En una región volátil que ya se tambaleaba al borde del abismo, el estallido de un conflicto militar directo entre Irán e Israel conmocionó al mundo.
Pero a medida que se calma la situación y la comunidad de inteligencia global analiza los acontecimientos, emerge un panorama más complejo e inquietante que apunta a lo que razonablemente puede inferirse como una operación encubierta orquestada desde Washington. La guerra, ahora prácticamente suspendida tras un alto el fuego inestable, podría haber tenido menos que ver con hostilidades regionales y más con la experimentación estratégica.
Todo parece indicar que Estados Unidos intentó utilizar a Israel como intermediario para poner a prueba la profundidad militar y la capacidad disuasoria de la República Islámica de Irán.
Sin embargo, este objetivo clandestino no salió según lo previsto. Lejos de revelar un Estado débil y fracturado, la guerra reveló un ejército iraní unificado, capaz y estratégicamente sofisticado que capeó el temporal y respondió con precisión y moderación. Con ello, Teherán demostró no solo su evolución militar, sino también su comprensión del poder asimétrico en un mundo de alianzas cambiantes y campos de batalla opacos.
Fase uno: La chispa en las sombras
Lo que comenzó como una escalada repentina mediante incursiones con drones israelíes, ciberataques y ataques aéreos contra la infraestructura de Teherán el 13 de junio de 2025, denominada «Operación León Ascendente», se convirtió rápidamente en una confrontación a gran escala. Israel presentó sus acciones como una defensa preventiva contra una «amenaza iraní inminente». Sin embargo, lo que parecían ser comunicaciones clandestinas entre los estrategas de guerra estadounidenses e israelíes sugería una agenda más amplia. Estados Unidos, receloso de una guerra directa pero deseoso de poner a prueba las capacidades iraníes en condiciones reales, apoyó la ofensiva israelí con la esperanza de revelar vulnerabilidades que las sanciones y el sabotaje no habían logrado exponer.
Washington subestimó la preparación de Irán.
Menos de 24 horas después de los ataques israelíes, Irán comenzó a lanzar ataques coordinados ese mismo día. Estos ataques continuaron sin cesar en los días siguientes, dirigidos contra múltiples puntos de Israel, entre ellos:
- Tel Aviv: Algunos misiles cayeron en la ciudad, causando daños y heridos.
- Ramat Gan: Un misil impactó cerca de varios edificios de gran altura, dañando apartamentos e hiriendo a 22 personas.
- Holón: Los misiles impactaron la ciudad, causando daños.
- Beersheba (Centro Médico Soroka): Un impacto directo en el hospital causó grandes daños, una presunta fuga de productos químicos y 71 heridos.
- Azor: Una bomba de racimo impactó una casa en la ciudad.
- Bat Yam: Se dañaron edificios, aunque no se dispone de detalles específicos sobre las víctimas en esta ubicación en el contexto de los ataques del 13 de junio. Sin embargo, Irán lanzó ataques contra Bat Yam el 15 de junio, causando daños y víctimas considerables.
Enjambres de drones desactivaron los sistemas de radar, y misiles de precisión impactaron depósitos de suministros y unidades de almacenamiento de combustible. El uso por parte de Irán de misiles balísticos de corto alcance (SRBM), combinados con drones kamikazes, indicó no solo planificación, sino también capacidades avanzadas de inteligencia y guerra electrónica.
Analistas occidentales señalaron que los ataques iniciales de Irán fueron medidos y tácticamente disciplinados contra la infraestructura. No se trató de una reacción emocional, sino de un mensaje estratégico.
Fase dos: asesinatos y escalada táctica
Incapaz de mantener su ventaja en el campo de batalla mediante combate convencional, Israel intensificó sus operaciones encubiertas. En lo que Irán posteriormente calificó de «terrorismo de Estado», varios comandantes de alto rango de la Guardia Revolucionaria Iraní fueron asesinados en un solo día. Estos asesinatos, si bien lograron frenar el impulso de Irán en el campo de batalla, provocaron indignación en Teherán y en toda la Media Luna Chií.
Sin embargo, incluso en el dolor, Irán no perdió la compostura. El Líder Supremo, el ayatolá Alí Jamenei, pronunció un inusual discurso televisado, afirmando que la muerte de los altos oficiales militares mártires nunca desalentaría ni debilitaría la determinación de los valientes guerreros iraníes de vengarse de las fuerzas malignas de los traidores sionistas.
Irán respondió atacando activos militares israelíes y ciberatacando la red eléctrica israelí, interrumpiendo el suministro eléctrico en los distritos del sur durante horas. Ante cada ventaja israelí, Irán encontró una respuesta asimétrica que rara vez se correspondía directamente con la potencia de fuego, pero que recalibraba continuamente el coste para Israel y Estados Unidos.
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Protesta en Teherán contra los ataques israelíes contra Irán, 20 de junio de 2025 (licencia CC BY 4.0).
