Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Sionismo-fin-horroroso-de-un-horror-sin-fin-20231205-0001.html?utm_source=planisys&utm_medium=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_campaign=NewsletterEspa%C3%B1ol&utm_content=33 Eduardo Rothe 5 diciembre 2023
Cuando Theodor Herzl (1860-1904) propuso, en los últimos años del Siglo 19, lo que hoy conocemos como “Sionismo” (un Estado judio en Palestina) tanto él como sus seguidores dejaron claro que para realizar ese proyecto sería indispensable expulsar a los “nativos” de las tierras que habitaban desde hacía más de 2000 años.
Para esa colonización armada los inmigrantes judíos de antes y después de la II Guerra Mundial recurrieron al terrorismo contra palestinos y árabes, y contra los británicos que entonces administraban el país, y levantaron en secreto un censo y un inventario del territorio que iban a “sanear”.
El desalojo forzado y masivo de los palestinos comenzó en 1947, con amenazas, violencias torturas, asesinatos, violaciones y masacres de civiles de todas las edades. Unas 700.000 personas (la mitad de la población no judía) abandonó de un dia para otro tierras, casas y propiedades y huyeron hacia los países vecinos, en lo que hoy se conoce como la Nakba (la “catástrofe”) y que los textos escolares de Israel dicen fue un caso de paranoia e histeria colectiva.
Esta catástrofe fue ignorada por el mundo porque Europa vivía entonces la culpa del holocausto y la creación del Estado de Israel era vista como una causa justa; y aunque los palestinos despertaban la solidaridad de los pueblos árabes, sus gobiernos veían con malos ojos la llegada indetenible de cientos de miles de refugiados.
En los medios occidentales nadie se atrevía a criticar la violencia extrema de los comandos sionistas. Nadie, salvo algunos ilustres como el sabio Albert Einstein, Hanna Arendt y otros 30 intelectuales, algunos judíos, que el 4 de diciembre de 1948 escribieron al New York Times, en ocasión de la visita de Menachem Begin a los Estados Unidos, una carta abierta que advertía:
“Entre los más perturbadores fenómenos políticos de nuestro tiempo está la aparición, en el recién creado Estado de Israel, del “Partido de la Libertad” (Tnuat Haherut), un partido político muy parecido y cercano en su organización, métodos, filosofía política y atractivo social a los partidos nazis y fascistas. Se formó con los miembros y seguidores del antiguo Irgun Zvai Leumi, una organización terrorista, de derecha y chovinista, en Palestina.”
(…) “Un ejemplo chocante fue lo que hicieron en la aldea árabe de Der Yassin. Esta aldea, lejos de las carreteras principales y rodeada por tierras judías, no había tomado parte en la guerra e, incluso, había expulsado a las bandas árabes que querían usarla como base. El 9 de abril (THE NEW YORK TIMES), bandas terroristas atacaron esta aldea pacífica, que no era un objetivo militar, mataron a la mayoría de sus habitantes (240 hombres, mujeres y niños) y dejaron vivos unos pocos para haceros desfilar como cautivos por las calles de Jerusalén. La mayoría de la comunidad judía se horrorizó por el hecho, y la Agencia Judía envió un telegrama con disculpas al Rey Abdullah de Transjordania. Pero los terroristas, lejos de avergonzarse, estaban orgullosos de la masacre, le dieron amplia publicidad e invitaron a los corresponsales extranjeros presentes en el país para ver los cadáveres amontonados y la catástrofe general de Deir Yassin. El incidente de Deir Yassin ejemplifica el carácter y acciones del Partido de la Libertad. En la comunidad judía han predicado una mezcla de ultranacionalismo, misticismo religioso y superioridad racial. Al igual que otros partidos fascistas han sido empleados para romper huelgas y han llamado a la destrucción de los sindicatos libres. Muy por el contrario, han propuesto uniones corporativas siguiendo el modelo fascista italiano”.
Einstein, que era judío, hoy sería llamado “antisemíta” por sus críticas, como todos los que no comulgan con la política genocida del Estado de Israel. Es más, 10 años después el entonces Primer Ministro Bem Gurion le propuso al sabio ser presidente de Israel, oferta que Einstein declinó elegantemente.
