Una concepción teórica de la reproducción de las relaciones sociales.

El Sudamericano                                                                                                                              Marilda Iamamoto                                                                                                                 04/12/25

Marilda Villela Iamamamoto: Servicio social y división del trabajo. Un análisis crítico de sus fundamentos, Capítulo I, pp. 3-46, São Pablo, (1982), 1992, (ed. cast. 1997), Cortez Editora. Traducción: Alejandra Pastorini.

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1. La producción capitalista es producción y reproducción de las relaciones sociales

2. El capital como relación social

2.1. El capital y la forma mercancía

2.2. La transformación de la mercancía en capital

3. Las relaciones sociales mistificadas y el ciclo del capital

4. La reproducción del capital y la totalidad de la vida social

1. La producción capitalista es producción y reproducción de las relaciones sociales1

Es en la vida en sociedad que ocurre la producción. La producción es una actividad social. Para producir y reproducir los medios de vida y de producción, los hombres establecen determinados vínculos y relaciones mutuas, dentro y por intermedio de los cuales, ejercen una acción transformadora de la naturaleza, o sea, llevan a cabo la producción. La producción del individuo aislado es una abstracción. La relación entre los hombres en la producción y en el intercambio de sus actividades varía de acuerdo con el nivel de desarrollo de los medios de producción. Tales relaciones se establecen en condiciones históricas determinadas, en las cuales los elementos de la producción se articulan de forma específica. De esta forma, la producción social es esencialmente histórica. Se trata aquí de una producción social en su especificidad: la producción capitalista.

(…) las relaciones sociales bajo las cuales los individuos producen, las relaciones sociales de producción, se alteran, transformándose con la modificación y desarrollo de los medios materiales de producción, de las fuerzas productivas. En su totalidad, las relaciones de producción forman lo que se llama relaciones sociales: la sociedad, y particularmente una sociedad en una determinada fase de desarrollo histórico, una sociedad con un carácter distintivo particular (…). El capital también es una relación social de producción, es una relación burguesa de producción, relación de producción de la sociedad burguesa”2.

El proceso capitalista de producción expresa, por lo tanto, una manera históricamente determinada de los hombres producir y reproducir las condiciones materiales de la existencia humana y las relaciones sociales a través de las cuales realizan la producción. En este proceso se reproducen, concomitantemente, las ideas y representaciones que expresan estas relaciones y las condiciones materiales en las cuales se producen, encubriendo el antagonismo que las permea.

Así, la producción social no trata de producción de objetos materiales, sino de relaciones sociales entre personas, entre clases sociales que personifican determinadas categorías económicas.

La economía no trata de cosas, sino de relaciones entre personas, y en última instancia entre clases sociales; aunque estas relaciones estén siempre ligadas a cosas y aparezcan como cosas”3

En la sociedad en cuestión, el capital es la relación social determinante que da la dinámica y la inteligibilidad de todo el proceso de la vida social.

Siendo el capital una relación social, supone el otro término de la relación: el trabajo asalariado, del mismo modo que éste supone el capital. Capital y trabajo asalariado son una unidad de diversos; uno se expresa en el otro, uno recrea el otro, uno niega el otro. El capital presupone como parte de sí mismo al trabajo asalariado.

Capital no es una cosa material, sino una determinada relación social de producción, correspondiente a una determinada formación histórica de la sociedad, que toma cuerpo en una cosa material y le infunde un carácter social específico. El capital es la suma de los medios de producción materiales y producidos. Es el conjunto de los medios de producción convertidos en capital y que de suyo tienen tan poco de capital como el oro o la plata, como tales, de dinero. Es el conjunto de los medios de producción monopolizados por una determinada parte de la sociedad, los productos y condiciones de ejercicio de la fuerza de trabajo substantivados frente a la fuerza de trabajo vivo y a la que este antagonismo personifica como capital”.4

La reificación del capital, o sea, su identificación con cosas materiales (los medios de producción) es típica de aquéllos que no consiguen distinguir las formas en que las relaciones se expresan, de las propias relaciones. El capital se expresa a través de mercancías (medios de producción y de vida) y del dinero. Estas formas que lo representan son necesarias porque son creadas y recreadas en el movimiento mismo de la producción. Tales formas exteriores son apariencias necesarias, que forman parte de los propios fenómenos, a través de las cuales se manifiesta la real sustancia de los mismos. Al mismo tiempo que las expresan, las encubren, ya que las relaciones aparecen invertidas de aquéllo que realmente son: aparecen como relaciones entre mercancías, aunque no son más que expresiones de las relaciones entre clases sociales antagónicas.

Las relaciones sociales aparecen mistificadas, como relaciones entre cosas, despojadas de su historicidad. La reificación del capital es, en este sentido, la forma mistificada en que la relación social del capital aparece en la superficie de la sociedad.

Los economistas, prisioneros de las representaciones en las cuales se mueven los agentes del modo capitalistas de producción, incurren en un quid pro quo doble, pero recíprocamente condicionado. Por una parte, transforman el capital, de relación en una cosa, en un conjunto de mercancías (…), las cuales, en la medida en que sirvan como condiciones de producción de nuevo trabajo, se denominan capital (…). Por otra parte, transforman las cosas en capital, esto es, consideran a la relación social que se representa en ellas y a través de ellas como una propiedad que corresponde a la cosa en cuanto tal, no bien la misma ingresa como elemento en el proceso de trabajo o en el proceso tecnológico”5

Cabe, por lo tanto, indagar: ¿por qué la producción y reproducción del capital es una relación social históricamente dada que aparece como producción y reproducción de cosas?

Para responder esta interrogante, vamos a partir del capital como mercancía, intentando develar el misterio que acompaña esta forma social típica de la sociedad burguesa. A continuación, procuraremos detectar en qué condiciones las mercancías se transforman en capital, develando lo que ocurre en el mercado y en el proceso de trabajo característicos de la sociedad capitalista. Finalmente nos detendremos en la reproducción del capital como reproducción ampliada de las relaciones de dominación y de las mistificaciones que la acompañan.

A partir de este cuadro analítico podremos levantar algunas hipótesis sobre el Servicio Social y la reproducción de las relaciones sociales.

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2. El capital como relación social

2.1. El capital y la forma mercancía

La riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de producción se nos aparece como un ‘inmenso arsenal de mercancías’ y la mercancía como su forma elemental. Por eso, nuestra investigación arranca del análisis de la mercancía”6

El capital se expresa bajo la forma de mercancías: medios de producción (materias primas y auxiliares e instrumentos de trabajo) y medios de vida necesarios para la reproducción de la fuerza de trabajo.

Las mercancías son objetos útiles, productos de un trabajo de calidad específica (trabajo útil concreto), que atienden las necesidades sociales; como objetos útiles, de cualidades materiales diferenciadas, son valores de uso. El valor de uso es la misma materialidad de la mercancía y se realiza en el consumo de los objetos útiles.

Los valores de uso forman el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea la forma social de ésta. En el tipo de sociedad que nos proponemos estudiar, los valores de uso son, además, el soporte material del valor de cambio”7.

Pero las mercancías no son sólo valores de uso; son grandezas o magnitudes sociales que tienen en común el hecho de ser productos del trabajo humano general e indiferenciado (trabajo abstracto); son valores en tanto que son materialización de fuerza humana de trabajo. Como magnitudes sociales no se distinguen por su calidad, sino por la cantidad de trabajo que tienen incorporado. Son valores que se miden por el tiempo de trabajo socialmente necesario, incorporado en su producción.

Tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se requiere para producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción y con el grado medio de destreza e intensidad de trabajo imperantes en la sociedad”8

Es esta “sustancia común” que posibilita que los objetos útiles de cualidades diversas sean cambiados en una relación de equivalencia. El valor de las mercancías sólo se expresa en la relación de cambio. En la expresión de los valores se distinguen dos polos: la mercancía, cuyo valor se expresa (forma relativa), y aquélla en que se expresa este valor (forma equivalente). Así, la proporción en que las mercancías son intercambiadas se expresa en una relación cuantitativa de mercancías, en que una clase de éstas asume la función de equivalente; esto es, representa el valor de las demás mercancías que entran en la relación de intercambio. Históricamente, este papel de equivalente general, de forma de expresión del valor de las mercancías, fue incorporado al oro, que se convirtió en mercancía dinero.

Los productos asumen históricamente la forma de mercancías, porque son productos de trabajos privados que necesitan ser intercambiados9. Son valores de uso para otros, mientras que para su poseedor no tienen otra utilidad que la de ser un valor de cambio, y por lo tanto, medio de intercambio. En ese sentido, siendo las mercancías producto de trabajos privados, tienen un carácter social resultante del hecho de que:

a) por un lado, siendo productos de un trabajo útil, tienen que satisfacer una determinada necesidad social, y por lo tanto, integrarse en el trabajo colectivo de la sociedad, dentro de la división social del trabajo;

b) por otro lado, este trabajo sólo puede satisfacer una necesidad de su productor en la medida en que pueda ser cambiado por otro trabajo útil, que le sea equivalente (ya que son no-valores de uso para quien los produce, y sí para otros). Para que sea posible el intercambio de productos de cualidades diferenciadas, fruto de trabajos de cualidades determinadas, se tiene que abstraer de la desigualdad real de estos trabajos materializados en los objetos para que aparezca, subyacente a éstos, su igualdad para todos los tipos de trabajo, en tanto desgaste de fuerza humana de trabajo – trabajo humano en general.

Este doble carácter social del trabajo es lo que permite a los distintos productores equiparar sus productos en el acto de intercambiarlos como valores. Lo que hacen, al intercambiar sus mercancías, es equiparar sus diversos productos como modalidades del mismo trabajo, aunque no lo sepan10.

En las relaciones que los hombres establecen a través del intercambio de sus trabajos equivalentes materializados en objetos, el carácter social de sus trabajos aparece como si fuera una relación entre los productos de sus trabajos, entre cosas, independientes de sus productores.

La forma mercancía y la relación de valor de los productos del trabajo en que esa forma cobra cuerpo, no tiene absolutamente nada que ver con su carácter físico ni con las relaciones materiales que de este carácter se derivan. Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres. Por eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la religión, donde los productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres. Así acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre. A esto es a lo que yo llamo el fetichismo bajo el que se presentan los productos del trabajo tan pronto como se crean formas de mercancías y que es inseparable, por consiguiente, de ese modo de producción”11.

Lo que aparece como relación entre objetos materiales es una relación social concreta entre hombres, oculta detrás de las cosas.

Se constata, pues, un carácter misterioso de las mercancías, misterio ese que hace que las relaciones sociales entre personas, expresadas a través de relaciones materiales entre cosas, aparezcan invertidas. O sea, que aparezcan como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas, ajenas de sus productores. ¿De dónde surge ese carácter misterioso de las mercancías?

Al responder esta interrogante, Marx afirma que no resulta ni del valor de uso, ni de las determinaciones de su valor, sino de la propia forma mercancía. Esto, porque en la mercancía,

la igualdad de los trabajos humanos queda disfrazada bajo la forma de igualdad de los productos del trabajo como valores; la medida, por medio de la duración, del gasto de la fuerza humana de trabajo, toma la forma de cantidad de valor de los productos del trabajo; finalmente, las relaciones entre los productores, en las cuales se afirma el carácter social de sus trabajos, asumen la forma de relación social entre los productos del trabajo”

Para que estas cosas se relacionen las unas con las otras como mercancías, es necesario que sus guardianes se relacionen entre sí como personas cuyas voluntades moran en aquellos objetos, de tal modo que cada poseedor de una mercancía sólo pueda apoderarse de la de otro por voluntad de éste y desprendiéndose de la suya propia; es decir, por medio de un acto de voluntad común a ambos. Es necesario, por consiguiente, que ambas personas se reconozcan como propietarios privados. Esta relación jurídica, que tiene por forma de expresión el contrato, es, hállese o no legalmente reglamentada, una relación de voluntad en que se refleja la relación económica. El contenido de esta relación jurídica o de voluntad lo da la relación económica misma. Aquí, las personas sólo existen las unas para las otras como representantes de sus mercaderías, o lo que es lo mismo, como poseedores de mercancías”12.

Este fetiche de la mercancía simple reaparece bajo nuevas formas y nuevas determinaciones en la mercancía producto del capital, dando origen a lo que el autor denomina “mistificación del capital”.

