Por motivo de los acontecimientos de esta última semana en Siria, hablamos Pablo Sapag (Madrid, 1969), Profesor Titular de la Universidad Complutense de Madrid y autor de Siria en perspectiva (Ediciones Complutense). Sapag analiza en esta entrevista la situación actual del conflicto sirio, marcada por las últimas ofensivas en el norte del país y el papel de los actores regionales e internacionales. Con una mirada crítica y en profundidad, ofrece claves para entender cómo Siria sigue siendo un epicentro donde se entrelazan intereses geopolíticos, enfrentamientos locales y crisis humanitarias que impactan más allá de sus fronteras.
La toma de Damasco por parte Hayat Tahrir al-Shamy y la huida del presidente Bashar Al Assad vuelven a poner a Siria en boca de todos. ¿Cuál es la situación actual en Siria?
Entre disparos, saqueos de algunos edificios públicos y la salida de miles de presos de todo tipo de varias cárceles de Damasco y el resto del país, desde primeras horas del domingo 8 de diciembre el colapso del Estado y del Gobierno sirios es total. Del primero no se sabe bien dónde está su máximo representante –posiblemente en el extranjero, tal vez Rusia-, un Presidente Bashar el Asad extrañamente desaparecido y silente desde hace más de diez días. El gobierno, mientras, liderado por el primer ministro Mohammed al Jalali, ofrece entregar un poder ejecutivo que ya no tiene. El guante lo ha recogido Mohammed al Joulani, líder de la organización protagonista de buena parte de estos hechos. Se trata de Hayat Tahrir al Sham (HTS). Desde 2014 y hasta la fecha dicha organización está clasificada inequívocamente como terrorista por el Consejo de Seguridad de la ONU, EE UU y la Unión Europea.
El pasado pasado 27 de noviembre el grupo inició desde la noroccidental provincia de Idlib un ataque relámpago hacia el este, el norte y el sur. Como resultado de esos ataques apoyados desde el exterior y en el que también participan efectivos procedentes de países como Uzbekistán, Tayikistán, Turquía, China y varios países occidentales, las ciudades de Alepo y Hama fueron rápidamente ocupadas por esos grupos. Otras localidades de las gobernaciones de Alepo, Hama, Idlib y Homs también han sido tomadas por esos mismos grupos, incluida la ciudad de Homs. En el sur de Siria otros grupos vinculados a la oposición interna extraparlamentaria, armados o no, se han reactivado a tenor de los acontecimientos en el norte y el centro del país. Es el caso de Deraa, Sweida y Quneitra. La crisis armada también se ha extendido a las nororientales provincias de Al Hasakeh y Deir er Zhur, donde hay presencia ilegal de fuerzas militares de Estados Unidos apoyando a una milicia kurda a la que antes de su total hundimiento el Gobierno sirio cedió el control de localidades, barrios de ciudades e instalaciones militares y administrativas. Más o menos al margen, aunque no se sabe por cuánto tiempo, han quedado las dos provincias de la costa, Latakia y Tartus, granero de parte de la oficialidad de las Fuerzas Armadas y región de origen de Asad y sus principales colaboradores de confesión alauita en un régimen estatal y un gobierno que, sin embargo, hasta ahora han tenido siempre representantes de todas las confesiones, empezando por los suníes, que por razones demográficas obvias siempre han ocupado la mayoría de los cargos en casi todas las instituciones.
Cerca dos millones de personas de distintas etnias y confesiones religiosas han huido de sus hogares desde el 27 de noviembre, con las fronteras cerradas, buscando refugio en otras zonas de la República Árabe Siria. En ellas ya se atendía a cientos de miles de desplazados del Líbano a consecuencia de la invasión y bombardeos israelíes de los dos últimos meses. Unos y otros se han sumado al medio millón de refugiados palestinos acogidos en Siria desde la creación por el Reino Unido de la entidad germano-sionista de Israel y tras las sucesivas y periódicas crisis que asuelan a la región desde la penetración europea en la misma y de manera continuada desde mediados del siglo XIX.
