Abu Mohammed al-Jolani , actual gobernante de facto de Damasco, tiene una historia elocuente: comenzó su militancia yihadista en las filas de Al Qaeda como socio de Abu Bakr al-Baghdadi, el “califa” que fundó ISIS, el Estado Islámico de Irak y Siria, en 2013. En 2011, durante la fase preparatoria, Al-Baghdadi lo envió a Siria con grandes sumas de dinero para la creación del Frente Al-Nusra, una facción formalmente autónoma pero en realidad, parte del Estado Islámico.
La facción Al-Jolani ha estado involucrada en la operación de Estados Unidos y la OTAN para destruir el Estado sirio desde su inicio. Una de las razones de esta operación es el hecho de que en julio de 2011 Siria, Irán e Irak firmaron un acuerdo para construir un gasoducto que conectaría el yacimiento iraní de South Pars, el más grande del mundo, con Siria y luego con el Mediterráneo y Europa. Esto crearía un corredor energético alternativo a los que pasan por Turquía y otras rutas controladas por empresas estadounidenses y europeas.
La guerra encubierta en Siria comienza con una serie de ataques terroristas, principalmente en Damasco y Alepo. Cientos de especialistas de élite del SAS británico operan en Siria junto con unidades estadounidenses y francesas. La operación se comanda desde barcos de la OTAN en el puerto turco de Alexandretta. La fuerza de ataque está formada por un ejército de grupos islámicos de Afganistán, Bosnia, Chechenia, Libia y otros países.
Las armas llegan a través de una red internacional organizada por la CIA, que las suministra a grupos infiltrados en Siria, que ya han sido entrenados en campos instalados en territorio turco y jordano. La operación se dirigió desde el cuartel general avanzado del Comando Central estadounidense en la base aérea de Al Udeid, en Qatar. En ese momento, en 2015, Moscú decidió intervenir directamente en apoyo del ejército sirio, a petición de Damasco. La intervención, realizada con poder aéreo, demostró que la “coalición anti-EI” liderada por Estados Unidos pretendía luchar contra el EI. En poco más de dos años, la coalición ruso-siria ha liberado alrededor de tres cuartas partes del territorio del país que había caído en manos del EI y otros movimientos apoyados por Estados Unidos.
En 2016, al-Jolani rompió formalmente vínculos con al-Qaeda y cambió el nombre del grupo a Jabhat Fatah al-Sham , y más tarde en 2017 a Hayat Tahrir al-Sham (HTS) .
Bajo el mando de Jolani, HTS se convirtió en la fuerza dominante en Idlib, el mayor bastión «rebelde» en el noroeste de Siria. Con el apoyo de Turquía en particular, la facción de al-Jolani se está preparando para una operación de un año en Siria. Está siendo armada a través de canales clandestinos y entrenada por las fuerzas especiales Khimik de la inteligencia ucraniana.
Después de entrar en Siria el 8 de noviembre, la facción islamista armada de al-Jolani avanzó rápidamente y capturó Damasco el 7 de diciembre.
El ejército sirio no opuso ninguna resistencia significativa, síntoma de desintegración interna, como lo demuestra el hecho de que, mientras el presidente Assad recibía asilo en Rusia, el personal de la embajada siria en Moscú izaba la bandera de los “rebeldes” islamistas que acababan de tomar Damasco.
Mientras Estados Unidos confirma que mantiene contactos con los “rebeldes” a través de Turquía, Israel se apodera de otro trozo de territorio sirio en los Altos del Golán y lleva a cabo cientos de ataques aéreos denominados “defensivos” contra puertos y aeropuertos sirios. La toma de Siria por estas fuerzas supone un duro golpe tanto para Irán, que ve debilitado su frente de resistencia a la ofensiva israelí en Oriente Próximo, apoyada por Estados Unidos, la OTAN y la UE, como para Rusia, que perderá casi con toda seguridad el acceso al puerto sirio de Tartus, único puerto de atraque para sus buques militares en el Mediterráneo, y corre el riesgo de ralentizar o interrumpir el corredor de transporte norte-sur a través de Oriente Próximo que le permite sortear el bloqueo en Occidente.
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