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2.2. La transformación de la mercancía en capital

El valor capital se expresa en mercancías: medios de producción y medios de subsistencia. Pero no toda suma de mercancías es capital.

Entonces, ¿cómo una suma de mercancías, de valores de cambio, se transforma en capital? Conservándose, multiplicándose como fuerza social independiente, esto es, como fuerza de una parte de la sociedad, a través del intercambio con la fuerza de trabajo inmediata, viva. La existencia de una clase que posee apenas su fuerza de trabajo es una condición preliminar necesaria al capital. Es exclusivamente el dominio del trabajo acumulado, pasado, materializado, sobre el trabajo inmediato, vivo, el que transforma el trabajo acumulado en capital”13

El capital supone el monopolio de los medios de producción y de subsistencia por una parte de la sociedad –la clase capitalista– enfrentada a los trabajadores desprovistos de las condiciones materiales necesarias para la materialización de su trabajo. Supone que para sobrevivir, el trabajador sólo tiene para vender su fuerza de trabajo. El capital supone el trabajo asalariado y éste, el capital14.

El capital en su forma elemental de dinero o mercancía sólo es capital potencialmente; debe transformarse en capital real y efectivo en el proceso de producción, mediante la incorporación de la fuerza de trabajo viva, que conserva los valores de las mercancías que ingresan en el proceso productivo y crea nuevos valores.

Mientras el dinero representa una suma dada de valores, o sea, que tiene una magnitud constante, el capital es una suma de valor que tiende a crecer. Es empleado teniendo en cuenta su conservación y su ampliación. El producto de la producción capitalista no es sólo un valor de uso, ni un producto que tiene valor de cambio.

Su producto específico es la plusvalía. Su producto son mercancías que poseen más valor de cambio, esto es, que representan más trabajo que el que para su producción ha sido adelantado bajo la forma de dinero o de mercancías”15.

La función específica del capital es la producción de un plusvalor o de un valor mayor que aquel adelantado al inicio del ciclo productivo. Este plusvalor o plusvalía es el fin y el resultado del proceso capitalista de producción. Significa sustancialmente materialización de tiempo de trabajo excedente, trabajo no pagado, apropiado por la clase capitalista.

Lo único que distingue unos de otros los tipos económicos de sociedad (…) es la forma en que este trabajo excedente le es arrancado al productor inmediato –al obrero”16.

el trabajo excedente no fue inventado por el capital. Donde quiera que una parte de la sociedad posea el monopolio de los medios de producción nos encontramos con el fenómeno de que el trabajador, libre o esclavizado, tiene que añadir al tiempo de trabajo necesario para poder vivir una cantidad de tiempo suplementario, durante el cual trabaja para producir los medios de vida destinados al propietario de los medios de producción, sea (…) ateniense, el teócrata etrusco, el civis romanus, el barón normando, el esclavista norteamericano, el boyardo de la Valaquia, el terrateniente moderno, o el capitalista. Sin embargo, es evidente que en aquellas sociedades económicas en que no predomina el valor de cambio, sino el valor de uso del producto, el trabajo excedente se halla circunscrito a un sector más o menos amplio de necesidades, sin que del carácter mismo de la producción brote un hambre insaciable de trabajo excedente”17.

La transformación del dinero en capital se descompone en tres procesos interrelacionados, pero independientes en el tiempo y en el espacio. El primero: la compra y venta de los medios de producción y de la fuerza de trabajo que se desarrolla en el mercado. El segundo, que se realiza en el proceso de producción, donde mediante el consumo productivo de la capacidad de trabajo los medios de producción se transforman en productos, que además de contener el valor del capital adelantado, contienen también la plusvalía creada. Se tiene ahí la producción y reproducción del capital. Y el tercer proceso, que ocurre nuevamente en la órbita de la circulación, donde se realiza el valor del capital y de la plusvalía, mediante la transformación de la mercancía en dinero.

Y todo este proceso, la transformación de dinero en capital, se opera en la órbita de la circulación y no se opera en ella. Se opera por medio de la circulación, pues está condicionado por la compra de la fuerza de trabajo en el mercado de mercancías. No se opera en la circulación, pues este proceso no hace más que iniciar el proceso de valorización, cuyo centro reside en la órbita de la producción”18.

En el primer proceso se obtiene la transformación del dinero en las mercancías que constituyen los factores de producción. Es un acto de intercambio de mercancías, premisa del proceso global de producción. El valor capital ingresa en el proceso de producción bajo la forma de mercancías determinadas, revistiendo la doble forma de valor de uso y de cambio, en las cuales intervienen determinaciones más complejas que las diferencian de la simple mercancía.

Mientras las mercancías aisladas deben tener cualquier valor de uso, para atender una necesidad social, la forma valor de uso del capital es determinada por la naturaleza del proceso de trabajo, debiendo constituirse de los elementos del mismo: objetos y medios de trabajo. Debe constituirse de medios de producción objetivos (instrumento de producción, materias primas y auxiliares) y fuerza de trabajo con una determinada especialidad, correspondiente al particular valor de uso de los medios de producción, capaz de transformarlos en productos. Esta fuerza de trabajo es la condición subjetiva de la producción.

Entendemos por capacidad o fuerza de trabajo el conjunto de condiciones físicas y espirituales que se dan en la corporeidad, en la personalidad viva de un hombre y que éste pone en acción al producir valores de uso de cualquier clase”19.

La transformación del dinero en capital exige por lo tanto que los poseedores de dinero encuentren en el mercado no sólo los medios objetivos de producción como mercancías, sino también una mercancía especial: la fuerza de trabajo cuyo valor de uso tiene la cualidad de ser fuente de valor, o sea, cuyo consumo es al mismo tiempo materialización de trabajo, y por lo tanto, creación de valor.

Para convertir el dinero en capital, el poseedor de dinero tiene, pues, que encontrarse en el mercado, entre las mercancías, con el obrero libre; libre en un doble sentido, pues de una parte ha de poder disponer libremente de su fuerza de trabajo como de su propia mercancía, y de otra parte, no ha de tener otras mercancías que ofrecer en venta; ha de hallarse, pues, suelto, escotero y libre de todos los objetos necesarios para realizar por cuenta propia su fuerza de trabajo”20

Tal hecho supone que el capitalista encuentre en el mercado al trabajador libre: esto es, libre de otros vínculos de dominación extraeconómicos, propietario de su persona, con la finalidad de poder enfrentarse en el mercado con los poseedores del dinero, en una relación entre poseedores jurídicamente iguales de mercancías, a través de las cuales entran el relación (el dinero, expresión de los medios de subsistencia, y la fuerza de trabajo): el propietario de la fuerza de trabajo la cede al comprador para su uso durante un cierto período de tiempo. Esta es la condición para que se mantenga como propietario de su mercancía, pudiendo venderla nuevamente. A esta condición se le agrega otra, que refiere a que el trabajador (las clases trabajadoras) se ve obligado a vender, para sobrevivir, la única mercancía que posee: su fuerza de trabajo. O sea, vende parte de sí mismo, ya que de otro lado se le enfrentan como propiedad ajena todos los medios de producción y condiciones de trabajo necesarios para la materialización de su trabajo, así como los medios necesarios para su subsistencia.

Para sobrevivir, el hombre necesita producir sus medios de subsistencia, y para eso, tiene que disponer de los medios necesarios para su producción. Cuando el trabajador está desprovisto de los medios de producción, está también desprovisto de los medios de subsistencia. A medida que éstos se contraponen al trabajador, como propiedad ajena monopolizados por una parte de la sociedad –la clase capitalista– no le queda otra alternativa que vender parte de sí mismo a cambio del valor equivalente a los medios necesarios para su subsistencia y la de su familia21, expresados a través de la forma de salario. La condición histórica para el surgimiento del capital y el presupuesto esencial para la transformación del dinero en capital es la existencia en el mercado de la fuerza de trabajo como mercancía.

En la esfera de la circulación de mercancías se establece una relación contractual –de compra y de venta– entre poseedores jurídicamente iguales de mercancías equivalentes: la fuerza de trabajo y los medios de subsistencia bajo la forma de dinero. Pero, ¿qué ocurre en la esfera de la producción?

En el proceso de trabajo la actividad del hombre consigue, valiéndose del instrumento correspondiente, transformar el objeto sobre el que versa el trabajo con arreglo al fin perseguido. Este proceso desemboca y se extingue en el producto. Su producto es un valor de uso, una materia dispuesta por la naturaleza y adaptada a las necesidades humanas mediante un cambio de forma. El trabajo se compenetra y confunde con su objeto. Se materializa en el objeto, al paso que éste se elabora. Y lo que en el trabajador era dinamismo, es ahora en el producto, plasmado en lo que es, quietud. El obrero es el tejedor, y el producto el tejido”22

El proceso de producción del capital considerado como un proceso que, por medio del trabajo útil, crea nuevos valores de uso, es un proceso de trabajo.

Pero es un proceso de consumo de la fuerza de trabajo por el capitalista. Es un proceso de trabajo con características específicas, históricamente diferenciadas, ya que:

a) Las mercancías compradas por los capitalistas para ser consumidas en el proceso de producción son de su propiedad; es su dinero transformado en mercancías. Es un modo de existencia de su capital bajo la forma en que realmente puede funcionar como capital. ¿Esto también se aplicaría al trabajo? La fuerza de trabajo en acción –o sea, el trabajo– es una función personal del trabajador, en la medida en que es gasto de su fuerza vital, realización de sus capacidades productivas. Pero en tanto creador de valores pertenece al capitalista que compró la fuerza de trabajo para emplearla productivamente durante un cierto período de tiempo. La fuerza de trabajo es una potencia que sólo se exterioriza en contacto con los medios de producción; sólo siendo consumida crea valor. El consumo de la fuerza de trabajo pertenece al capitalista, del mismo modo que le pertenecen los medios de producción.

Así es que el trabajador trabaja bajo el control del capitalista a quien pertenece su trabajo. La producción capitalista supone la cooperación en gran escala y la concentración y centralización de los medios de producción con que se enfrenta el trabajador como una propiedad ajena. Al capitalista y/o a sus representantes les corresponde la función de dirección y vigilancia del trabajador colectivo, sea garantizando el empleo racional de los medios de producción para evitar desperdicios, sea garantizando la mayor intensidad posible de explotación de la fuerza de trabajo.

Como las condiciones de trabajo y el propio trabajo pertenecen al capitalista, éste recibe también gratuitamente la fuerza productiva del trabajo social derivada de la cooperación, que se presenta como fuerza productiva del capital.

Como personas independientes, los obreros son individuos que entran en relaciones con el mismo capital, pero no entre sí. Su cooperación comienza en el proceso de trabajo, es decir, cuando ya han dejado de pertenecerse a sí mismos. Al entrar en el proceso de trabajo, son absorbidos por el capital. Como obreros que cooperan para un resultado, como miembros del organismo trabajador, no son más que una modalidad especial de existencia del capital para el que trabajan. Por consiguiente, la fuerza productiva desarrollada por el obrero como un obrero social, es fuerza productiva del capital. Esta fuerza productiva social del trabajo se desarrolla gratuitamente tan pronto como los obreros se ven sujetos a determinadas condiciones, a que el capital los somete. Y como la fuerza productiva social de trabajo no le cuesta nada al capital, ya que, además, el obrero no la desarrolla antes de que su trabajo pertenezca al capitalista, parece, a primera vista como si esa fuerza fuese una fuerza productiva inherente por naturaleza al capital, la fuerza productiva innata a éste”23.

Así como el trabajador es propiedad del capitalista, también lo es el producto del trabajo.

El proceso de trabajo es un proceso entre objetos comprados por el capitalista, entre objetos pertenecientes a él. Y el producto de este proceso le pertenece; por tanto, a él, al capitalista, ni más ni menos que el producto del proceso de fermentación de los vinos de su bodega”24.

b) Mientras los medios de producción entran en el proceso de producción de la misma forma útil que revestían en la circulación, lo mismo no ocurre con la parte variable del capital que es intercambiada con la fuerza de trabajo. El dinero aquí es una forma modificada de los medios de subsistencia del trabajador existentes en el mercado; esta parte del capital sólo se transforma en capital variable cuando es intercambiada por el trabajo, que es la sustancia creadora de valor. Así, la forma de valor de uso de esta parte del capital en la circulación (medios de subsistencia) es completamente diferente de la forma de valor de uso con que ingresa en la producción propiamente dicha (como trabajo vivo en acción).

