Fuente: Umoya num. 98 – 1er trimestre 2020 Comité de Madrid
El pasado 17 de febrero se conoció la muerte del célebre cantante de gospel ruandés Kizito Mihigo, asesinado bajo custodia policial. Tenía 38 años.
Kizito Mihigo nació el 25 de julio de 1981 en Kibeho, en la Ruanda meridional. Allí vivió entre los 8 y los 12 años los cuatro años de la guerra que terminó en 1994, cuando el general Paul Kagame llegó al poder. Durante la primavera de 1994 su familia fue diezmada por los extremistas hutus. Después, en abril de 1995 las tropas del general Paul Kagame cometieron también allí mismo atrocidades mucho mayores, en un par de días asesinaron a unos 8.000 civiles hutus ante la mirada impasible de los cascos azules.
Al ser un huérfano superviviente del conocido como «el genocidio de Ruanda contra los tutsis» , el gobierno de Paul Kagame impulsó su fama otorgándole premios y reconocimientos. Kizito interpretó en numerosas ocasiones el himno nacional ante todo el país y el mundo entero, durante las ceremonias de conmemoración del genocidio.
Profundamente religioso, ya en la escuela de secundaria era el organista litúrgico de su iglesia. Su talento cada vez era más reconocido en todo el país, incluso el gobierno de Kagame le concedió una beca para estudiar órgano y composición en París. En 2011, regresó a Ruanda. A lo largo de toda su carrera compuso más de 400 canciones religiosas. Era querido y respetado por todo el mundo. Su popularidad traspasaba las fronteras. Era una persona con una bondad transparente, cuya dulzura y serenidad tocaba los corazones de todos.
Sus problemas llegaron cuando en 2014 publicó una canción titulada Igisobanuro Cy’urupfu (El significado de la muerte). En ella Kizito rezaba en kinyarwanda: «Aunque el genocidio me dejó huérfano/Que no me haga perder la empatía por los demás/ Sus vidas también fueron brutalmente tomadas/ Pero no calificado como genocidio/ Esos hermanos y hermanas/ Ellos también son humanos, rezo por ellos./ Esos hermanos y hermanas/ Ellos también son humanos, los consuelo/ Esos hermanos y hermanas,/ Ellos también son humanos, los recuerdo».
Aunque Mihigo no identificó a «esos hermanos y hermanas» como hutus, eso es lo que todo el mundo comprendió con claridad. A raíz de esto, su música fue prohibida en el país y él fue detenido en febrero de 2015. Aunque intentaron obligarle a pedir perdón, él se negó. Era, como todos sabían, un hombre de principios. Entró en prisión y el régimen de Paul Kagame ya no presumió nunca más del adorable huérfano tutsi.
En septiembre de 2018, fue puesto en libertad condicional junto a otros 2.140 presos, entre los que también se encontraba la líder más importante de la oposición, Victoire Ingabire. Se dijo que habían recibido el «perdón presidencial» . ¿Qué perdón se puede conceder cuando no hay ofensa que perdonar ni nadie lo ha solicitado?
En febrero de este año fue arrestado de nuevo. Se le acusó de querer atravesar la frontera con Burundi ¡para sumarse a unos supuestos rebeldes que amenazan al gobierno de Ruanda! ¡Él, el hombre dispuesto a dar su vida por la paz!
Por supuesto, nadie cree la versión oficial. Ni el motivo de su arresto ni mucho menos que se haya suicidado, sobre todo después de ver lo que parece la foto de su cadáver con los brazos atados a la espalda por los codos y su torso abierto en canal por delante.
La famosa foto de su cuerpo sin vida, según relata Juan Carrero, autor del ensayo «África, la madre ultrajada», entre otros libros cruciales para comprender la región, es muestra de un asesinato que tiene nombre, se trata del «akandoyi el ancestral y terrible método de los Inkotanyi (la casta de guerreros de la minoritaria aristocracia tutsi) para asesinar a la plebe hutu. El cruel método cuyo solo nombre los aterroriza: con los brazos atados en la espalda y el vientre bien expuesto, los golpes de azada, agafuni, dividen la caja torácica en dos (como se carnea al ganado abriéndolo en canal). Al igual que los aterroriza el nombre de Inkotanyi».
Y continúa Carrero: «el estado del cadáver de Kizito es todo un mensaje, un aviso, es la firma de los Inkotanyi».
El asesinato de Kizito y la más que cuestionable explicación oficial ha dado la vuelta al mundo, ha salido en medios de comunicación de todo el planeta. Hasta Human Right Watch y Amnistía Internacional han pedido «una investigación independiente de los hechos». Lamentablemente, los medios principales de España, que tan rápidamente se hacen eco de cualquier banalidad o falsedad que el régimen ruandés lanza a través de las agencias internacionales de información, -tan al servicio siempre de todo lo que sea oficial-, no han considerado relevante este asesinato político.
El régimen de Kagame, tan admirado en Occidente, ha intentado lanzar un mensaje de terror a todo el que ose cuestionar sus narrativas oficiales: que el genocidio de 1994 fue cometido exclusivamente por hutus contra tutsis; que él y su grupo terrorista fueron los salvadores de tal genocidio; que su gobierno se ha ocupado ejemplarmente de la reconciliación y de la prevención del genocidio, y que el país, bajo su dirección, ha superado el trauma y vive en paz y prosperidad.
No hay nada más lejos de la realidad y cuanto más asesina el régimen de Kagame para sembrar el terror, más gente se suma a la resistencia. Kizito se ha convertido en un mártir. Estos días se ha escuchado en muchos idiomas eso de «nos quieren enterrar, pero no saben que somos semilla».
Han matado a Kizito, nos han arrancado de cuajo su infinita ternura. «Ruanda llora a un hijo y Congo llora a un hermano», escribía emocionado el investigador congoleño Patrick Mbeko, «hasta siempre hermano».
Millones de nombres con rostro conforman la lista de las personas que han sido asesinadas o han muerto a consecuencia de la brutalidad del FPR de Paul Kagame en toda la región, desde los años 90. La lista de los asesinatos políticos como el de Mihigo empieza a ser simplemente interminable e insoportable.
AFRICA HA PERDIDO UN HOMBRE ADMIRABLE POR SU HONESTIDAD, SU MUSICA, SU FE.
¿HASTA CUANDO KAGAME SEGUIRA ASESINANDO CON IMPUNIDAD Y COMPLICIDAD DE OCCIDENTE Y LIDERES AFRICANOS COBARDES?…¡¡BASTA YA!!! POR DIOS Y POR HUMANIDAD!!!
Hola Isabel, gracias por tu comentario. Saludos cordiales Daniel