Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/revelaciones-dantescas-Papeles-Afganistan_0_972903622.html
Más de 400 entrevistas inéditas con personas involucradas en el conflicto afgano difundidas por el diario The Washington Post destapan las mentiras y negligencias de la intervención norteamericana en el país desde 2001
Dieciocho años y tres Administraciones después, una investigación de The Washington Post ha revelado la campaña de mentiras y ocultaciones que, durante todo este período, ha sustentado la justificación oficial de la intervención del ejército estadounidense en Afganistán tras los atentados del 11-S.
Una investigación de tres años de duración liderada por el periodista Craig Whitlock ha logrado sacar a la luz –gracias a la Ley de Libertad de Información– el proyecto Lecciones aprendidas. Un plan federal de la Oficina del Inspector General para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR) con el objetivo de revisar la calamitosa actuación de EEUU durante la guerra de Afganistán.
2.000 páginas de documentos inéditos con notas, transcripciones y grabaciones pertenecientes a las más de 400 entrevistas con personas directamente implicadas en el desarrollo del conflicto –desde diplomáticos y generales norteamericanos, hasta cooperantes y oficiales del ejército afgano– que, si bien apenas revela información sensible sobre operaciones militares, incorpora los testimonios que han destapado los desmanes de una guerra sin victoria posible.
1.¿Quién es el enemigo?
Una de las revelaciones más llamativas que se desprenden de los testimonios tiene que ver con la identificación del enemigo. Según afirma The Washington Post, los propios líderes militares norteamericanos tuvieron verdaderos problemas para «articular contra quién estaban luchando y por qué».
De acuerdo con lo revelado en los documentos, el Gobierno de EEUU «nunca llegó a una respuesta» acerca de si el enemigo –pasada la intervención inicial– era Al Qaeda, Pakistán, el Estado Islámico o los caudillos identificados por la CIA.
Como resultado de esta falta de directrices, según el Post, las tropas estadounidenses a menudo no podían distinguir entre amigos y enemigos. «Pensaron que iban a tener un mapa para mostrarles (a las tropas) dónde vivían los buenos y los malos», declaró en 2017 un exasesor no identificado de un equipo de las Fuerzas Especiales del Ejército a los entrevistadores del Gobierno.
«Tuve varias conversaciones con ellos para hacerles entender que yo no tenía esa información. Al principio, seguían preguntando: ‘Pero, ¿quiénes son los malos? ¿Dónde están?'», añadió.
La situación no se veía desde una perspectiva mucho más clara en el Pentágono. «No tengo visibilidad acerca de quiénes son los malos», se quejó Donald Rumsfeld en uno de los memorandos dictados por el exsecretario de Defensa acerca de la guerra afgana entre 2001 y 2005. «Somos lamentablemente deficientes en inteligencia humana».
En varias entrevistas, funcionarios que prestaron servicio bajo el mandato de los presidentes Bush y Obama, afirmaron, en declaraciones que el diario define como «inusualmente sinceras», que ambos líderes fracasaron estrepitosamente en su tarea de idear una estrategia clara con objetivos concisos y alcanzables.
En esas entrevistas también se denuncia el total desinterés de EEUU por afrontar el conflicto desde la vía diplomática. «No había mucho apetito por lo que llamamos reducción de amenazas, por la diplomacia regional y la incorporación de los talibanes al proceso de paz», lamentó un funcionario no identificado de la ONU.
«En ese momento, la mayoría de los comandantes de Hizb-i-Islami o los talibanes estaban interesados en unirse al Gobierno», añadió refiriéndose a otra milicia afgana que luchó contra las tropas estadounidenses. «Lección aprendida: si tienes la oportunidad de hablar con los talibanes, habla con ellos».
2. El auge de la mayor industria de opio del mundo
Durante la intervención militar de EEUU en Afganistán, el país asiático se ha convertido en el mayor productor mundial de opio. A pesar del gasto de en torno a 9.000 millones de dolares desde 2001 para la erradicación de este problema, el pasado año Afganistán fue el responsable del 82% de la producción total de opio a nivel global, según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Este aumento, de acuerdo con los testimonios de exfuncionarios destapados por , tiene que ver con las medidas «contraproducentes» llevadas a cabo para restringir su cultivo.
