Perlas de la proyectomania populista por V. Lenin

El Sudamericano

S. N. YuzhakovProblemas de la instrucción pública. Ensayos periodísticos: “Reforma de la escuela secundaria”. “Sistemas y objetivos de la enseñanza superior”. “Manuales de enseñanza secundaria”. “El problema de la instrucción de todo el pueblo”. “La mujer y la instrucción”.

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S. Petersburgo, 1897.1

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I

Bajo este título el señor Yuzhakov ha publicado una recopilación de sus artículos aparecidos en la revistaRússkoe Bogatstvo durante los años 1895-1897. El autor supone que sus artículos “abarcan los más importantes de estos problemas”, es decir, “de los relativos a la instrucción pública”, y “constituyen en conjunto una especie de revista de las necesidades más candentes y perentorias de nuestra cultura intelectual, pero aún escasamente satisfechas” (Prólogo, pág. V). En la página 5 se subraya una vez más que el autor tiene el propósito de examinar “preferentemente cuestiones de principio”. Pero todas estas frases sólo muestran la afición del señor Yuzhakov a dar amplio vuelo a su pensamiento, o mejor dicho a su pluma. Ya el propio título del libro es demasiado amplio: en realidad –y tal como se desprende de la nómina de los artículos que figuran en el subtítulo de la obra–, el autor no se refiere en absoluto a los “problemas de la instrucción pública”, sino sólo a los problemas de la escuela, y, por cierto, sólo de la escuela media y superior.

De todos los artículos del libro, el más sensato es el que se refiere a los libros de texto que se emplean en nuestros escuelas secundarias. El autor analiza aquí minuciosamente los manuales más usados para el estudio de la lengua rusa, de geografía e historia, mostrando su completa inutilidad. El artículo se leería con mayor interés aún si no fatigara también por la verbosidad propia del autor. Nos proponemos fijar la atención del lector sólo en dos artículos del libro: el que se refiere a la reforma de la enseñanza secundaria y el que trata de la instrucción de todo el pueblo, por cuanto tocan, realmente, problemas de principio y son muy característicos para arrojar luz sobre las ideas que constituyen la predilección de Rússkoe Bogatstvo. Dejamos a los señores Griniévich y Mijailovski la tarea de revolver el estercolero de la literatura rusa barata para encontrar ejemplos y conclusiones, estúpidas a más no poder, de una doctrina enemiga. Por nuestra parte para lograr el objetivo que nos proponemos no necesitamos dedicarnos a excavaciones tan poco agradables; nos basta recurrir a la revista Rússkoe Bogatstvo, y en ella, a uno de sus indudables “pilares”.

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II

El apartado II del articulo “Las bases de la reforma de la enseñanza secundaria”, es titulado por el señor Yuzhakov de esta manera: Tareas de la escuela secundaria. Los intereses de clase y la escuela de clase (ver Sumario). El tema, como se ve, es de interés subyugante y promete esclarecer uno de los más importantes problemas no sólo de la instrucción, sino también de toda la vida social en general que, además, suscita una de las principales discrepancias entre los populistas y los “discípulos”2. Veamos, pues, qué ideas tiene el colaborador de Rússkoe Bogatstvo sobre “los intereses de clase y la escuela de clase”.

El autor dice, con toda razón, que la fórmula “la escuela debe preparar al hombre para la vida” carece completamente de contenido, que el problema radica en qué es necesario para la vida y “a quién le es necesario”(p. 6). “¿Quién necesita la enseñanza secundaria, quiere decir: en interés de quién, por el bien y el provecho de quién se imparte la enseñanza a los alumnos de la escuela secundaria?”(p. 7). Excelente planteamiento del problema, y felicitaríamos con toda el alma al autor si… si todos estos preludios no resultaran en su exposición posterior sólo frases vacías: “Esto puede ser para bien y provecho del Estado, de la nación, de esta o aquella clase social, del propio individuo al que se instruye”. Y aquí comienza la confusión: ¡Ha de deducirse que una sociedad dividida en clases es compatible con un Estado sin clases, con una nación sin clases, con individuos ubicados fuera de las clases!

En seguida veremos que esto no es, en modo alguno, un lapsus del señor Yuzhakov, sino precisamente la absurda opinión que él sostiene.

“Si al confeccionar el programa escolar se tienen en cuenta los intereses de clase, ni siquiera puede hablarse de un tipo único de escuela secundaria pública. En ese caso, los establecimientos de enseñanza tienen necesariamente carácter estamental y, además, no sólo imparten instrucción, sino también educación, por cuanto no sólo deben dar una instrucción adecuada a los intereses y tareas particulares del estamento, sino también los hábitos estamentales y el espíritu corporativo del estamento”(p. 7).

La primera conclusión que surge de esta parrafada es que el señor Yuzhakov no comprende la diferencia entre estamentos y clases, y por ello confunde imperdonablemente estos conceptos que son diferentes del todo. En otros pasajes de su artículo (véase, por ejemplo, pág. 8) se revela idéntica incomprensión; y esto es tanto más sorprendente, cuanto que el señor Yuzhakov estuvo a punto de llegar, en ese mismo artículo, a la diferencia esencial que existe entre estos conceptos.

