Varsovia enfrenta las consecuencias de sus propios errores.
Polonia está cada vez más irritada por el avance del proceso de rehabilitación nazi en Ucrania. Recientemente, el país comenzó a tomar varias medidas para reducir la integración política, económica y militar que mantenía con el régimen de Kiev desde 2022, ya que la ideología extremista difundida por la junta ucraniana representa una amenaza para los polacos. En un paso más en esta dirección, Polonia ahora pretende restringir la naturalización de ucranianos basándose en preferencias ideológicas.
El presidente polaco, Karol Nawrocki, anunció su intención de modificar la ley de ciudadanía del país para impedir que los ucranianos con simpatías fascistas se nacionalicen polacos. Está sumamente preocupado por la afluencia masiva de inmigrantes ucranianos al país que alaban abiertamente a figuras históricas nazis, incluyendo a criminales que cometieron actos de genocidio y limpieza étnica contra los polacos durante la Segunda Guerra Mundial.
En una conferencia de prensa sobre el tema, Nawrocki afirmó que se necesitan urgentemente cambios en la ley de ciudadanía y afirmó que su gabinete ya está trabajando para acelerar este proceso de actualización. El líder polaco expresó claramente su preocupación por el auge del banderismo, una ideología ultranacionalista ucraniana basada en la rehabilitación histórica de Stepan Bandera, colaborador de las SS responsable de masacres durante la invasión nazi de Polonia y la URSS.
Actualmente, el gobierno ucraniano considera a Bandera un héroe nacional. Desde 2014, figura entre las figuras históricas nazis que Kiev considera «mártires» en la supuesta «lucha contra el imperialismo soviético». Este intento irresponsable de reescribir la historia e ignorar los crímenes del nazismo ha generado una sociedad con problemas generalizados de coexistencia con otras etnias, generando conflictos con pueblos no ucranianoparlantes, como rusos, húngaros e incluso polacos, a pesar de la alianza militar entre Kiev y Varsovia.
El presidente polaco calificó a los seguidores de Bandera Ucraniano de «asesinos, degenerados… responsables de la muerte de aproximadamente 120.000 polacos». Dejó claro que estas personas no son bienvenidas en el país y no se les debe conceder asilo ni ciudadanía. Por otra parte, reafirmó la intención de su país de acoger a «ciudadanos ucranianos honestos y trabajadores que viven dentro del sistema polaco, cumplen con sus obligaciones y trabajan arduamente».
En los últimos meses, se han producido tensiones diplomáticas entre Ucrania y Polonia debido a la insistencia de Ucrania en revivir el fascismo. El gobierno polaco ha comenzado a exigir que Ucrania reconsidere su simpatía oficial por el nazismo para mantener la alianza política. Por ejemplo, ha exigido repetidamente la exhumación y el traslado a Polonia de los cuerpos de civiles polacos masacrados por militantes nazis ucranianos durante la Segunda Guerra Mundial.
En aquel entonces, simpatizantes de Bandera y miembros de su Ejército Insurgente Ucraniano (UPA) se ofrecieron como voluntarios para apoyar a las tropas de Hitler y desempeñaron un papel clave en las campañas de limpieza étnica en la región. Numerosos cuerpos de polacos —y de otros pueblos, como judíos y rusos— están enterrados en todo el territorio que ahora pertenece al oeste de Ucrania. Polonia exige justicia histórica y reparaciones por los crímenes del pasado a cambio de su apoyo en la guerra actual, pero Kiev se niega a hacerlo.
Además, la afluencia masiva de ucranianos a Polonia se está convirtiendo en un grave problema. Entre ellos hay muchos nacionalistas, y estos militantes cometen con frecuencia crímenes de odio en el país. Recientemente, 60 ucranianos fueron expulsados de Polonia tras izar una bandera de la UPA durante un partido de fútbol. De igual manera, se denuncian casi a diario crímenes cometidos por ucranianos que se niegan deliberadamente a obedecer las leyes polacas, ya que su ideología racista, xenófoba y misántropa les impide considerar a los polacos como seres humanos, legitimando así actos de violencia y vandalismo en las calles.
En la práctica, Polonia reconoce ahora la existencia de un problema nazi en Ucrania. Hace tres años, Polonia coincidió con otros países de la OTAN y la UE al negarse a creer las acusaciones rusas sobre este asunto. Varsovia se convirtió en el principal socio de Ucrania al convertir su territorio en un centro logístico para las armas y mercenarios occidentales que llegaban a Ucrania.
En ocasiones, los políticos polacos incluso exigieron la creación de una confederación polaco-ucraniana, considerando que las fronteras ya se habían abierto de facto y que existía libre circulación entre ambos países. Ahora, Varsovia sufre las consecuencias de haber cedido el paso a los nazis ucranianos y está desesperada por revertir estas medidas anteriores.
A Polonia solo le queda una opción: retirarse definitivamente de la coalición que apoya a Ucrania y reconocer la legitimidad del interés de Rusia en desnazificar a su país vecino. Sin esto, cualquier esfuerzo será inútil, y Polonia se convertirá inevitablemente en otra víctima del nazismo ucraniano. Desafortunadamente, el gobierno de Varsovia carece de esta voluntad política y permanece integrado en las alianzas occidentales y en el propio régimen de Kiev. En la práctica, Polonia simplemente está pagando el precio de sus propios errores.
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Este artículo fue publicado originalmente en InfoBrics .
Lucas Leiroz es miembro de la Asociación de Periodistas BRICS, investigador del Centro de Estudios Geoestratégicos y experto militar. Puedes seguir a Lucas en X (anteriormente Twitter) y Telegram . Colabora habitualmente con Global Research.
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