Además de consideraciones políticas, diplomáticas y militares de tipo estratégico y táctico no explicitadas, los sorprendentes y apresurados repliegues del Ejército Árabe Sirio en varios frentes sin apenas ofrecer resistencia también pueden tener que ver con otros factores. Los centenares de miles de muertos entre 2011 y 2018 entre las filas del Ejército Árabe Sirio y fuerzas auxiliares, como la desmovilizada hace tiempo Defensa Nacional; los cientos de miles de mutilados y la salida del país de millones de varones en edad de cumplir con el servicio militar dejaron al Ejército regular sirio sin apenas masa de maniobra de infantería para enfrentar a una fuerza en el norte muy superior y a la permanente amenaza israelí en el suroeste del país. A ello hay que añadir el desgaste de un material no renovado por las carencias económicas producto de las medidas coercitivas unilaterales que la Unión Europea y EEUU impusieron a Siria hace más de diez años, las mismas que han empobrecido a la población hasta extremos insospechados, impulsando de paso la corrupción sin límites, la desidia y la desmotivación a todos los niveles. Posiblemente, también deserciones, abandonos y más de alguna deslealtad de graves consecuencias operativas, tanto en el plano militar como en el comunicacional, en este último caso manifestado con mensajes erráticos, contradictorios y sin apenas apoyo visual. Todo ello ha jugado a favor de la en tiempo y forma muy bien planificada operación de HTS y sus patronos y apoyos estatales exteriores. Esta combinación de factores podría explicar, en parte, la falta de reacción del Ejército Árabe Sirio y la facilidad con la que grupos bien pertrechados y apoyados estratégica, táctica y logísticamente desde el exterior han avanzado tan rápido por casi toda la geografía siria hasta hacerse con el control de Damasco. Ello en medio de una extraña, no aclarada y prolongada desaparición pública de Bashar Al Asad, que al igual que sus ancestros en posiciones de liderazgo, como su padre o su bisabuelo, hasta ahora nunca había rehuido de manera tan ostensible las muchas situaciones críticas que enfrentó a lo largo de sus 23 años y medio al frente de la República Árabe Siria.
¿Qué agentes, tanto regionales como como globales, participan en el conflicto y en la guerra? ¿Cuáles son los motivos políticos del conflicto? ¿Por qué intereses luchan estos actores?
Desde 2011 en Siria han actuado actores regionales y globales con distintas agendas dependientes de sus intereses políticos y económicos. En la actualidad y entre los primeros, hay que desatacar a Turquía, Qatar, Israel e Irán. Desde siempre y más aún desde la llegada al poder del islamista y neotomano presidente Recep Tayip Erdogan, Turquía tiene ambiciones territoriales en el norte de Siria. Tiene también el interés de mantener a raya a los kurdos a uno y a otro lado de la frontera. Desde el punto de vista ideológico, y como miembro de la Hermandad Musulmana que es, Erdogan ambiciona islamizar un país multiconfesional como Siria, para lo que cuenta con el apoyo de la única minoría realmente existente en Siria, la política que desde la Independencia ambiciona confesionalizar el Estado. En esto coincide también con la monarquía absoluta de Qatar, cuya ideología se inspira en el arabismo islamizado propagado, entre otros, por el difunto líder religioso Jusuf Al Qaradawi. Una ideología contraria a los aconfesionales nacionalismos social sirio y panarabista clásico y que Qatar proyecta a través de la señal en árabe de su poderoso brazo propagandístico, la cadena de televisión Al Jazeera. La extensión de este modelo a otros países es clave para que Qatar pueda consumar sus ambiciones de convertirse en potencia regional imprescindible y desplazar como mediador a otros actores, como Arabia Saudí, por ejemplo. Todo ello pese a su minúsculo tamaño, su régimen autocrático, su muy pequeña población local dependiente para todo de extranjeros, cuyas condiciones de vida varían mucho según de donde provengan, y los recursos interminables del gas y el petróleo. Hidrocarburos que ha querido sacar hacia el Mediterráneo a través de una Siria cuya política en la materia ha consistido hasta ahora en no ser país de paso de un solo proveedor, como le imponía Doha.
