Texto de la presentación del libro «Durruti sin mitos ni laberinto»

Fuente: Portal Libertario OACA

Texto de la presentación del libro «Durruti sin mitos ni laberinto»

17 May 2022 05:05 AM PDT

Texto de la presentación del libro Durruti sin mitos ni laberinto, realizada el 11 de mayo de 2022 en el Ateneu La Flor de Maig (Barcelona) por su autor, Agustín Guillamón.

Buenas tardes. Gracias a Úrsula y al Ateneu por su invitación.

1.Primero hablaré brevemente de lo que NO se trata en el libro

Pues amarga la verdad/ quiero echarla de la boca

Y si a l´alma su hiel toca/ esconderla es necedad…………..

QuevedoEn 1963 la Universidad de Toronto publicó la investigación de Ross Harkness sobre la vida y obra del director del The Star de Toronto, J. E. Atkinson, quién marcaba las directrices del periódico. Su trabajo toca indirectamente al corresponsal de ese diario en París, esto es, al periodista Pierre Van Paassen.

Van Paassen fue corresponsal en Europa para el The Star desde marzo de 1932. Anunció el auge del nazismo y el ascenso de Hitler al poder. Anticipó la derrota del movimiento obrero alemán. Ya en marzo de 1934 Van Paassen público en “The Star” que los judíos alemanes serían condenados a muerte, esclavitud o exilio, y encima, cuando aún no se había producido, predijo la alianza entre Alemania, Italia y Japón. Tuvo el honor de ser el primer corresponsal de prensa en ser prohibido en Alemania por el nazismo.

En agosto de 1936 The Star encargó a Van Paassen la corresponsalía de la guerra de España, siempre desde París. Ross Harkness concluyó en su estudio  que Van Paassen nunca estuvo en España, por lo que la famosísima y venerada entrevista realizada a Durruti fue totalmente inventada, y esas palabras mágicas del revolucionario Buenaventura Durruti nunca estuvieron en sus labios, sino en la imaginativa pluma del periodista holandés/canadiense Pierre Van Paassen, el cual, sin duda, tenía referencias de Durruti y de lo que se estaba cociendo en Barcelona. Pero la hermosa entrevista, aunque genial, había sido inventada.

Aquellas frases tan bonitas y contundentes, como la que dice  “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones” no salió de boca de Buenaventura Durruti, sino de la fecunda imaginación del periodista Pierre Van Paassen.

Es muy curioso como Abel Paz descubrió y disculpó algunas incongruencias de la falsa entrevista de Van Paassen a Durruti: “el rugir de los cañones” en una Barcelona que ya había vencido a los militares sublevados. Es muy divertido leer en el libro de Amorós, Durruti en el laberinto, cómo su autor sitúa esa entrevista, que nunca existió, en el sindicato de  la metalurgia, el 23 de julio de 1936… cosas del laberinto marxista- situacionista.

Manel Aisadesveló la existencia del estudio de Ross Harkness en la revista Orto número 202 del 25 octubre de 2021.

2. Ahora hablaré de lo que se dice en el libro Durruti sin mitos ni laberinto y otras estampas, de Agustín Guillamón, editado en Madrid (enero de 2022) por Fundación Aurora Intermitente, Queimada y Sueños de Sabotaje.

En el prefacio de Octavio Alberola se define muy bien la temática nuclear del libro, que no es tanto la figura de Durruti como la polémica decisión tomada por los anarquistas en julio de 1936 de priorizar la derrota del fascismo a la revolución.

En la primera estampa se esboza una breve biografía de Durruti. Se dan unos datos elementales. Quien quiera profundizar en la biografía de Durruti debe leer el magnífico libro de Abel Paz.

En la segunda estampa se reproduce y comenta una carta de Durruti escrita en 1933 desde el Penal del Puerto de Santa María.

 El domingo 2 de abril de 1933, Durruti, Ascaso y “Combina” habían sido detenidos en Sevilla, a la salida del Congreso Regional de Andalucía y Extremadura. Habían sido encarcelados por un delito de opinión, que atentaba contra la más elemental libertad de expresión.

El domingo 9 de abril, en Barcelona, los más destacados dirigentes de Estat Català (EC) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), reunidos en el homenaje al fascista Josep Dencás, entonces Consejero de Sanidad, consideraban que las detenciones de Sevilla habían descabezado a la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y que esta organización podía darse como extinguida.

Josep Dencás había sido uno de los principales fundadores y promotores, con los hermanos Badía, de los escamots fascistas e independentistas de las JEREC (Juventudes de Esquerra Republicana-Estat Català).

Durruti, Francisco Ascaso y Pérez “Combina” fueron encarcelados en el penal de Santa María.

