Quiénes son las «Karen» españolas

 

¿Quién es una Karen en el contexto antirracista? Te explicamos este arquetipo de mujer blanca con ejemplos reales de la política y las redes sociales en España. Ana Rosa, Ayuso, Pombo... y otras Karens con nombre propio.

Llamar “Karen” a alguien no es un insulto, es una descripción. Una Karen es un arquetipo: el de la mujer blanca que se siente con derecho a controlar los espacios públicos, a gestionar la presencia de personas racializadas y a monopolizar el debate, incluso cuando no tiene ni idea de lo que está hablando.

El término proviene de Estados Unidos. Su origen no está del todo claro, con algunas teorías apuntando a la película «Uno de los nuestros» (1990) y a que la esposa del ganster interpretado por Ray Liotta en la película se llama Karen Hill, interpretada por Lorraine Bracco. Aunque no esta confirmado, se cree que la personalidad coflictiva y gritona del personaje, pudo haber contribuido al estereotipo. Otros hablan de monólogos de cómicos negros muy conocidos. Pero lo cierto es que ganó fuerza en las redes sociales, especialmente en «Black Twitter», para señalar actitudes conflictivas y discriminatorias, reforzándose con el movimiento Black Lives Matter.

¿Qué hace una Karen?

Una Karen controla, observando y evaluando si encajas en su idea de “ciudadano respetable”. Si la señalas, se victimiza, llorando o gritando “¡Me están atacando!”. Además, interrumpe a menudo, sobre todo si una persona negra/racializada toma la palabra, haciéndolo con más volumen y una frase que empieza por “Yo no soy racista, pero…”. En espacios antirracistas, ante cualquier mención al racismo estructural, su respuesta habitual es: “No generalices, no todas las blancas somos así”. Sí, sabemos que no todas lo son. Pero tú, ahora mismo, sí.

Pero quienes son las Karens en versión española, por qué es importante nombrarlas y por qué a veces es difícil distinguirlas de una aliada. Muchas veces, el peligro no está en un discurso de odio, sino en el paternalismo que nos deshumaniza con una sonrisa. Frente a eso, el antirracismo debe tener claro como actuar.

Karens «made in Spain»

Ana Rosa Quintana es una Karen de manual. No necesita gritar, su poder mediático lo hace por ella. Lleva años hablando de inmigración como si fuera una plaga bíblica. Si aparece un grupo de jóvenes negros en una playa, lo llama “invasión”. Si alguien le pide contexto, lo llama “ideología”. Lo suyo no es ignorancia, es intención. Y el prime time.

Isabel Díaz Ayuso no es Karen. Es la CEO de todas las Karens. Tiene el don de hablar de racismo como si fuera una superstición progre. Defiende la “libertad” de quienes hacen blackface, se indigna si alguien le dice que en Madrid hay racismo, y considera que “hablar de color” es dividir. Isabel no llama al encargado. Lo despide.

Cayetana Álvarez de Toledo es una Karen con diccionario. No te lo perdonaré jamás…. A su hijo le parfeció falso un traje de Rey Mago, pero las caras pitnadas de negro durante años estaban OK. Corrige a cualquiera, da lecciones de historia colonial como si fuera un deporte olímpico, y se indigna si se le cuestiona algo porque “esto ya no se puede decir”. Si un día nos colonizan los robots, Cayetana saldrá en su defensa diciendo que criticar a los androides es “racismo inverso”.

Otras Karen

Algunas son tan sutiles que parecen simpáticas.

Cristina Pardo es la Karen de la “objetividad periodística”, ese traje que se pone para blanquear discursos y mantener el orden de las cosas. Con ese tono de sarcasmo profesional, ha llegado a ridiculizar denuncias de racismo o a ponerlas al mismo nivel que quejas absurdas, como si todo fuera parte del mismo “exceso de lo políticamente correcto”. En su programa ha dado espacio a voces abiertamente racistas sin cuestionarlas, y cuando se le interpela, responde con la clásica actitud de “yo solo hago preguntas”. Karen profesional: no grita, pero sostiene la estructura como nadie, mientras sonríe como si todo esto le pareciera una exageración.

María Pombo Blanca, rica, con buen gusto para las fotos y mal oído para la crítica. Durante las revueltas de Black Lives Matter, María subió una story con fondo negro… y ya. Porque ser aliada es importante, pero no tanto como no molestar a sus seguidores. Cuando se le preguntó por el racismo, contestó algo tipo “todos somos humanos”. Karen, pero con filtro cálido.

Marta Pombo La hermana. Misma estética, mismo pack. Cuando se habla de racismo, prefiere hablar de “energías”. Muy a favor de la diversidad si se trata de estampados étnicos, pero no tanto si es para hablar de color de piel. Karen de espíritu wanderlust: te habla de tolerancia desde un resort en Bali.

Lucía Etxebarria encaja en el perfil de Karen por su tendencia a monopolizar debates sin un conocimiento profundo, como cuando denunció la ausencia de castellano en un cartel sobre el Día Mundial contra el Racismo sin verificar la información completa. Su reacción defensiva y su victimización ante las críticas, junto con su disposición a controlar la narrativa sobre ciertos colectivos (odia a los trans y los árabes), la sitúan en esa posición de quien se siente autorizada a dictar lo que es «correcto» en el espacio público.

¿Puede una Karen dejar de serlo? Hay esperanza

Sí, pero no se trata de decir “sorry” y seguir igual. Requiere dejar de querer tener siempre razón, aprender a escuchar sin protagonizar, y entender que ser aliada no es un título que te das a ti misma. Es un trabajo constante y muchas veces incómodo. Humildad, análisis y ganas reales de cambiar.

Dejar de ser Karen implica reconocer que el racismo no es solo insultar o hacer blackface, también es negar, minimizar o creerte más autorizada para hablar de nuestras vidas que nosotras mismas.

Luego también pasa una cosita. Que no tenemos ning´ún interés de que algunas de las nombradas dejen de ser Karen, por que son lo peor.

Redacción Afroféminas


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