“Hay que tener presente –sentencia en la pág. 11– que a menudo (aunque no necesariamente) las organizaciones de carácter político, económico y religioso constituyen unas veces un privilegio jurídico y otras un atributo real de grupos especiales de la población. En el primer caso son los estamentos; en el segundo, las clases.”

Aquí se señala con todo acierto una de las diferencias entre clase y estamento, a saber: que las clases no se diferencian unas de otras debido a privilegios jurídicos, sino a condiciones existentes en la realidad, y que, por consiguiente, las clases de la sociedad contemporánea presuponen una igualdad jurídica. Y, al parecer, el señor Yuzhakov tampoco ignora la otra diferencia entre estamentos y clases.

“…renunciamos entonces (es decir, después de la abolición del régimen de servidumbre)… al régimen feudal y estamental en la vida nacional, incluido también el sistema de la escuela cerrada, estamental. En la actualidad, la ponderación del proceso capitalista fracciona a la nación rusa no tanto en estamentos cuanto en clases económicas…”(p. 8).

Aquí se señala acertadamente otro rasgo que diferencia a los estamentos de las clases en la historia de Europa y de Rusia, o sea, que los primeros son propios de la sociedad feudal, y las segundas, de la sociedad capitalista.3

Si el señor Yuzhakov hubiera meditado, aunque fuera un poco, sobre estas diferencias y no se hubiera dejado llevar con tanta ligereza por su briosa pluma y su impulsivo corazón de pequeñoburgués, no habría escrito la mencionada parrafada, ni otras necedades tales como la de que los programas de clase de las escuelas deben dividirse en programas para ricos y para pobres; que en el Occidente de Europa los programas de clase no tienen éxito; que la escuela de clase presupone un cerrado espíritu de clase, etc., etc.

Todo esto muestra con claridad meridiana que, pese al título muy prometedor y a sus ampulosas frases, el señor Yuzhakov no ha comprendido en absoluto cuál es la esencia de la escuela de clase. Esa esencia, respetabilísimo señor populista, consiste en que la instrucción está organizada por igual y es accesible por igual a todos los pudientes. Sólo en esta última palabra reside la esencia de la escuela de clase a diferencia de la escuela estamental. Por eso, no deja de ser un simple absurdo lo que el señor Yuzhakov sostiene, en la parrafada antes citada, de que en una escuela con intereses de clase “ni siquiera puede hablarse de un tipo único de escuela secundaria pública”. Todo lo contrario: la escuela de clase, si es llevada en forma consecuente, o sea, si se halla libre de todas y cualesquiera supervivencias de estamento, presupone necesariamente un solo tipo de escuela. La esencia de una sociedad de clase (y de una enseñanza de clase, por consiguiente) reside en la plena igualdad jurídica, en la plena igualdad de derechos de todos los ciudadanos, en la plena igualdad y el libre acceso en materia de instrucción para los pudientes. La escuela estamental requiere que el alumno pertenezca a un determinado estamento. La de clase desconoce los estamentos y sólo reconoce a los ciudadanos. Exige de todos y cualesquiera alumnos una sola cosa: que paguen sus estudios. No necesita, en absoluto, diferenciar sus programas en programas para ricos y programas para pobres, por cuanto quien carece de recursos para pagar los estudios, para hacer frente a los gastos en manuales y para el mantenimiento del alumno durante el período lectivo, simplemente no es admitido en la escuela de clase.

La escuela de clase no presupone en modo alguno un cerrado carácter de clase: todo lo contrario, a diferencia de los estamentos, las clases siempre dejan completamente libre el paso de algunos individuos de una clase a otra. La escuela de clase no se cierra para nadie que disponga de recursos para estudiar. Afirmar que en Europa Occidental “no tienen éxito esos peligrosos programas de semiinstrucción que establecen por razones de clase una discriminación moral e intelectual entre las diversas capas de la población” (p. 9), es tergiversar totalmente la realidad, ya que todo el mundo sabe que tanto en Occidente como en Rusia la escuela secundaria es esencialmente una escuela de clase y sólo sirve los intereses de una parte muy, pero muy pequeña, de la población. Ante este increíble enredo de conceptos de que hace gala el señor Yuzhakov tampoco consideramos superfluo formular para él esta aclaración complementaria: en la sociedad contemporánea, incluso la escuela secundaria gratuita no deja de ser, en modo alguno, una escuela de clase, por cuanto los gastos de mantenimiento del alumno durante 7 u 8 años son muchísimo mayores que el costo de los estudios, y sólo resultan accesibles para una insignificante minoría. Si el señor Yuzhakov desea ser un consejero práctico de los actuales reformadores de la escuela secundaria, si quiere plantear el problema en el terreno de la realidad actual (y así, precisamente, lo plantea), sólo debería hablar de la sustitución de la escuela estamental por la de clase y únicamente de esto, o bien guardar silencio total acerca de este delicado problema “de los intereses de clase y de la escuela de clase”. Por lo demás huelga decir que es muy poca la relación que tienen estos problemas de principio con la sustitución de las lenguas antiguas por las modernas, que el señor Yuzhakov recomienda en su artículo. Si se hubiera limitado a esta recomendación, no nos habríamos ocupado en hacerle objeciones, y habríamos estado incluso dispuestos a perdonarle su desbordante elocuencia. Pero una vez que él mismo plantea el problema de “los intereses de clase y de la escuela de clase”, que cargue pues con la responsabilidad por todas sus absurdas frases.