En ese penal Durruti escribió una carta a su familia en la que destaca su definición de patria como “conjunto de propiedades” y la oposición que hace entre guerra imperialista y guerra social, entendida como sinónimo de lucha de clases. La mayor parte de la carta está dirigida a su hermano Pedro, en un intento de ayudarle a profundizar en el análisis de la guerra, puesto que Buenaventura consideraba que Pedro no lo había enfocado adecuadamente en un artículo publicado recientemente en la prensa.

Destacaremos algunos fragmentos de esa carta, que en el libro se reproduce íntegramente:

Escribe Durruti: De aquí; que queréis que os cuente; esta es una cárcel terrible, donde uno entra y no sabe cuándo sale; esto es peor que el infierno de Dante. Estamos completamente incomunicados; han venido compañeros a vernos y no se les ha autorizado la comunicación. Está visto que el Ministerio de la Gobernación está dispuesto a que nadie nos vea. Ahora que nosotros vamos a protestar de esta medida excepcional que se emplea con nosotros, pues todos los presos que hay en las cárceles de España pueden hablar con sus familias y amigos; y a nosotros, que somos presos políticos, no nos deja comunicar con nadie: y luego nos critican porque atacamos al régimen republicano. Que quieren que digamos cuando cometen estas barbaridades con nosotros.

Pío Baroja, cuando vino a verme a la cárcel de Sevilla me decía: es terrible lo que hacen con ustedes; y yo le pregunté qué posición cree Don Pío que debemos adoptar nosotros frente a estas arbitrariedades. No supo qué contestar. Luego he leído un artículo de él en Ahora, que es la contestación que no se atrevía a darme a través de las rejas.

Bueno, no quiero hablaros más de estas cosas porque me pongo de mal humor.[…]

Hace unos días he recibido La Mañana, que me lo manda Perico, he visto y leído el artículo que ha escrito con el título “Mensaje de los niños ingleses”, el artículo está muy bien; pero Perico no enfoca bien el problema de la guerra; y no te enfades por esto, hermano. Días antes de la deportación os recordaréis que hicimos un gran mitin en Barcelona contra la guerra; en el cual tomó parte un gran pacifista francés: el príncipe de la paz como le llaman en París. “Pioch”, éste es el nombre de esta gran figura internacional. Pioch hizo mucho por nosotros cuando estábamos presos en París. Pioch hizo un discurso grandioso; expuso los crímenes de la guerra de una forma majestuosa. Mimi tomó su discurso taquigráfico; yo hablé detrás de Pioch; después de saludarle y presentarle al público español; traté los dos aspectos de la guerra. Guerra imperialista y guerra social. Sin herir la susceptibilidad de Pioch, le pregunté el por qué habían esperado los pacifistas el peligro de guerra para encararse contra la monstruosidad de la guerra. Los pacifistas de hoy, han tenido necesidad de inspirarse en los crímenes cometidos, para hacer artículos en la prensa y discursos en los tribunales; como si los crímenes cometidos del 14 al 18 fueran los únicos crímenes cometidos por el capitalismo. Yo he visto, hermano Perico, muchos seres humanos mutilados en esa terrible guerra; por otro lado, tú sabes que viví un año en París, en plena guerra. Pues bien, hermano, yo no tuve necesidad de esa terrible tragedia para levantarme contra toda la clase de crímenes. Si la guerra mutiló a miles de hombres, también la guerra social ha mutilado a miles de trabajadores. ¿Qué diferencia hay entre el hombre que pierde un brazo defendiendo la patria al que lo pierde trabajando? ¿Qué es la patria? Según la academia es el suelo donde uno ha nacido. ¿Pero qué derechos le concede la Patria al trabajador? El de trabajar cuando encuentra quien le explote. Es decir, la Patria es el conjunto de propiedades; y en cuanto hay algún otro país que quiere usurpar parte de esa propiedad; entonces los propietarios se amparan en las leyes que ellos mismo han creado; y con las armas nos obligan a morir en el campo de batalla defendiendo la propiedad sagrada. En estas luchas los hombres se asesinan los unos a los otros, y cuando la tragedia ha terminado, los únicos beneficiados son los propietarios.

¿Qué es la guerra social? La lucha de dos clases sociales. La una, la de los propietarios, que por obtener un máximo de beneficios, les importa un comino que sus operarios dejen entre las máquinas algunas partes de sus miembros; el caso es ganar dinero. Por otro lado esta clase de propietarios; ve que la otra clase pone en peligro sus propiedades; también apelan a las leyes que ellos han creado, y asesinan aquellos que no se someten a la propiedad sagrada. En esta lucha, también hermano hay muchos hombres mutilados, muchos más que en las guerras imperialistas.

¿Cómo evitaremos la guerra? Sólo hay una forma, Perico. Aconsejando a las juventudes para que no construyan las armas con las cuales se han de matar; y que no defiendan los intereses de nadie. Quien tenga propiedades, que las defienda él mismo.

