Querido Amigo:
algunas mañanas de estos días me cuesta comer el desayuno. Creo que es por el gusto metálico en la boca. La pesadilla de anoche fue bastante inquietante. Soñé que habría la puerta de la habitación, y me vi a mi mismo muerto en la cama, bañado en sangre. Muerto como muere un guerrillero urbano, en un colchón, junto a un libro y un arma.
Así de muerto como los palestinos recién muertos, mientras yo dormía.
Y en el sueño o, mejor dicho, la pesadilla, yo hablaba, pero claro, como en casi todos los sueños de estos años, yo no entendí lo que mis labios decían.
No conozco el lenguaje cho´ol , no conozco el idioma de mi bisabuelo libanés, no conozco el euskera, ni los campos de refugiados bombardeados, y creo que a pesar de haber escuchado sin entender, la propia imagen de mi propia muerte es una experiencia bastante emotiva que puede describir en parte mi estado de ánimo este domingo de agosto del corriente año.
Y pienso mapuzungun, no lo sé, ¿cuantas semanas de huelgas de hambre puede soportar un hombre? ¿cuantas siglos puede resistir un pueblo? No creo, aveces me sorprende lo que veo, apenas lo comprendo. Hegel, era un loco genial. Quien sabe, aveces sueño con Berlín y voy navegando por el Támesis.
Y, puse las noticias, y anuncian «bombas nucleares tácticas sin radioactividad», es genial. Osea, no digas, marketing radioactivo. Hegel un loco genial.
Y acabo de escuchar a un señor que dice que la Izquierda y la derecha, en fin como siempre: No existen, etc, etc. Y la derecha nacionalista es copada, es decir, son way. Toman Whisky con cocaína, pero cantan chamamé.
A veces tengo dudas, pienso que lo que sueño son recuerdos de mi propia infancia, del niño que vio morir a su padre. Así son las cosas, cuando sueño, cuando recuerdo a mi padre, cuando sueño con mi abuela, (como dicen en Sonora) Buscadora.
Y también soñé con Maiakovski y había una canción del Santiago Feliú, pero cantaba «quién va a morirse esta mañana…» en catalán, (tampoco entendí, pero me sé la letra en castellano).
Y el señor candidato de la secta trotskiska a la que corresponda, estaba sentado en un rincón de la habitación masturbándose con la cortina, metida la cabeza bajo la sábana.
En todo caso, es domingo y hay un sol cálido de invierno que entra por la ventana de la cocina.
En un rato voy a publicar el libro trescientos y algo de la colección de libros de los Hijos de los guerrilleros lationamericanos, entre los cuales hay unos cuantos que son tuyos y que me gustaría enviarte impresos, de algún modo.
Abrazo grande.