Las frases del señor Yuzhakov sobre este tema sin embargo no se circunscriben, ni mucho menos, a lo antes citado. Fiel a las ideas básicas del “método subjetivo en la sociología”, el señor Yuzhakov, al tocar el problema de las clases, se eleva a “un amplio punto de vista” (p. 12, confr. 15), tan amplio, que le ofrece la posibilidad de desconocer olímpicamente las diferencias de clase; tan amplio que le permite hablar, no de las clases aisladas (¡uf, qué estrechez!), sino de toda la nación en general. Se logra esta magnífica “amplitud” de punto de vista, mediante el gastado procedimiento de todos los moralistas y moralizantes, sobre todo de los moralistas del tipo pequeñoburgués. El señor Yuzhakov condena con dureza esta división de la sociedad en clases (y su repercusión sobre la enseñanza) y habla con insuperable grandilocuencia y énfasis incomparable acerca de la “peligrosidad” (p. 9) de este fenómeno; acerca de que “el sistema de clase de la enseñanza, en todas las formas y tipos, contradice, en esencia, los intereses del Estado; de la nación y de las personas, que se instruyen”4 (p. 8); acerca de “la inconveniencia y el peligro, tanto desde el punto de vista estatal como nacional” (p. 9) de los programas de clase en la escuela; acerca de que los ejemplos de la historia sólo muestran “el excepcional desarrollo antinacional del régimen clasista y de los intereses de clase, del cual hablábamos antes y que hemos reconocido ya como peligroso para el bien de la nación y del propio Estado” (p. 11); acerca de que “en todas partes la estructura de clase de la administración ha sido, de una u otra manera, abolida” (p. 11); acerca de que este “peligroso” desmembramiento en clases provoca “el antagonismo entre los diversos grupos de la población” y desarraiga en forma gradual “el sentimiento de solidaridad nacional y de patriotismo respecto a todo el Estado” (p. 12); acerca de que “los intereses de la nación como un todo íntegro, del Estado y de los diferentes ciudadanos, enfocados desde un punto de vista amplio, correcto y clarividente, no deben, en general, estar en contradicción unos con otros (por lo menos, en el Estado contemporáneo)” (p. 15), etc., etc.

Todo esto es una falsedad completa, son frases hueras que velan la esencia misma de la realidad contemporánea mediante “deseos”, carentes de todo sentido, de un pequeñoburgués, deseos que imperceptiblemente se transforman en caracterización de lo que existe. Para encontrar una analogía de semejante concepción del mundo de la que surgen tales frases, tenemos que remitirnos a los representantes de aquella escuela “ética” que en Occidente fue la expresión natural e inevitable de la cobardía teórica y del desconcierto político de la burguesía de esos países5.

Nosotros nos limitaremos a confrontar esta magnífica elocuencia Y esta elevación espiritual, esta maravillosa sagacidad y clarividencia, con el siguiente hecho menudo: el señor Yuzhakov ha tocado el problema de la escuela estamental y la escuela de clase. Sobre el primer problema podemos citar datos estadísticos precisos, por lo menos con respecto a las escuelas secundarias y escuelas secundarias incompletos para varones y los colegios reales.6 He aquí los datos que hemos copiado de la publicación del Ministerio de Hacienda titulada Las fuerzas productivas de Rusia (San Petersburgo. 1896. Sec. XIX. Instrucción Pública, pág. 31):

“La distribución de los alumnos por estamentos (en porcentaje con relación a su número total) se ve en el siguiente cuadro:

Híjos

En escuelas secundarias y escuelas secundarias incompletos para varones, dependientes del Ministerio de Instrucción Pública

En colegios reales

1880

1884

1892

1880

1884

1892

de nobleza hereditaria de título, y de funcionarios

47,6

49,2

56,2

44,0

40,7

38,0

del clero

5,1

5,0

3,9

2,6

1,8

0,9

de los estamentos urbanos

33,3

35,9

31,3

37,0

41,8

43,0

de los estamentos rurales (incluidos los no rusos y funcionarios subalternos)

8,0

7,9

5,9

10,4

10,9

12,7

de extranjeros

2,0

2,0

1,9

3,0

4,8

5,4

de otros estamentos

2,0

junto con los anteriores

3,0

junto con los anteriores

100

100

100

100

100

100”

Este cuadrito nos muestra palpablemente con cuánta imprudencia se expresa el señor Yuzhakov, cuando afirma en forma terminante y categórica (??) que “hemos renunciado a la escuela estamental”. Todo lo contrario, también ahora predomina el espíritu de cuerpo en nuestras escuelas secundarias, dado que aun en las escuelas secundarias (sin hablar ya de los establecimientos privilegiados de la nobleza, etc.) el 56% de los alumnos son hijos de nobles y de funcionarios. Su único competidor serio son los estamentos urbanos que tienen preponderancia en los colegios reales. En cambio, la participación de los estamentos rurales, sobre todo si se considera su inmenso predominio numérico sobre los restantes, es insignificante del todo. Este cuadrito muestra con toda claridad, por lo tanto, que quien quiera hablar del carácter de nuestra actual escuela secundaria deberá aprender firmemente que aquí sólo puede tratarse de una escuela de estamento o de clase y que, por cuanto “nosotros” renunciamos efectivamente a la primera, esto se hace de modo exclusivo en favor de la segunda. Bien entendido que con esto no queremos decir, ni mucho menos, que la sustitución de la primera por la segunda y el mejoramiento de esta última no sea un problema sin importancia o resulte indiferente para las clases que no hacen ni pueden hacer uso de la escuela secundaria; muy por el contrario: tampoco para ellas es éste un problema indiferente, puesto que el régimen de estamentos, tanto en la vida como en la escuela, pesa sobre ellas de un modo particularmente gravoso y la sustitución de la escuela de estamento por otra de clase sólo es uno de los eslabones en el proceso de europeización general de Rusia.