Me vas a decir, Perico, que esto está bien; pero que la guerra la tenemos encima, y hay que evitarla, de acuerdo hermano: hay que evitar la guerra. Solo los trabajadores organizados son capaces de impedir la matanza que se avecina. […]

 Hay que tener en cuenta, hermano, que cuando estos hombres hablan de la paz, es la guerra, y cuando hablan de fortalecer la República, es anular la organización, que en momentos de guerra podría paralizar la vida industrial de la nación. […] en España no es posible una movilización mientras exista la Confederación.

[…] hay que evitar la guerra, pero hay que prepararse para que ésta no se lleve a cabo. Si se hace inevitable, tienes que dar soluciones para que fracasen los partidarios de ésta. Lo mismo que piensa uno de hacerse en el otoño un abrigo para salvarse del frío del invierno. Hay que organizarse; pero si llega el momento fatal de la guerra, sepamos paralizar la industria nacional; arma contundente para hacer fracasar los planes maquiavélicos de una clase sin escrúpulo, que por conservar sus privilegios son capaces de hacer asesinar a media humanidad.

Las fotos de Durruti, Díez, Ascaso, Combina y Lorda fueron utilizadas en un fotomontaje que les mostraba tras unas rejas, en la cárcel del Penal del Puerto de Santa María en agosto de 1933. Fue una postal muy difundida en la época, enviada por Durruti a su familia y a compañeros de lucha con dos hermosas dedicatorias alternativas al dorso de la foto. La primera dedicatoria decía: No habrá paz en la tierra mientras existan las cárceles. Que no olviden los idealistas que ellos son los encargados de destruirlas”. La segunda dedicatoria decia: “La única solución que han dado los republicanos es encarcelar a los que no piensan como ellos”.

En la tercera estampa, titulada El bar “LA TRANQUILIDAD” y el 19 de Julio de 1936 en el Paralelo” se narra la batalla entre el ejército sublevado y los comités de defensa en el Paralelo y termina diciendo esto:

Hoy, en el número 69 de la avenida del Paralelo, encontramos un anodino bazar o supermercado en el que nada indica qué hubo allí en los años veinte y treinta: un bar llamado La Tranquilidad, frecuentado por sindicalistas y anarquistas. Nada recuerda que allí mismo los obreros barceloneses, organizados en los comités de defensa de la CNT, derrotaron al ejército faccioso y al fascismo.

La ausencia de una sencilla y barata placa certifica que Franco lo dejó todo bien atado. La omisión de cualquier homenaje o conmemoración, en la Brecha de San Pablo, a la hermosísima victoria del proletariado barcelonés sobre el ejército sublevado, atestigua la amnesia pactada durante la Transición entre franquistas y antifranquistas, y la interesada manipulación que los garantes del orden capitalista, de izquierda o de derecha, hacen de la historia del movimiento obrero.

Pero cuando pases frente a El Molino, recuérdalo y recuérdaselo a otros: ahí, en ese lugar, el 19 de julio de 1936 el pueblo de Barcelona derrotó al ejército y al fascismo. Ésa es la mejor placa y el mejor homenaje a nuestros abuelos. Y quizás el único que nos van a tolerar. Mejor la memoria de la guerra de clases, que una placa de metal oxidada.

La cuarta estampa se titula: Habla Durruti (noviembre de 1936). Es quizás la mejor estampa del libro, su corazón y su sistema nervioso. Es el último texto dedicado a Durruti y abre paso a los capítulos posteriores, dedicados a glosar una revolución colectiva y anónima. Sirve además para plantear la función del líder en un movimiento revolucionario. Pese a su brevedad, condensa uno de esos libros de 500 páginas. Esa estampa no es más que el contexto y la reconstrucción de un discurso radiofónico de Durruti, pero sobre todo de la enorme fuerza del proceso contrarrevolucionario abierto con la muerte de Durruti.. Vamos a leer en su totalidad ese discurso, emitido el 4 de noviembre de 1936 por la radio, cuando el locutor anunció: “Habla Durruti”:

«Trabajadores de Cataluña: Me dirijo al pueblo catalán, a ese pueblo generoso que hace cuatro meses supo deshacer la barrera de los militarotes que querían someterle bajo sus botas. Os traigo un saludo de los hermanos y compañeros que luchan en el frente de Aragón a unos kilómetros de Zaragoza, y que están viendo las torres de la Pilarica.

A pesar de la amenaza que se cierne sobre Madrid, hay que tener presente que hay un pueblo en pie, y por nada del mundo se le hará retroceder. Resistiremos en el frente de Aragón, ante las hordas fascistas aragonesas, y nos dirigimos a los hermanos de Madrid para decirles que resistan, pues los milicianos de Cataluña sabrán cumplir con su deber, como cuando se lanzaron a las calles de Barcelona para aplastar al fascismo. No han de olvidar las organizaciones obreras cuál debe ser el deber imperioso de los momentos presentes. En el frente, como en las trincheras, hay un pensamiento, sólo un objetivo. Se mira fijo, se mira adelante, con el sólo propósito de aplastar al fascismo.

