Editorial de la Unión Palestina en América Latina – UPAL
En los últimos días algunos celebraron la votación de la Asamblea General de la ONU, donde 142 Estados respaldaron a la llamada “Autoridad Nacional Palestina”. Se presentó como un triunfo diplomático, pero una lectura crítica revela otra realidad: no se trata de un paso hacia adelante, sino de la repetición de mecanismos antiguos que nunca lograron poner fin a la ocupación ni garantizar la dignidad nacional.
Ya 148 países habían reconocido a Palestina. ¿Qué aporta entonces esta resolución? Poco o nada, salvo revivir la lógica de Oslo con condiciones degradantes: un Estado sin armas, sin derecho a la resistencia, con una memoria reescrita y con una vida política amputada que excluye a parte de su pueblo. Lo más grave es el juego de las palabras: describir lo que ocurre en Gaza como un “conflicto interno” es una falsificación deliberada que absuelve al agresor y oculta la realidad de una agresión ocupante, desigual, que persigue el despojo y el borrado.
Palestina no necesita “reconocimientos condicionados” ni fórmulas que venden ilusiones diplomáticas. Necesita justicia auténtica, protección para su población civil y respeto pleno a su soberanía, a su derecho al retorno y a la autodeterminación. Y recordemos que la UNRWA, con más de setenta años de existencia, no es una iniciativa reciente, sino un testimonio vivo de que la tragedia de los refugiados continúa y de que la comunidad internacional sigue en deuda.
Estamos ante un momento decisivo: o el mundo asume de una vez que los palestinos son un pueblo que merece libertad y soberanía, o seguirá consolidando ficciones que profundizan la división y prolongan la humillación. El verdadero reconocimiento no se mide en votos, sino en acciones que pongan fin a la ocupación y devuelvan al pueblo palestino todos sus derechos.
Unión Palestina en América Latina – UPAL