Razón tenía Einstein y los otros intelectuales en denunciar el terrorismo fascista, racista y genocida de Menachem Begin y su partido, pero estaban lejos de imaginar que sobre ese modelo se levantarían los gobiernos futuros de Israel y que el mismo siniestro personaje llegaría a Primer Ministro (1977 – 1983) y bajo su gobierno Israel invadiría el Líbano dejando el rastro sanguinolento de las masacres de los campos de refugiados de Sabra y Shatila (un acto de genocidio según la ONU) y de los 9.000 muertos civiles del bombardeo de Beirut con artillería pesada… y, más cerca de nosotros, el envío a Guatemala de armas y 300 instructores para ayudar al dictador Ríos Montt en el exterminio de gran parte de la población indígena del país.
Lejos estaba Eistein, cuando criticó el modelo de sindicato corporativo propuesto por Begin, de imaginar que la Histadruth, gran central sindical judia fundada en 1920, no solo sería patronal sino patrona ella misma, al punto de llegar a ser la mayor empleadora de Israel –incluyendo los obreros árabes- con casi un millón de afiliados.
Pero el genocida Begin no fue el primero ni el último, ni el peor: durante más de medio siglo, la expropiación y opresión de los palestinos se fue agravando.
En los años 50-60 el mundo, horrorizado por el Holocausto, se conmovió com el Diario de Ana Frank y con los bestsellers del escritor Leon Uris, “Éxodo” (llevado al cine por Hollywood) y “Mila 18” sobre la insurrección y destrucción del Gueto de Varsovia. No sería sino a finales de los 60 que los palestinos comenzaron una fuerte resistencia armada mediante acciones terroristas como la masacre de Múnich, asesinatos y secuestro de aviones comerciales, ganando poco a poco la solidaridad de la extrema izquierda europea y una distante relación de amor-odio con los gobiernos árabes del Medio Oriente y el Mediterráneo. Para fines del siglo 20, cada vez más ciudadan@s de Israel y activistas no-palestin@s de todo el mundo se sumaron a la protesta contra la opresión y despojo de los palestinos, la destrucción de sus casas y cultivos, y los repetidos bombardeos a Gaza de esos años usando, entre otras atrocidades, bombas de fósforo blanco contra la población civil.
Sin embargo, el clímax irreversible en la historia de Israel llegaría el 7 de octubre del 2023 “cuando grupos armados de milicianos palestinos, principalmente de Hamás y la Yihad Islámica Palestina lanzaron un gran ataque contra Israel desde la Franja de Gaza con una andanada de cohetes y un ataque de comandos en camiones, motocicletas y parapentes motorizados. El ataque fue inesperado, tomando a Israel completamente por sorpresa. Israel respondería poco después con una represalia denominada Operación Espada de Hierro, que incluiría bombardeos e incursiones militares contra Gaza” (Wikipedia).
En este revés el Estado de Israel vio una oportunidad para la “Solución Final al Problema Palestino” y en la rebelión de los grupos armados del gueto de Gaza, como la de los grupos armados de gueto de Varsovia, lo que creyó era la justificación perfecta para su destrucción total y definitiva, anexarlo a Israel y urbanizar sobre sus ruinas. Craso error, porque la destrucción metódica de la infraestructura de Gaza, la privación de agua, alimentos y electricidad, el bombardeo de hospitales, la masacre deliberada y metódica de la población civil, incluyendo miles de niños, provocó una ola mundial de indignación y la protesta de organismos multilaterales de la ONU y de derechos humanos, parlamentos y gobiernos (incluidos los aliados tradicionales), jefes de Estado de todos los continentes y tendencias, múltiples organizaciones judías y centenares de miles de personas en las principales ciudades del mundo, un universo multiforme al que no se puede aplicar el manido chantaje descalificador de “antisemita”. Incluso la Casa Blanca, por primera vez, critica tímidamente las acciones de Israel que lo acompaña, una y otra, vez a votar por el bloqueo a Cuba contra todos los otros países de la ONU.
Llevando al último extremo su política de despojo y exterminio, el sionismo rompió el saco y cometió el mayor error estratégico de sus 76 años de existencia, un error fatal e irreparable que lo coloca en la misma situación de la África del Sur del apartheid que se derrumbó por el boicot mundial a su política racista. Y todo esto sucede hoy bajo la dirección del Primer Ministro Benjamín Netanyahu, acusado de corrupción y objeto del rechazo de la población en repetidas manifestaciones de decenas de miles de ciudadanos que se oponen a su propuesta de reformas antidemocráticas.
El sionismo, que fue para los palestinos un horror sin fin, vive el fin de su tiempo en un fin horroroso, en medio del repudio mundial, descubriendo que “con las bayonetas se puede hacer de todo menos sentarse encima”.
teleSUR no se hace responsable de las opiniones emitidas en esta sección