Teodoro Nguema Obiang: Un juicio y una subasta millonaria

Fuente: Umoya num. 97 4º trimestre 2019                                                   Gerardo González Calvo

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La Corte Penal Internacional de La Haya condenó el pasado mes de noviembre a Bosco Ntaganda a una pena de 30 años de prisión por  crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, como asesinatos, violaciones y esclavitud sexual en la República Democrática de Congo. Ntanganda, de origen ruandés e integrado en el ejército congoleño, fue comandante del movimiento rebelde Unión de Patriotas Congoleños entre 2002 y 2005.
El máximo responsable de este movimiento, que asesinó a decenas de miles de personas inocentes en Ituri, era Thomas Lubanga, condenado también por la Corte Penal Internacional a 14 años de prisión en 2012. Ese mismo año, Ntaganda desertó del ejército congoleño y se alineó con el grupo rebelde M23, que actuaba principalmente en la provincia de Kivu del Norte con el apoyo del ejército ruandés.

Con estas dos condenas se ha desentrañado en parte la trama de crímenes a gran escala en el noreste de la República Democrática de Congo, aunque no se ha desenmascarado la mano más o menos visible del presidente ruandés Paul Kagame, ni tampoco las causas profundas de tantos estragos, estrechamente vinculados a los recursos congoleños.
Otro escándalo que saltó a los medios de comunicación social en los últimos meses de 2019 fue la subasta de 25 automóviles de lujo por un importe de 25 millones de dólares, que habían pertenecido a Teodoro Nguema Obiang, más conocido como “Teodorín”. Estos vehículos los había requisado la oficina del fiscal de Ginebra en 1996, después de llevar a cabo una investigación por lavado de dinero del hijo de Teodoro Obiang, que es, además -y por ello-, vicepresidente de Guinea Ecuatorial.
A mediados de septiembre de 2018, “Teodorín” intentó introducir en Brasil 16 millones de dólares en dinero y en joyas, entre ellas un reloj engastado con piedras preciosas valorado en tres millones y medio de dólares. Las autoridades aduaneras brasileñas incautaron esta fortuna, que se justificó oficialmente con el burdo pretexto de costear unas consultas médicas.
No son solo unas anécdotas chuscas de nuevo rico, sino la cara más visible y ramplona de los efectos del saqueo de los recursos petroleros a todo el pueblo ecuatoguineano, que podía vivir muy holgadamente y, sin embargo, sigue en su mayoría por debajo del umbral de la pobreza.
Tanto las matanzas cometidas en la República Democrática de Congo como los derroches del probable sucesor en la jefatura del Estado en Guinea Ecuatorial son el paradigma de lo que sucede en varios países africanos, muy ricos en materias primas, pero empobrecidos por la codicia de los lobbies internacionales y la avaricia desmedida de los dirigentes políticos y sus familias, que se consideran dueños absolutos del país y de sus recursos.
La barbarie y la corrupción no son exclusivos de algunos países africanos. Bueno es, de todos modos, que salgan a la luz, para que los ciudadanos que viven en ellos se organicen para no permitir que los maltraten ni expolien. Empezará así a materializarse el anhelado objetivo de convertir el siglo XXI en el siglo de África.

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