Pedimos al pueblo de Cataluña que se terminen las intrigas, las luchas intestinas; que os pongáis a la altura de las circunstancias; dejad las rencillas y la política y pensad en la guerra. El pueblo de Cataluña tiene el deber de corresponder a los esfuerzos de los que luchan en el frente. No tendrá más remedio que movilizarse todo el mundo; y que no crean que se han de movilizar siempre los mismos. Si los trabajadores de Cataluña han de asumir la responsabilidad de estar en el frente, ha llegado el momento de exigir del pueblo catalán el sacrificio también de los que viven en las ciudades. Es necesaria una movilización efectiva de todos los trabajadores de la retaguardia, porque los que ya estamos en el frente queremos saber con qué hombres contamos detrás de nosotros.

Me dirijo a las organizaciones y les pido que se dejen de rencillas y de zancadillas. Los del frente pedimos sinceridad, sobre todo a la Confederación Nacional del Trabajo y FAI. Pedimos a los dirigentes que sean sinceros. No es suficiente con que nos envíen cartas al frente alentándonos, y con que nos envíen ropa, comida y cartuchos y fusiles. Es necesario también darse cuenta de las circunstancias, prever el avenir. Esta guerra tiene todos los agravantes de la guerra moderna y está costando mucho a Cataluña. Se tienen que dar cuenta los dirigentes de que si esta guerra se prolonga mucho, hay que empezar por organizar la economía de Cataluña, hay que establecer un Código en el orden económico. No estoy dispuesto a escribir más cartas para que los compañeros o el hijo de un miliciano coma un trozo de pan o un vaso de leche más, mientras existen consejeros que no tienen tasa para comer y gastar. Nos dirigimos a la CNT-FAI para decirles que si como organización controlan la economía de Cataluña, deben organizarla como es debido. Y que no piense nadie ahora en aumentos de salarios y en reducciones de horas de trabajo. El deber de todos los trabajadores, especialmente los de la CNT es el de sacrificarse, el de trabajar lo que haga falta.

Si es verdad que se lucha por algo superior, os lo demostrarán los milicianos que se sonrojan cuando ven en la Prensa esas suscripciones a favor suyo, cuando ven esos pasquines pidiendo socorro para ellos. Los aviones fascistas nos tiran en sus visitas, diarios en los que pueden leerse listas de suscripciones para los que luchan, ni más ni menos que hacéis vosotros. Por esto tenemos que deciros que no somos pordioseros y, por lo tanto, no aceptamos la caridad bajo ningún concepto. El fascismo representa y es, en efecto, la desigualdad social, si no queréis que los que luchamos os confundamos a los de retaguardia con nuestros enemigos, cumplid con vuestro deber. La guerra que hacemos actualmente sirve para aplastar al enemigo en el frente, pero ¿es éste el único?: no. El enemigo es también aquel que se opone a las conquistas revolucionarias y que se encuentra entre nosotros, y al que aplastaremos igualmente.

Si queréis atajar el peligro, se debe formar un bloque de granito. La política es el arte de la zancadilla, el arte de vivir [como zánganos], y éste debe suplantarse por el arte del trabajo. Ha llegado el momento de invitar a las organizaciones sindicales y a los partidos políticos para que esto termine de una vez. En la retaguardia se ha de saber administrar. Los que estamos en el frente queremos detrás una responsabilidad y una garantía, y exigimos que sean las organizaciones las que velen por nuestras mujeres y nuestros hijos.

Si esa militarización decretada por la Generalidad es para meternos miedo y para imponernos una disciplina de hierro, se han equivocado. Vais equivocados, consejeros, con el decreto de militarización de las milicias. Ya que habláis de disciplina de hierro, os digo que vengáis conmigo al frente. Allí estamos nosotros que no aceptamos ninguna disciplina, porque somos conscientes para cumplir con nuestro deber. Y veréis nuestro orden y nuestra organización. Después vendremos a Barcelona y os preguntaremos por vuestra disciplina, por vuestro orden y por vuestro control, que no tenéis.

Estad tranquilos. En el frente no hay ningún caos, ninguna indisciplina. Todos somos responsables y conocemos el tesoro que nos habéis confiado. Dormid tranquilos. Pero nosotros hemos salido de Cataluña confiándoos la Economía. Responsabilizaos, disciplinaos. No provoquemos, con nuestra incompetencia, después de esta guerra, otra guerra civil entre nosotros.

Si cada cual piensa en que su partido sea más potente para imponer su política, está equivocado, porque frente a la tiranía fascista sólo debemos oponer una fuerza, sólo debe existir una organización, con una disciplina única.

Por nada del mundo aquellos tiranos fascistas pasarán por donde estamos. Esta es la consigna del frente. A ellos les decimos: «¡No pasaréis!». Y a vosotros os corresponde gritar: “¡No pasarán!»»