El análisis del proceso de producción capitalista como proceso de trabajo aclara el fundamento de la mistificación que considera al capital como cosa. Esta es consecuencia de la forma útil de medios de producción que el valor capital tiene necesariamente que asumir en el proceso de trabajo. Considerando simplemente el sustrato material del valor capital, sustrato éste determinado por la naturaleza del proceso de trabajo, considerándolo, de esta forma, aislado de las relaciones sociales y de las relaciones de propiedad que se establecen entre la clase capitalista y la clase trabajadora en la producción, considerar al capital como cosa es abstraerlo de su historicidad.

El proceso de producción capitalista no es solamente un proceso de trabajo, de producción de valores de uso mediante el consumo de un trabajo de calidad específica (trabajo concreto). Al mismo tiempo, es un proceso de valorización: de creación y conservación de valor. En esta óptica de análisis, lo que interesa es el valor de cambio del capital, el cual se diferencia del valor de cambio de las mercancías que ingresan como tales en el proceso de producción. Lo importante, para percibir esa diferencia, es verificar lo que ocurre con la parte variable del capital, o sea, aquélla que es cambiada por la fuerza de trabajo. El valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo, su costo diario de conservación, es definido antes que esta mercancía ingrese en la circulación. Este se, expresa en su precio, o sea, en el salario. Su valor de uso –que es el trabajo mismo– sólo se expresa en su consumo. La realización de este consumo supone la existencia de los medios de producción, en los cuales la capacidad de trabajo se materializa; pero al ser consumida, la fuerza de trabajo ya no pertenece más al trabajador y sí al capitalista que la compró de manera temporal, constituyéndose en una forma de existencia de su propio capital. Lo que el capitalista busca es el valor de uso específico de esta mercancía que le permite ser fuente de valor, y en ese sentido, crear un valor superior a su precio; pero para que cree valor, la fuerza de trabajo debe tener un carácter útil, en tanto apta para producir objetos de cualidades específicas. Entonces, lo que se verifica es que el valor de la fuerza de trabajo en la circulación es diferente de la magnitud de valor que crea en la producción. Esa parte de valor adelantado en la producción, al ser transformada en trabajo vivo en acción, adquiere una magnitud variable; se tiene ahí no sólo un valor, sino la valorización en tanto proceso. El trabajo vivo no sólo conserva los valores de los medios de producción (trabajo acumulado), sino que reproduce el valor del capital variable y genera un incremento de valor: la plusvalía. Se trata de fuerza de trabajo en acción que se presenta en proceso de realización. El trabajo como formador de valor es aquí abstraído de su valor de uso particular (trabajo concreto) y considerado como trabajo socialmente necesario, indiferenciable por su cualidad, pero diferenciable por su cantidad; trabajo que agrega valor proporcionalmente a su duración.

A fin de que el tiempo de trabajo del obrero ponga valor proporcionadamente a su duración, el mismo debe ser tiempo de trabajo socialmente necesario. Esto es, el obrero debe ejecutar en un tiempo determinado el cuanto socialmente normal de trabajo útil, y para ello el capitalista obliga al obrero a que su trabajo alcance cuando menos el grado medio de intensidad conforme a la norma social. Procurará aumentarlo lo más que se pueda por encima de ese mínimo y extraer del obrero, en un tiempo dado, el mayor trabajo posible, puesto que toda intensificación del trabajo superior al grado medio le depara plusvalía. Tratará además de prolongar lo más posible el proceso de trabajo, más allá de los límites en que es necesario trabajar para reponer el capital variable, el salario”25

Se trata del tiempo de trabajo socialmente necesario que alcanza su expresión autónoma en el dinero, en el precio de la mercancía fuerza de trabajo. Por eso interesa al capitalista aumentar la duración e intensidad del trabajo, sea prolongando su jornada (plusvalía absoluta), sea potenciando el trabajo por encima del grado medio (plusvalía relativa), para obtener un tiempo de trabajo superior a aquel necesario a la reposición del salario.

Se debe tener claro al mismo tiempo que esta segmentación entre el trabajo concreto y socialmente necesario, si bien tiene fundamento en la realidad y en términos analíticos, no debe ser encarada como una dualidad, de modo dicotómico. Se trata de una unidad de contrarios, donde un trabajo se expresa a través del otro. El mismo trabajo es, a la vez, concreto y abstracto; el tiempo de trabajo socialmente necesario sólo se expresa a través de trabajos útiles determinados.

El hecho de que el trabajador sea forzado a producir un trabajo excedente determina cambios en la forma de valor de uso con que el capital se presenta en el proceso productivo. En primer lugar, los medios de producción deben estar disponibles en una cantidad suficiente para absorber el trabajo necesario y el trabajo excedente. En segundo lugar, la duración y la intensidad del proceso de trabajo se modifican. Finalmente, las relaciones entre el trabajador y los medios de producción se alteran sustancialmente. Si desde el punto de vista del proceso de trabajo, el trabajador es quien emplea los medios de producción, como instrumento para la realización de su trabajo, transformándolos en producto, en el proceso de valorización la relación se invierte. Aquí, el trabajo vivo es mero medio de valorización de los valores existentes expresados en los medios de producción

El capital no consiste en que el trabajo acumulado sirva de medio de trabajo vivo para la nueva producción. Consiste en que el trabajo vivo sirva de medio al trabajo acumulado para mantener y aumentar el valor de cambio de este último”26.

Esta absorción suya de trabajo vivo adicional constituye su proceso de autovalorización, su transformación real en capital”27

Estos valores sólo se conservan y se amplían por medio de la absorción del trabajo vivo, que se convierte en medio de valorización de todo el capital. Se trata del dominio del trabajo objetivado en los medios de producción, en las cosas, sobre el trabajo vivo, o sea, sobre el trabajador.

En el proceso laboral efectivo el obrero consume los medios de trabajo como vehículo de su trabajo, y el objeto de trabajo como la materia en la cual su trabajo se ofrece a la vista. Precisamente por esto transforma los medios de producción en la forma, adecuada a un fin, del producto. Desde el punto de vista del proceso de valorización, empero, las cosas se presentan diferentemente. No es el obrero quien emplea los medios de producción, son los medios de producción que emplean al obrero (…) es el trabajo material el que se conserva y acrecienta por la succión del trabajo vivo, gracias a lo cual se convierte en valor que se valoriza, en capital, y funciona como tal”28.

Allí el capitalista sólo funciona como personificación del capital y el trabajador como personificación del trabajo.

Las funciones que ejerce el capitalista no son otra cosa que las funciones del capital mismo –del valor que se valoriza succionando trabajo vivo– ejercidas con conciencia y voluntad. El capitalista sólo funciona en cuanto capital personificado, es el capital en cuanto persona; del mismo modo el obrero funciona únicamente como trabajo personificado, que a él le pertenece como suplicio, como esfuerzo, pero que pertenece al capitalista como sustancia creadora y acrecentadora de riqueza” 29.

En el transcurso de la presente reflexión destacamos el proceso de producción del capital como proceso de trabajo y de valorización; no se trata de dos procesos independientes, sino de dos dimensiones del mismo proceso. No se trabaja dos veces para producir un producto útil y para crear valor y plusvalía. Lo que crea el valor es el trabajo real que, teniendo una determinada intensidad, se materializa en el producto en determinadas cantidades; que transforme los medios de producción en productos de cualidades específicas. O sea, el proceso inmediato de producción es la unidad del proceso de trabajo y de valorización, así como la mercancía es la unidad de valor de uso y valor de cambio. Pero en la formación social capitalista, el proceso de trabajo es medio del proceso de valorización, ya que el objetivo primordial de la producción no es la satisfacción de necesidades sociales, sino la producción de plusvalía, la valorización del propio capital.

En el proceso de producción del capital, los medios de producción, por medio del trabajo vivo, se transforman en productos que son mercancías, pero son mercancías producto del capital que contienen nuevas determinaciones que las diferencian de la mercancía individual, premisa de la producción capitalista, ya que:

a) contienen trabajo pagado y no pagado; parte del trabajo en ella objetivado equivale al salario, en tanto que la otra es trabajo excedente, plusvalía;

b) cada mercancía se presenta como parte integrante de la masa total de mercancías, como parte alícuota del producto total del capital que puede ser considerado como una única mercancía, que contiene el valor del capital adelantado y la plusvalía;

c) para que se realice el valor del capital y de la plusvalía, el volumen de mercancías vendido es esencial30.

A medida que el valor capital se expresa bajo la forma de mercancías, tiene que cumplir las funciones de éstas: tienen que ser vendidas, convertidas en dinero, para que el valor pase a circular y reiniciar el ciclo productivo bajo nuevas formas. Sucedería un cambio en la forma del valor: éste, que existía bajo la forma de productos, existe ahora bajo la forma de dinero, pero de capital-dinero que expresa el valor de los medios de producción invertidos en el producto y el plusvalor creado en el proceso productivo.

Esta metamorfosis del valor de la forma mercancía en la forma dinero, que es al mismo tiempo la realización del valor creado en el proceso productivo, ocurre en la esfera de la circulación.

En el “modo de producción específicamente capitalista” se tiene la generalización de la mercancía, que se convierte en la forma general de toda riqueza, y la alienación del producto, la forma necesaria para su apropiación. La propia sustancia de la producción se convierte en mercancía (y no sólo el excedente producido) y las condiciones de la producción se mercantilizan, inclusive la fuerza de trabajo.

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3. Las relaciones sociales mistificadas y el ciclo del capital

El proceso que acabamos de presentar, de transformación del dinero en capital, no es algo mecánico, de simples cambios de formas del valor capital. Las metamorfosis del capital son una condición indispensable para que el valor capital se movilice, se cree y aumente y reinicie su ciclo. Partimos del valor capital en su forma dinero monopolizado por el capitalista, que en el mercado y a través de la compra y venta de las condiciones de producción, lo transforma en mercancías; esta forma mercancía del valor capital es condición indispensable para que el proceso de producción se realice, ya que éste es un proceso de trabajo que supone instrumentos de producción, materias primas y auxiliares y la fuerza viva de trabajo, a través del cual no sólo estos medios de producción se transforman en productos, sino en productos de un valor mayor que el del capital adelantado en el inicio del proceso. Es en el ciclo del capital productivo que ocurre la verdadera transformación del dinero en capital, o sea, en valor que se valoriza, en valor que genera valor. Allí el cambio de forma es acompañado de una transformación real del valor. Finalmente, las mercancías producidas tienen que transformarse nuevamente en dinero, en esta expresión sustantivada del valor ya valorizado, pues es bajo esta forma que el ciclo se puede reiniciar. El capitalista podrá entonces transformar el valor del capital inicial y la plusvalía capitalizada en nuevas condiciones de producción ampliando su escala. Es en esta última metamorfosis, de la mercancía producto del capital en dinero (venta), que el valor del capital valorizado se realiza31.

Lo que aquí nos interesa es destacar las relaciones sociales a través de las cuales este proceso se realiza. Para eso debemos considerar, no el capitalista y el trabajador individualmente, sino el conjunto de los capitalistas y de los trabajadores, en tanto clases sociales que personifican categorías económicas: el capital, el trabajo y su antagonismo. Más aún, debemos considerar el proceso de producción en su continuidad, o sea, en su reproducción.

El proceso de producción, cualesquiera que sean sus características históricas, es un proceso que se reinicia permanentemente, ya que la sociedad no puede prescindir de la producción y del consumo.

La reproducción es la continuidad del proceso social de producción32, por lo tanto una continuidad que no se reduce a la mera repetición. Es una continuidad en cuyo transcurso el proceso se renueva, se crea y recrea de modo peculiar. Las condiciones de producción son, por lo tanto, las de reproducción.

Se trata aquí de una producción determinada históricamente: la producción capitalista, donde el proceso de trabajo es el medio del proceso de valorización. De esta forma la reproducción simplemente se torna un medio de reproducir el capital, de producir plusvalía, la cual aparece como forma de renta producida por el propio capital y no por el trabajo.

