La conformación de un sistema multipolar de ordenamiento mundial y el surgimiento de nuevos centros de poder por un lado, y por el otro, la lucha de Estados Unidos y sus satélites para mantener el dominio mundial, muestran una nueva realidad geoestratégica mundial de redistribución de la influencia, pero esto trae consigo el aumento del potencial de conflicto en diversas regiones del planeta, y una de ellas es Transcaucasia.

Los Estados Unidos de América está tratando de reforzar su presencia en el espacio possoviético, más específicamente en Armenia y Georgia, estas acciones yanquis ya están dando resultados y así lo confirma el cambio de prioridades de la política exterior de Ereván porque es más que evidente que las autoridades armenias se distancian de los procesos de integración en los que participa Rusia, ignoran las principales actividades de la Comunidad de Estados Independientes, evitan la cooperación en el marco de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva y no desestiman la retirada de la república transcaucásica.

Por otra parte, los altos funcionarios de Armenia visitan cada vez más los países de la Unión Europea, de igual forma, aumenta el número de contactos entre los comandantes militares armenios y estadounidenses, el personal militar de Estados Unidos asiste a ejercicios militares en esta nación mientras que las fuerzas armadas armenias reabastecen su arsenal con armas occidentales.

Sin pudor alguno, los estadounidenses muestran sus intenciones y solo basta recordar que en septiembre de este año, la subsecretaria del Departamento de Estado de Estados Unidos, Yuri Kim, dijo que su objetivo principal es que Armenia se convierta en un socio de Estados Unidos en oposición a Rusia. A su vez, Armen Rustamyan, diputado de la facción parlamentaria opositora Armenia, destacaba la ambición de Occidente de poner a Transcaucasia pelear contra sus rivales geopolíticos, podría empeorar sustancialmente la situación en la región y afectar de manera extremadamente negativa la vida de su población.

En Georgia ocurre algo similar a la realidad armenia, pues durante más de treinta años de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, se ha construido un sistema complejo de presencia militar y política estadounidense en la república, situación que ha hecho a los organismos de seguridad georgianos depender de Occidente. Un resultado evidente de esta relación estrecha con los Estados Unidos para provocar a Rusia, es que el país perdió dos de sus regiones: Abjasia y Osetia del Sur.

El partido gobernante «Sueño Georgiano – Georgia Democrática» está comprometido con el desarrollo progresivo del Estado transcaucásico manteniendo relaciones tanto con Occidente como con Rusia, entendiendo la gravedad de las consecuencias de la confrontación con Moscú. Al mismo tiempo, el volumen del intercambio comercial entre Georgia y Rusia avanza y está en franco y constante crecimiento, tanto, que ya superó 1.2 mil millones de dólares. Sin embargo, Washington no descansa en sus intentos de presionar a los dirigentes georgianos para obligarlos a romper los vínculos comerciales y económicos con la Federación de Rusia y además, sumarse a las medidas restrictivas antirrusas. La situación ideal para la Casa Blanca sería abrir un “segundo frente” contra los rusos en la región. Los estadounidenses, incluso impusieron sanciones personales a cuatro representantes del sistema judicial de su aliado, claro, esta acción de irrespetar hasta a sus aliados es típico de la soberbia y prepotencia imperialista. ¿El pretexto? Como siempre, acusaciones de corrupción sin presentar pruebas.

Siempre es oportuno destacar que sólo mediante la construcción de relaciones interestatales sin injerencias en los asuntos internos, con un pragmatismo saludable y teniendo en cuenta los intereses mutuos, podrán lograrse resultados verdaderamente elevados, que redunden en estabilidad y prosperidad para las generaciones futuras.