La consecuencia inmediata del discurso radiofónico fue la convocatoria por Companys al día siguiente, el 5 de noviembre a las once de la noche, de una reunión extraordinaria en el Palacio de la Generalidad de todos sus consejeros, ampliada a los representantes de todas las organizaciones políticas y sindicales, para tratar la creciente resistencia al cumplimiento del decreto de militarización de las milicias, así como al de disolución de los comités revolucionarios y su sustitución por ayuntamientos frentepopulistas. Era necesario enfrentarse a los incontrolados como Durruti.

El 6 de noviembre el Consejo de Ministros de la República decidía, mediante una unanimidad que incluía el voto de los cuatro ministros anarquistas, la huida del Gobierno de un Madrid asediado por las tropas fascistas. El desprecio de la Federación Local de la CNT de Madrid se reflejó en un bellísimo manifiesto público que declaraba: «Madrid, libre de ministros, será la tumba del fascismo. ¡Adelante milicianos! ¡Viva Madrid sin gobierno! ¡Viva la Revolución Social!».

El 9 de noviembre un Pleno de Locales y Comarcales de la Regional catalana acordó ordenar a Durruti su inmediata incorporación al Frente de Madrid. Los Comités Regionales de Cataluña de la CNT y de la FAI se encargaron de comunicarle la orden ese mismo día (véase anexo 2).

El día 15 una parte de la columna Durruti combatía ya en Madrid. El 19 de noviembre una bala perdida, o no, le hirió en el frente de Madrid, donde falleció al día siguiente.

Un año después, en la conmemoración del aniversario de su muerte, la todopoderosa máquina de propaganda del estalinista gobierno Negrín trabajó a pleno rendimiento para atribuirle la autoría de un eslogan, inventado originalmente por Ilya Ehrenburg [Tierra y Libertad del 29-10-1936], y respaldado después por la burocracia de los comités superiores de la CNT-FAI, en el que le hacían decir lo contrario de lo que siempre dijo y pensó: «Renunciamos a todo, menos a la victoria». Esto es, que Durruti renunciaba a la revolución. Ni siquiera nos queda una versión completa y fidedigna de su discurso, radiado el 4 de noviembre de 1936, porque la prensa anarquista de la época dulcificó y censuró a Durruti en vida.

Una vez muerto, Durruti ya podía ser Dios y subir a los altares como El Héroe del Pueblo. Y hasta se le ascendió a Teniente Coronel del Ejército Popular. Durruti dejó de ser un revolucionario para convertrirse en un mito, esto es, en un instrumento contrarrevolucionario que individualizaba una revolución colectiva, popular y anómima.

La quinta estampa se dedica a Los comités de defensa de la CNT.

El 14 de abril de 1931 se había proclamado la República. El 25 de abril, once días después, en un Pleno de Locales y Comarcales, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) adoptó dos medidas organizativas que iban a tener un enorme éxito posterior: la formación de sindicatos de barrio en la ciudad de Barcelona y la fundación de los comités de defensa.

La CNT en los años veinte y treinta no era sólo un sindicato entendido al modo clásico como una organización que defiende los derechos laborales de sus afiliados. La CNT formaba parte de una red libertaria de solidaridad y acción, que abarcaba todos los aspectos de la vida del trabajador, tanto los sociales como los culturales, familiares, lúdicos, políticos y sindicales. Esa red estaba formada por el sindicato de barrio, los ateneos, las escuelas racionalistas, las cooperativas, el comité de defensa económica (que se oponía a los desahucios), los grupos de afinidad anarquistas, los grupos de defensa (coordinados a nivel de barrio y luego de distrito y ciudad), constituyendo en la práctica cotidiana una fuerte, solidaria y eficiente sociedad autónoma, con valores alternativos a los capitalistas.

Si no entendemos la importancia de esa red libertaria de solidaridad y acción, no comprenderemos nunca la fuerza y radicalidad del movimiento libertario en Barcelona y Cataluña, así como sus consecuencias:

  1. Negación en su totalidad de la forma de vida impuesta por el capital, ensayando en teoría, y sobre todo en la práctica, nuevas vías en las relaciones sociales e individuales, en la cultura, en la economía, etcétera.
  2. Negación teórica y práctica del Estado en la futura sociedad posrevolucionaria, que posicionaba contra el auge del estatismo en los partidos reformistas socialistas y contrarrevolucionarios estalinistas, así como en contra de los comités superiores cenetistas y su apuesta por el colaboracionismo.
  3. Práctica de nuevas relaciones sociales y ensayos de nuevas sociedades al margen del dinero, del salario, la propiedad privada, la jerarquía social y la mercantilización de la vida cotidiana. Las expropiaciones, las colectivizaciones y la socialización de la economía fueron ensayos y experiencias prácticas de un movimiento subversivo profundamente revolucionario, que tendía a transformar la utopía en realidad palpable.
  4. No se combatía por una ideología abstracta, sino en una experiencia colectiva práctica que transformaba la sociedad y la realidad.
  5. Los comités revolucionarios de barrio eran el movimiento social real que en su práctica cotidiana sustituía todas las funciones estatales y que con su mera existencia encarnaban la revolución social en curso.

