Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2022/01/17/pers-j17.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws Eric London 17.01.22Stewart Rhodes y los Oath Keepers imputados por conspiración sediciosa
El arresto del líder fascista de los Oath Keepers, Stewart Rhodes, y diez otros miembros del grupo bajo cargos de conspiración sediciosa desmiente que el 6 de enero fue meramente una protesta que se salió de control y no una conspiración de Trump para anular el resultado de las elecciones de 2020 y establecer una dictadura.
Miembros de los Oath Keepers en el costado este del Capitolio, 6 de enero de 2021, Washington (AP Photo/Manuel Balce Ceneta)
Los hechos en la imputación presentada por los fiscales federales el jueves dejan en claro que los Oath Keepers fueron un componente crítico en los planes operacionales para detener de manera violenta la certificación constitucional del voto del Colegio Electoral. Estos planes estuvieron asombrosamente cerca de tener éxito.
“Después de las elecciones presidenciales”, dice la acusación, “Elmer Stewart Rhodes III conspiró con sus coacusados… para oponerse por la fuerza a la transferencia legal del poder presidencial”. Los Oath Keepers “coordinaron viajes por todo el país para entrar en Washington D.C., se equiparon con diversas armas, se pusieron equipo de combate y táctico” y “planearon utilizar las armas de fuego en apoyo de su complot para impedir el traspaso legal del poder presidencial”.
La acusación señala que Rhodes estableció “equipos de respuesta rápida” que se desplegaron por toda la ciudad el 6 de enero. Establecieron una base y un depósito de armas en un hotel de Arlington, Virginia, y se prepararon para lo que Rhodes llamó “una lucha sangrienta y desesperada”. Los miembros de los equipos de respuesta rápida se prepararon para el 6 de enero realizando un entrenamiento de “guerra no convencional” y discutieron la posibilidad de que sus acciones implicaran un “conflicto armado” y una “guerra de guerrillas”.
Aproximadamente a las 2:30 p.m. del 6 de enero, las fuerzas de los Oath Keeper se desplegaron en formación de “columna” al estilo SWAT y marcharon hacia las escaleras del Capitolio. La turba entró en el Capitolio a las 2:38 p.m. tras un breve enfrentamiento con la policía.
Una vez dentro, la “columna” se dividió en dos grupos, uno de los cuales intentó entrar en el hemiciclo del Senado y el otro “se dirigió a la Cámara de Representantes, en busca de la presidenta de la cámara, Nancy Pelosi. No encontraron a la presidenta Pelosi y finalmente abandonaron el edificio”. Otro equipo de respuesta rápida entró en el Capitolio desde el lado opuesto una media hora después. Otras fuerzas “permanecieron estacionadas a las afueras de la ciudad en dichos equipos. Los equipos estaban preparados para transportar rápidamente armas de fuego y otras armas a Washington DC, en apoyo de las operaciones destinadas a utilizar la fuerza para detener la transferencia legal del poder presidencial”.
El objetivo de los Oath Keepers era claramente secuestrar y detener o matar a miembros del Congreso. En los días anteriores al 6 de enero, Rhodes compró armas y equipos por valor de más de 20.000 dólares para los equipos de respuesta rápida. En diciembre, compró miras de armas y gafas de visión nocturna por valor de 7.000 dólares para utilizarlas el 6 de enero y, en algún momento a principios de enero, gastó otros 15.000 dólares en armas, munición, miras y un bípode. Se trata de artículos utilizados por los escuadrones de asesinato y secuestro.
La detención de Rhodes y otros diez Oath Keepers por cargos de “conspiración sediciosa” plantea la pregunta: ¿de quién recibían órdenes los equipos de respuesta rápida? El propio Trump ordenó a sus partidarios paramilitares fascistas que “esperaran y se mantuvieran listos” en un debate con Biden en septiembre, y la acusación deja en claro que Rhodes y sus cómplices actuaron repetidamente entendiendo que estaban siguiendo las instrucciones de Trump.
A pesar de la importancia de las detenciones, los Oath Keepers no son más que un componente de la conspiración que se desarrolló el 6 de enero. Dentro del Estado, una red de actores poderosos ayudó a garantizar que los equipos de respuesta rápida y los manifestantes tuvieran la oportunidad de rodear el Congreso y capturar a senadores y diputados. Tras las elecciones del 3 de noviembre, el asesor de Trump Stephen Bannon creó un “centro de mando” en el Hotel Willard, donde Michael Flynn, Roger Stone, Rudy Giuliani, el abogado de Trump John Eastman y otros conspiradores se reunieron para coordinar el plan de Trump para mantenerse en el poder.
El 6 de enero, casi 150 congresistas republicanos votaron en contra de certificar los resultados de las elecciones, activando reglas de debate que aseguraban que esta obligación constitucional tardaría horas. El día anterior, Eastman y la abogada de Trump, Sidney Powell, presentaron una solicitud de última hora para que la Corte Suprema suspendiera la certificación, una solicitud que quedó pendiente mientras se desarrollaba el 6 de enero.
Esa tarde, Trump animó a su turba a marchar hacia el edificio del Capitolio mientras se realizaba el recuento electoral. La policía del Capitolio no ofreció ninguna resistencia seria a los manifestantes y el ejército se mantuvo al margen durante 199 minutos, permitiendo que se produjera el ataque. Varios informes recientes muestran ahora que el Departamento de Seguridad Nacional minimizó sistemáticamente las amenazas creíbles y no defendió el edificio del Capitolio. Trump calculó que el Partido Demócrata no haría nada para movilizar a la población contra el golpe, porque los demócratas estaban más aterrorizados por la oposición social que estallaría desde abajo si la población conocía el peligro de lo que estaba ocurriendo.
El complot fracasó, pero no por ninguna acción de las instituciones del Estado ni de los demócratas, sino por problemas tácticos y por azar. Los equipos de respuesta rápida de Rhodes y los grupos de manifestantes furiosos estuvieron a pocos minutos o segundos de capturar a los congresistas. Si hubieran tenido éxito, no hay duda de que los demócratas habrían negociado su liberación mediante algún acuerdo que hubiera permitido que Trump siguiera en el poder.
La acusación deja claro que Rhodes y sus equipos de respuesta rápida no actuaban solos. Rhodes tiene conexiones de alto nivel y fue un invitado con credenciales en la conferencia republicana CPAC del año pasado, y ya se sabe que dos de los otros Oath Keepers detenidos son antiguos guardaespaldas del confidente de Trump, Roger Stone, quien también asistió al Hotel Willard. Los hechos que se han hecho públicos en la acusación son solo la punta del iceberg.