El punto de partida del proceso capitalista de producción es la separación entre la fuerza de trabajo y los medios de producción, que son monopolizados, privadamente, por la clase capitalista. Analizando la continuidad del proceso social de producción, se verifica que lo que era premisa ahora es resultado del proceso. El trabajador asalariado sale del proceso de producción como ingresó, como mera fuerza de trabajo, como fuente personal de riqueza que se realiza como riqueza para los otros. Dejando de lado por un momento el desgaste de su energía vital, que es consumida por el capital en el proceso de trabajo, lo que recibe a cambio por la venta de la fuerza de trabajo –sus medios de vida– son consumidos en la reproducción de su vida y la de su familia. Por lo tanto, no le queda otra alternativa sino la de regresar nuevamente al mercado, vender parte de sí mismo como condición de su sobrevivencia, ya que sus medios de vida están también monopolizados por la clase capitalista.

Pero ¿qué es lo que las clases trabajadoras entregan al capitalista?

Le entregan, diariamente, –el valor de uso de su fuerza de trabajo– el trabajo de una jornada, que no sólo reproduce el valor de todo el capital adelantado, sino que crea nuevo valor, que se materializa en mercancías que son propiedad del capitalista, y que son vendidas por él en el mercado. A través de la succión del trabajo, el capital no sólo se reproduce como capital, sino que se reproduce: la plusvalía creada se convierte en medios de consumo de la clase capitalista y en capital adicional empleado en nueva producción, en nuevo medio de explotación del trabajo asalariado.

Las clases trabajadoras crean, en antítesis consigo mismas, los propios medios de su dominación, como condición de su sobrevivencia.

El propio obrero produce constantemente la riqueza objetiva como capital, como una potencia extraña a él, que le domina y le explota, y el capitalista produce, no menos constantemente, la fuerza de trabajo como fuente subjetiva de riqueza, separada de sus mismos medios de realización y materialización, como fuente abstracta que radica en la corporeidad del obrero, o para decirlo brevemente, el obrero como obrero asalariado. Esta constante reproducción o eternización del obrero es el sine qua non de la producción capitalista”33.

el obrero se empobrece tanto más cuanto más riqueza produce (…) a medida que se valoriza el mundo de las cosas se desvaloriza, en razón directa, el mundo de los hombres. El trabajo no produce solamente mercancías; se produce a sí mismo y produce al trabajador como una mercancía, y, además, en la misma proporción en que produce mercancías en general (…) el objeto producido por el trabajo, su producto, se enfrenta a él como algo extraño, como un poder independiente del productor”34

Capital y trabajo asalariado se crean mutuamente en el mismo proceso. La continuidad del proceso de producción capitalista es un proceso de producción y reproducción de clases sociales. ¿Cómo se engendra ese proceso? ¿Cómo esas relaciones se producen y se reproducen? ¿Cuáles son sus características?

Regresemos brevemente, al enfrentamiento de la clase capitalista y la clase trabajadora en el mercado. Ahí lo que está en juego es la compra y la venta de mercancías, suponiendo una relación entre libres propietarios de mercancías equivalentes, que se diferencian por la cualidad material de sus mercancías: los trabajadores, propietarios de la fuerza de trabajo, y los capitalistas, dueños de los medios de producción y de los medios de subsistencia. ¿Qué es lo que se esconde bajo esta relación de iguales?

A cambio de su mercancía, el trabajador recibe a título de salario una parte del producto en que se traduce una parcela de su trabajo: el trabajo necesario para su conservación y reproducción.

Aunque a primera vista el salario aparezca como el precio del trabajo, es el precio de la fuerza de trabajo. Si el trabajo fuera vendido en el mercado como mercancía, tendría que existir antes de ser vendido. Sin embargo, si el trabajador pudiera dar una existencia independiente a su trabajo, vendería el producto del mismo y no el trabajo.

El poseedor de dinero no se enfrenta directamente, en el mercado de mercancías, con el trabajo, sino con el obrero. Lo que éste vende es su fuerza de trabajo. Tan pronto como su trabajo comienza a ponerse en acción, ha dejado de pertenecerle a él y no puede, por tanto, vender lo que ya no le pertenece. El trabajo es la sustancia y la medida inmanente de los valores, pero de suyo carece de valor»35.

El capital variable no es, pues, como vemos, más que una forma histórica concreta de manifestarse el fondo de medios de vida o el fondo de trabajo de que necesita el obrero para su sustento y reproducción”36.

El salario es el precio de la fuerza de trabajo, en que se traduce el capital variable del capitalista. Pero el valor de la fuerza de trabajo es diferente de su rendimiento, cuando puesta en acción, se convierte en una magnitud variable; la fuerza de trabajo en realización es un proceso de valorización que no sólo transfiere el valor de los medios de producción al producto, sino que repone el valor del capital variable y crea un nuevo valor. El rendimiento del trabajo depende de su duración. El capitalista compra el derecho de explotar la fuerza de trabajo durante una jornada, en la cual el trabajador no sólo produce el trabajo necesario para su subsistencia, sino un trabajo excedente o un valor excedente. Así, el capitalista que compra la fuerza de trabajo la hace funcionar por más tiempo que el necesario para reproducir su precio; en caso contrario, sólo obtendría el tiempo de trabajo socialmente necesario, equivalente al salario, sin apropiarse de ningún trabajo excedente. Sin trabajo excedente no habría plusvalía y la continuidad de la producción estaría comprometida, ya que ésta es su impulso y finalidad básica.

Al aparecer como precio del trabajo, la forma salario encubre toda la división de la jornada de trabajo en trabajo necesario y excedente (pagado y no pagado), haciendo que todo el trabajo entregado al capitalista aparezca como trabajo pagado.

Por lo demás, la forma exterior ‘valor y precio del trabajo’ o ‘salario’, a diferencia de la realidad sustancial que en ella se exterioriza, o sea, el valor y el precio de la fuerza de trabajo, está sujeta a la misma ley que todas las formas exteriores y su fondo oculto. Las primeras se reproducen, de un modo directo y espontáneo, como formas discursivas que se desarrollan por su cuenta; el segundo es la ciencia que ha de descubrirlo” (…) “En esta forma exterior de manifestarse, que oculta y hace invisible la realidad, invirtiéndola, se basan todas las ideas jurídicas del obrero y del capitalista, todas la mistificaciones del régimen capitalista de producción, todas la ilusiones librecambistas, todas las frases apologéticas de la economía vulgar”37

Esta mistificación de la forma salario no es fácilmente develada en lo cotidiano, tanto por el capitalista, como por el trabajador.

El capitalista ignora que el precio normal del trabajo envuelve también una determinada cantidad de trabajo no retribuido, y que precisamente este trabajo no retribuido es la fuente normal de la que proviene su ganancia. Para él, la categoría tiempo de trabajo excedente no existe, pues aparece confundida en la jornada normal de trabajo que cree pagar con el salario”38.

Para explicitar mejor la “desigualdad” que se esconde bajo la forma de salario, es importante destacar que el trabajador sólo es pagado después de haber vendido su fuerza de trabajo; después que su trabajo útil, que es al mismo tiempo creador de valor, haya sido colocado en funcionamiento. Así, las clases trabajadoras adelantan al capitalista su trabajo, le dan un crédito, ya que el dinero con que al trabajador se le paga desempeña una función de medio de pago: el trabajador sólo recibe su salario después de que su fuerza ha sido consumida productivamente por el capital. Considerando el proceso de producción en su continuidad, se verifica que las clases trabajadoras son pagadas con el producto de su propio trabajo, del trabajo efectuado anteriormente por el conjunto de los trabajadores. Es así que las clases trabajadoras son quienes producen el capital variable que posteriormente le es devuelto bajo la forma de salario39.

Es de esta forma que el capitalista “vende” constantemente al trabajador una parte del propio producto de este último –los medios necesarios de sobrevivencia a cambio de trabajo– y le presta, constantemente, otra parte de su propio producto –los medios de producción– cuyo valor también es recreado por el trabajo. Ahora bien, la relación entre compradores y vendedores supone el intercambio de sus propios trabajos, lo cual no se verifica en este caso. Con esto se desvanece la apariencia, expresada en la circulación, de una relación entre poseedores de mercancías. Esta compra y venta es la forma intermediaria de subyugamiento del trabajador al capital, que se renueva constantemente.

Encubre, como mera relación monetaria, la transacción real y la dependencia perpetua que esa intermediación de compraventa renueva incesantemente. No sólo se reducen de manera constante las condiciones de este comercio, sino que lo que uno compra y el otro se ve obligado a vender, es un resultado del proceso. La renovación constante de esta relación de compraventa no hace más que mediar la continuidad de la relación específica de dependencia y le confiere la apariencia falaz de una transacción, de un contrato entre poseedores de mercancías dotados de iguales derechos y que se contraponen de manera igualmente libre. Esta relación introductoria ahora se presenta, incluso, como elemento inmanente de ese predominio generado en la producción capitalista, del trabajo objetivado sobre el vivo”40.

Lo que el capitalista devuelve al trabajador como fondo de trabajo o salario es empleado en la adquisición de los medios de vida del trabajador y de su familia. El consumo individual de las clases trabajadoras reproduce al propio trabajador como trabajador asalariado: tanto los trabajadores actuales como a los futuros, condición indispensable para la continuidad del proceso de producción. Allí se tiene no sólo la reproducción física de la fuerza de trabajo, sino también de la “tradición y acumulación de destrezas para el trabajo de generación en generación”41. Aunque la conservación de su vida y su prole sea llevada a cabo por el trabajador mismo fuera del proceso productivo propiamente dicho, el consumo de los medios de subsistencia implica la propia destrucción de los mismos, lo que obliga a las clases trabajadoras a comparecer nuevamente en el mercado vendiendo su fuerza de trabajo al capital.

El consumo individual del trabajador es improductivo para el mismo, pues no hace más que reproducir al individuo necesario: sólo es productivo para el capitalista y para el Estado, pues produce la “fuerza productora de riqueza para otros”42.

Así, cuando el capitalista convierte parte de su capital en ‘fuerza de trabajo, lo que obtiene es una explotación de todo su capital. Obtiene ventajas no sólo de lo que extrae del trabajador, sino de lo que entrega a las clases trabajadoras bajo la forma de salario.

Así, pues, dentro de los límites de lo absolutamente necesario, el consumo individual de la clase obrera vuelve a convertir el capital abonado a cambio de la fuerza de trabajo en nueva fuerza de trabajo explotable por el capital. Es producción y reproducción del medio de producción indispensable para el capitalista, del propio obrero. El consumo individual del obrero es, pues, un factor de producción y reproducción del capital”43.

El proceso capitalista de producción reproduce al trabajador divorciado de las condiciones de trabajo; lo reproduce coma trabajador asalariado. Ese “vasallaje económico” es encubierto por la periódica renovación de la venta de la fuerza de trabajo, sea por el cambio de estándares individuales, sea debido a las oscilaciones del precio de la fuerza de trabajo en el mercado.

El esclavo romano se hallaba sujeto por cadenas a la voluntad de su señor; el obrero asalariado se halla sometido a la férula de su propietario por medio de hilos invisibles. El cambio constante de patrón fictio juris del contrato de trabajo mantienen en pie la apariencia de su libre personalidad”. 44

Desde el punto de vista social, las clases trabajadoras son un atributo del capital. Pero el proceso mismo crea las apariencias mistificadoras que evitan que la insurrección se exprese y que garantizan la continuidad del proceso productivo. La reproducción de las relaciones de dominación es también reproducción de las formas jurídicas igualitarias y “libres” que las enmascaran.

En la esfera de la circulación, en la compra y venta de la fuerza de trabajo, lo que distingue al trabajador de otros vendedores de mercancías es el valor de uso específico de la mercancía que es fuente de riqueza: el trabajo capaz de producir y reproducir valor. Pero esto no modifica la determinación formal de la transacción entre compradores de mercancías. O sea, no hay una violación de la ley de cambio de mercancías. En este sentido, para demostrar, que se trata de un mero intercambio de mercancías, basta atenerse al aspecto formal de esta transacción de intercambio de cosas sin atenerse a la naturaleza de las relaciones que ésta encierra.

