El Sudamericano 26/11/25
La televisión rusa ha presentado ayer 25 de noviembre un informe que recuerda el aniversario de los cincuenta años de la llamada “Operación Cóndor”. Allí se dice que a partir de aquella fecha (noviembre de 1975) “las dictaduras sudamericanas” firmaron acuerdos de colaboración en materia contrainsurgente, coordinando esfuerzos en la represión sistemática de las organizaciones revolucionarias y las fuerzas populares mediante métodos clandestinos criminales.
Sin embargo, en el caso argentino, –y no se trata de un detalle menor dado que el informe fue en gran medida elaborado por una periodista argentina– en noviembre de 1975 la camarilla fascista al mando del aparato de represión política del Estado burgués no era formalmente, aún, “una dictadura”, sino el resultado de la contrarrevolución emprendida por el propio Perón y el Partido Justicialista y luego de su muerte (¿asesinato?) en la figura de la viuda de Perón y el gabinete de psicópatas de los que la señora se había rodeado.
“la crisis de la dictadura militar, [1966-1973] golpeada por las masas y por la guerrilla, es decir por la guerra revolucionaria, requería la participación de todos los sectores burgueses y especialmente del peronismo para intentar una solución. Así lo entendía el Partido Militar, conciente de que pese a todos los acuerdos con el resto de los partidos burgueses, le era imprescindible la participación de Perón, el único político burgués que goza de prestigio en sectores importantes de las masas. Junto a esto, la trayectoria toda de Perón, decíamos, lo presentaba como un fiel defensor del capitalismo argentino. Esa vocación al servicio de los intereses de la burguesía estaba de manifiesto en los propósitos que lo animaron en 1945, expuestos con claridad en los discursos que pronunció en esa época, su negativa a enfrentar encabezando al pueblo armado el golpe proimperialista del 55, su apoyo a Frondizi, la actitud de expectativa ante la dictadura de Onganía. Sobre la base de estos elementos conjeturábamos la posibilidad cierta del acuerdo entre los militares y Perón, como salida de la burguesía argentina ante la situación actual.”1
Fue desde Buenos Aires que se financió y organizo la contrarrevolución en Chile y el llamado “tanquetazo”, dirigido por el Coronel Super2 en Octubre de 1972. Perón aun seguía vivo. Aún no se había completado el itinerario que condujo a las elecciones que dieron lugar al “gobierno popular” de 48 días del peripatético Héctor Campora.
“El desplazamiento del Dr. Cámpora y de otros funcionarios progresistas, que en alguna medida se venían oponiendo a los planes represivos de la derecha peronista, no significa un renunciamiento histórico –como se pretendió hacer creer– para que el Gral. Perón suba a la presidencia; sino que por el contrario, el desplazamiento de Cámpora, responde a una planificada política contrarrevolucionaria de los sectores más conservadores de la patronal, la burocracia, la derecha peronista y los mandos militares de las FF.AA., que en vinculación con el imperialismo buscan frenar el avance de las fuerzas progresistas y revolucionarias del pueblo, para luego poder reflotar el capitalismo en la Argentina…”3
El populismo nacional-burgués del siglo XX argentino es sin duda un muy especialmente elaborado producto político de marketing para consumo de masas, nacido y alimentado por las especiales condiciones de dependencia estructural del capitalismo argentino desde su temprana incorporación al mercado internacional a partir de la década de 1870.
“Puestos a hablar de la política colonial de la época del imperialismo capitalista, es necesario hacer notar que el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual consiste en la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, originan abundantes formas transitorias de dependencia estatal. Para esta época son típicos no sólo los dos grupos fundamentales de países –los que poseen colonias y las colonias–, sino también las formas variadas de países dependientes que desde un punto de vista formal, político, gozan de independencia, pero que, en realidad, se hallan envueltos en las redes de la dependencia financiera y diplomática. Antes hemos señalado ya una de estas formas, la semicolonia. Modelo de esa otra forma es, por ejemplo, la Argentina.
