Poema con vídeo de José Menese: Dones, Doñas y Excelencias

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Andrés García Ibáñez
Esa familia honorable
de mi pueblo, donde dicen
que a mil ochocientos quince
se remonta su linaje.
Con un mediano pelaje,
pero llevaban prendío
un largo y sonao apellío,
Dones, Doñas y Excelencias
y que traían con paciencia
a su pueblo protegío.
Ellos no malgastarían
en lujos ni en vanidad,
sus obras de caridad
que jamás olvidarían
eran dar los buenos días
cuando pasaba algún pobre
y algunos consejos nobles
que por caridad le daban
para que nunca olvidaran
quién le hacía estos favores.
Llevaban tierra de campo
en leguas, de un lao pa otro,
y por si esto fuera poco
regateaban a diario
el denigrante salario
que ganábamos, dejando
detrás de la yunta, arando,
o con la hoz en la siega,
sangre y sudor con la briega
gotita a gota en el campo.
«Sabemos que algunos vais
los caminos desviando»
–nos decían medio rezando–.
«Hijos, ¿por qué os apartáis?
si otro camino no hay,
que el único y verdadero,
es el que nos lleva al cielo,
rechazando tentaciones
que las ideas y ambiciones
son peligroso veneno.»

«En este pueblo han sembrao
que cualquiera pué aprender”
y deberíais saber
que el leer pué ser pecao;
con que andarse con cuidao
y elegir bien la compaña
que con tanta idea extraña
van vuestros sesos minando;
¡El diablo os va guiando,
que anda suelto por España!»
Años de hambre venían,
si uno malo, otro peor,
y no cuajaba una flor
por lluvias o por sequías,
y la familia dio un día
con el remedio, rezarle
de la mañana a la tarde
y en la comunión diaria
plegarias y más plegarias
por los que morían de jambre.
Y se fueron agotando
estas quebrantadas vidas
que llevaban compartidas
de novena a balneario,
de la baraja al rosario,
hasta que fueron muriendo
y poco a poco iban yendo
al cielo que bien ganaron
y su casa la heredaron
las monjas de un beaterio.
Francisco Moreno Galván

 

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