Otro actor regional relevante, en este caso a favor del Gobierno y del Estado sirios ha sido Irán. La relación entre Damasco y Teherán se remonta a principios de la década de 1980 cuando ambos tenían como enemigo común al expansionista y pro estadounidense Iraq de Saddam Hussein. Con el tiempo, esa relación se desarrolló en distintos ámbitos, por ejemplo, en relación al Líbano, clave para la seguridad de Siria frente a Israel y, para una potencia biregional como Irán, plataforma de proyección hacia el Mediterráneo a través de la mayoría de población chií del Líbano. Por cierto, en Siria los chiíes apenas suman el 3% de la población y la combinación de estos con manifestaciones religiosas más o menos vinculadas al chiísmo, como alauitas o ismailíes no llega al 17%. Es decir, esa relación se ha sustentado en intereses de Estado y no religiosos, proyectándose también en los ámbitos comercial y empresarial.
Respecto a las potencias globales, EE UU sabe que su gran rival internacional desde hace un tiempo y para las próximas décadas es China, que puede volverse aún más poderosa si el mundo deja de ser unipolar y se convierte en multipolar, que es lo que está ocurriendo con la evidente recuperación de Rusia y su condición de gran potencia. Dada la presencia rusa y china en Siria, los vínculos de Damasco con Teherán y la hasta ahora resistencia de Siria frente a un Israel que es el gran aliado de Washington en la región, resulta evidente su interés es destruir o debilitar Siria lo máximo posible. Hay otros factores, como la histórica resistencia de Siria a abrir sus mercados a las empresas multinacionales estadounidenses debido a su voluntad de desarrollar la industria propia a partir del mercado interior.
En el caso de Israel, el multilateralismo representa una peligrosa amenaza porque su siempre precaria posición en la región como único estado confesional de la misma hasta ahora ha dependido de EE UU, el Reino Unido, Francia, Alemania y otros miembros del Occidente colectivo cada vez menos influyentes. Si otros actores como Rusia o China también y cada vez más deciden, Israel ya no lo tendrá tan fácil como hasta ahora. Al tiempo, si en la región se imponen otros estados o seudoestados confesionales, el proyecto sionista obtendrá una gran legitimación ideológica para compensar su permanente debilidad demográfica y territorial. Varios de los estados implicados en la actual desestabilización de Siria comparten ese objetivo.
En cuanto a Rusia, intervino en Siria en 2015 por petición del Estado sirio, de acuerdo a lo establecido en el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas. Como todos los demás, lo ha hecho por intereses materiales, pero también y de manera secundaria por vínculos históricos y culturales con Siria. Los intereses tienen que ver con la conservación de la base de mantenimiento naval que tiene en el puerto sirio de Tartus desde 1971 y desde 2015 la aérea de Hamaimim, en Latakia; su condición de proveedor de material militar a Siria desde 1958; la voluntad de evitar que regresen a Rusia los miles de yihadistas de ese país y otros próximos que han ido a Siria y el temor de que un cambio abrupto de Gobierno en Damasco abriera ese país a los gasoductos de Qatar para salir al Mediterráneo y abastecer al mercado europeo de gas, hasta ahora dependiente del gas ruso. En cuanto a los lazos históricos y culturales, la mayoría de los cristianos sirios son ortodoxos de rito griego, como los rusos. Fueron misioneros sirios los que llevaron el cristianismo ortodoxo a Rusia en los siglos IV y IX. Rusia llegó a tener decenas de escuelas en Siria, Líbano y Palestina a finales del siglo XIX para los cristianos ortodoxos sirios. Esos vínculos son muy importantes y junto a los intereses materiales y geopolíticos explican el papel de Rusia en Siria. En todo caso, Rusia actúa como potencia global por lo que sus intereses, como ha quedado totalmente claro estos días, no siempre se alinean con los de la República Árabe Siria y su Gobierno. Dado el conflicto en Ucrania, Rusia tiene servidumbres respecto a Turquía, por ejemplo en relación al acceso al Mar Negro y al Mediterráneo. Con Israel mantiene excelentes relaciones, en parte por el creciente peso de los sionistas rusos en Israel y su gobierno. Ello puede explicar ciertas posiciones rusas en la crisis actual, en las que se preveía un apoyo más contundente que nunca llegó, más bien todo lo contrario.
