Terroristas, independentistas y espías rusos

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Antes desacreditaban a alguien acusándole de “terrorismo”. En España ser “proetarra” nunca ha pasado de moda desde los tiempos del franquismo más rancio. De eso se encarga la Audiencia Nacional; y si no se lo creen, pregunten a Puigdemont.

En Europa ocurre lo mismo: a la eurodiputada letona Tatiana Zdanoka le acusan de espiar para Rusia, cuyos tentáculos van del Mar Báltico a Catalunya y dan la vuelta al mundo. También le pueden preguntar a Puigdemont sobre este asunto.

Es una acusación que necesita pocas pruebas. Zdanoka es miembro de un partido que hace gala de un nombre sin paliativos: se llama “Unión Rusa” y firmó un acuerdo de cooperación con el hombre que fue nombrado Primer Ministro de Crimea tras la anexión.

No hay paliativos. Zdanoka se había opuesto a la independencia de Letonia de la Unión Soviética y siempre defendió los puntos de vista del Kremlin, algo que en el Parlamento de Bruselas está considerado como un pecado mortal.

Los eurodiputados de bien siempre guardan las debidas distancias de personas como Zdanoka, excepto dos eurodiputados irlandeses, Clare Daly y Mick Wallace, que han participado en varias movilizaciones con ella contra la Guerra de Ucrania y el apoyo de Bruselas al régimen fascista de Kiev.

En octubre Zdanoka incluso estuvo en Irlanda, entevistándose con gente muy sospechosa, pertenecientes a partidos muy malos, como el Sinn Fein. Otras veces aparece en las fotos con banderas de Catalunya, de la mano de gente como Oriol Junqueras, protestando por la represión en España.

Ocho días antes del inicio de la Guerra de Ucrania, los tres malvados, Zdanoka, Daly y Wallace, se pusieron camisetas que decían “Dejad de matar niños en el Donbas”.

En fin, Zdanoka no falla en los actos de conmemoración de la victoria del Ejército Rojo en 1945 y en las fotos levanta el puño, como si la Guerra Fría no hubiera acabado aún.

¿Puede haber algo peor?

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