Racismo policial en Europa: el caso de Lorenz asesinado por la policía alemana

25/04/25

 

La tarde del Domingo de Pascua, la calle Achternstraße, en el centro de Oldenburg, se convirtió en un espacio de memoria, dolor y resistencia. Allí se reunieron decenas de personas —amigos, conocidos y miembros de la comunidad— para rendir homenaje a Lorenz, un joven negro de 21 años asesinado a tiros por la policía alemana la noche anterior. Su asesinato no es un hecho aislado, sino parte de un patrón de violencia institucional y racismo estructural que atraviesa a Europa.

Flores, velas, lágrimas. Gente abrazada en silencio. Gente que llora, que recuerda, que se niega a dejar pasar su nombre al olvido. El lugar donde murió se transformó en altar, en grito, en denuncia.

“Fue muy bonito ver que todos estaban allí, que cada uno aportaba algo y se veía que la ciudad pensaba en él”, cuenta Asena, una amiga de Lorenz. Ella lo recuerda como un joven lleno de vida, generoso, de esos que te cambian el ánimo con su sola presencia. Como tantos jóvenes racializados, Lorenz vivía en un contexto donde su humanidad era constantemente puesta en entredicho.

Pero este duelo comunitario es también un acto de protesta. Porque Lorenz era negro. Y en Alemania —como en Francia, como en España, como en Estados Unidos— la negritud se convierte demasiado a menudo en sentencia. La pregunta que flota en cada mirada, en cada vela encendida, es: ¿qué habría pasado si Lorenz fuera blanco? ¿Estaría muerto?

El racismo que dispara primero y pregunta después

La versión policial, como tantas veces, se basa en la criminalización del cuerpo negro. Según dicen, Lorenz fue expulsado de una discoteca por llevar pantalones deportivos y presuntamente roció con un gas irritante al personal de seguridad. Luego huyó. Fue perseguido. Dicen que llevaba un cuchillo, pero no hay pruebas. Ni imágenes, ni arma encontrada. Solo hay una versión: la de la policía. Y los disparos.



Cuando la policía le interceptó, aseguran que actuó de forma “amenazante”. Pero Asena lo vio: lo vio correr, vio a los policías detrás, escuchó los disparos segundos después. No escuchó advertencias. No escuchó ninguna orden. Sólo el estruendo de las balas. Y después, el silencio de siempre.

Lorenz fue alcanzado por varios disparos. Murió poco después en el hospital. Tenía 21 años. Tenía sueños. Tenía una madre. Tenía una vida.

La investigación ha sido encargada a la comisaría de la vecina ciudad de Delmenhorst, supuestamente por “neutralidad”. Pero en Delmenhorst murió Qosay Khalaf, un joven de 19 años, bajo custodia policial hace cuatro años. Hasta hoy, las autoridades no han esclarecido su muerte. Es difícil confiar en una justicia que protege sistemáticamente a quienes matan.

La historia de Lorenz recuerda también el reciente asesinato de Lamin Touray, joven gambiano asesinado por la policía en Nienburg. También dijeron que llevaba un cuchillo. También murió por disparos. En su caso, las grabaciones de la cámara corporal de uno de los agentes y sus publicaciones de extrema derecha en redes sociales generaron escándalo… pero no justicia. La fiscalía archivó el caso.

La respuesta: memoria, organización y comunidad

En Oldenburg ha nacido una alianza que exige verdad, justicia y reparación. Se exige justicia para ara Lorenz y para todas las personas racializadas que han sido víctimas de violencia policial. Esta alianza ha creado una cuenta de donaciones para apoyar a su madre, que ahora enfrenta sola a la pérdida de su hijo, y además tiene que hacer frente los costos del entierro. Porque ser madre negra en Europa es cargar con el duelo, la resistencia y la dignidad en medio del abandono institucional.

También preparan una manifestación para esta misma semana. No quieren dejar que el nombre de Lorenz se borre. No quieren que su historia sea contada por los mismos que lo mataron. Quieren que se escuche la verdad: Lorenz fue asesinado por ser negro en un país donde la policía aún puede disparar sin consecuencias a cuerpos que no encajan en su idea de ciudadanía.

Desde una mirada afrofeminista, es imposible ignorar que quienes lideran el duelo, quienes sostienen la memoria y quienes exigen justicia suelen ser mujeres: amigas, hermanas, madres. Mujeres racializadas que enfrentan un Estado que las ignora, pero que no se callan. Mujeres como la madre de Lorenz, que ahora necesita el respaldo de todas para no caer. Porque además de perder a su hijo, también sabe que la justicia tal vez nunca llegue.

El caso de Lorenz es un testimonio terrible del racismo sistémico de las fuerzas del orden en Europa. Pero también nos recuerda que hay redes, que hay comunidad, que hay voces que no se esconden. Cada disparo policial tiene respuesta en las calles. Porque la memoria negra no olvida. Que nosotras —las mujeres negras— sostenemos la vida, incluso cuando el Estado la desprecia.

Redacción Afroféminas


 

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