Los kurdos han desempeñado un papel clave en el conflicto sirio, tanto en la lucha contra el Estado Islámico como en la administración de territorios que han tomado en el norte del país. ¿Cuál es la situación actual de los kurdos en Siria y cómo influyen en la dinámica del conflicto?
Hay que distinguir, ya que los kurdos de Siria no son ni mucho menos un bloque homogéneo. La mayoría de los kurdos de Siria jamás han planteado un cambio del régimen político del Estado con el que ha contado Siria desde su Independencia en 1946. Los kurdos se integraron mayoritariamente a ese Estado que siempre les protegió de Turquía. Viven tantos o más kurdos en Damasco, Alepo y otras ciudades sirias que en el norte del país. Desde la Independencia, Siria ha tenido dos presidentes de origen kurdo, dos primeros ministros, varios ministros a cargo de carteras relevantes; el Partido Comunista de Siria ha sido históricamente dirigido por un kurdo sirio; en el Parlamento sirio siempre ha habido diputados de etnia kurda y varios dirigentes religiosos del más alto nivel, tanto de ámbito ministerial como teológico. Ibrahim Hanano es un héroe de la resistencia frente a los turcos primero y los también imperialistas franceses, después. Tiene calles y estatuas en toda Siria. Era étnicamente kurdo, como Saladino, que no es un héroe kurdo o musulmán, sino árabe y sirio frente a unos cruzados europeos que tanto como combatir al islam quisieron acabar con las iglesias cristianas orientales nacidas en Siria. Los restos de Saladino descansan en Damasco, hoy junto a los del clérigo Mohammed Said Ramadán al Buti, uno de los mayores teólogos suníes de las últimas décadas. Fue asesinado en 2013 por defender el carácter multiconfesional de Siria y la separación estricta entre religión y política. Era un kurdo sirio.
Luego están algunos grupos de kurdos del norte de Siria que al principio de la crisis entendieron que la necesidad del Estado de combatir en varios frentes sin descuidar el flanco que tiene abierto desde 1948 con Israel era una oportunidad para ellos. Crearon milicias que se repartieron con las fuerzas del Estado el control de la seguridad en ciudades como Qamishli y Hasaka, algo que hemos vuelto a ver ahora. Esa colaboración les permitió lograr una histórica reivindicación: la de que el Estado otorgara nacionalidad siria a 300 mil kurdos de origen no sirio que al carecer de documentación tenían serios problemas para estudiar, o realizar otras actividades cotidianas. Luego algunos de esos grupos pactaron con EEUU, que usando la excusa de combatir a un Estado Islámico, que jamás hubiese existido si EE UU no hubiese invadido Iraq, ocupó ilegalmente algunas zonas del noreste de Siria. Esa alianza les hizo creer a algunos de esos grupos kurdos que antes o después EE UU lograría para ellos una zona autónoma como la del norte de Iraq, algo complejo de realizar en Siria tanto por la trayectoria de apoyo y compromiso con el Estado de la mayoría de los kurdos de Siria como por el hecho de que los kurdos del norte están dispersos y viven entre árabes, siriacos, armenios y otros grupos que a diferencia de ellos no son musulmanes suníes. La presión de algunos grupos kurdos de la propia Turquía también influyó en la acción de esos grupos.