“América del Sur, y sobre todo la Argentina –dice Schulze-Gaevernitz en su obra sobre el imperialismo británico-, se halla en tal grado de dependencia financiera de Londres que casi se la debe calificar de colonia comercial inglesa”. Según Schilder, los capitales invertidos por Inglaterra en la Argentina, de acuerdo con los datos que suministró en 1909 el cónsul austro-húngaro en Buenos Aires, ascendían a 8.750 millones de francos. No es difícil imaginarse los fuertes vínculos que esto asegura al capital financiero –y a su fiel “amigo”, la diplomacia de Inglaterra– con la burguesía de la Argentina, y con los círculos dirigentes de toda su vida económica y política.”4
Durante su primera etapa fueron las prebendas de la política bonapartista de conciliación de clases, la propaganda en torno a la figura de Eva Duarte y los derechos políticos de las mujeres y la «legalización» de los sindicatos oficiales, en los setentas el montonerismo juvenil pequeñoburgués jesuítico, nostálgico de un pasado caudillezco idealizado fabricado a la medida para neutralizar el impacto de la revolución cubana, las formas particulares de la dominación y la hegemonía política del socialchovinismo en las pampas. En los ‘dosmil’, los mismos intereses y los mismos actores económicos, requirieron de un nuevo ropaje luego de su directa implicación en la crisis neoliberal menemista. El kirch-menenismo se vistió de «derechohumanismo» para legitimarse históricamente y al mismo tiempo malversar y destruir la memoria de la lucha de nuestro pueblo. Y por eso no es casual que las jóvenes generaciones de militantes no comprendan en lo más mínimo la historia reciente y sus implicaciones en el presente. Esto no solo permite desacreditar a los revolucionarios del siglo XX sino también permite a ciertas figuras directamente ligadas con la inteligencia del gobierno israelí presentarse como «Zurdas», prestar solidaridad política incondicional a la principal figura de la fracasada fabula publicitaria neocamporista, la señora Kirchner, en nombre de los «derechos democráticos» y en favor de la política del partido demócrata de USA en la región y en todo el mundo.
Para 1972, en la figura del líder y de su cohorte de nazis criollos, la burguesía argentina aprovecho el impacto de la llamada “masacre de Trelew” y la salida del país de los principales líderes revolucionarios que lograron escapar de la cárcel de máxima seguridad de Rawson vía Chile, para situarse en la vanguardia de la contrarrevolución regional. Ésto, en términos históricos, no representaba en lo absoluto una novedad en la estrategia anticomunista del “General” y la burguesía argentina.
“Yo les hablaba un poco en comunismo. ¿Por qué? Porque si les hubiera hablado en otro idioma en el primer discurso me hubieran tirado el primer naranjazo […] Porque ellos eran hombres que llegaban de cuarenta años de marxismo y con dirigentes comunistas […] Ellos querían ir a un punto que creían, con la prédica de tantos años, era el conveniente […] Se inclinaban más hacia la lucha de clases […] La gente que iba conmigo no quería ir adonde iba yo; ellos querían ir adonde estaban acostumbrados a pensar que debían ir. Yo no les dije que tenían que ir adonde yo iba; yo me puse delante de ellos e inicié la marcha en dirección hacia donde ellos querían ir; durante el viaje fui dando la vuelta y los llevé adonde yo quería…”5
El regreso de Perón, cambio las correlaciones de fuerzas a nivel regional. Gobernaba entonces, el mismo “partido militar”, las fracciones burguesas a las órdenes del imperialismo y (existen innumerables pruebas de ello) del sionismo transnacional, que aún sigue dirigiendo las operaciones de guerra psicológica desde las agencias estatales, y que tienen su sede en el ministerio de Defensa del payaso psicótico neofascista que nominalmente preside el gobierno del Estado burgués en Argentina.
El peronismo subsidiario y colaboracionista, en su forma institucional y paramilitar –rehabilitado por la política de impunidad transitiva del llamado ‘kirchnerismo’–, es el principal responsable de la llegada al poder del bufón Milei, del mismo modo en que lo fue desde 1972 de la represión fascista que modeló el régimen político-partidario actual. No es un detalle, sino una advertencia de cuan cobarde y cómplice es la lectura de la historia política que –toda– la partidocracia electoral y la prensa burguesa argentina, en éste caso en la figura de una periodista “kirchnerista”, exportan al mundo, intentando salvar su complicidad histórica en el terror fascista y en el saqueo permanente de la riqueza y los bienes comunes del pueblo trabajador con la falsa apariencia de demócratas. Qué mejor coartada que cubrir la miseria con neurosis, paranoia, y banderas manchadas con ríos de sangre obrera.
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NOTAS:
1. “Declaración del PRT ante el viaje de Perón”, noviembre de 1972. (Panfleto clandestino)
2. “Chile: una experiencia aleccionadora para América latina” – Firmado: Junta de Coordinación Revolucionaria, Septiembre de 1974 (Escrito por Edgardo Enríquez).
3. “El giro a la derecha del peronismo”, Estrella Roja, julio de 1973
4. Lenin, “El Imperialismo fase superior del capitalismo”, Zurich, primavera de 1916 [Las negrillas y las cursivas son nuestras]
5. Juan. D. Perón. “Conducción Política”, Mundo Peronista, p. 290. Bs. As., 1950