Llámenle a Gaza como quieran: campos de exterminio , un círculo vicioso de sangre, dolor y muerte , el campo de concentración más grande del mundo. O, como parece querer hacer la población de Israel , pueden ignorarla por completo.
Los judíos asquenazíes de Tel Aviv viven en una burbuja occidental , saboreando sus capuchinos por la mañana y preocupándose por sus profesores de yoga a sólo una hora en auto de las escenas más atroces que el mundo haya presenciado desde Srebrenica o Ruanda.
Pero hay una cosa que ninguno de ellos parece entender: Hamás no se rendirá.