Ahora habrá que ver cómo transcurren las cosas y las relaciones interétnicas e interconfesionales en el inmenso cantón de facto del noreste de Siria tutelado por EEUU que podría consolidarse en el tiempo, una zona en la que las tribus árabes son muy fuertes y tienen presencia transfronteriza en Iraq. Por no hablar de cómo serán las relaciones con el resto de Siria u otro posible cantón o pseudo estado de facto del norte y centro de Siria con capital en Alepo y tutelado por la Turquía islamista y neotomana de Erdogan. Como resulta evidente, la cuestión de los kurdos trasciende con mucho a Siria.
¿Cuál es la conexión de la guerra de Siria con otros conflictos que se están librando a nivel regional y mundial?
No cabe la menor duda de que esta operación, inicialmente de propaganda armada de unos y otros pero ante la aparentemente insospechada evolución de los acontecimientos, algo mucho más relevante, ha coincidido con otros hechos regionales y globales que en un país como Siria tienen una enorme repercusión. Es evidente que, entre otras cosas, se pretendía desviar la atención de la retirada sionista del Líbano, donde Israel no logró su objetivo de destruir Hezbolá ni de llegar al río Litani. El mismo día que entró en vigor el alto el fuego, lo que en Tel Aviv se califica de claudicación, los aviones sionistas bombardearon dos pasos fronterizos entre Siria y Líbano. Ello evitaba a Siria poder contar con cualquier apoyo inmediato de Hezbolá y de paso retraía la atención del norte del país. Entonces se produjo el avance de Hayat Tahrir al Sham y otros hechos en los que en el noreste de Siria se vieron envueltas las fuerzas de ocupación estadounidenses y su milicia kurda aliada. El interés israelí coincidió temporalmente con el de Turquía, que ha aprovechado el debilitamiento de Siria como consecuencia de las medidas económicas coercitivas que le impusieron hace más de una década EE UU y la UE, pero también el castigo aéreo israelí de 14 meses por no distanciarse de la operación palestina del 7 de octubre de 2023. Aparentemente esa operación emerge ahora como un desastre estratégico, que además de suponer la muerte de decenas de miles de palestinos, libaneses y sirios ha debilitado al Líbano hasta límites nunca vistos y ha servido para que estemos ante la muy posible fragmentación de la República Árabe Siria, de manera bastante aproximada a la partición diseñada e impuesta por los franceses en 1920. Al margen del Frente Popular para la Liberación de Palestina y alguna otra organización, la poca visión y coordinación estratégica demostrada históricamente por otras fuerzas políticas palestinas arroja como resultado no los pretendidos dos estados de Oslo, sino una pléyade de seudoestados, estados fallidos e intervenidos o mancomunidades de municipios con apenas autonomía para organizar la recogida de basuras y poco más, pese a sus solemnes denominaciones y reconocimientos exteriores apenas formales. Al no impedirse una operación del 7 de octubre en los radares de varios servicios de inteligencia, puede que quizás se buscase justamente eso.
Por otro lado, esto ha coincidido con el inminente cambio en la presidencia de EEUU. Aunque el senil y probablemente incapacitado en muchos aspectos Joe Biden parece más preocupado de indultar a su hijo que de enmendar los muchos desafueros de su política exterior, los que en buena medida explican el fracaso de la candidata demócrata Kamala Harris, con el colapso de Siria se ha apuntado un gran tanto. Con la llegada a la Casa Blanca de un Donald Trump cuyas prioridades son atender la economía y la inmigración y el pulso con China, Ucrania sabe que tendrá que pactar una rendición más o menos presentable con Rusia, que a cambio deja hacer en Oriente Próximo para que los turcos no les cierren el acceso al Mediterráneo. Todo ello con el objetivo de Moscú de conservar sus bases en la costa de Siria, uno de los posibles cantones o seudoestados en formación que quizás quedaría bajo su esfera de influencia. En cuanto a Irán, la operación de los palestinos de Gaza ha consumido muchos de sus recursos. Se conforma con no perder influencia en Líbano, donde sí hay abundante población chií, en Siria, no. El timing ha sido perfecto. Han coincidido los intereses de todos en detrimento de la República Árabe Siria y su cada vez más diezmado y desperdigado pueblo y, sobre todo, de su singular modelo civilizatorio de sociedad multiétnica y multiconfesional.