Lo que imprime en el dinero y en la mercancía el carácter de capital desde la circulación, no es el hecho de que sean mercancías y dinero, y mucho menos el valor de uso específico de estas mercancías. Sino que es el hecho de que las condiciones de producción y los medios de subsistencia sean alienados al trabajador y se le enfrenten como cosas capaces de comprar personas. El trabajador trabaja como no propietario y las condiciones de trabajo se le presentan como un poder extraño, autónomo, personificado por sus poseedores.

Antes que el dinero o la mercancía se hayan transformado realmente en capital, [lo que] les imprime desde un comienzo el carácter de capital no es ni su condición de dinero, ni su condición de mercancía, ni el valor de uso de estas mercancías, consistente en servir como medios de subsistencia y producción, sino el hecho de que este dinero y esta mercancía, estos medios de producción y de subsistencia, se enfrentan a la capacidad de trabajo –despojada de toda riqueza objetiva– como poderes autónomos personificados en sus poseedores; el hecho de que, por tanto, las condiciones materiales necesarias para la realización del trabajo están enajenadas al obrero mismo, o más precisamente, se presentan como fetiches dotados de una voluntad y alma propias; el hecho de que mercancías figuran como compradoras de personas”45.

Las cosas que son condiciones objetivas de trabajo, o se los medios de producción, y las cosas que son condiciones objetivas para la conservación del obrero mismo, esto es, los medios de subsistencia, sólo se convierten en capital al enfrentarse al trabajo asalariado. El capital no es ninguna cosa, al igual que el dinero no lo es. En el capital, como en el dinero, determinadas relaciones de producción sociales entre personas se presentan como relaciones entre cosas y personas, o determinadas relaciones sociales aparecen como cualidades sociales que ciertas cosas tienen por naturaleza (…). Capital y trabajo asalariado (así denominamos el trabajo del obrero que vende su propia capacidad laboral) no expresan otra cosa que dos factores de la misma relación. El dinero no puede transformarse en capital si no se intercambia por capacidad de trabajo, en cuanto mercancía vendida por el propio obrero. Por lo demás, el trabajo sólo puede aparecer como trabajo asalariado cuando sus propias condiciones objetivas se le enfrentan como poderes egoístas, propiedad ajena, valor que es para sí y aferrado a sí mismo, en suma: como capital”46.

Capital y trabajo asalariado se crean mutuamente en el mismo proceso. Es así que el proceso de producción capitalista es un proceso de relaciones sociales entre clases.

El salario, forma típica del mundo de los equivalentes, encubre la desigualdad efectiva que se esconde bajo la apariencia de relaciones contractuales jurídicamente iguales. ¿Qué ocurre en el “mundo de la producción” bajo la apariencia de igualdad, que se expresa en el “mundo del intercambio” de mercancías?

Con el desarrollo de lo que Marx denomina “mundo de producción específicamente capitalista”, se verifica una revolución total en el modo de producir, o sea, en el proceso de trabajo. Se desarrollan las fuerzas productivas sociales del trabajo debido a la cooperación, a la progresiva división técnica del trabajo, a la aplicación de maquinaria, a la aplicación del desarrollo científico y tecnológico en el proceso productivo. La escala social de producción se amplía y también el volumen mínimo de capital exigido para que los capitalistas individuales exploten productivamente su capital.

La composición del capital puede interpretarse en dos sentidos. Atendiendo al valor, la composición del capital depende de la proporción en que se divide en capital constante o valor de los medios de producción y capital variable o valor de la fuerza de trabajo, suma global de los salarios. Atendiendo a la materia, a su funcionamiento en el proceso de producción, los capitales se dividen siempre en medios de producción y fuerza viva de trabajo; esta composición se determina por la proporción existente entre la masa de los medios de producción empleados, de una parte, y de otra la cantidad de trabajo necesaria para su empleo. Llamaremos a la primera composición de valor y a la segunda composición técnica del capital. Media entre ambas una relación de mutua interdependencia. Para expresarla, doy a la composición de valor, en cuanto se halla determinada por la composición técnica y refleja los cambios operados, en ésta, el nombre de composición orgánica del capital”47

Ocurren la concentración y centralización del capital existente, que amplían y aceleran los cambios en la composición orgánica, haciendo que el capital aplicado en los medios de producción crezca en mayor proporción que aquél aplicado en la compra de la fuerza de trabajo. El trabajo es pues potenciado, o sea, se verifica un aumento de productividad social del trabajo: una cantidad menor de trabajo es capaz de crear una mayor cantidad de productos.

El grado social de productividad del trabajo se refleja en el volumen relativo de los medios de producción que el obrero convierte en producto durante cierto tiempo y con la misma tensión de la fuerza de trabajo (…) sea condición o efecto, el volumen creciente de los medios de producción, comparado con la fuerza de trabajo que absorben expresa siempre la productividad creciente del trabajo48.

Con eso se reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, ampliándose el tiempo de trabajo que es entregado gratuitamente al capitalista. Es el mundo de la plusvalía relativa.

Como las clases trabajadoras dentro del proceso productivo no son más que un modo de existencia del capital, el desarrollo de las fuerzas productivas sociales del trabajo aparece como fuerza productiva del capital, como propiedades inherentes a los medios de producción en tanto valores de uso, en tanto cosas. Esta apariencia se refuerza en la medida que en el capitalismo se observa un amplio desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo colectivo que no tiene comparación con épocas precedentes; aparecen, por lo tanto, como algo natural a la relación del capital. Por otro lado, las condiciones objetivas del trabajo asumen allí, debido al trabajo combinado socialmente, una forma modificada, como medios de producción concentrados. Este carácter social de las condiciones de trabajo (máquinas, edificios etc.) aparece como algo dado, independiente del trabajador, como si fuera organizado por el capitalista y fuera obra suya. Como el trabajo, en tanto creador de riqueza, pertenece al capital y apenas como esfuerzo individual pertenece al trabajador, el desarrollo de las fuerzas productivas sociales del trabajo y las condiciones sociales del trabajo se presentan como si fueran fruto del capital y no del trabajo. Esta forma alienada, aunque necesaria para la subsistencia del capitalismo, se refleja en la conciencia de los hombres, como si la riqueza proviniese del capital y no del trabajo. Lo que es consecuencia del incremento del trabajo colectivo aparece como algo inherente a las condiciones naturales de la producción; lo que es producto del trabajo aparece como producto del capital. Esta es la mistificación del capital49 inherente al proceso de trabajo como medio del proceso de valorización.

En el proceso social de producción, el trabajador no sólo produce mercancías, sino también capital. La fuerza de trabajo es consumida por el capitalista que la adquirió como medio de valorización de valores ya existentes, y al mismo tiempo, el componente vivo del capital consume los medios de producción, transformándolos en productos que tienen un valor superior al invertido inicialmente. Se tiene ahí el consumo productivo de la fuerza de trabajo; el trabajo productor de plusvalía. De este proceso resulta la vida de la clase capitalista, o sea, la plusvalía obtenida es empleada tanto como fondo de consumo individual del capitalista como para la adquisición de nuevas condiciones de producción necesarias para la continuidad ampliada del proceso productivo, como capital adicional (plusvalía capitalizada). O sea, el trabajador produce y reproduce el capital, produce y reproduce la clase capitalista que lo personifica, en fin, crea y recrea las condiciones de su propia dominación. Por lo tanto, la relación entre el trabajador y el producto de su trabaje es una relación entre el productor y un objeto ajeno, dotado de h. condición de ejercer poder sobre él. La objetivación del trabajo, de esta sustancia creadora de riqueza, en el producto, se convierte para el productor en esclavitud de sí mismo a los objetos creados pe r su trabajo. Pero la alienación del trabajador no sólo se expresa e n su relación con los productos del trabajo.

Hemos consideramos el acto de la enajenación de la actividad práctica humana, del trabajo, en dos aspectos: 1) La relación entre el obrero y el producto del trabajo, como objeto ajeno y dotado de poder sobre él. Esta relación es, al mismo tiempo, la que le coloca ante un mundo exterior sensible, ante los objetos de la naturaleza, como ante un mundo extraño y hostil. 2) La relación entre el trabajo y el acto de producción, dentro del trabajo. Esta relación es la que media entre el obrero y su propia actividad, como una actividad ajena y que no le pertenece, la actividad como pasividad, la fuerza como impotencia, la procreación como castración, la propia energía física y espiritual del trabajador, su vida personal –pues la vida no es otra cosa que actividad– como una actividad que se vuelve contra él mismo, independiente de él, que no le pertenece. La autoenajenación, como más arriba la enajenación de la cosa”50

La alienación se manifiesta en el propio acto de producción, en el trabajo. El trabajo aparece como algo externo al trabajador, como algo en que no se afirma, sino se niega a sí mismo; que lo mortifica. Sólo se siente libre cuando deja de trabajar. Su trabajo es un trabajo forzado, que:

no representa, por lo tanto, la satisfacción de una necesidad, sino que es, simplemente, un medio para satisfacer necesidades extrañas a él (…) la exterioridad del trabajo para el obrero se revela en el hecho de que no es algo propio, suyo, sino de otro, de que no le pertenece a él y de que él mismo, en el trabajo, no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a otro”51.

Contradictoriamente al proceso de alienación del trabajo, típico del proceso de producción del capital, el trabajador se encuentra en una situación más privilegiada que la del capitalista; éste encuentra ahí su satisfacción absoluta –la producción de plusvalía– mientras que el trabajador encuentra ahí las condiciones materiales que explican su rebeldía, ya que en este proceso son creadas las condiciones materiales de una nueva forma de producción social de riqueza, de “un proceso de vida social conformado de manera nueva, y con ello, de una nueva formación social”52.

La dominación del capital sobre el obrero es por consiguiente la de la cosa sobre el hombre, la del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, la del producto sobre el productor, ya que en realidad las mercancías, que se convierten en medios de dominación sobre los obreros (pero sólo como medios de dominación del capital mismo), no son sino meros resultados del proceso de producción, los productos del mismo. En la producción material, en el verdadero proceso de la vida social –pues esto es el proceso de la producción– se da exactamente la misma relación que en el terreno ideológico se presenta en la religión: la conversión del sujeto en el objeto y viceversa. Considerada históricamente, esta conversión aparece como el momento de transición necesario para imponer por la violencia, y a expensas de la mayoría, la creación de la riqueza en cuanto tal, es decir, el desarrollo inexorable de las fuerzas productivas del trabajo social, que es lo único que puede constituir la base material de una sociedad humana libre”53.

Esta aparente transformación de relaciones sociales en relaciones entre cosas es una inversión inherente y propia al proceso de producción y reproducción del capital; no depende de un acto de voluntad o de fuerzas externas sino de la mistificación que se levanta sobre una fuente creadora de valor que es el trabajo. Para que esta inversión se produzca, la propia dinámica de producción juega a su favor, ya que el trabajo aparece materializado en mercancías, y lo que predomina en esta apariencia es la forma material del objeto que es propiedad privada del capitalista. Ante los ojos aparecen las cosas y desaparece la tarea cumplida por el esfuerzo creados.

Vimos que las relaciones entre clases sociales se engendran contradictoriamente, en el ciclo del capital, al mismo tiempo que engendran las mistificaciones que las transfiguran en relaciones entre cosas, desprovistas de los antagonismos que las caracterizan. Aún podemos preguntarnos: ¿cuál es la influencia de la acumulación ampliada del capital sobre las clases trabajadoras?

Considerando el ciclo del capital en su conjunto, la acumulación o reproducción ampliada del capital no es más que un momento de continuidad de la producción. Parte de la plusvalía, extraída de las clases trabajadoras en la producción y realizada en la circulación a través de la venta de las mercancías producidas, se capitaliza convirtiéndose en capital adicional, reinvertido en el proceso productivo. Ese aumento de volumen de capital funciona como base para ampliar la escala de producción. Esa ampliación supone la incorporación de nuevos medios de producción y de nuevos trabajadores, o sea, la ampliación del proletariado

Así como la reproducción simple reproduce constantemente el propio régimen del capital, de un lado capitalistas y de otro obreros asalariados, la reproducción en escala ampliada, o sea, la acumulación, reproduce el régimen del capital en una escala superior, crea en uno de los polos más capitalistas o capitalistas más poderosos y en el otro más obreros asalariados (…). La acumulación del capital supone, por tanto, un aumento del proletariado”54.