Sólo queremos mostrar cómo el señor Yuzhakov ha tergiversado este asunto y cómo su punto de vista, supuestamente “amplio”, está incluso muy por debajo del punto de vista burgués sobre este problema. A propósito del carácter burgués. Vemos que el señor A. Manuilov no puede comprender de ningún modo por qué P. Struve, quien con tanta precisión caracterizó la unilateralidad de Schulze-Gavernitz, “sin embargo, propaga sus ideas burguesas” (Rússkoe Bogatstvo, núm. 11, pág. 93). Esta incomprensión del señor A. Manuilov se debe íntegra y exclusivamente a que no “comprende los conceptos fundamentales no sólo de los “discípulos” rusos, sino también de todos los “discípulos” de Europa Occidental, y no sólo de los discípulos, sino también del maestro. ¿O tal vez el señor Manuilov querrá negar que a las concepciones fundamentales del “maestro” –que se destacan nítidamente en toda su actividad teórica, literaria y práctica– les es propia una irrevocable hostilidad hacia los aficionados a los “amplios puntos de vista” que disimulan, mediante frases almibaradas, la división en clases de la sociedad contemporánea? ¿Tal vez querrá negar que entre sus concepciones fundamentales se cuenta el reconocimiento decidido del carácter progresista y la preferencia de las “ideas burguesas” francas y consecuentes, antes que las de los pequeñobrugueses que ansían frenar y detener el desarrollo del capitalismo? Si para el señor Manuilov esto no resulta claro, que medite, aunque sólo sea, sobre las obras de su compañero de revista, el señor Yuzhakov. Procure figurarse que, en el problema que nos interesa en este momento, vemos al lado del señor Yuzhakov a un franco y consecuente representante de “las ideas burguesas”, quien defiende precisamente el carácter de clase de la escuela contemporánea, demostrando que constituye lo mejor que uno puede imaginar y que aspira a desplazar totalmente la escuela estamental y a ampliar las posibilidades de acceso a la escuela de clase (en el significado antes señalado de esta posibilidad).

En verdad, tales ideas serían incomparablemente superiores a las del señor Yuzhakov; en ese caso la atención se fijaría en las necesidades reales de la escuela contemporánea, justamente en la eliminación de su hermeticidad estamental y no en el difuso “amplio punto de vista” de un pequeñoburgués. Un franco esclarecimiento y defensa del carácter unilateral de la escuela contemporánea servirían para definir en forma correcta la realidad existente, y gracias a su misma unilateralidad ayudaría ya a adquirir conciencia del otro lado7. Y las “amplias” disquisiciones del señor Yuzhakov, por el contrario; no hacen sino corromper la conciencia social. Finalmente, está el aspecto práctico del problema… pero el mismo señor Yuzhakov no rebasa ni un ápice los límites de la escuela de clase, no sólo en este artículo, sino tampoco en su “utopía”, a la que pasamos ahora.

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III

El artículo del señor Yuzhakov, en el cual se analiza “el problema de la instrucción de todo el pueblo” (véase el encabezamiento del libro), se intitula Utopía en materia de instrucción pública. Plan de enseñanza secundaria obligatoria de todo el pueblo.

Ya por el título se puede ver que este artículo del señor Yuzhakov, instructivo en grado sumo, promete muchísimo. Pero en realidad, la “utopía” del señor Yuzhakov promete incomparablemente más.

“No aceptamos menos que esto, queridos lectores, sin ninguna clase de concesión ni compromiso… –así comienza el autor su artículo–. Enseñanza secundaria completa para toda la población de ambos sexos, obligatoria para todos y sin gasto alguno por parte del Estado, de los zemstvos, ni del pueblo: ¡tal es mi grandiosa utopía en materia de instrucción!” (p. 201).

El bondadoso señor Yuzhakov supone, evidentemente, que la clave de este problema es el “gasto”; en esa misma página vuelve a repetir que la enseñanza primaria de todo el pueblo demanda gastos, mientras que la secundaria general, según su “plan”, no requiere gasto alguno. Pero eso no es todo: el plan del señor Yuzhakov no sólo no requiere gastos, sino que promete algo más que la enseñanza secundaria para todo el pueblo. Para mostrar la magnitud total de lo que nos promete el colaborador de Rússkoe Bogatstvo, tendremos que adelantarnos y citar las exclamaciones de triunfo del propio autor, regocijado al contemplar el plan ya expuesto. El plan del señor Yuzhakov consiste en que la enseñanza secundaria se conjuga con el trabajo productivo de los “liceístas”, quienes de esta manera se costean su propio mantenimiento:

“El cultivo de una parcela de tierra… asegurará alimentos abundantes, sanos y sabrosos para toda la joven generación, desde que nazca hasta que termine el curso del escuela secundaria, así como la alimentación de la juventud que, con su trabajo, se costeará sus estudios (a esta institución del Zukunffsstaat8 al estilo Yuzhakov nos referiremos luego más en detalle) y la de todo el personal administrativo, profesores y propietarios. Todos ellos serán abastecidos de calzado y vestimenta. Además, de la mencionada parcela se obtiene, de paso, cerca de 20.000 rublos, de los cuales 15.000 corresponden al excedente de leche y del cereal de primavera… y cerca de 5.000 rublos a la venta de los cueros, cerdas, plumas y otros subproductos” (p. 216).

