El ciberterrorismo se define como el uso de tecnologías de la información y comunicación TIC, con fines terroristas. Ilustración: El Comercio
Entrevista a Víctor Escudero, experto español en ciberseguridad*
Dejamos de temer a aquello que
se ha aprendido a entender.
Marie Curie
Los conflictos a escala global que están siendo impulsados por poderes hegemónicos tienen diversos frentes, que van desde el genocidio en tiempo real que ejecuta el sionismo en Palestina, donde han masacrado a más de 40.000 personas, en su mayor parte mujeres y niños, o la guerra que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) desarrolla por medio del Gobierno títere de Ucrania y que Rusia combate a través de la operación militar especial, entre otras acciones bélicas de Occidente.
Sin embargo, más allá de los misiles de largo alcance, municiones de fósforo blanco, drones de ataque y todo el gasto militar planetario actual que supera con creces y en proporción al empleado en las pasadas dos guerras mundiales, las oligarquías promueven otro tipo de guerras no bélicas o de quinta generación. Tienen a su disposición el ciberterrorismo desplegado en todo el planeta, que está interconectado por la tecnología moderna.
Así surge la interrogante… ¿Qué es el ciberterrorismo? Con la finalidad de comprender el fenómeno que pareciera tomado de las películas de ciencia ficción distópicas, debemos tener en cuenta las definiciones pertinentes. Respecto a esta investigación, se ha consultado a entendidos en la materia, que accedieron a expresar su visión y darnos una especie de manual práctico, para tener herramientas y conocimientos básicos, a modo de una breve ontología.
Tecnología para infundir miedo
A este respecto, Víctor Escudero, experto en ciberseguridad, que desarrolla sus funciones como Arquitecto de Seguridad para entidades financieras en España, quien además es propulsor del software libre y activista en la difusión del conocimiento sobre estándares y protocolos abiertos basados en blockchains para el acceso social a la criptoeconomía, nos da una sencilla definición sobre las agresiones de carácter electrónico:
El ciberterrorismo se define como el uso de tecnologías de la información y comunicación TIC, con fines terroristas. Es decir, para cometer actos violentos o de intimidación contra una población general o un grupo específico. Esto puede incluir ataques de infraestructuras críticas, espionaje, extorsión, difamación, sabotaje y otras acciones que buscan causar pánico, daño físico o económico.
Igualmente, Escudero nos ofrece sus impresiones sobre los instrumentos que se han desarrollado a nivel intergubernamental, mostrando que es un asunto de preocupación mundial. Es decir, el ciberterrorismo es una amenaza para la paz y un poder que en apariencia está en las sombras, pero que se ha logrado detectar en ataques hacia entidades o personas y que causan daños inconmensurables, por lo cual es necesario estar conscientes:
Existen mecanismos multilaterales para combatir el ciberterrorismo. Algunos ejemplos son la convención del Consejo de Europa sobre cibercrímenes, que fue realizada en el año 2001, y recomendaciones como la del Consejo de Europa sobre la lucha contra el terrorismo cibernético, que también se hizo en el 2018.
Otros organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han desarrollado iniciativas y declaraciones para enfrentar esta amenaza. En general, ciertas alianzas militares, como por ejemplo la OTAN, hacen bastante énfasis en sus capacidades defensivas e inteligencia compartida frente a ataques del entorno ciber, pero rehúsan hablar abiertamente de sus capacidades ofensivas en este dominio.
Aire, tierra, mar, espacio y ciberespacio
Relacionado a la protección o instancias a las que puede acudir un Estado o Gobierno en caso de ser víctima de ciberterrorismo, el especialista antes mencionado nos indica que los organismos internacionales representados en el sistema de Naciones Unidas, así como las entidades nacionales de seguridad, defensa y agencias gubernamentales de ciberseguridad. También es importante tener en cuenta las potestades universales de los Estados:
Aire, tierra y mar, hay que sumarle el dominio también del espacio. Y, por supuesto, y muy importante, el dominio del ciberespacio… Se puede contar con diversa colaboración internacional, socios comerciales o alianzas militares incluso.
En última instancia, hay que tener en cuenta que la defensa del ciberespacio es responsabilidad del propio Estado. Así que este dominio requiere de fuertes inversiones para capacitarse internamente.
Pues hay ciertas habilidades que no pueden ser delegables en un tercero cuyos intereses pudieran no estar alineados con los nuestros.