Como el objetivo de la producción es la obtención de plusvalía, de la mayor lucratividad posible, al capitalista sólo le quedan dos alternativas: o aumentar la jornada de trabajo, haciendo crecer el tiempo de trabajo excedente materializado (plusvalía absoluta) o, manteniendo una jornada de trabajo determinada, aumentar la productividad del trabajo mediante el empleo de medios de producción más eficaces que permitan reducir el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de mercancías y aumentar, consecuentemente, el tiempo de trabajo excedente de la jornada de trabajo (plusvalía relativa). Esta última alternativa supone, necesariamente, un cambio en la composición orgánica del capital, o sea, un mayor empleo de capital constante en relación al capital variable.

La acumulación del capital implica la concentración de medios de producción y del poder de mando sobre el trabajo en manos de capitalistas individuales que compiten entre sí. Pero se expresa también en la expropiación de los capitalistas menores en un movimiento de atracción de capitales ya existentes, o sea, en un movimiento de centralización de capital55.

Al desarrollarse el proceso de acumulación, el incremento de la productividad del trabajo se convierte en su instrumento más poderoso. Ese aumento en la productividad del trabajo se expresa en el hecho que un capital dado requiere menos trabajo necesario para producir un mismo valor de cambio, o cantidades mayores de valor de uso. O sea: un mismo capital pone en movimiento más trabajo excedente y menos trabajo necesario. De esa forma, todos los métodos de potenciación de la fuerza de trabajo son métodos de incrementar la producción de plusvalía, elemento constitutivo de la acumulación. La ley del capital es crear trabajo excedente, lo que supone la mediación, del trabajo necesario como condición de extraer aquél. Su tendencia es crear la mayor cantidad posible de trabajo materializado, esto es, de valor, y al mismo tiempo, reducir a un mínimo el tiempo de trabajo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, ampliando el tiempo de trabajo excedente. El grado social de la productividad del trabajo se refleja en una disminución relativa de la masa de trabajo frente a la masa de los medios de producción que absorbe. Por lo tanto, a medida que progresa la acumulación, la tendencia es la reducción del capital invertido en la compra y venta de la fuerza de trabajo, en proporción al capital total empleado en la producción: no es una reducción absoluta, sino relativa al aumento del capital constante. Como la demanda de trabajo depende del capital variable y no del capital total, ése tiende a reducirse proporcionalmente al crecimiento del capital invertido en el conjunto del proceso productivo. Así, para que sea posible mantener a los trabajadores empleados y mantener el contingente de los activos, es necesario un ritmo cada vez más acelerado de acumulación de capital. Ese descenso relativo del capital variable se expresa como un crecimiento absoluto de la población trabajadora, más rápido que los medios de ocupación que el capital ofrece, dando origen a una superpoblación relativa frente a las necesidades medias del capital, o “ejército industrial de reserva”. Esa población sobrante posibilita que la producción capitalista pueda desarrollarse libre de limitaciones que se le puedan oponer al crecimiento natural de la población.

Por tanto, al producir la acumulación del capital, la población obrera produce también, en proporciones cada vez mayores, los medios de su propio exceso relativo. Es ésta una ley de población peculiar del régimen de producción capitalista, pues en realidad todo régimen histórico concreto de producción tiene sus leyes de población propias, leyes que rigen de un modo históricamente concreto”56.

Por lo tanto, cuando las clases trabajadoras hacen crecer la lucratividad de la clase cuando capitalista, contradictoriamente, reducen las posibilidades de obtener los medios de vida del conjunto de la población trabajadora, ya que en este mismo proceso en que crean riqueza para otros, crean también las condiciones para que se reproduzca una parcela de la población excesiva a las necesidades medias del capital, esto es, en proporción a la intensidad y extensión del proceso de acumulación.

Al mismo tiempo que el ejército industrial de reserva es un producto de la acumulación, es también una de las condiciones para que ésta se efectúe. La existencia de una superpoblación trabajadora disponible, independiente de los límites reales de crecimiento de la población, es condición fundamental para la vida del propio régimen del capital. Esto porque a medida que crece la fuerza expansiva del capital frente a la producción en gran escala, aumenta el ritmo de la acumulación, la transformación acelerada del producto excedente en nuevos medios de producción. La existencia de grandes masas de trabajadores disponibles para ser absorbidas, sin que la escala de producción en otras áreas sea afectada, es condición para que el proceso de acumulación ampliada se renueve. Esa masa de trabajadores es ofrecida a la industria dada la existencia de una población excesiva colocada a disposición, debido a métodos de producción que disminuyen proporcionalmente la cifra de trabajadores frente a la ampliación de la misma producción.

Constituye un ejército industrial de reserva, un contingente disponible, que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y mantuviese a sus expensas. Le brinda el material humano, dispuesto siempre para ser explotado a medida que lo reclamen sus necesidades variables de explotación e independiente, además, de los límites que pueda oponer al aumento real de la población”57.

El desarrollo de las fuerzas productivas sociales del trabajo permite al capitalista, con el mismo desembolso de capital variable, colocar en acción una cantidad mayor de trabajo, mediante una mayor explotación intensiva y extensiva de fuerzas de trabajo individuales. Ese exceso de trabajo de trabajadores activos tiene como contrapartida el ensanchamiento de las filas de los trabajadores de reserva, al mismo tiempo en que la presión de éstos sobre aquéllos los obliga a trabajar más y a someterse a las presiones del capital.

La existencia de un sector de la clase obrera condenado a la ociosidad forzada por el exceso de trabajo impuesto a la otra parte, se convierte en fuente de riqueza del capitalista individual y acelera al mismo tiempo la formación del ejército industrial de reserva, en una escala proporcional a los progresos de la acumulación social”58.

El crecimiento cíclico de la industria moderna, las necesidades de expansión y retracción del capital, funcionan como uno de los agentes más atractivos del ejército industrial de reserva.

El movimiento general de los salarios pasa a ser regulado, en términos generales, por las expansiones y contracciones de la población trabajadora sobrante, correspondiente a las alternativas periódicas del ciclo industrial: si durante las fases de expansión económica el ejército industrial de reserva ejerce una presión sobre los trabajadores activos, en los momentos de superproducción y crisis funciona como freno a sus exigencias. Actúa como una presión reductora de los salarios y favorecedora de la subordinación del ejército activo a las imposiciones del capital en su hambre insaciable de absorción de trabajo no pagado. Así, la existencia de superpoblación relativa es el telón de fondo a partir del cual se mueve la ley de la oferta y la demanda de trabajo, en condiciones absolutamente favorables al capital, en el régimen específicamente capitalista de la producción.

Esta población sobrante se presenta bajo diversas modalidades59. En los centros industriales modernos la producción algunas veces atrae un número mayor de trabajadores, otras veces los repele. El número de trabajadores empleados aumenta en términos generales, aunque en proporciones decrecientes respecto a la escala de la producción. La superpoblación existe en un estado fluctuante. Con el avance de la división técnica del trabajo dentro del proceso productivo, el capital tiende a absorber parcelas de las clases trabajadoras hasta entonces no integradas en la producción: jóvenes y mujeres especialmente.

El hecho de que el incremento natural de la masa trabajadora no sacie las necesidades de acumulación del capital, y a pesar de ello las rebase, es una contradicción inherente al propio proceso capitalista. El capital necesita grandes masas de obreros de edad temprana y masas menores de edad viril. Esta contradicción no es más escandalosa que la que supone quejarse de falta de brazos en un momento en que andan tirados por la calle miles de hombres porque la división del trabajo los encadena a una determinada rama industrial”60.

Con la intensificación del proceso de explotación del trabajo, la vida media del trabajador se reduce; el proceso de envejecimiento se acelera. Tales condiciones exigen una rápida reproducción de las generaciones trabajadoras.

Sin embargo la expansión de la acumulación del capital no es lineal: va abarcando progresivamente diversas ramas de la producción. Al alcanzar la agricultura, tiende a reducir la demanda de la población trabajadora rural, siendo que esta expulsión no es completada, como en la industria, dado un movimiento de nueva absorción. Una de las alternativas que se le presenta a la población es la migración para los centros urbanos. El flujo para las ciudades supone, en el campo, la existencia de una superpoblación latente constante.

También existen aquellos estratos de las clases trabajadoras del ejército activo que viven de un trabajo muy irregular. Es la llamada superpoblación intermitente, cuyo nivel de vida se encuentra debajo del promedio de las clases trabajadoras.

El pauperismo es el asilo de inválidos del ejército obrero activo y el peso muerto del ejército industrial de reserva. Su existencia va implícita en la existencia de la superpoblación relativa, su necesidad en su necesidad, y con ella constituye una de las condiciones de vida de la producción capitalista y del desarrollo de la riqueza. Figura entre los faux fraix de la producción capitalista”61

Finalmente, excluyendo al “lumpen proletariado”, se encuentra el estrato social de los trabajadores que viven en el pauperismo, constituida no sólo de personas capacitadas para el trabajo (cuya proporción aumenta en los períodos de crisis y se reduce en las fases de ‘euforia económica’), como también de huérfanos e hijos de pobres que son incorporados al ejército activo en los períodos de pico económico, y aún los viejos y las ‘víctimas de la gran industria’: viudas, mutilados, enfermos.

Es importante destacar que, mientras mayor es el crecimiento económico, o sea, la acumulación, también es mayor el contingente absoluto del proletariado y la capacidad productiva de su trabajo; y tanto mayor es el ejército industrial de reserva. Este crece al crecer la riqueza social

Cuanto mayores son la riqueza social, el capital en funciones, el volumen y la intensidad del crecimiento y mayores también, por tanto, la magnitud absoluta del proletariado y la capacidad productiva de su trabajo, tanto mayor es el ejército industrial de reserva. La fuerza de trabajo disponible se desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital. La magnitud relativa del ejército industrial crece, por consiguiente, a medida que crecen las potencias de la riqueza. Y cuanto mayor es este ejército de reserva en proporción al ejército obrero activo, más se extiende la masa de la superpoblación consolidada, cuya miseria se halla en razón inversa a los tormentos de su trabajo. Y finalmente, cuanto más crecen la miseria dentro de la clase obrera y el ejército de reserva, más crece también el pauperismo oficial. Tal es la ley general, absoluta, de la acumulación capitalista”62.

El capital mantiene siempre a la superpoblación relativa en proporción a sus necesidades de acumulación.

La reproducción ampliada del capital es acompañada no sólo de una reproducción ampliada de las relaciones de clase, en la medida que el proletariado absorbido por el capital se expande; sino que esta reproducción de la relación social es también una reproducción de los antagonismos de clase que tienden a profundizarse. La acumulación de la miseria es proporcional a la acumulación del capital.

La producción capitalista no es sólo reproducción de la relación; es su reproducción en una escala siempre creciente, y en la misma medida en que, con el modo de producción capitalista, se desarrolla la fuerza productiva social del trabajo, crece también frente al obrero la riqueza acumulada, como riqueza que lo domina, como capital (…) y en la misma proporción se desenvuelve por oposición su pobreza, indigencia y sujeción subjetivas”63.

En el mundo de las apariencias, esta realidad que aquí se busca develar presenta otra cara: para el capitalista el capital es una suma de medios materiales de producción que tiene el poder místico de generar más capital; el trabajo no pagado extraído de las clases trabajadoras, que es la fuente de riqueza del burgués y de la miseria del proletariado, aparece exclusivamente como trabajo pagado a través del salario. Para la clase capitalista la fuente de su lucro no proviene de la expropiación de la vida humana de las clases trabajadoras, sino de un mero mecanismo de mercado: comprar más barato y vender más caro. La fuente de su lucro en su conciencia adherida al capital, proviene de la circulación. El capital ampliado, expresado en un producto que es una mercancía, tiene que ir al mercado para que este valor valorizado se realice, transformándose nuevamente en dinero, que es la forma necesaria para reiniciarse el ciclo productivo. Este proceso que se expresa en un cambio meramente formal del valor capital es falsamente calificado como la fuente de la riqueza.

