Fuente: https://www.wsws.org/es/articles/2023/04/12/auku-a12.html?pk_campaign=newsletter&pk_kwd=wsws Oscar Grenfell
En una reunión de la que se informó poco la semana pasada, altos funcionarios de la administración Biden declararon que el acuerdo AUKUS para que Australia adquiera submarinos de propulsión nuclear tenía como objetivo ‘derrotar’ a China, a la que describieron como la ‘amenaza de nuestra vida’.
Los belicosos comentarios fueron pronunciados en un acto celebrado en Washington el pasado lunes, al que asistió una delegación australiana, que incluía políticos del gobierno y de la oposición, y representantes de fabricantes de armamento.
Los australianos, la diputada laborista Meryl Swanson y el senador liberal James Paterson, se encontraban en Washington para discutir la aplicación del acuerdo sobre submarinos por valor de $368.000 millones anunciado el mes pasado. En virtud del acuerdo, Australia adquirirá una flota estadounidense de submarinos de propulsión nuclear la próxima década, antes de iniciar la construcción conjunta de un nuevo diseño de submarino en cooperación con Gran Bretaña.
El viaje de Swanson y Paterson tuvo un perfil extraordinariamente bajo, sin apenas cobertura mediática ni información por parte del gobierno. Ello se debe, sin duda, a que el pacto AUKUS ha provocado una amplia oposición dentro de Australia. El contenido de las conversaciones, además, socavó las afirmaciones de que la adquisición de los submarinos por parte de Australia es en modo alguno una medida defensiva, destinada a servir de ‘elemento disuasorio’, como ha afirmado el gobierno laborista.
Por el contrario, altos funcionarios estadounidenses presentaron AUKUS, el pacto militarista de EEUU con Gran Bretaña y Australia, así como los propios submarinos, como un instrumento agresivo de la política exterior estadounidense.
Hablando en la cena, el secretario de Marina de EEUU, Carlos del Toro, proclamó: ‘Habiendo nacido en Cuba entiendo personalmente lo que es el comunismo, y es de hecho la amenaza de China y su destrucción del orden mundial lo que estamos comprometidos, como tres naciones, a derrotar de todas las formas posibles.’
La histérica perorata anticomunista de Del Toro, sobre un régimen chino que restauró el capitalismo hace décadas, estaba sin duda ligada a sus antecedentes en la fascistoide comunidad de emigrantes cubanos en Estados Unidos.
Sin embargo, el congresista republicano Rob Wittman, vicepresidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, también se refirió al mismo punto esencial. Declaró: ‘No nos equivoquemos, la amenaza de nuestra vida es el Partido Comunista Chino. No hay duda. Pondrá a prueba todos los aspectos de lo que somos como naciones’.
Hablar de la ‘derrota’ de China y referirse a Beijing como la ‘amenaza de nuestra vida’, en una reunión a la que asisten principalmente traficantes de armas, sólo puede tener un significado. Del Toro y Wittman estaban afirmando claramente que AUKUS y el acuerdo sobre los submarinos son una preparación para la guerra con China.
Así lo reconoció más o menos el único artículo de la prensa corporativa sobre la reunión, publicado en el Australian .
Los comentarios, admitía, eran una ‘aparente confirmación de las acusaciones chinas y rusas de que la alianza militar de tres naciones, que se ha comprometido a equipar a Australia con al menos ocho submarinos de propulsión nuclear para la década de 2040, estaba dirigida a Beijing y Moscú’. El Australian señaló que los comentarios eran mucho más explícitos que los realizados por el primer ministro australiano, Anthony Albanese, su homólogo británico, Rishi Sunak, o Biden, cuando anunciaron el acuerdo sobre los submarinos.
Las declaraciones coincidían plenamente con las doctrinas del gobierno estadounidense y del Pentágono. En 2018, un documento de estrategia del Pentágono declaraba: ‘La competencia entre grandes potencias, no el terrorismo, es ahora el foco principal de la seguridad nacional de EEUU’. En él se identificaba explícitamente a China y Rusia como amenazas para el dominio global estadounidense.
La Estrategia de Seguridad Nacional 2022 de la administración Biden afirmaba: ‘Competiremos eficazmente con la República Popular China, que es el único competidor con la intención y, cada vez más, la capacidad de remodelar el orden internacional’.
Otros documentos del gobierno estadounidense han reconocido que China no constituye una amenaza para las actividades globales del ejército estadounidense. El año pasado, por ejemplo, el informe anual del Departamento de Defensa afirmaba que la única ambición militar de China era ‘restringir la presencia de Estados Unidos en la periferia de China’.
En realidad, las referencias al ‘orden internacional’ expresan el temor de que el crecimiento económico de China, que se produce en medio de un prolongado declive del imperialismo estadounidense, amenace la preeminencia del capitalismo norteamericano.
Los comentarios de del Toro y Wittman subrayan el carácter mentiroso de las diversas justificaciones del Partido Laborista para el acuerdo del submarino.
Cuando se anunció inicialmente, Albanese, junto con su ministro de Defensa Richard Marles, declaró vagamente que los submarinos servirían para defender los accesos al norte de Australia. La clara implicación era que Australia se enfrentaba de algún modo a la perspectiva de una invasión lanzada desde Asia.
En un discurso pronunciado el mes pasado en el Club Nacional de Prensa, el ex Primer Ministro Paul Keating echó por tierra estas insinuaciones. Señaló que los chinos necesitarían lanzar una armada que tendría que recorrer unos 6.000 kilómetros, antes de llegar a las zonas septentrionales y occidentales del vasto continente, en gran parte estériles y deshabitadas. China, además, no tenía ninguna motivación concebible para llevar a cabo tal operación.
En su lugar, las advertencias eran un refrito apenas velado de las afirmaciones racistas de un ‘peligro amarillo’ procedente del norte, asociado a la política de la ‘Australia blanca’ sobre la que se fundó el país. Su objetivo era ocultar el hecho de que los submarinos de largo alcance y propulsión nuclear se encargarían de llevar a cabo operaciones ofensivas frente a las costas de China como parte de cualquier guerra liderada por Estados Unidos.
Tras la intervención de Keating, el gobierno australiano cambió de rumbo. Dos días después de sus declaraciones, Marles afirmó que el acuerdo sobre los submarinos no suponía un compromiso de que Australia se uniría automáticamente a una guerra contra China liderada por Estados Unidos. Su objetivo era proteger las rutas comerciales australianas que atraviesan el Indo-Pacífico.