Hágase cargo el lector: ¡El mantenimiento de toda la joven generación hasta terminar el curso del escuela secundaria, o sea, hasta la edad de 21 a 25 años (pág. 203)! Pero eso significa el mantenimiento de la mitad de toda la población del país.9

El mantenimiento y la enseñanza de una población de decenas de millones, pero ¡esto es ya una verdadera “organización del trabajo”! Es evidente que el señor Yuzhakov se enfadó mucho con la mala gente que afirma que los proyectos populistas de “organización del trabajo” no son más que frases hueras de parlanchines hueros, y decidió aniquilar a esta mala gente publicando todo un “plan” de “organización del trabajo”, realizable “sin ningún desembolso”… Pero tampoco esto es todo:

“…Sobre la marcha hemos ampliado la tarea; hacemos recaer sobre esta misma organización el mantenimiento de toda la población infantil; nos hemos preocupado por asegurar que los jóvenes al egresar sean provistos de un patrimonio valioso para la aldea; hemos estimado posible, sobre la base de esos mismos recursos, nombrar para cada escuela secundaria, es decir, para cada subdistrito, un médico, un veterinario, un agrónomo y un jardinero diplomados, un tecnólogo y no menos de seis especialistas calificados (que elevarán el nivel cultural y satisfarán las respectivas necesidades de toda la localidad)… Y todos estos problemas hallan su solución financiera y económica, al realizarse nuestro plan…”10

Qué avergonzadas han de sentirse ahora las malas lenguas que decían que el famoso “nosotros” populista es un “misterioso desconocido”, un personaje mítico, etc.! ¡Qué calumnia más indigna! De hoy en adelante será suficiente invocar el “plan” del señor Yuzhakov para demostrar la omnipotencia de este “nosotros” y la viabilidad de “nuestros” proyectos.

Tal vez el lector tenga sus dudas con respecto a esta palabra: viabilidad. Quizá diga que, al darle a su creación el nombre de utopía, el señor Yuzhakov ha descartado con ello la cuestión de la viabilidad. Sería así, si el propio señor Yuzhakov no hubiera formulado algunas reservas, esenciales en grado máximo, respecto a la palabra “utopía”, si no hubiera subrayado, más de una vez en toda su exposición, lo viable de su plan.

“Me atrevo a pensar –declara al comienzo mismo del artículo que tal enseñanza secundaria de todo el pueblo parece una utopía sólo a primera vista” (p. 201)… ¿Qué más hace falta?…

“Me tomo el atrevimiento aún mayor de afirmar que tal enseñanza para toda la población es mucho más viable que la primaria general que, sin embargo, ya se ha realizado en Alemania, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y está muy próxima a realizarse en algunas provincias de Rusia” (p. 201).

El señor Yuzhakov está tan convencido de la viabilidad de su plan (resulta evidente, después de lo antedicho, que el término “plan” es más correcto que el de utopía) que, al elaborar su plan, no desdeña las más pequeñas “comodidades prácticas”: conserva en él expresamente, por ejemplo, el sistema de dos escuelas secundarias, uno para muchachos y otro para muchachas por respeto “al prejuicio existente en el continente de Europa en contra de la escuela mixta”; hace hincapié en que su plan:

“permite no infringir los planes ya establecidos de estudios en las escuelas secundarias para muchachos y muchachas, proporciona mayor ocupación y, por consiguiente, una mayor remuneración para el personal docente…” “Todo esto posee no poca importancia, si no se desea limitarse a un experimento, sino lograr la verdadera instrucción de todo el pueblo” (pp. 205-206).

En el mundo hubo muchos utopistas que rivalizaron entre sí por la seducción y armonía de sus utopías, pero es poco probable que haya habido entre ellos uno solo tan atento a “los planes fijos de estudios” y a la remuneración del personal docente. Estamos seguros de que nuestros descendientes, por mucho tiempo aún, seguirán señalando al señor Yuzhakov romo un “utopista” verdaderamente práctico y diligente.

Es evidente que con tales promesas del autor, su plan de instrucción de todo el pueblo merece el más atento análisis.