El límite mínimo del precio de venta de la mercancía producida es su precio de costo, lo que significa para el capitalista, lo necesario para reponer el capital invertido en !a producción: el valor de los medios de producción consumidos y el precio de la fuerza de trabajo. El precio de costo repone lo que la mercancía costó al capitalista, siendo medido por la inversión de capital. De esta forma, el costo capitalista no expresa todo el valor de la mercancía o el precio real de su costo, porque éste incluye, además de la reposición del capital adelantado, una parte del valor contenido en la mercancía, que no costó nada al capitalista –la plusvalía–, sino que costó al trabajador como trabajo no retribuido. En este sentido, el capitalista no piensa a partir del valor de la mercancía, sino desde su precio de costo; no piensa en términos de plusvalía sino de lucro. El lucro es la forma transfigurada de la plusvalía en la cual se encubre el secreto de su existencia y su origen: sin embargo es una de las formas en que la plusvalía se manifiesta64. Pero, si hasta aquí nos hemos referido fundamentalmente a la plusvalía, ¿qué es el lucro? La plusvalía considerada como el remanente del capital total invertido en la producción, asume la forma de lucro.

Así representada, como vástago del capital global desembolsado, la plusvalía reviste la forma transfigurada de ganancia (…). Por consiguiente, la ganancia (…) es lo mismo que la plusvalía, aunque bajo una forma mistificada, la cual responde, sin embargo, necesariamente, al régimen de producción capitalista (…). Al aparecer el precio de la fuerza de trabajo, en uno de los polos, bajo la forma transfigurada de salario, la plusvalía aparece en el otro polo bajo la forma transfigurada de ganancia”

La plusvalía o, en su caso, la ganancia, consiste precisamente en el remanente del valor de la mercancía sobre su precio de costo, es decir, en el remanente de la suma total de trabajo contenida en la mercancía después de cubrir la suma de trabajo retribuido que en ella se encierra”65

En tanto que la tasa de plusvalía o de explotación del trabajo es medida en relación al capital variable, o sea, es la relación entre trabajo pagado y no pagado, en la tasa de ganancia el trabajo no pagado es calculado en relación al capital total adelantado en la producción. En la tasa de plusvalía se evidencia la relación capital y trabajo; en la tasa de ganancia las diferentes “funciones” que cumple el capital invertido en los medios de producción y en la fuerza de trabajo se oscurecen, ya que se trata de considerar el capital total de manera indiferenciada; en consecuencia el capital aparece en una relación consigo mismo. Existe ahí la conciencia de que el nuevo valor es generado por el capital a lo largo del proceso de producción y circulación. Sin embargo, el modo como esto ocurre aparece mistificado como fruto de cualidades inherentes al propio capital. Pero, si la plusvalía nace en el proceso directo de producción, sólo se realiza en el proceso de circulación. El hecho de realizarse o no y el grado en que este valor excedente se realiza dependen de las condiciones del mercado, de la competencia, o sea, de la mutua especulación entre los capitalistas. En este sentido, la plusvalía o lucro ya no aparece como producto de la apropiación del tiempo de trabajo no pagado, sino como el remanente del precio de venta sobre el precio de costo. Como el capitalista identifica el precio de costo con el valor intrínseco de la mercancía, el lucro para él sólo puede provenir de la circulación.

El remanente de valor o plusvalía que se realiza al vender la mercancía es considerado por el capitalista, por tanto, como un remanente de su precio de venta sobre su valor y no como un remanente de su valor sobre su precio de costo, como si la plusvalía contenida en la mercancía no se realizase mediante su venta, sino que surgiese directamente de ella”66

No percibe que su lucro sólo puede originarse del hecho de poder vender algo por lo cual nada pagó. Esta apariencia, de que la plusvalía o lucro además de realizarse en la circulación brota directamente de ella, es realzada por lo menos por dos factores: el lucro obtenido en la venta depende de las coyunturas del mercado, además de la astucia y del conocimiento del capitalista; por otro lado, entra en juego, además del tiempo de producción, el tiempo de circulación, pues cuanto menor es el período en que la mercancía permanece en el mercado, o en otros términos, cuanto más rápida es la venta, mayor es la rotación del valor capital y mayor la acumulación.

Este proceso mistificador adquiere nuevos matices y se complica aún más al considerarse el lucro medio y los precios de producción67.

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4. La reproducción del capital y la totalidad de la vida social

Al finalizar estas primeras reflexiones, es importante destacar algunos aspectos ya explicitados en el transcurso de la exposición, pero que reunidos explicitan mejor la dimensión de totalidad del proceso de producción y reproducción de las relaciones sociales, o sea, cómo la reproducción del capital permea las varias “dimensiones” y expresiones de la vida en sociedad.

La producción y reproducción de la riqueza material, inseparable de la creación y recreación de las formas sociales de que se reviste, es un proceso eminentemente social. Es indisociable de las relaciones sociales que en la era del capital tienen como agentes fundamentales a los capitalistas y a los trabajadores asalariados, considerados no sólo individualmente, sino como representantes de clases sociales antagónicas68. El antagonismo de intereses que permea tales relaciones, independiente de las elaboraciones ideológicas que se hagan del mismo, es un hecho objetivo, dado por el carácter cada vez más social de la producción contrapuesto a la apropiación privada de los medios y de los productos del trabajo ajeno. En otros términos, la ley de la acumulación supone la acumulación de riqueza, monopolizada por una parte de la sociedad –la clase capitalista– inseparable de la acumulación de la miseria y de la pauperización de aquéllos que producen la riqueza como una riqueza ajena, como poder que los domina, en fin, como capital.

La reproducción ampliada del capital supone la recreación ampliada de las clases trabajadoras y del poder de la clase capitalista, y por lo tanto, una reproducción ampliada de la pobreza y de la riqueza y del antagonismo de intereses que permea tales relaciones de clase, lo cual se expresa en la lucha de clases.

En ese mismo proceso de reproducción de la dominación, son creadas las bases materiales para una nueva forma de organización de la sociedad. La sociedad capitalista, expresión histórica del desarrollo social, y por lo tanto, necesaria a la expansión de las fuerzas productivas del trabajo social, se encuentra en proceso de recreación y de negación. El mismo proceso que la recrea, reproduce sus antagonismos.

Desde el punto de vista de la población trabajadora, este proceso se expresa en una pauperización creciente en relación al crecimiento del capital. No se trata necesariamente de la pauperización absoluta sino relativa a la acumulación del capital, que toca la globalidad de la vida de las clases trabajadoras. La explotación se expresa tanto en las condiciones de salud, de trabajo, como en la degeneración moral e intelectual del trabajador; el tiempo libre del trabajador es cada vez menor, siendo absorbido por el capital en las horas extras de trabajo, en el trabajo nocturno que desorganiza la vida familiar. El período de la infancia se reduce por el ingreso precoz de menores a la actividad productiva. Las mujeres se convierten en trabajadoras productivas. Junto con la expansión de los equipos y máquinas modernas, crecen los accidentes de trabajo, las víctimas de la industria. El proceso de industrialización, al abarcar todo el cotidiano del obrero, lo transforma en un cotidiano de sufrimiento, de lucha por la sobrevivencia. Esta lucha por la sobrevivencia se expresa también en enfrentamientos con el capital en la búsqueda de reducir el proceso de explotación, con victorias parciales pero significativas de las clases trabajadoras, como la jornada de ocho horas de trabajo, la legislación laboral, el sindicalismo libre etc. La clase capitalista, celosa de sus intereses, cuida que las conquistas de las clases trabajadoras no afecten visceralmente la continuidad de la vida del capital

La ley de la acumulación capitalista, que se pretende mistificar convirtiéndola en una ley natural, no expresa, por tanto, más que una cosa: que su naturaleza excluye toda reducción del grado de explotación del trabajo o toda alza del precio de éste que pueda hacer peligrar seriamente la reproducción constante del régimen capitalista y la reproducción del capital sobre una escala cada vez más alta. Y forzosamente tiene que ser así, en un régimen de producción en que el obrero existe para las necesidades de explotación de los valores ya creados, en vez de existir la riqueza material para las necesidades del desarrollo del obrero”69.

Vemos, por tanto, que la reproducción de las relaciones sociales es reproducción de la dominación: reproducción ampliada del dominio de clase. Este es un proceso eminentemente político, donde las clases dominantes tienen en el Estado el instrumento privilegiado del ejercicio de su poder en el conjunto de la sociedad.

Pero, concomitantemente a la reproducción de la dominación, se recrean también las formas sociales mistificadas que encubren la explotación. Tienen como función presentar la desigualdad de clases como normal, como natural, destituida de conflictos y contradicciones. Estas formas ideológicas son las apariencias a través de las cuales las relaciones sociales antagónicas se manifiestan. La producción y reproducción de la ideología es fruto del mismo proceso en que se reproduce la riqueza social como capital y el trabajo como trabajo asalariado. Sin embargo, si las formas ideológicas encubren la explotación, no la eliminan: ambas son producto contradictorio del mismo proceso histórico, configurándolo como un “desarrollo histórico desigual”70. Las ideologías que se reproducen en la práctica cotidiana también son absorbidas por la “ciencia” o por los intelectuales “orgánicos” de las clases dominantes. Como sostiene Marx y Engels:

Las ideas (Gedanken) de la clase dominante, son en cada época, las ideas dominantes, esto es, la clase que es la fuerza material dominante, es al mismo tiempo, su fuerza espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios de producción materiales, tiene el mismo tiempo los medios de producción espiritual, lo que hace que a ella sean sometidas, al mismo tiempo y normalmente, las ideas de aquéllos a los que les faltan los medios de producción espiritual. Las ideas dominantes no son más que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; son por lo tanto la expresión de las relaciones que convierten a una clase en clase dominante; por lo tanto, las ideas de su dominación.

Los individuos que constituyen la clase dominante poseen, entre otras cosas, también conciencia y por eso, piensan; en la medida en que dominan como clase y determinan todo el ámbito de una época histórica es evidente que lo hagan en toda su extensión, y en consecuencia, entre otras cosas, dominen también como pensadores, como productores de ideas; que regulen la producción y distribución de ideas de su tiempo y que sus ideas sean, por ese mismo, las ideas dominantes de la época”71.

Debemos destacar que el proceso de producción capitalista no es sólo un proceso de reproducción de relaciones sociales, sino de producción de relaciones. En tanto las relaciones sociales se renuevan en algunas ramas productivas, la expansión de la acumulación va englobando nuevas ramas, provocando alteraciones substanciales en la manera de producir, o sea, en el proceso técnico de trabajo y en las relaciones sociales de producción, frente a la subsunción real del trabajo al capital. Sin embargo la expansión del capital no es lineal. Se verifica históricamente que el mismo movimiento de reproducción en el conjunto de la sociedad produce relaciones sociales de producción no capitalista, como medio de extracción de trabajo excedente por el capital. No se trata de mera sobrevivencia de relaciones propias de modos anteriores de organización de la sociedad, porque son redimensionadas en su significación histórica al subordinarse al movimiento expansionista del capital. Se trata de la producción capitalista de relaciones de producción no capitalistas72.

Al finalizar este capítulo, importa explicitar el razonamiento que orientó su elaboración. El esfuerzo efectuado buscó articular en la exposición, teoría y método. La explicitación de las nociones fundamentales que forman parte del universo analítico de la investigación es condición preliminar para el tratamiento teórico del tema en estudio. Se procuró rescatar y acentuar, a lo largo de la exposición realizada, algunos principios metodológicos del pensamiento de Marx, así como la dimensión propiamente sociológica de su reflexión, procurando enfrentar las lecturas corrientes, de cuño economicista, sobre el autor. Aunque de forma limitada, nos aventuramos en la búsqueda de explicitar las tensiones inherentes y específicas a las relaciones sociales que caracterizan a la sociedad del capital: la articulación indisoluble y contradictoria entre la esencia de esas relaciones sociales y su manifestación a través de las formas sociales, por medio de las cuales se expresan, ambas engendradas y recreadas en el proceso de la vida social. Acentuamos la tensión entre la apariencia de relaciones igualitarias, indispensable al intercambio de mercancías equivalentes expresada en la órbita de la circulación, y la desigualdad inherente a ese modo de producción y de vida, en donde el carácter cada vez más social del trabajo se contrapone a la apropiación privada de las condiciones y productos del mismo. Resaltamos también, cómo la “libertad” del trabajador, necesaria para el intercambio de su capacidad de trabajo como mercancía, se contrapone contradictoriamente a la reproducción de las condiciones de su dominación y de su miseria. O sea, procuramos explicitar cómo el propio proceso de explotación produce su legitimación. Ese descompás necesario al funcionamiento de la sociedad sólo puede ser superado a través de la práctica política.