Según el diario, ninguna agencia o país estuvo a cargo de la estrategia contra la producción del opio durante toda la guerra, por lo que el Departamento de Estado, la DEA, el Ejército de EEUU, los aliados de la OTAN –principalmente Gran Bretaña– y el Gobierno afgano chocaron constantemente e implementaron programas «disfuncionales» para frenar un problema que «no fue contemplado como una amenaza militar hasta la Administración Obama».
De hecho, según destapa la investigación, Donald Rumsfeld llegó a afirmar que «nadie estaba al cargo» de la estrategia de erradicación de la producción de opio, en lo que varios funcionarios destacaron como el «fracaso más imprudente» de la intervención americana en Afganistán.
3. La reconstrucción fallida más cara que el Plan Marshall
Según apuntan los documentos sacados a la luz, el motivo del desastre tiene que ver con el despilfarro sistemático de recursos y la ausencia total de un plan realista de estructuración de los mismos. «Perdimos la objetividad. Nos dieron dinero, nos dijeron que lo gastáramos y lo hicimos, sin razón alguna», declaraba en una de las entrevistas publicadas un ejecutivo no identificado de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), quien afirmaba que en torno al 90% del gasto fue exagerado.
El Gobierno de los EEUU ha gastado desde el año 2001 más de 133.000 millones de dólares en la reconstrucción de Afganistán. Ajustando esta cifra a la inflación, se trata de una inversión superior a la destinada tras la Segunda Guerra Mundial en el Plan Marshall. No obstante, las conversaciones publicadas muestran un fracaso sin paliativos de este proyecto de recomposición del país desde sus comienzos.
Una muestra de esta «carrera descabellada de gasto», tal y como la definieron algunos cooperantes humanitarios entrevistados, la ofreció un contratista no identificado a quién, según afirmó durante una de las conversaciones de Lecciones aprendidas, se encargó de gastar 3 millones de dólares diarios en proyectos destinados a un solo distrito afgano aproximadamente del tamaño de un condado de EEUU.
4. Del despilfarro a la «cleptocracia»
«Nuestro mayor proyecto, triste e inadvertidamente, puede haber sido el desarrollo de la corrupción masiva», declaró en una de las entrevistas Ryan Crocker, el principal diplomático estadounidense en Kabul durante dos etapas distintas. «No se pueden poner esas cantidades de dinero en un Estado y una sociedad tan frágiles y no contribuir a que alimenten la corrupción. Simplemente no puedes», agregó.
Una de las consecuencias más sangrantes de la avalancha de dinero procedente de EEUU se manifestó en el incremento de la corrupción en el país afgano hasta niveles históricos. Un exceso de recursos para un país empobrecido y con un déficit notable de estructuras que permitieran encauzar y administrar la ingente cantidad de dinero americano, que multiplicó las oportunidades de fraude y sobornos.
Para encontrar el origen de este sistema, que el coronel norteamericano Christoper Kolenda calificó de «cleptocracia», hay que remontarse, según apunta el Post, a los años 2002 y 2003. Durante esa época, los consejos tribales afganos se reunieron para redactar una nueva constitución, un proceso durante el cual el gobierno de los EEUU habría entregado sobornos a los delegados que apoyaban las posturas cercanas a los intereses de Washington en asuntos como DD.HH y derechos de las mujeres, según el testimonio de un funcionario estadounidense que sirvió en Kabul durante aquel momento. «La percepción que se inició en ese período fue que si ibas a votar por algo que favoreciera, sería estúpido no obtener un soborno a cambio», agregaba este funcionario.
Según apunta la publicación, para cuando Afganistán celebró elecciones parlamentarias en 2005, esa percepción ya se había consolidado. Los legisladores se dieron cuenta de que sus votos podrían valer miles de dólares para los estadounidenses, incluso votando una legislación que habrían respaldado de todos modos.
Investigaciones de la ONU determinaron que Karzai había recibido alrededor de un millón de votos ilegales, una cuarta parte de todos los emitidos. A pesar de que funcionarios de la Administración Obama catalogaron de intolerables estas prácticas, el Gobierno negoció un acuerdo por el cual Karzai fue declarado ganador tras acordar compartir ciertas áreas de poder con su principal rival.
