Una guerra que no podemos seguir ignorando

Fuente: La Jornada                                                                       Vijay Prashad*                                                                                   30.11.22

A principios de noviembre, los ministros de Asuntos Exteriores de la República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda (Christophe Lutundula Apala Pen’Apala y Vicent Biruta, respectivamente), se reunieron en Luanda, capital de Angola, para buscar una solución política al conflicto del este de la RDC.

Acordaron aplicar la hoja de ruta de la paz definida en una reunión celebrada en julio pasado. El presidente de Angola, João Lourenço, se movió entre los de Ruanda, Paul Kagame, y el de la RDC, Félix Antoine Tshisekedi, en su rol de mediador en la crisis por la Unión Africana.

Mientras tanto, los rebeldes del Movimiento 23 de Marzo (M23) –respaldados por Ruanda– expandieron sus ataques en la RDC. Como represalia, la RDC expulsó al embajador ruandés Vincent Karega. El M23, con ayuda de tropas ruandesas, tomó Kiwanja y Rutshuru, dos ciudades de Kivu Norte, de la RDC. Ruanda argumenta que fue la RDC quien violó los acuerdos que llevaron a la reincorporación de los combatientes.

En agosto, un informe filtrado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) demostró que Ruanda había apoyado al M23. Para Ruanda fue difícil negarlo, especialmente después de que Robert Wood, embajador estadunidense, expresó ante el Consejo de Seguridad de la ONU que su gobierno pide a los actores estatales que dejen de apoyar a estos grupos, incluida la ayuda de las Fuerzas de Defensa ruandesas al M23.

El M23 es un actor reciente en las guerras de las provincias orientales de la República Democrática del Congo, que empezaron a principios de la década de 1990. Un informe de la ONU de agosto de 2010 detalla varios cientos de incidentes violentos que ocurrieron en la RDC entre marzo de 1993 y junio de 2003, con la muerte de cientos de miles, sino millones, de personas. Una estimación basada en estudios realizados en 2000 y 2004 sugiere que más de 3 millones de personas han muerto en el conflicto desde 1998.

En junio, la RDC permitió a la Comunidad de África Oriental enviar tropas a sus regiones orientales, siempre que el ejército ruandés no participara. Así, las tropas de Burundi y Kenia llegaron al este del Congo. Esto causó alarma. Carina Tertsakian, de la Iniciativa de Derechos Humanos de Burundi, declaró a Associated Press: No es sorprendente que Burundi sea el primer país en ofrecer tropas. Burundi es parte directa del conflicto, no puede considerarse un actor neutral. Por tanto, parece poco probable que su despliegue ponga fin a la inseguridad en la zona.

Martin Fayulu, ex candidato presidencial de la RDC, declaró a la Deutsche Welle que le angustia la falta de atención internacional a este conflicto. Ucrania está teniendo un problema, declaró, y la amplia cobertura mediática movió la atención del mundo hacia ello. Tenemos un problema en el Congo, pero nadie condena a Ruanda. ¿Por qué? Tal vez esté relacionado con el cobalto, el cobre, el litio y los árboles de la selva tropical, recursos que siguen siendo explotados por el resto del mundo, a pesar de la carnicería que aflige a los Grandes Lagos de África desde hace 30 años.

* Historiador y periodista indio. Corresponsal en jefe de Globetrotter

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