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IV

El principio que sirve al señor Yuzhakov de punto de partida consiste en que la escuela secundaria debe ser al mismo tiempo una hacienda agrícola y asegurar, mediante el trabajo de los alumnos durante el verano, su propia subsistencia. Tal es el pensamiento básico de su plan. “Es poco probable que pueda dudarse de que esta idea sea correcta” (p. 237), supone el señor Yuzhakov. Y nosotros estamos de acuerdo con él en que aquí hay, en efecto, una idea correcta, la cual, sin embargo, no debe ser necesariamente embrollada con los “escuelas secundarias” ni con la posibilidad de “cubrir los gastos” de éstos con el trabajo de los alumnos. Esta idea justa consiste en que no es posible imaginarse el ideal de una sociedad futura sin la conjugación de la instrucción en los trabajos productivos de la joven generación: ni la instrucción y educación sin un trabajo productivo, ni el trabajo productivo sin la paralela instrucción y educación podrían ser puestos a la altura que requiere el nivel contemporáneo de la técnica y el estado actual del conocimiento científico. Esta idea ha sido expresada ya por los grandes utopistas del pasado; y es también compartida sin reservas por los “discípulos” quienes precisamente por esta causa, entre otras, no se oponen en principio al trabajo de las mujeres y de los adolescentes en la industria, consideran reaccionario todo intento de prohibir en forma absoluta este trabajo y reivindican sólo que sea ejecutado en adecuadas condiciones higiénicas. Por eso; en vano el señor Yuzhakov se expresa de este modo: “Yo sólo he querido lanzar la idea” (p. 237)… Esta idea hace ya mucho tiempo que ha sido lanzada, y no nos atrevemos a suponer (mientras no se demuestre lo contrario) que el señor Yuzhakov lo ignoraba. El colaborador de Rússkoe Bogatstvo quiso lanzar, y lanzó, un plan para realizarla, totalmente personal. Sólo en ese aspecto cabe reconocerlo original, pero en cambio su originalidad llega ya hasta las columnas de Hércules11.

Para asociar el trabajo productivo de todos: con la instrucción de todos es menester, evidentemente, imponer a todos la obligación de participar en el trabajo productivo. Parecería que esto es claro de por sí. Sin embargo, no es así. Nuestro “populista” resuelve este problema de modo que la obligación del trabajo físico sea efectivamente implantada como un principio general, pero no para todos, sino sólo para los pobres.

El lector creerá, tal vez, que estamos bromeando. A fe mía que no.

“Las escuelas secundarias netamente urbanos para la gente acomodada, dispuesta a pagar en efectivo el costo total de los estudios, podrían conservar su estructura actual” (p. 229). En la página 231, los “acomodados” son directamente incluidos entre las “categorías de la población” que no están obligadas a estudiar en los “escuelas secundarias agrícolas”. El trabajo productivo obligatorio no es, por lo tanto, según nuestro populista, una condición para el desarrollo universal e integral del ser humano, sino un mero pago por estudiar en el escuela secundaria. Ni más, ni memos. Al comienzo mismo de su artículo, el señor Yuzhakov estudia la cuestión de los obreros que el escuela secundaria agrícola necesitará para la temporada de invierno. He aquí el medio que le parece más “lógico” para asegurarse dichos obreros. Los alumnos de los grados inferiores no trabajan y, por consiguiente, son mantenidos e instruidos gratuitamente, sin reponer los gastos que para este fin efectúa la escuela secundaria.

“Si ello es así, ¿no constituye, acaso, su obligación directa pagar con trabajo esos gastos, una vez terminados los estudios? Esta obligación, concebida en forma cuidadosa e implantada con firmeza para todo aquel que no pueda abonar el costo de los estudios, suministrará a la hacienda de la escuela secundaria el contingente de obreros necesario para la temporada de invierno y el suplementario para la temporada de verano… En términos teóricos, esto es bien sencillo, fácil de comprender y absolutamente irrefutable” (p. 205, la cursiva es nuestra).

¡Por favor!, ¿qué puede ser “más sencillo”? ¡Tienes dinero, paga; no lo tienes, trabaja! Cualquier tendero convendrá en que esto es muy “fácil de comprender”. Y además, ¡la mar de práctico! Sólo que… ¿qué tiene que ver aquí la “utopía”? ¿y para qué tiene que embarrar el señor Yuzhakov con semejantes planes ese gran pensamiento fundamental en que ha querido asentar su utopía?

Que los alumnos pobres se paguen los estudios con su trabajo: ésa es la base de todo el plan del señor Yuzhakov. Cierto es que admite también otro método de contar con mano de obra para las labores de invierno, como la contratación asalariada12, pero lo relega a segundo plano.

El trabajo para pagar los estudios es obligatorio durante tres años (y en caso de necesidad, cuatro) para todos los que no son llamados al servicio militar, es decir, para las dos terceras partes de los alumnos y para todas las muchachas.

“Sólo este sistema –dice francamente el señor Yuzhakov– nos da la clave para resolver las tareas de la enseñanza general, por lo demás no de la primaria, sino la secundaria” (pp. 207-208).

“Un pequeño contingente de obreros permanentes que se han quedado para siempre en la escuela secundaria e integrados en su seno (!?), completa esa mano de obra agrícola de la escuela. Tal es la fuerza de trabajo posible y nada utópica de nuestro escuela secundaria agrícola” (p. 208).

Claro está que también haría otro tipo de labores –¿falta acaso trabajo en una hacienda?–. “El personal auxiliar de la cocina y el lavadero, así como de oficina, puede ser elegido con facilidad de entre los egresados de la escuela secundaria que deben trabajar tres años como obreros” (p. 209). La escuela secundaria tendrá igualmente necesidad de maestros de oficio: sastres, zapateros, carpinteros, etc. Desde luego, “se les podrá proporcionar auxiliares de entre los que deben cumplir tres años de trabajo” (p. 210).

