
Sanar es una palabra que escuchamos a menudo. Es un término de moda en espacios feministas, conversaciones sobre salud mental y en las industrias del bienestar. Sin embargo, rara vez nos preguntamos quién puede sanar. ¿ Quién define cómo es la sanación? Y en un mundo moldeado por el capitalismo, el patriarcado y los legados coloniales, ¿tienen las mujeres y las comunidades marginadas el lujo de sanar?
Sanación en un sistema que hiere
La demanda de sanación, especialmente para las mujeres en las bases, a menudo parece una tarea imposible. Se espera que las mujeres sanen mientras aún cargan con el peso del trabajo no remunerado, la desigualdad económica y la opresión social. Se les dice que encuentren tiempo para el autocuidado cuando apenas pueden darse el lujo de recuperarse de las heridas físicas, y mucho menos de las psicológicas.
El capitalismo no concede a las mujeres, especialmente a las de comunidades marginadas, el privilegio del descanso. Una trabajadora de fábrica, una vendedora de mercado, una trabajadora doméstica: ¿cómo se recuperan estas mujeres cuando faltar un día al trabajo significa perderse una comida? ¿Cómo puede ser sostenible la recuperación cuando las mismas estructuras que causan daño permanecen intactas?
Sanación y salud mental: En el discurso sobre salud mental, a menudo enfatizamos la concientización, pero la concientización no es suficiente. La sanación requiere alfabetización en salud mental: la capacidad de comprender la salud mental, reconocer los síntomas y tomar decisiones informadas sobre la atención. Sin alfabetización, la sanación permanece inaccesible. No podemos sanar lo que no entendemos.
Además, la sanación no es instantánea. La investigación neurocientífica demuestra que la sanación, ya sea emocional o física, requiere tiempo. Las neuronas necesitan reconectarse, los sistemas nerviosos necesitan regularse y los cuerpos necesitan descansar. Sin embargo, los sistemas opresivos no dan a las poblaciones vulnerables el tiempo para sanar. Si persisten la violencia cotidiana, la precariedad económica y las injusticias sistémicas, ¿podremos sanar realmente alguna vez? ¿O nos vemos obligados a un ciclo interminable de afrontamiento, en lugar de recuperarnos?
¿Qué es la sanación en los espacios feministas?
Hoy en día, los espacios feministas se centran cada vez más en la sanación, y eso es poderoso. Pero debemos preguntarnos: ¿de quién se está priorizando la sanación? ¿Qué lenguaje se utiliza para definir qué es la sanación?
Para las personas neurodivergentes, la sanación podría no consistir en una terapia tradicional, sino más bien en un apoyo estructurado, rutinas y entornos sensorialmente amigables. Para quienes viven en zonas devastadas por la guerra, la sanación no comienza en el momento en que se silencian las armas, porque incluso cuando cesa la violencia, los ecos del trauma siguen vivos en el cuerpo y la mente mucho después. Para millones de personas, la sanación sigue siendo esquiva, ya que el bienestar mental suele ser la última prioridad en sistemas diseñados para abordar solo las heridas visibles. Y para las mujeres de comunidades profundamente oprimidas, la sanación podría consistir en tener acceso al conocimiento y la educación, caminar con seguridad en espacios públicos, ser económicamente independientes o, finalmente, poder hablar sin miedo: pequeños actos de libertad que poco a poco las reconstruyen.
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No podemos asumir que una sola forma de sanación sea válida para todos. La sanación debe ser interseccional. Debe ser definida por quienes sufren daño, no impuesta por perspectivas externas.
Mantener la curación
Las prácticas curativas indígenas y ancestrales tienen sus raíces en la naturaleza: la medicina herbal, los rituales espirituales y las tradiciones locales. Pero si el capitalismo continúa destruyendo el planeta, ¿cómo podemos mantener la sanación? Si los bosques que nos proveen de plantas medicinales están desapareciendo, las tierras ancestrales están siendo usurpadas y el agua está contaminada, ¿cómo podemos preservar la medicina tradicional?
La sanación no es solo un viaje personal, sino colectivo, político y ambiental. Se trata de recuperar el conocimiento perdido, resistir a los sistemas dañinos y crear un mundo donde la sanación no sea un privilegio, sino un derecho.
¿Qué pasa si la curación nunca ocurre completamente?
Quizás la presión para sanar sea demasiada. La sanación, tal como la entendemos actualmente, es inalcanzable. Y tal vez, solo tal vez, eso esté bien.
En lugar de forzarnos a una versión idealizada de la sanación, podemos centrarnos en la supervivencia, la resiliencia y los pequeños momentos de alegría y conexión. La sanación no tiene por qué ser un fin; puede ser un proceso continuo, un acto radical de desafío a un mundo que busca quebrantarnos.
Así que, en lugar de preguntarnos: “¿Cuándo sanaré?”, quizá deberíamos preguntarnos: “¿Cómo puedo sostenerme en un mundo que exige mi sufrimiento?”. La sanación no es un destino: es resistencia, adaptación y negativa a ser borrada.
Y eso por sí solo es suficiente.
*Texto publicado originalmente en African femeinism y traducido por Afroféminas

Amisa Rashid
Amisa Rashid es una reconocida profesional de la salud mental, neuropsicóloga y defensora de la salud mental, reconocida por sus innovadoras contribuciones a la atención de la salud mental en África. Como fundadora y directora ejecutiva de la Fundación Nivishe, ha liderado intervenciones de salud mental culturalmente sensibles y no discriminatorias para comunidades marginadas y desatendidas. Aboga por la descolonización y la africanización de la salud mental.
