunista en Kiev en 1965. Escribió varios poemas que oscilaban entre su amor patriótico por Ucrania y su compromiso con la Unión Soviética y la lucha comunista. Por encima de todo, Sosiura —que luchó en la Primera Guerra Mundial en Bakhmut y más tarde se unió al Ejército Rojo— sentía un gran desdén por la guerra. Reconocía la importancia de la guerra contra los nazis, pero —como muchos de su generación— se lamentaba de la terrible pérdida de vidas que supuso, como los 27 millones de ciudadanos soviéticos que murieron combatiendo a los ejércitos nazis, entre ellos 19 millones de civiles. Este fue el contexto del hermoso poema de Sosiura sobre las palabras:
Se del poder de la palabra.
Más afilada que una bayoneta
y más rápida que una bala,
Más rápida que un avión.
(…)
Oh, arma de la felicidad: ¡palabra!
Estoy acostumbrado a vivir a tu lado.
Eres una flor en el amor
eres una bayoneta en el odio.
Cordialmente,
Vijay