Fuente: Iniciativa Debate/Domingo Sanz 1
Susana con Pedro, Pablo sin Teresa y “Política de Estado” contra Catalunya
Las coincidencias en el tiempo de hechos relevantes, del mismo signo o contrario pero que maduran paralelos y pueden estar relacionados, hacen pensar que podemos encontrarnos ante cambios importantes.
Pero antes de seguir con lo del título quería hacerme eco de que “Vox destituye a su responsable de comunicación en Las Palma minutos después de anunciar su candidatura a las primarias contra Abascal”, según leo en El Diario. Seguro que ese partido cumple con el artículo 6 que dice que “la estructura interna y el funcionamiento de los partidos deberán ser democráticos”, porque en la Constitución española caben toda clase de autoritarismos, siempre que presuman de defender la unidad de España.
No es necesario entrar en detalles que confirmen, más si cabe, que las otras dos derechas españolas están para el arrastre porque Sánchez, ante la tesitura histórica que, de nuevo, se le presenta a un presidente socialista, la de derrotar de verdad a un franquismo que ellos mismos reconocen que aún existe, y si no a qué viene lo de castigar la apología con leyes que siempre incluyen trampas, o conservar en cartera ese peligro para utilizarlo contra comunistas, antes, que algunos del PSOE aún recuerdan el susto de la subida del PCE en las generales de 1979, y nacionalistas, siempre, ha elegido, como hizo Felipe González en 1982, lo segundo: rentabilizar la amenaza contra la democracia para dominar a un pueblo que podría querer más libertad.
“Por consiguiente”, y sin perder un minuto, el presidente ha convocado al neo franquista que más le insulta en público, un Pablo Casado en sus horas más bajas, a una reunión en Moncloa para hacer “política de Estado” que solo puede ser la de sumar aliados contra Catalunya mientras, eso sí, se mantiene el suculento chantaje de mantener presos políticos y exiliados, aunque sean europarlamentarios.
Y llenarse la boca de desjudicializar mientras los juzgados convenientes, cuando no abren causas nuevas, embargan cuentas o encomiendan diligencias para molestar a los catalanes, que algo queda. Siempre. Lo de que los independentistas ganen en las urnas, “bueno, ya tal”.
Porque, aunque le soplaran al oído a Sánchez que una amnistía resolvería el conflicto para 20 años o más, ningún presidente español de verdad podría admitir nada que se pareciera a una concesión. No hay que romper la historia: España, de victoria en victoria, hasta la derrota final.
Y digo que se trata de “política de Estado contra Catalunya” por la misma razón con que se exige a los gobernantes catalanes que retiren símbolos y pancartas reivindicativas, argumentando una supuesta neutralidad de las instituciones públicas que no es más que una leyenda urbana, pues no figura en ninguna ley.
Regresando a la coincidencia de hechos elegida para el título de hoy, aparece en primer lugar Susana Díaz acercándose a un Pedro Sánchez a quien solo defendió cuando creía que podía manejarlo como a un monigote, “este chico no vale, pero nos vale” dicen que dijo cuando salía de un hotel de Madrid, en junio de 2014, y que ella, la del “no mientas, cariño” en el debate de las primarias, nunca ha desmentido. Su aproximación a Sánchez se produjo el pasado 28 de enero, cuando reconoció haberse equivocado apoyando la investidura de Rajoy en 2016.
No obstante Susana, y por muchos éxitos o suertes que acompañen a Sánchez, no parece que vaya aflojando el marcaje de los barones: en el Comité Federal de este mismo sábado García Page acaba de declarar que “la Constitución limita hablar de ciertas cosas”.
¿No sería antidemocrática una Constitución que “limitara” el “hablar” de cualquier cosa?
Es la segunda vez que tengo que mencionar la Constitución, ahora con el PSOE y antes con Vox. No es extraño, pues está durando tanto tiempo sin actualizarse como aquellos Principios del Movimiento Nacional con Franco.
Y el futuro se anuncia fatal, pues Casado dice que no permitirá que se cambie “ni una coma” de ese texto y el tándem Sánchez + Iglesias prefieren maniobrar y confundir contra Catalunya, en lugar de aprender del mejor Adolfo Suárez, el que supo convocar el referéndum de 1976 con el que tomó la iniciativa para neutralizar, por una parte, a los franquistas más peligrosos, y, por otra, a Felipe González, ganando las elecciones de 1977 y 1979.