La fuerza de trabajo en acción, siendo la sustancia que produce la riqueza, la produce como riqueza para otros. Así, el trabajo se torna para el trabajador como algo que le es extraño, que lo mortifica y en el cual se aliena, pero a través del cual también son gestadas las condiciones de su efectiva liberación. La propia organización del proceso de producción, entendido como unidad contradictoria de producción, circulación, intercambio y consumo, viabiliza las ilusiones que le confieren a la circulación la calidad de creadora del plusvalor, independiente de la producción. Por otro lado, la mística de la forma salario encubre, al mismo tiempo que permite su desvelamiento, la relación entre el trabajo pagado y no pagado del trabajador. Esas mistificaciones afectan no sólo a los capitalistas sino también a las clases trabajadoras.

Esos, entre otros, fueron algunos de los aspectos que se buscó acentuar, descartando la perspectiva analítica que, en detrimento de la aprehensión del movimiento contradictorio de la totalidad concreta, encuadra la realidad en niveles analíticos, económicos, políticos o ideológicos. En fin, se intentó dar algunos pasos, a pesar de limitados, en el sentido de captar el desarrollo desigual entre las representaciones y la realidad sustancial de los fenómenos, resaltando las mediaciones necesarias a la expresión de las contradicciones y las determinaciones del proceso social en su totalidad.

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NOTAS:

1 Esta concepción está presente en el conjunto de las obras de Marx. Ver especialmente: Karl Marx: El Capital. Crítica de la Economía política. 2 ed., 21a reimpresión. México, FCE, 1990; El Capital, Libro I. Capítulo VI – (Inédito). Bs. As., Siglo XXI, 1973; “Trabalho assalariado e capital” en Textos 3, p. 60-93. São Paulo, Sociais, 1977.
2 Karl Marx y Friedrich Engels: “Trabalho assalariado e capital”, en Textos 3, p. 69. São Paulo, Sociais, 1977.
3 Friedrich Engels en Marx y Engels: Textos 3. São Paulo, Ed. Sociais, 1977, p. 311.
4 Karl Marx, El Capital, ed. cit., t. III, 1990, p. 754.
5 Karl Marx, El Capital. Libro I. Capítulo VI – (Inédito). Buenos Aires, Siglo XXI, 1973: pp. 3-4; nota 3.
6 Karl Marx: El Capital, ed. cit., T. I, p. 3. Pero, es sólo bajo la hegemonía del capital industrial que la mercancía se transforma en forma general y necesaria, no sólo de los productos del trabajo, sino también de las condiciones de producción (medios de producción, fuerza de trabajo); el mundo de la mercancía abarca la propia fuerza de trabajo, que pasa a encontrarse en el mercado para ser comprada, y vendida, dotada de su calidad específica de ser una mercancía cuyo valor de uso posee la virtud particular de ser fuente de valor, de modo que consumirla significa realizar trabajo, y en ese sentido, crear valor.
Esta parte del texto está basada fundamentalmente en Karl Marx: El Capital, ed. cit., T. I, pp. 3-47, partimos de la mercancía simple, porque ésta es la premisa básica para que los productos ingresen en el ciclo del capital.
7 Karl Marx: El Capital, ed. cit., T, I. 1990, p. 4
8 Karl Marx: El Capital, ed. cit., T. I, 1990, p. 7
9 Karl Marx, El Capital, ed. cit., T. I, 1990, p. 48.
10 Karl Marx, El Capital, ed. cit., T. I, 1990, p. 39
11 Karl Marx, El Capital, ed. cit., T. I, 1990, p. 38.
12 Karl Marx, T. I, p. 37. Para esta nota se utilizó la traducción brasileña de El Capital (O Capital. Crítica da Economia política. 3.ra ed., Libro I, Tomo 1. Trad. Reginaldo Sant’Anna. Rio de Janeiro, Civilização Brasileira, 1975.
13 Karl Marx: “Trabalho assalariado e capital”, ed. cit., 1977, p. 70.
14 Nuestra intención es desarrollar conceptualmente esta afirmación inicial. El desarrollo del razonamiento seguido aquí se basa principalmente en Karl Marx: El Capital. Libro I. Capítulo VI – (Inédito), ed. cit., 1973, pp. 4-101.
15 Karl Marx: Ídem, 1973, p. 33
16 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I, p. 164
17 Karl Marx: Ídem., pp. 180-181
18 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I, pp. 145-146.
19 Karl Marx: Ídem., p. 121.
20 Karl Marx: Ídem., p. 122.
21 Según Marx, el valor de la fuerza de trabajo es determinado como el de cualquier otra mercancía, o sea, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, incluyendo su reproducción. Como la fuerza de trabajo no existe separada del individuo, su producción corresponde a la producción y reproducción del trabajador. En este sentido, el valor de la fuerza de trabajo equivale al tiempo de trabajo necesario para la producción de los medios de subsistencia indispensables para la satisfacción de necesidades básicas del trabajador y de su familia (alimentación, educación, habitación etc.). Incluye la reproducción de la prole del trabajador, pues para que la fuerza de trabajo se renueve continuamente en el mercado como mercancía, es necesario que su vendedor se perpetúe a través de la procreación. El mínimo vital para atender las necesidades básicas y el modo de satisfacerlas varía de acuerdo con el nivel de cultura de un país y con los hábitos, condiciones y exigencias de las clases trabajadoras. El valor de la fuerza de trabajo contiene un dato histórico-moral, siendo un factor fijo en una época y país determinado; (resumen libre). Ver: Karl Marx, El Capital, ed. cit., 1990, T. I, pp. 124-125.
22 Karl Marx: Ídem., p. 133. Esta es la característica de cualquier proceso de trabajo considerado en sus elementos generales.
23 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I, pp. 268-269.
24 Karl Marx: Ídem.: p. 137.
25 Karl Marx, El Capital. Libro I. Capítulo VI – (Inédito). ed. cit., 1973, p. 16.
26 Karl Marx, Trabalho assalariado e capital”, ed. cit., 1977, p. 70.
27 Karl Marx, El Capital. Libro I. Capítulo VI – (Inédito), 1973, p. 24
28 Karl Marx, Idem., p. 17
29 Karl Marx: Ídem., p. 19
30 Sobre la mercancía producto del capital, ver Karl Marx: El Capital. Libro I. Capítulo VI – (Inédito), ed. cit., cap. III –“Las Mercancías como producto del capital”, 1973 y también El Capital, ed. cit., 1990, T. II – Sección I, “Las Metamorfosis del capital y su ciclo”, especialmente el ciclo del capital dinero y del capital mercancía.
31 Sobre el ciclo del Capital, ver Karl Marx: El Capital., T. II, 1990, pp. 27-135.
32 “Por consiguiente, todo proceso social de producción considerado en sus constantes vínculos y en el flujo ininterrumpido de su renovación es, al mismo tiempo, un proceso de reproducción”. Karl Marx: El Capital, T. I, ed. cit., 1990, p. 476
33 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I, p. 480.
34 Karl Marx:Manuscritos económico-filosóficos de 1848”, en K. Marx y F. Engels: Manuscritos económicos varios. Barcelona, Grijalbo, 1975, p. 63.
35 Karl Marx: El Capital, ed. cit..,1990, T. I, p. 449. En nota de pie de página el autor también destaca que: “el trabajo, medida exclusiva del valor (…) fuente de toda riqueza, no es una mercancía”.
36 Karl Marx: El Capital, ed. cit..,1990, T. I, p. 477
37 Karl Marx: Idem, 1990, T. I, pp. 452-454.
38 Karl Marx: Idem, 1990, T. I, p. 461.
39 Véase Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I; cap. XXI
40 Karl Marx: El Capital. Libro I. Capítulo VI – (Inédito). Buenos Aires, Siglo XXI, 1973, p. 105
41 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I, p. 483.

42 Karl Marx: Ídem, p. 482

43 Karl Marx: El Capital. ed. cit., 1990, T. I, p. 481
44 Karl Marx: Ídem., p. 482
45 Karl Marx, El Capital. Libro I. Capítulo VI – (Inédito). Buenos Aires, Siglo XXI, 1973, pp. 35-36
46 Karl Marx: Ídem., 1973, pp. 37-38
47 Karl Marx: El Capital, 1990, T. I, p. 517.
48 Karl Marx: Ídem., p. 525.
49 Sobre la mistificación del capital, ver Karl Marx: El Capital. Libro I. Capítulo VI – (Inédito), ed. cit., 1973, pp. 93-101.
50 Karl Marx: “Manuscritos económico-filosóficos de 1848”. En K. Marx y F. Engels: Manuscritos económicos varios, ed. cit., p. 66.
51 Karl Marx: Ídem., 1975, pp. 65-66
52 Karl Marx: El Capital. Libro I. Capítulo VI – (Inédito), ed. cit., 1973, pp. 19-109
53 Karl Marx: Ídem., 1973, p. 19
54 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I, p. 518
55 Sobre la concentración y centralización del capital, ver Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I, capítulo XXIII, pp. 528-532.
56 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I, p. 534
57 Karl Marx: Idem, 1990, T. I, p. 535.
58 Karl Marx: Idem, 1990, T. I, pp. 538-539
59 Sobre las modalidades de la superpoblación trabajadora, que aquí mencionaremos de modo sucinto, ver Karl Marx: Ídem, 1990, T. I, Capítulo XXIII, Apartado 4, pp. 543-549
60 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I, pp. 543
61 Karl Marx: Idem, 1990, T. I, pp. 545-546.
62 Karl Marx: Idem, 1990, T. I, pp. 546.
63 Karl Marx: El Capital. Libro I. Capítulo VI – (Inédito), ed. cit., 1973, pp.103
64 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. III, p. 63
65 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. III, p. 53 y p. 58
66 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. III, p. 54.
67 Ver Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. III, pp. 150-212
68 Es necesario aclarar que aunque la reflexión expresada en esta primera parte se ha centrado en torno del capital y del trabajo asalariado, eso no significa un desconocimiento de la importancia de la propiedad privada de la tierra y de la clase de los propietarios de la tierra que se apropian de parte de la plusvalía socialmente generada, bajo la forma de renta de la tierra. Centrar el análisis en torno del capital como relación burguesa de producción tiene sus justificaciones. En primer lugar, por ser la relación determinante de la actual forma de organización social de la producción, a partir de la cual las demás adquieren inteligibilidad. Su comprensión desvela la producción y extracción de la plusvalía que constituye el motor y la finalidad básica de la producción en esta fase histórica. La renta de la tierra no es más que otra forma transfigurada de expresarse la plusvalía, que como el lucro, tiene sus características específicas. En segundo lugar, como el propósito de esta exposición es subsidiar la discusión de la profesión de Servicio Social, situándola en el proceso de reproducción, ésta se nos presenta como siendo un fenómeno típicamente urbano-industrial. Aunque esto no elimine la importancia de la comprensión de la clase de los propietarios de la tierra, especialmente en relación a la realidad latinoamericana, no se trata de una condición indispensable para la fundamentación de las hipótesis de trabajo referentes a la inserción de la profesión en el movimiento contradictorio de la vida social. Dentro de las limitaciones del presente trabajo, creemos que las precisiones realizadas son suficientes (aunque no exhaustivas) para nuestros propósitos.
69 Karl Marx: El Capital, ed. cit., 1990, T. I, p. 524.
70 Esta noción de desarrollo histórico desigual así comprendida, es tratada por Marx y desarrollada por José de Souza Martins en el conjunto de sus trabajos, según la indicación bibliográfica.
71 Karl Marx: “Trabalho assalariado e capital”. En Marx y Engels. Textos 3. São Paulo, Sociais, 1977, pp. 72.
72 No se puede encarar a las relaciones como la esclavitud, la producción mercantil simple, el “colonato” etc., como excrecencias del capitalismo, sino como maneras históricamente específicas de reproducción del capital. Sobre esta cuestión ver el trabajo original de José de Souza Martins: O cativeiro da terra. São Paulo, Livraria Ed. Ciencias Sociais Humanas, 1979.

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