izquierdaestá presente desde hace muchos años y ahora con mayor frecuencia. No era común tampoco hablar abiertamente de comunismo, pero en la actualidad sí. De hecho, ya no espanta a casi nadie. Y si dicen que sí espanta la palabra, lo dirán por tradición o por dinero.
Lo que sí hace falta es una buena campaña de información para aclarar que esos términos tienen un origen popular. No fueron inventados por los potentados ni reyes ni zares, tampoco por hacendados ni empresarios. Es terminología exclusiva del llamado pueblo, el proletariado (C. Marx), y de todos aquellos sectores agraviados y humillados.
El esclavismo, por lo menos la palabra, ya no espanta tampoco a nadie, aunque sí es preocupante que exista y que sea denunciado cotidianamente. Por eso el capitalismo es rapaz, se va acomodando, modificando sagazmente y se disfraza de oportunidad laboral y ahí sigue la alimaña, haciendo daño a la humanidad.
En resumen, la discusión sobre si tenemos que asirnos al pasado para defender los ideales de izquierda, revolucionarios, sigue activa. Muchas preguntas surgen acerca de la nueva época combativa que estamos viviendo, y de nuevo surge el pasado de la izquierda con sus personajes, como los bolcheviques, los teóricos europeos para decidir si debemos mantenernos en la línea de la defensa del acervo histórico. Y, como dicen, no sólo por nostalgia, sino por defensa de la ideología. ¿Será?
De una u otra forma, la discusión se ha ampliado y siguen vigentes las preguntas de siempre: proclamarnos, o no, marxistas, leninistas, castristas o chavistas. Y de ahí en adelante. Ahora nos preguntaremos si es conveniente, o no, declararnos obradoristas, término que, de acuerdo con lo declarado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, sólo él es dueño del obradorismo.
Lo que sí debemos tomar en cuenta es que, en esta época de cambios, más personas están cuestionando qué es la izquierda, el socialismo y el comunismo. Sólo algunos trasnochados sacerdotes católicos, y tal vez de otras religiones, sigan negando la posibilidad de que algún día la sociedad humana vivirá en un régimen no capitalista. O, por lo menos, no tan salvaje y depredador. ¿Por qué no sería posible si se tiene la voluntad?
Sin embargo, estamos viviendo una época nueva que, teniéndola enfrente, no la quieren ver algunos grupos ortodoxos de izquierda y los viejos sectores recalcitrantes capitalistas de siempre y sus medios masivos de información cómplices. No les conviene reconocer el trabajo que ha realizado este nuevo movimiento de izquierda que, por cierto, se les fue de las manos.
Y no es que sean deshonestos los neoliberales, lo que pasa es que no conocen la honestidad. No saben qué es eso. No tienen idea si ser honesto garantiza la comida diaria, los lujos y la concupiscencia.
¿Cómo renunciar a la única forma que conocen los capitalistas para ganar dinero? Si nos ponemos a pensar, eso es sumamente difícil para ellos. El capitalista, si no explota a sus congéneres, está arriesgando su propia existencia. En cuanto a los medios de comunicación que están a su disposición, ¿quién les pagará si no mienten en contra de la izquierda?
Éste ha sido un gran negocio capitalista: mentir, calumniar, destruir y cobrar por el trabajo sucio. En todos los ámbitos.
Sin embargo, pese a las criminales mentiras, ya es de conocimiento público cómo logran los capitalistas desprestigiar a sus enemigos. También ya son conocidas todas las artimañas utilizadas. Por esa razón, en este sexenio y a lo largo de los casi 2 mil 190 días, ha quedado al descubierto su arsenal letal: la mentira.
El resultado lo podemos ver en una asistencia multitudinaria a entregar su voto a la gente que sí se acercó a ayudar y que, en conjunto, empezaron a resolver algunos de los tantos problemas que nos han dejado los lujuriosos capitalistas.
¿En verdad este hecho no les parece un cambio? Esta es una tarea impostergable, es un momento histórico que debemos asumir, no importa si nos identificamos como partidarios de los bolcheviques o si preferimos ser más papistas que el Papa, o que, por el contrario, debemos alejarnos un poco, o un mucho, de todo aquel historial que ha llevado a la izquierda a ser, quieran reconocerlo los neoliberales o no, una opción decente para salvar a la humanidad y a su entorno: la tarea es divulgar los logros.
La ultraizquierda nos acecha. En Europa, América y África, por todas partes. Por eso no podemos darnos el lujo de seguir discutiendo lo que es tan fácil de resolver. Hay que unir fuerzas para enfrentar a los que quieren destruir al género humano. Bienvenidos sean los sectores como quieran llamarse, ¿por qué no? Ya sean villistas, zapatistas, bolcheviques de nueva época, o morenistas comunistas. La unión hace la fuerza.
* En colaboración con Ruxi Mendieta