¿Cómo podrían afectar los sucesos y cambios que han acontecido estas últimas semanas a los conflictos internacionales que has mencionado previamente?
Respecto al conflicto de Ucrania y Rusia, parece claro que la timorata y calculadora posición de Moscú respecto a Siria tiene que ver con su interés de allanar las intenciones del presidente electo de EE UU Donald Trump de cerrar ese conflicto europeo de acuerdo a la situación actual, que favorece a Rusia. No hay que olvidar que ese conflicto no solo es con Ucrania, también con la OTAN y el resto del Occidente colectivo, por lo que para Rusia es prioritario en su estrategia global frente a la cuestión Siria, donde como mucho intentará salvar si puede sus bases militares y algunas concesiones económicas que tras la previsible fragmentación de Siria pueden quedar en zonas de una u otra manera tuteladas por Rusia.
Para Irán lo más importante hoy es salvaguardar su relación con el Líbano a través de la supervivencia de Hezbolá y la mayoritaria población chií de ese país y sus organizaciones políticas. Para ello ha evitado un desgaste masivo de Hezbolá en Siria y su propia implicación directa en estos últimos días. Obviamente, tampoco le interesa un choque directo con Israel, que además sería con EE UU y otras potencias occidentales como el Reino Unido. Una escalada debilitaría su condición de potencia birregional en Asia Central y Asia Occidental.
Con los sorpresivos pero nada casuales sucesos en Siria, Israel ha logrado desviar la atención sobre su fracaso relativo en Líbano y ve con indisimulado beneplácito cómo se debilita y fragmenta el único actor que sostenidamente se había resistido al proyecto sionista a través de de sólidas bases ideológicas y el desarrollo desde la Independencia de las capacidades de un Estado que hasta 2011 tenía suficientes recursos para mantener la disuasión con Israel. La combinación de su propia crisis política y socioeconómica, la sostenida intervención internacional por todos los medios y las verdaderas intenciones y repercusiones geopolíticas en torno a lo de Gaza, han desangrado a Siria para mayor ganancia de Israel y de unos cuantos actores más, incluidos supuestos hermanos menores de toda la vida y aliados hasta ayer mismo.
Otros actores, como China, que han apoyado a la República Árabe Siria diplomáticamente, actúan de acuerdo a la política de hechos consumados intentando salvaguardar sus intereses, en el caso de Pekín, vinculados a su proyecto de la Ruta de la Seda, que la posible cantonalización de facto y permanente de Siria podría complicar pero no comprometer, algo muy importante para China de cara a su enfrentamiento con EE UU en varios terrenos, sobre todo el comercial.
La cobertura mediática occidental del conflicto sirio ha sido criticada por centrarse en determinados episodios y actores, dejando de lado otros aspectos. ¿Cómo evalúas la narrativa dominante en los medios occidentales sobre Siria? ¿Qué elementos consideras que han sido omitidos o distorsionados?
La narrativa de los medios occidentales ha sido voluntaria o involuntariamente funcional al escenario actual. Con contadas y honrosas excepciones, más que de medios, de informadores concretos, lo que se viene haciendo es propaganda más que información. La Siria histórica y natural de la que la República Árabe Siria ha sido hasta ahora la máxima expresión, es un espacio histórico, social, humano, y político no apto para simplificaciones o para un pensamiento occidental que se estructura de manera tan binaria como cuantitativa e insuficiente para abordar la compleja realidad siria. Dicho lo cual, mucho antes del estallido de la crisis en 2011 la República Árabe Siria pudo y debió haber hecho un esfuerzo mucho mayor por darse a conocer, por explicarse, por proyectar ante públicos legos lo que supone una sociedad multiconfesional y multiétnica milenaria y como eso se manifiesta en la legislación, el debate y el sistema político e institucional. Siria siempre ha sido un centro civilizatorio, de ahí el que muchos pensaran que no necesitaban explicarse. Al fin y al cabo y hacia occidente todo lo demás, creyeron, debían ser emulaciones o proyecciones de esa civilización. Se equivocaron. Tenían que haberse explicado porque fuera de la Siria histórica y natural los parámetros son otros. De ahí muchas incomprensiones manifestadas en discursos mediáticos no del todo ajustados a la realidad.