Fase tres: La intervención estadounidense y la táctica de la central nuclear
Mientras la guerra se prolongaba sin un resultado concluyente, y el impulso de Israel parecía estancarse, Estados Unidos intervino abiertamente por primera vez. En una campaña aérea sorpresa, llevada a cabo durante un solo período de 36 horas, bombarderos furtivos B-2 estadounidenses atacaron tres de las instalaciones nucleares más críticas de Irán: Isfahán , Natanz y Fordow .
Lo que siguió fue, para los estándares estadounidenses, un éxito técnico, pero en realidad un fracaso estratégico.
- Isfahán y Natanz , que durante mucho tiempo se suponía que eran plantas de enriquecimiento en funcionamiento, ya habían sido vaciadas semanas antes en una maniobra deliberada de engaño iraní. Las bombas estadounidenses impactaron en carcasas metálicas y hormigón, pero no en uranio, ni científicos, ni infraestructuras críticas.
- Fordow , la joya de la corona del programa nuclear subterráneo de Irán, solo sufrió daños superficiales. Ubicado a 80 metros bajo una montaña, su grueso blindaje rocoso anuló incluso los antibúnkeres estadounidenses más avanzados. Fotos publicadas posteriormente por los medios estatales iraníes mostraban a técnicos caminando ilesos por las salas de control pocas horas después del ataque.
La respuesta iraní fue inmediata pero no imprudente.
Fase cuatro: El mensaje de Teherán desde Doha
En una acción sin precedentes, Irán lanzó misiles balísticos contra la base aérea estadounidense Al-Udeid en Doha, Catar , considerada la mayor base estadounidense en Oriente Medio. Sin embargo, los analistas de inteligencia reconocieron rápidamente que no se trataba de un ataque de aniquilación. No se reportaron víctimas ni se destruyó ninguna infraestructura crítica de la base.
En cambio, los escasos misiles disparados por Irán fueron fácilmente interceptados en el aire y nunca impactaron en zonas críticas. Las imágenes satelitales y el análisis de telemetría confirmaron posteriormente que los misiles habían sido programados deliberadamente para no impactar en edificios importantes.
Fue una declaración y no un ataque.
Al elegir Al-Udeid, que es el corazón simbólico de la proyección del poder estadounidense en el Golfo, y al garantizar que no se perdieran vidas, Irán envió un doble mensaje: podemos atacarlos en cualquier lugar, pero elegimos cuándo y cómo.
Fase cinco: El alto el fuego y el replanteamiento estratégico
Frente a una guerra que había pasado de una simulación controlada a una escalada en espiral, y reconociendo que nuevas acciones corrían el riesgo de causar desestabilización regional, Estados Unidos comenzó silenciosamente a iniciar un alto el fuego.
El anuncio oficial se produjo horas después del ataque de Doha ese mismo día. La declaración de Trump transmitía el mensaje tácito de que un alto el fuego era crucial para la «estabilidad regional» y los «futuros mecanismos de desescalada». Cualquiera que fuera la intención expresada, la realidad era clara: Irán había superado la prueba. Y Estados Unidos e Israel habían aprendido una costosa lección.
Consecuencias: La nueva ecuación estratégica
Si bien no se firmaron tratados formales y las hostilidades siguen congeladas, la guerra entre Irán e Israel alteró fundamentalmente la arquitectura estratégica de la región:
Irán emergió con un estatus elevado entre sus aliados e incluso algunos adversarios, mostrando capacidad militar, moderación estratégica y superioridad en la guerra cibernética.
- Se reveló que Israel , aunque tácticamente ágil, depende en gran medida del apoyo de Estados Unidos cuando se enfrenta directamente a Irán.
- Estados Unidos , a pesar de todo su poderío militar, no logró extraer datos significativos de la guerra, salvo confirmar que Irán ya no es el Estado frágil que alguna vez creyó.
Mientras tanto, actores globales como Rusia , China e India observaban atentamente, reevaluando sus propios cálculos diplomáticos en Oriente Medio. La guerra pudo haber sido breve, pero sus consecuencias son a largo plazo.
Conclusión: Un cambio en el equilibrio
El conflicto entre Irán e Israel, instigado discretamente por intereses estratégicos estadounidenses, demostró inadvertidamente que Irán es una potencia que no se puede provocar a la ligera. Es una nación que entiende la guerra moderna no solo por sus misiles y hombres, sino por su imagen, paciencia y la capacidad de influir en los resultados sin que parezca que los controla. Intentaban doblegar a Irán. En cambio, descubrieron que Irán ya sabía cómo no doblegarse.
Y así, por ahora, los misiles están en silencio, pero el mensaje no se olvida.
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El profesor Ruel F. Pepa es un filósofo filipino residente en Madrid, España. Académico jubilado (Profesor Asociado IV), impartió clases de Filosofía y Ciencias Sociales durante más de quince años en la Universidad Trinity de Asia, una universidad anglicana de Filipinas. Colabora habitualmente con Global Research.
Imagen destacada: Consecuencias de los ataques iraníes en Bat Yam (licencia CC BY-SA 3.0)
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