Los comités de defensa se presentaban como una pieza más, indispensable a la lucha de clases, junto al sindicato, el ateneo, la escuela racionalista o la cooperativa. Los comités de defensa protegían los derechos de los trabajadores, porque no existían más derechos que los apropiados por la lucha callejera, no existían más derechos que los que podían defenderse, practicándolos.

El cuadro de defensa básico, debía ser poco numeroso para facilitar su clandestinidad y agilidad, así como un conocimiento profundo del carácter, conocimientos y habilidades de cada militante. Debía estar formado por un secretario, que tenía como misión fundamental el enlace con otros grupos del mismo barrio y la formación de nuevos grupos. Un segundo militante debía encargarse de identificar y anotar el nombre, domicilio, ideología, señas personales, costumbres y peligrosidad de los enemigos existentes en la demarcación asignada a su grupo. Por peligrosidad se entiende profesión o ideología de la persona identificada como enemigo: «militares, policías, sacerdotes, funcionarios, políticos burgueses y marxistas, pistoleros, fascistas, etcétera». Un tercer militante debía estudiar los edificios e inmuebles hostiles al movimiento obrero, su vulnerabilidad e importancia. Se trataba de levantar planos y elaborar estadísticas de hombres, objetos y armamentos existentes en «cuarteles, comisarías, cárceles, iglesias y conventos, centros políticos y patronales, edificios fuertes, etcétera». Un cuarto militante del grupo debía investigar los puntos estratégicos y tácticos, esto es, «puentes, pasos subterráneos, alcantarillado, sótanos, casas con azoteas, o puertas de escape y acceso a otras calles o patio de fuga y refugio». Se juzgaba que un quinto militante del grupo debía dedicarse a estudiar los servicios públicos: «alumbrado, agua, garajes, cocheras de tranvías, metro, vías de transporte y su debilidad para el sabotaje o la incautación ». Un sexto militante debía encargarse de localizar y estudiar el asalto a los lugares donde podían obtenerse armas, dinero y provisiones para la revolución: «armerías, domicilios particulares armados, bancos, casas de crédito, almacenes de vestidos, artículos alimenticios, etcétera.»

Se pensaba que ese número de seis militantes era la cifra ideal para constituir un grupo o cuadro de defensa, sin dejar de considerar que, en algún caso, podía sumarse algún miembro más para cubrir tareas «de sumo relieve». Recomendaba la Ponencia que se sacrificara el número de cuadros a su calidad, y que los militantes debían caracterizarse por ser «hombres reservados y activos».

El grupo de defensa era la célula básica de la estructura militar clandestina de la CNT. En cada barrio se constituía un Comité de Defensa de la barriada, que coordinaba todos esos cuadros de defensa, y que recibía un informe mensual de cada uno de los secretarios de grupo. El secretario-delegado de barrio realizaba un resumen que entregaba al Comité de Distrito, éste a su vez lo tramitaba al Comité Local de Defensa «y éste al Regional y al Nacional sucesivamente».

El 19 y 20 de julio de 1936, en plena lucha en las calles de Barcelona, al tiempo que se derrotaba a los militares sublevados, los miembros de los Comités de Defensa empezaron a llamarse y a ser conocidos como «los milicianos».

Hubo una doble transformación de esos cuadros de defensa. Por una parte, la de las Milicias Populares, que definieron en los primeros días el frente de Aragón, instaurando la colectivización de las tierras en los pueblos aragoneses liberados; y, de otro lado, la de los Comités Revolucionarios, que en cada barrio de Barcelona, y en cada pueblo de Cataluña, impusieron un «nuevo orden revolucionario», expropiando fábricas, talleres, cuarteles y edificios de la burguesía o levantando de la nada una industria de guerra, al tiempo que gestionaban una ciudad de un millón de habitantes.

En la sexta estampa, dedicada la Barcelona revolucionaria surgida el 19 de julio de 1936 se intenta clarificar la naturaleza de esa revolución:

La ideología de unidad antifascista condujo a la CNT a aceptar el programa político de la burguesía y, por lo tanto, a la colaboración con el Estado capitalista, con el objetivo único de ganar la guerra al fascismo, previa renuncia a todo programa revolucionario.

La situación revolucionaria existente en Barcelona se caracterizaba por un poder atomizado en múltiples comités revolucionarios, que fue ahogado por el CCMA en favor del Gobierno de la Generalidad. Mientras los comités superiores lo subordinaban todo a la victoria bélica sobre el fascismo, los comités de barrio seguían profundizando y poniendo en práctica una revolución obrera.