«Eso fue profundamente destructivo para un Estado de derecho», declaró Sarah Chayes, asesora civil del ejército de EEUU en ese momento. «Si bien tuvimos la oportunidad de decir que la corrupción es algo grave, se dieron instrucciones explícitas de que no era así».
Una advertencia en la que también incidió el enviado adjunto de la ONU en Afganistán en 2009, Peter Galbraith, quien fue destituido de su cargo, según los testimonios del documento, tras acusar a las Naciones Unidas de ayudar a encubrir el alcance del fraude electoral.
5. La connivencia con los ‘señores de la guerra’
Otra de las revelaciones importantes contenidas en la investigación tiene que ver con las relaciones entre el Gobierno estadounidense y los llamados ‘señores de la guerra’ que evidencian los documentos. Según informa el Post, a través de la entrega de efectivo y contratos lucrativos, la CIA lograba obtener información y lealtad por parte de gobernadores, parlamentarios e incluso líderes religiosos afganos.
El objetivo de estos movimientos tenía que ver con la búsqueda de una estabilidad dentro de los círculos de poder del país que, sin embargo, no se logró. «Nos asociamos con todos los jugadores equivocados», confesó un alto diplomático estadounidense a los entrevistadores del gobierno.
Según informó Gert Berthold, un contable forense que sirvió en un grupo de trabajo militar en Afganistán, entre los años 2010 y 2012, de los 106 millones de dólares relacionados a 3.000 contratos del Departamento de Defensa, alrededor del 40% terminó en los bolsillos de insurgentes, sindicatos criminales o funcionarios afganos corruptos. Aunque los detalles de las cuantías económicas entregadas continúan siendo secretos, los documentos confidenciales muestran que los pagos se discutieron en los niveles más altos del Gobierno estadounidense.
6. La crisis del Kabul Bank
El sector financiero también fue gravemente afectado por la intervención americana, según se destapa en los documentos. El Kabul Bank, el más importante del país, estuvo cerca de colapsar a causa de los 1.000 millones de dólares en préstamos fraudulentos descubiertos en las cuentas de la entidad, cantidad equivalente a la doceava parte de PIB total del país en esa época. Una situación que, según un alto funcionario de EEUU no identificado, era conocida por la embajada hasta un año antes de que estallara el escándalo.
Según recoge la investigación, el Kabul Bank habría falsificado los libros para ocultar cientos de millones de dólares en préstamos no garantizados a ejecutivos de negocios con conexiones políticas. Entre los involucrados, el hermano del presidente Mahmoud Karzai y la familia de Fahim Khan. Según declaró un funcionario anónimo del Departamento del Tesoro de Estados Unidos enviado a Kabul como asesor del Gobierno afgano, este caso «tenía elementos que se podían poner en una novela de espías, dadas las conexiones entre las personas que poseían Kabul Bank y los que manejan el país».
Además, de acuerdo con los documentos, gran parte del dinero saqueado se había originado en el tesoro de EEUU, el cual subsidiaba los salarios de los soldados, la policía y los funcionarios públicos afganos, que constituían la mayor parte de los depositantes del Banco Kabul.
Según informa el Post, con la llegada de Ryan Crocker a la embajada de Kabul, comenzó a «aliviarse la presión» sobre este asunto. «La actitud de Crocker fue hacer que el problema desapareciera, enterrarlo lo más profundo posible y silenciar cualquier voz dentro de la embajada que quisiera hacer de esto un problema», afirmó en una de las entrevistas el segundo funcionario del Departamento del Tesoro. «Fue un ejemplo de cómo de frágil y precaria puede ser la política de EEUU. Literalmente de la noche a la mañana, toda nuestra política cambió».
Por su parte, Crocker se excusó ante los entrevistadores afirmando que para cuando llegó el escándalo del Kabul Bank, ya «era demasiado tarde». «La corrupción estaba tan arraigada y formaba parte del estilo de vida, que vi pocas posibilidades de cambio, solo una especie de sensación de inutilidad», añadió.
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