No nos pondremos ahora a contar quiénes fueron y cómo terminaron acabando con Suarez, pues esto se alargaría demasiado y, además, nunca lo sabremos del todo: tengo serias dudas de que este Gobierno de Coalición Progresista se atreva a abrir la caja de unos secretos oficiales que sonarían como truenos.
Señores del GCP, apunten también esta petición, sobre la que no escucho nada en las ruedas de prensa de los martes.
La otra mitad de la coincidencia es Teresa Rodríguez y los anticapitalistas, quienes acaban de distanciarse de un Pablo Iglesias que, desde la autoridad que proporciona la vicepresidencia gubernamental, ha conseguido pactar una ruptura educada que no cierra ninguna de las incógnitas que nos pueda deparar el futuro.
Es probable que Teresa y los suyos, ya libres, viren hacia un republicanismo más andalucista que autonomista. El aplauso de los ministros de Iglesias al rey fue un acto difícil de soportar, pero la excusa que pocos días después puso Irene Montero, con aquello de que un Salario Mínimo bien vale un apoyo a la monarquía, constituyó un monumento al cinismo que ha colmado los vasos de muchas paciencias, hartas ya de concesiones innecesarias para quienes piensan que la fuerza, en democracia, nace de las urnas. Si revisamos el calendario podremos comprobar que el aplauso al rey está más cerca del anuncio público de la ruptura “pactada” que la noticia del gobierno con ministros de UP, que es la discrepancia que se ha ofrecido al público para justificar el desencuentro.
¿Le ha pedido Pablo a Teresa esa versión oficial, o ella también cree que aplaudir a un rey de España en 2020 es una más de las buenas costumbres republicanas?
Los anticapitalistas de Rodríguez y Urban tendrán, en breve, ocasión de demostrar si su ruptura con Podemos es verdaderamente política, al margen de las inevitables coaliciones electorales del futuro, obligadas por una ley electoral que tergiversa votos cada noche de recuento para convertirlos en escaños: para el próximo 9 de mayo el “Encuentro Estatal por la República” ha convocado una consulta popular a nivel estatal sobre la forma de Estado.
Durante 2018 y 2019, grupos no coordinados de jóvenes demócratas estuvieron organizando consultas de ámbito local en barrios, pueblos y universidades. Los de Iglesias se autoexcluyeron de esas movidas en lo que hoy se puede considerar un error pues, si lo hicieron para no ahuyentar a sus electores más conservadores, cobardes o monárquicos, no parece que lo hayan conseguido: el número total de electores que Podemos ha perdido en las dos rondas de 2019 no se explica solo con el de los que, decepcionados, han huido hacia la abstención de izquierdas, pues también el PSOE ha recuperado votos de algunos a los que, entre otras cosas, no aceptaron el papel de Rubalcaba y compañía en lo de consolidar la monarquía con la sucesión en Felipe VI, bajo cuyo mandato se está rompiendo más España que si se hubiera inaugurado una república.
Sánchez aparece como el vencedor coyuntural de ambas coincidencias, aunque seguirá sometido, también, además de a las presiones internas, a los imponderables de unos jueces que, aunque casi todo lo reprimen en España, pero casi todo lo pierden en Europa, seguirán cabalgando a lomos de su “independencia judicial” de raíz autoritaria para actuar contra cualquier palabra que se salga de los “límites” castellanos de la Constitución y alguien intente pronunciarla en las reuniones con los rebeldes catalanes.
En cambio, Iglesias aparece, al menos desde fuera, neutralizado y dispuesto a seguir perdiendo fuerza política y apoyo social y recuperarla vía gobierno. A fin de cuentas, solo ha conseguido sentarse en el Consejo de Ministros cuando su número de votos y escaños ha caído lo suficiente para no poner en peligro la correlación de fuerzas que verdaderamente importa.
Para terminar, Irene Montero autocrítica o dimisión.
De lo contrario, ¿qué diferencia hay entre este Pablo Iglesias y el Pérez Rubalcaba que aseguró la sucesión del rey anterior en un momento en el que la Monarquía estaba más desprestigiada que nunca, los catalanes ya avisaban que querían república y los neofranquistas no amenazaban tanto como ahora?