Por ejemplo, se habla de minorías y mayorías confesionales o étnicas. Se trata de conceptos propios de la cultura binaria y cuantitativa occidental. En Siria, hasta la ocupación francesa nunca se utilizaron esos conceptos. De cara a Siria solo la aproximación cualitativa es viable. De lo contrario se terminan repitiendo lugares comunes ajenos a la realidad. Por ejemplo, al referirse al Estado de la República Árabe Siria como laico a la francesa para presentarlo como contrario o favorable a ciertos grupos de población a los que desde fuera se reduce solo a su condición religiosa. La República Árabe Siria nunca ha sido un estado laico. El Estado es nominalmente aconfesional, es decir, a diferencia del Reino Unido que sí la tiene, el Estado sirio no tiene religión. En la práctica, sin embargo, es multiconfesional, es decir, hace suyas y protege a todas las confesiones. Sutilezas que los occidentales no entienden mucho porque no han experimentado ni social ni políticamente algo así. De ahí que hablen de una guerra civil inexistente porque el conflicto armado mayor que viene soportando Siria desde 2011 es cualquier cosa menos una guerra civil, que para serlo debe cumplir con lo que se dio en España entre 1936 y 1939. Estoy citando aquí a Moro, Kalyvas y Sambonis, principales referentes académicos para determinar qué es y qué no es una guerra civil, salvo que la etiqueta se utilice con otros propósitos. Hacen falta dos gobiernos, dos administraciones, dos ejércitos y control sustantivo, contiguo y suficiente del territorio. Nada de eso hubo entre 2011 y 2018, cuando terminó la fase álgida del conflicto armado. Lo que hemos visto ahora es esencialmente, y sin olvidar la activación de otros grupos, estos sí formados íntegramente por sirios opositores al régimen de la República Árabe Siria, armados o no, es el avance de una organización a la que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas considera como terrorista y que está apoyada directa y militarmente por Turquía, Israel y otros estados. Obviamente, eso no es una guerra civil ni a esa organización se la puede calificar exclusivamente de siria, “rebelde”, “insurgente” u “oposición armada” obviando la clasificación del Consejo de Seguridad de la ONU. Prescindir de ello hace que algunos reporteros hayan caído, seguramente de manera inconsciente, en ciertas omisiones a veces tipificadas y sancionadas. Por ejemplo, estos días algunos medios de referencia han proyectado una imagen de la organización y su líder ajena a esa definición de la ONU, lo que consolida a Mohammed al Joulani como un actor e interlocutor clave.
Se puede hablar también del deficiente manejo de fuentes, casi todas unidireccionales o directamente propias de operaciones de propaganda negra o gris muy bien orquestadas por expertos en la materia. Por supuesto, se ha omitido el contexto, el temporal, el histórico, el social, el cultural, el político y el geopolítico. Y eso es muy efectivo, porque la propaganda no funciona con falsedades. Se hace con hechos deformados, es decir, desprovistos de su debido contexto.
En tu opinión, ¿qué futuro le depara a Siria?