Se agrega a estas afirmaciones que los ataques cibernéticos a instituciones junto a sus respectivas plataformas comunicacionales y sistemas informáticos, no se atienen solo a realidades locales o nacionales, ya que pudieran tener vinculación con intereses externos, sean corporativos o de agendas de otros Estados de carácter hegemónico:
El ciberterrorismo puede tener un impacto geopolítico significativo sobre un Estado o Gobierno, ya que puede poner en riesgo su estabilidad, su seguridad, así como el bienestar de sus ciudadanos. Hay multitud de ejemplos al respecto… ataques a infraestructuras críticas, electricidad, el agua, transporte, salud, etcétera, que podrían sufrir daños físicos y económicos.
Ataques que pueden hacer daño en cuanto a temas de espionaje o de información clasificada o estratégica, que puede comprometer la seguridad nacional, dar [información de] las relaciones con terceros, relaciones internacionales con otros países…
Extorsión y demandas por ransomware, que pueden causar pérdida de recursos y credibilidad a nivel internacional. Y por último, ataques de desinformación y difamación, campañas de desacreditación contra instituciones gubernamentales o líderes políticos.
Terror cognitivo y cibernético
Y más allá de los flagelos del terrorismo cibernético, se apuntalan los de orden cognitivo, donde los bulos o fake news están a la orden del día, sumado a la manipulación comunicacional que incluye verdades a media, datos o declaraciones sacadas fuera de contexto en la que periodistas mercenarios incluyendo a los influencer de moda, donde los bots y los hackers hacen de las suyas difundiendo sus paparruchas:
La relación entre ataque cibernético para desestabilizar la institucionalidad y una agresión cognitiva por redes sociales puede ser bastante estrecha. En general, una agresión cognitiva se refiere a la manipulación de la opinión pública y a la percepción individual a través del uso de mensajes, imágenes, información engañosa, descontextualizada en medios de comunicación, especialmente en redes sociales.
Esta técnica busca alterar la forma en que las personas piensan, sienten y actúan, con el objetivo de generar confusión, aumentar la polarización social y crear divisiones. Por otro lado, una desestabilización institucional se refiere a acciones específicas destinadas a debilitar o derrumbar las instituciones políticas, gubernamentales o sociales.
Aunque Víctor Escudero no se refiere específicamente al caso de Venezuela (las preguntas discriminadas omiten ese contexto), a propósito de las pasadas elecciones presidenciales del 28 de julio, la coincidencia entre sus declaraciones y los hechos acontecidos en la nación sudamericana parecieran describir en detalle la arremetida de los poderes fácticos para causar desestabilización en la patria bolivariana:
Estas acciones pueden incluir ataques cibernéticos, sabotajes, espionaje, extorsión e incluso violencia física dirigida contra líderes políticos o miembros de la élite gobernante. Como vemos, ambos tipos de ataques buscan generar confusión, incertidumbre y debilitar las instituciones o a los líderes políticos. La principal diferencia entre ambas tácticas está en el objetivo.
La agresión cognitiva se centra en alterar la opinión pública y la percepción individual, mientras que la desestabilización institucional busca directamente debilitar o derrumbar las instituciones políticas, gubernamentales o sociales. Mientras que ambas tácticas pueden ser utilizadas para alcanzar objetivos específicos, la agresión cognitiva en general puede considerarse como una forma más sutil y encubierta ejercer influencia sobre la opinión pública.
Por otro lado, la desestabilización institucional es más directa y puede implicar acciones más drásticas y violentas. A menudo se realizan campañas de manipulación cognitivas como un paso previo en una escalada hacia una desestabilización institucional.
Ante el ciberterrorismo y guerra cognitiva que se cierne no solo sobre la población venezolana (también se han hecho escaramuzas e intoxicación mediática en Cuba, intentos de desestabilización por redes sociales en las pasadas elecciones en México, incluso en Brasil, con la intención de mantener a Jair Bolsonaro en el poder, por ejemplo), gobiernos del mundo están promoviendo legislaciones e instrumentos para enfrentar este mal.
La ciencia y la tecnología han dado acceso al bienestar de millones de personas alrededor del mundo, a lo largo de las últimas décadas, donde hemos visto un acelerado desarrollo en lo electrónico y cibernético. Pero, quienes tienen dominio de estos saberes son principalmente capitales privados que buscan ampliar su poderío sobre las mayorías y en prioridad están sus intereses particulares en detrimento de lo social. Los pueblos siguen en resistencia.
*Entrevista realizada vía telefónica a través de audios el 26 de agosto de 2024.
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