El proceso de institucionalización de esos comités superiores de la CNT-FAI los convirtió en servidores del Estado, que tenían a los comités revolucionarios de barrio como a sus peores enemigos, tal y como lo definió el CR  en la reunión de comités superiores libertarios del 25 de noviembre de 1936. La ingenua y simplista tesis, que diferencia a los líderes anarcosindicalistas en traidores o héroes, como si la masa militante fuese amorfa y abúlica, no explica nada. No hubo ningún laberinto. El enfrentamiento entre comités superiores y comités revolucionarios de barriada fue un capítulo más de la lucha de clases, que estuvo a punto de terminar en una escisión, que finalmente la selectiva represión estalinista resolvió con la aniquilación de los revolucionarios y la integración en el aparato de Estado de los comités superiores.

No hubo laberinto, sino lucha de clases.

En la séptima y última estampa, dedicada a los Hechos de mayo de 1937, se da una visión nueva y desconocida por la actual historiografía. Los decretos de la Generalidad del 4 de marzo de 1937 crearon un Cuerpo Único de Seguridad (formado por la Guardia de asalto y la Guardia civil, acuartelados en la retaguardia desde el 21 de julio de 1936) y anunciaban la disolución de las Patrullas de Control. Tales decretos provocaron la dimisión de los consejeros cenetistas y una grave crisis de gobierno.

El 15 de abril, tras una larga y difícil negociación, Companys y Escorza pactaron personalmente una salida a la crisis y la formación de un nuevo gobierno (con la entrada como conseller del cenetista Aurelio Fernández).

El asesinato de Antonio Martín en Bellver de Cerdaña, el 27 de abril de 1937, supuso la ruptura del pacto tan laboriosamente alcanzado. Escorza puso en alarma a los comités de defensa al desvelar información sobre un inminente golpe de fuerza del bloque contrarrevolucionario.

La provocación del 3 de mayo, cuando Eusebio Rodríguez Salas asaltó la Telefónica, movilizó a los comités de defensa, que en dos horas declararon la huelga revolucionaria, se apoderaron de todos los barrios obreros y levantaron barricadas en el centro de la ciudad y en lugares estratégicos. Los comités superiores cenetistas (Eroles y Asens) intentaron controlar a los comités de defensa, pero fueron desbordados.

La mañana del 4 de mayo Julián Merino convocó una reunión del CR, se convirtió en líder de la insurrección callejera y consiguió que se formase un Comité Revolucionario de la CNT y dos comisiones para coordinar y extender la insurrección.

En la tarde del 4 de mayo, los trabajadores revolucionarios barceloneses no fueron derrotados por el PSUC, ni por ERC, ni por las fuerzas de orden público. Fueron derrotados por la radio. El intento de dar una coordinación y un objetivo preciso a la insurrección en curso, fracasó. Cuando toda Barcelona era ya una barricada, los obreros en armas fueron vencidos y humillados por los discursos radiofónicos de los comités superiores cenetistas, y sobre todo por el discurso del beso de García Oliver.

El 5 de mayo los Amigos de Durruti lanzaron una octavilla que proponía la sustitución de la Generalidad por una Junta Revolucionaria, fusilamiento de los culpables de la provocación (Rodríguez Salas y Artemi Aguadé), socialización de la economía, confraternización con los militantes del POUM, etcétera. Los comités superiores desautorizaron inmediatamente esa octavilla, que reavivó la lucha en las barricadas. Companys, al enterarse de la muerte de Sesé, dio orden a la aviación de bombardear los edificios en poder de CNT, siguiendo un plan trazado por Del Barrio.

Los días 5 y 6 de mayo fueron los de mayor auge de la lucha callejera.

El 7 de mayo era evidente que la insurrección había fracasado. Las tropas enviadas desde Valencia desfilaron por la Diagonal y ocuparon toda la ciudad. Empezaron a deshacerse las barricadas. Los comités superiores, en los días siguientes, intentaron ocultar todo lo sucedido, arreglar las actas en proceso de redacción y en definitiva evitar en lo posible la previsible represión estalinista y gubernamental contra la Organización y contra los protagonistas más destacados. Si hubiese que resumir mayo del 37 en una frase, sería ésta: Barcelona fue una insurrección derrotada por la radio.

Sobre las fotos, cabe destacar el trabajo de la diseñadora gráfica por su composición y claridad, ya que soluciona maravillosamente las notas a pie de cada foto. Entre las numerosas fotografías del libro, muy bien explicadas en las notas al pie, quiero destacar el fotomontaje del Penal de Santa María en la p. 23,  la placa de Patrullas de Control en la p. 62 y la del Salón Rojo en la p.85. Cabe destacar la imagen de la placa de Patrullas de Control, ya que el redactado en catalán y las cuatro barras explican mejor que mil palabras el carácter antifascista y oficial de Patrullas, frente a tanto mito y engaño que considera a patrullas como “un órgano terrorista de la FAI”.

Vamos terminando con  un comentario final sobre el libro:

El libro está constituido por siete estampas, absolutamente autónomas e independientes entre sí, que unidas en el formato de un libro conforman un conjunto estructurado que amplía, transforma y multiplica las imágenes y el contenido de cada una de esas estampas.