¿Qué recibirán a cambio de su trabajo estos braceros? (¿o liceístas agrícolas? En verdad, no sé qué nombre darles). Recibirán todo lo indispensable para vivir, “una abundante y sabrosa alimentación”.

El señor Yuzhakov hace un cálculo exacto de todo esto y parte de la ración “que habitualmente se da a un obrero rural”. Cierto es que “no piensa que la alimentación en la escuela secundaria deba regirse por ese método” (p. 210), pero de todas maneras mantiene estas raciones, ya que, además, los liceístas recolectarán en su terreno patatas, guisantes y lentejas; y sembrarán cáñamo y girasol para obtener aceite; luego, en los días en que se permita, recibirán media libra de carne y 2 vasos de leche. No vaya a pensar el lector que el señor Yuzhakov se ha referido a todo esto sólo de pasada y que lo enumeró sólo a título de ejemplo. No, todo lo tiene calculado minuciosamente: el número de terneros de un año y de dos, el mantenimiento de los enfermos y el alimento para las aves. No se olvida ni de las lavazas de la cocina, ni de los despojos, ni de las mondas de hortalizas (p. 212). No omite nada. Luego, la vestimenta y el calzado pueden ser confeccionados en la mismo escuela secundaria y por su cuenta.

“Pero la tela de algodón para la ropa interior, de cama y mantelería, y para la vestimenta de verano, así como las telas de abrigo y las pieles –aunque sean de oveja– para la vestimenta de invierno, deberán, claro está, ser compradas. Bien entendido que todo el personal docente y los empleados, con sus respectivas familias, tendrán que proporcionarse las telas por su cuenta, aun cuando se les podría permitir el uso de los talleres de confección. En lo que respecta a los alumnos propiamente dichos y a los que deben trabajar tres años como obreros, este desembolso, sin ser mezquinos, puede calcularse en unos 50 rublos por persona y por año, o aproximadamente en 60.000 rublos anuales para todo el establecimiento” (p. 213).

En verdad, comienza a conmovernos el extraordinario sentido práctico de nuestro populista. Imagínense: “nosotros”, “la sociedad”, implantamos una organización tan grandiosa del trabajo, damos al pueblo la enseñanza secundaria general; todo ello sin gasto alguno, ¡y con qué inmensas ventajas morales! ¡Qué magnífica lección se habrá dado a “nuestros” obreros rurales de hoy que, con toda su ignorancia, su insolencia y su salvajismo, no se conforman con trabajar por menos de 61 rublos al año más la comida por cuenta del patrono13, cuando vean cómo los braceros instruidos del escuela secundaria trabajan por 50 rublos anuales! Después de esto se puede estar seguro de que hasta la misma Koróbochka14 estará ahora de acuerdo con el señor Yuzhakov en que las bases teóricas de su plan son extraordinariamente “fáciles de comprender”.

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V

¿Cuáles serán los métodos por los que se regirán la economía de las escuelas secundarias y la dirección de los mismos? La economía, tal como ya lo hemos visto, será mixta: en parte natural y en parte monetaria. El señor Yuzhakov, naturalmente, da indicaciones muy detalladas acerca de este importante problema. En la página 216 calcula con exactitud, rubro por rubro, que cada escuela secundaria necesitará de 160 a 170.000 rublos, de modo que para un total de 15 a 20.000 escuelas secundarias se necesitarán unos 3.000 millones de rublos. Pero, claro está, se venderán productos agrícolas, y de esa venta se obtendrá dinero. Nuestro autor es tan previsor que toma en cuenta, además, las condiciones generales de la actual economía mercantil capitalista:

“las escuelas secundarias ubicados en los suburbios de las ciudades o en la cercanía de las estaciones ferroviarias, sobre las líneas próximas a los grandes centros, deberán ser de tipo completamente diferente. La horticultura, la fruticultura, la elaboración de productos lácteos y los artes manuales podrán reemplazar aquí por completo al cultivo de los campos” (p. 228).

Quiere decir que aquí el comercio será ya un asunto serio. El autor no dice quién se dedicará al mismo. Es de suponer que los Consejos Pedagógicos de las escuelas secundarias se transformarán también, en parte, en consejos comerciales. Los escépticos querrán saber, quizá, qué pasará en caso de quiebra y si, en general, esos escuelas secundarias sabrán comerciar. Pero, por supuesto, eso sería buscar tres pies al gato: si ahora comerciantes sin instrucción realizan buenos negocios, ¿se puede dudar del éxito si este negocio lo toman en sus manos representantes de nuestra sociedad culta?

Para la economía de las escuelas secundarias hará falta tierra, como es natural. El señor Yuzhakov dice:

“Creo… que si esta idea hubiera de ser probada en la práctica, para el experimento, los primeros de estos escuelas secundarias agrícolas deberían recibir una parcela de 6.000 a 7.000 deciatinas” (p. 228).

Para una población de 109 millones –20.000 liceos se necesitarían alrededor de 100 millones de deciatinas. Pero tampoco debe olvidarse que sólo unos 80 millones se dedican al trabajo agrícola. “Solamente sus hijos deben estudiar en las escuelas secundarias agrícolas”. Luego hay que descontar alrededor de 8 millones más que corresponden a diversas categorías de la población15: quedan entonces 72 millones de habitantes. Para éstos serán necesarios tan sólo de 60 a 72 millones de deciatinas. “Y esto, claro está, es mucho” (p. 231), pero el señor Yuzhakov no se amilana. Pues el fisco también tiene mucha tierra, sólo que está ubicada en lugares no del todo adecuados.