Teniendo en cuenta que la situación es muy fluida y los acontecimientos se desarrollan con mucha rapidez y que algún acuerdo político de última hora e incierta aplicación se pueda impulsar diplomáticamente, a fecha de hoy (8 de diciembre) un escenario cada vez más plausible, aunque no inevitable ni irreversible ni con sus perfiles del todo definidos, es el de la partición de facto y posiblemente por mucho tiempo o con carácter definitivo de la República Árabe Siria. Esa partición, con algunos ajustes en función de intereses de última hora de las potencias que han alentado o permitido este escenario, aunque también de algunos desajustes entre lo planificado y la cambiante realidad sobre el terreno, supondría antes o después la cantonalización de Siria en unas pocas o muchas unidades de distinto tamaño. Una partición que podría parecerse bastante al mapa que trazaron los franceses cuando invadieron la Siria histórica y natural en 1920. Una fragmentación totalmente ajena a la realidad socio cultural de Siria y a la voluntad de los sirios expresada en el Congreso y el Programa Nacional Sirio de 1919, la hoja de ruta política que se dieron los sirios tras la expulsión de los turcos. Cuando a su turno los franceses fueron expulsados en 1946, y prescindiendo de las amputaciones permanentes de Líbano, Alexandretta, Jordania y Palestina, los demás sirios pudieron revertir esa cantonalización a la francesa expresada en la bandera que utilizan los grupos sublevados contra el actual régimen del Estado sirio. Además de las referencias religiosas islámicas a través de los colores, las tres estrellas de esa enseña representan tres de los seudoestados creados por los ocupantes franceses en Siria. Ahora ese experimento podría ser más complicado y tortuoso de revertir.
En algunos de esos hipotéticos pero plausibles cantones de iure o de facto, el desplazamiento masivo de población ya se ha iniciado. Por temores reales o infundados, en algunos casos motivados tanto por la experiencia histórica más o menos reciente así como por la propaganda, más de dos millones de personas han abandonado sus hogares en Alepo, Hama, Homs y otros lugares de Siria ante el avance de las fuerzas de HTS o la activación de otros grupos de distinto perfil en otras zonas del país. La limpieza étnica y confesional directa y otros efectos propios de procesos como el que se le impone a Siria podrían acentuarse si el vacío de poder se extiende y colapsan todas las instituciones del Estado. Sobre todo porque independientemente de frágiles acuerdos que solo validará el tiempo, este último episodio de la crisis siria, tan vinculado a intereses externos, ha desatado las desconfianzas de todo tipo.
Como han expresado los programas, lemas, discursos y aspiraciones de la mayoría de los grupos opositores internos extraparlamentarios, la confesionalización sectaria del marco constitucional y legal así como de las instituciones podría influir mucho en la redacción de una nueva constitución distinta a la de 2012 y para una hipotética Siria unificada. Desde luego, principios de ese tipo pueden regir de iure o de facto algunas de esas unidades cantonales o seudoestados hace mucho tiempo concebidas fuera de Siria sin intervención ni del hasta ahora gobierno ni de la oposición, más bien espectadores o figurantes de este llamativo desenlace. Algunos cantones recibirían ayuda económica más o menos permanente de sus patrones externos. Otros no. Todo dependerá de qué potencia y en qué materia ejerza la influencia sobre el respectivo cantón, autonomía o protoestado que se cree. Algunos podrían ser más o menos viables de acuerdo a los recursos naturales y productivos con los que cuenten. Todos, sin embargo, deberán pagar más aranceles de importación y exportación ya que de fragmentarse el Estado unitario sirio también desaparecería el mercado único y sus barreras aduaneras igualmente únicas. Teniendo en cuenta que la salida de profesionales experimentada estos últimos años se va a acelerar y continuará debido al incierto futuro, habrá que ver cómo se prestan servicios públicos esenciales y otras cuestiones propias de realidades estatales o para estatales. Nuevamente habrá disparidad en función de qué cantón se trate y de qué potencia exterior esté detrás del mismo. Por último, y sin la posibilidad de que la República Árabe Siria pueda actuar internacionalmente con una sola voz efectiva, si este escenario se consolida en el tiempo, las consecuencias regionales y globales serán muy relevantes y beneficiosas para sus enemigos, empezando por Israel.
(Publicado en Diario Socialista, el 8 de diciembre de 2024)