Entendemos por estampa una ilustración precisa y detallada de un paisaje, de una persona o de un pueblo, dibujada por el ágil trazo del lápiz magistral de un dibujante (como Sim) o por la foto mecánica de un artilugio. Hay escritores que escriben estampas con dos o tres frases, como Mary Low o George Orwell. No sobra una palabra, no falta una coma o un paréntesis. Con apenas medios, definen y encuadran una situación, retratan una personalidad o sintetizan una vida. Hacen estampas.

Esas estampas, esas imágenes, eternizan un instante, unos días o unos meses, captando su esencia más profunda. Sin embargo, el conjunto de las siete estampas produce una sensación de movimiento telúrico, de encaje final de las piezas del puzle y explicación de todas y cada una de las ilustraciones en una estructura firme y exacta, que explica el breve y luminoso estallido de la revolución, así como su dolorosa oscuridad y muerte.

Sólo tres estampas se dedican a dibujar el perfil del revolucionario Buenaventura Durruti; las otras cuatro, exponen el terremoto colectivo, masivo y popular del hecho revolucionario y, luego, la horrible y sangrienta embestida de la contrarrevolución estalinista y republicana.

Esas cuatro estampas demuestran y explican que Durruti no se perdió en ningún laberinto. Se nos presenta un Durruti sin mitos, más allá de la divinización de algunos y de su demonización por otros; o de su banalización por los más. Durruti no fue un dios, ni un héroe del pueblo. Fue un revolucionario más entre otros miles.

Este libro de siete estampas termina con la inclusión de dos importantes anexos documentales: el primero es la protesta de Durruti por la militarización de su columna; el segundo se trata de la orden dada a Durruti el 9 de noviembre de 1936 de marchar a Madrid.

El conjunto de las siete estampas y los dos anexos nos ofrece la esencia de la figura de un revolucionario, esculpido con la ética del conocimiento y el combate por la historia en formato de libro.

El pasado se escurre como el agua entre las manos; es el rostro desencajado por un profundo grito mudo del ángel horrorizado de la historia ante la destrucción, arrastrado de espaldas al futuro por un viento huracanado, paralizadas las alas mientras bajo su vista todo muere y se desmorona impreciso, agostado, decrépito, irreconocible y ruinoso. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Durruti, santificado y momificado, es asesinado dos veces, le ascienden a Teniente Coronel del Ejército Popular y le hacen decir que renuncia a todo, excepto a la victoria. La revolución se esfuma como un hermoso sueño, sin apenas dejar huellas. Nada permanece inmutable, salvo la aniquilación de todo lo existente. ¿Cómo contar eso sin citar a Walter Benjamin y su Angelus Novus?

La documentación hallada en los archivos es el sine qua non de la ciencia histórica. He aquí unas hermosas estampas de Durruti, de la Revolución Social y de su fracaso, que se fundamentan siempre en un riguroso y sólido trabajo previo de investigación, sin amos ni subvenciones, ni otras servidumbres materiales o ideológicas que condicionen los resultados.

Vamos ya a las CONCLUSIONES FINALES

Los dirigentes obreros, se quiera o no, ejercen una función de liderazgo, ejemplo o cerebro del movimiento revolucionario. Es una función orgánica, independiente de su voluntad de no convertirse en dirigentes. Es un hecho antropológico.

Durruti fue un revolucionario más entre otros muchos miles. La deriva contrarrevolucionaria de la insurrección victoriosa de julio de 1936 divinizó y santificó a Durruti, convirtiéndolo en un semidiós. Esa divinización se produjo en el primer aniversario de su muerte. Fue la segunda muerte de Durruti: su necesaria conversión en el paladín de la sagrada unidad antifascista de anarquistas  estalinistas y nacionalistas. Bastó con convertir un eslogan de Ilya Ehremburg en LA GRAN Y ÚNICA FRASE DE DURRUTI: “Renunciamos a todo menos a la victoria”.

A Durruti lo convirtieron en dios para asestar a la revolución de los comités un golpe de muerte. El mito Durruti sirvió y sirve para ocultar la realidad y el protagonismo imprescindible de la organización revolucionaria de los comités de defensa de la CNT. Y ese Dios sacrificó a los comités en el altar de la unidad antifascista, porque los comités eran la revolución. El culto a la personalidad es impropio y ajeno a los principios ácratas.

Para terminar os mostraré tres documentos que nos cuentan que en cuanto salgáis (del Ateneu) a la calle estaréis pisando escenarios de la revolución del 36.

Agustín Guillamón

Ateneu La Flor de Maig, 11 de mayo de 2022.

Sede del Comité de Defensa de Pueblo Nuevo en Paseo del Triunfo 31, principal
Pase extendido por el Comité de Defensa de Pueblo Nuevo
Sede de las JJLL de Pueblo Nuevo en Wad-Ras 223
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