Fuente: https://apuntesdeclase.lamarea.com/analisis/the-housemartins-vitalidad-rojerio-masculinidad-constructiva/
«No intentes colarte en una fiesta de banqueros: quema el edificio. Coge a Jesús, coge a Marx y ten esperanza», fue uno de los lemas de una de las mejores bandas británicas de la Historia
«Quiero que salgamos del paro. Quiero que tengamos un salario durante los próximos tres años». Esa fue la postura de Paul Heaton y sus compañeros cuando negociaron la firma de su contrato con el sello discográfico que sacaría los dos únicos, pero enormes discos de los británicos The Housemartins, que apenas durarían un escaso lustro a mitad de los ochenta.
La no-tan-anécdota del contrato es un buen punto de partida para situar el contexto de The Housemartins. Un grupo nacido en la norteña Hull, en Yorkshire, región que, para ubicar rápidamente, aportó el mayor número de participantes en la enorme huelga minera entre 1984 y 1985 y fue la única -junto a Kent- en votar en contra de acabar la protesta. Ese (y en general la oposición al gobierno de Thatcher que compartían grandes nombres de Paul Weller a Billy Bragg, de Crass a The Smiths) fue el caldo de cultivo en el que nacieron The Housemartins, que ya en 1985 contaban al bajo con Norman Cook, posteriormente conocido como Fatboy Slim, y estaban listos para conquistar corazones y listas de éxitos.
Su carta de presentación antes del disco de debut será Flag day, una balada en la que las líneas «demasiadas manos metidas en los bolsillos / y muy pocas en el corazón / demasiada gente dando por acabado el día / antes incluso de que este empiece» son un buen resumen de lo que los cuatro tenían que decir. El álbum London 0 Hull 4 les consagra con una estrepitosa colección de ritmos sincopados, coros, gospel, falsetes donde Heaton asombra, mucho sentido del humor y un espíritu rojo que deja a la derecha al Partido Laborista. En la contraportada del elepé, un lema: «No intentes colarte en una fiesta de banqueros: quema el edificio. Coge a Jesús, coge a Marx y ten esperanza».
Happy hour, número 3 en las listas y posiblemente su hit más masivo, fue tomado erróneamente como un mero canto al pub, pero tiene mucho más que ver con estar allí aparentando con tu jefe y con el acoso machista, con referencias al Ministerio Andares Tontos de Monty Python. El apabullante himno contra la pusilanimidad y la equidistancia que es Sitting on a fence. El antiestrés Think for a minute. We’re not deep, con una demoledora descripción del estigma del desempleo: «Abro las cortinas a las 7 de la mañana / solo para que pienses que me levanto como el resto de los hombres». O la versión de I’ll be your shelter, una oda a la amistad y al reconocimiento de los momentos de debilidad que deja claro que en Heaton flota un interés genuino por una masculinidad lo menos tóxica y más constructiva posible. Todas ellas son parte del poderío de London 0 Hull 4.
Por en medio, Housemartins tienen su primer número 1 aquellas navidades del 86 con la versión del r’n’b Caravan of love. A la vuelta, el periódico amarillista y -valga la redundancia- de derechas The Sun ataca a la banda con una fake news muy de la época sobre la orientación sexual de sus miembros. 1987 marcará la etapa final de una trayectoria fugaz, un año de elecciones -con Thatcher ganando por tercera vez superando a Churchill en longitud de mandato- y en el que la prensa musical no acaba de tener demasiada simpatía hacia unos Housemartins que desprecian su nominación a mejor banda revelación en los Brit Awards, a cuya ceremonia pasan de acudir. Llega The People Who Grinned Themselves to Death.
«La gente que sonrió hasta morir / que sonrieron tanto que se olvidaron de respirar / e incluso con sus hijos muriéndose de hambre / pensaban que la reina era encantadora». Es el comienzo del segundo y último disco de los Housemartins. Con más luz y quizá mayor concrección incluso que antes, con joyas como The world’s on fire, Me and the farmer, Five get over excited, Bow down o Build. Hubo vitalidad y buen humor -Housemartins pueden dar muchas cosas: ganas de bailar, de silbar o de correr detrás y no delante de los malos, pero nunca provocan apatía- hasta el final. «En tiempos de Rick Astley, Shakin’ Stevens y Pet Shop Boys, simplemente no somos lo suficientemente buenos», decía el escueto comunicado que mandaron al New Musical Express.
Es cierto, sin embargo, que aquello no fue nada parecido a un final para Heaton, que casi enseguida formó The Beautiful South, un grupo de pop más suave y clasicote que Housemartins con el que ha tenido aún más éxito de público, con millones de álbumes vendidos en dos décadas. Un grupo que le ha consagrado como uno de los mejores escritores británicos de canciones de la Historia, que ya es decir, y un grupo además con el que Heaton configuró su público como una decisión consciente: quería abrirse y compartir espacio con una audiencia femenina, «quería ser escuchado por hombres y mujeres», como reconocía este mismo año.
Tras The Beautiful South, que funcionaba como una cooperativa al igual que Housemartins, Paul Heaton se alió con la cantante Jacqui Abbott, con quien sigue llenando a montones cada lugar en que actúan. El tremendo éxito de sus canciones ha despertado comentarios clasistas entre algunos críticos musicales, que acusan a Heaton de hacer música alejada de la sofisticación peterpanesca de grandes ciudades, de hacer canciones para algo parecido a chavs de mediana edad y parejitas. Pero Heaton sigue sin cortarse y sabiendo de qué lado está, lanzando titulares como «Decir que nuestra música es para Sharons y Traceys es un esnobismo de lo peor».
Y también sigue construyendo, por supuesto, y haciendo cosas bonitas como este clip bajo confinamiento para una de sus últimas canciones.
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