“Así, en la región de Polesie septentrional hay 127.600.000 deciatinas, y aquí sobre todo si se pone en práctica –allí donde sea necesario– el sistema de permuta de las tierras privadas e incluso de las campesinas, por tierras fiscales a fin de destinar las primeras a las escuelas, quizá no sería difícil asegurar gratuitamente tierras para nuestros escuelas secundarias agrícolas. Del mismo modo, las cosas se presentan bien”… en el sudeste (p. 231).

¡Hum!… ¡Qué “bien”! Quiere decir: ¡Qué “bien” trasladarlos a la provincia de Arjánguelsk! Es cierto que hasta ahora esta última ha servido más como lugar de confinamiento, y allí los bosques fiscales, en su inmensa mayoría, no están siquiera “acondicionados”, pero esto no quiere decir nada. ¡Apenas lleguen allí los liceístas con sus ilustrados profesores, talarán todos esos bosques, desbrozarán la tierra y sembrarán la semilla de la cultura!

Y en cuanto a la región central, allí se puede organizar el rescate de tierras: hacen falta no más de 80 millones de deciatinas. Se trataría de hacer una emisión de “títulos con garantía”, cuya amortización, se sobreentiende, correría por cuenta de “las escuelas secundarias que hubieran recibido la parcela gratis” (p. 232), y ¡asunto concluido! El señor Yuzhakov asegura que no hay que asustarse ante “la magnitud de la operación financiera. No se trata de una quimera, ni de una utopía” (p. 232). Será “en el fondo una hipoteca con excelente garantía”. ¡Cómo no ha de ser excelente la garantía! Pero, una vez más, ¿qué tiene que ver aquí la “utopía”? ¿¿Cree el señor Yuzhakov seriamente que nuestros campesinos son tan ignorantes y atrasados como para aceptar semejante plan?? ¡Tengan la bondad de pagar por el rescate de la tierra y “el empréstito para la instalación inicial”16, de mantener todo el escuela secundaria, de pagar sueldo a todos los profesores, y para colmo, pagar además de todo eso (es decir, ¿por haber contratado profesores a sueldo?) con trabajo durante tres añitos! ¿No es pedir demasiado, ilustrado señor “populista”? ¿Ha pensado, al volver a publicar en 1897 su obra aparecida en la revista Rússkoe Bogatstvo en 1895, hacia dónde lo llevará la afición, propia de todos los populistas, a diversos rescates y operaciones financieras?

Recuerde el lector que se ha prometido la instrucción para todo el pueblo “sin ningún desembolso de parte del Estado, de los zemstvos y del pueblo”. Y en efecto, nuestro genial financiero no reclama un solo rublo del Estado ni de los zemstvos. Pero ¿y “del pueblo”? O, hablando más exactamente, ¿y de los campesinos pobres?17 Ya que los acomodados quedan excluidos. El mismo señor Yuzhakov tiene la sospecha de que «también cierto porcentaje de la población rural preferirá enviar a sus hijos a las escuelas secundarias urbanas de pago” (p. 230). ¡Y cómo no preferirlo!

Con su dinero se compra la tierra y se instalan las escuelas secundarias (ya que pagan el interés y la amortización de los capitales que se emplean en eso); pagan asimismo el sueldo de los profesores y el mantenimiento de todos las escuelas secundarias. Y encima deben pagar en trabajo. Pero, pagar ¿por qué? Pues –contesta el inexorable financiero– porque los alumnos de los grados inferiores no han pagado sus estudios y mantenimiento (p. 204). Pero, en primer lugar, están catalogados en las edades que no trabajan los alumnos de los grados preparatorios y de los primeros dos años de escuela secundaria” (p. 206), y los demás son ya semiobreros. Y en segundo lugar, estos niños son mantenidos por sus hermanos mayores, y son éstos quienes pagan a los profesores por la enseñanza de los menores. No, señor Yuzhakov, no sólo ahora, sino incluso en tiempos de Arakchéev18, semejante plan habría sido completamente irrealizable, ya que se trata realmente de una “utopía” feudal.

Con respecto a la dirección de las escuelas secundarias, el señor Yuzhakov proporciona muy pocos datos. Cierto es que enumera con toda exactitud el personal docente y le fija sueldos “relativamente bajos” (ya que la vivienda, el mantenimiento de los hijos y la “mitad de los gastos para la vestimenta” están asegurados). ¿Pensarán ustedes tal vez que les asigna unos 50 rublos por año? No, algo más; “al director, directora y agrónomo jefe, 2.400; al inspector” y demás, bajando por el escalafón, hasta llegar a los 200 rublos para los empleados subalternos (p. 214). Como se ve, ¡es una carrera no despreciable para los representantes de la sociedad ilustrada, que “prefirieron” a la escuela urbana de pago el escuela secundaria agrícola! Presten atención a esta “mitad de los gastos para la vestimenta” asegurada a los señores profesores: según el plan de nuestro populista, éstos utilizarán los talleres de confección (tal como ya lo hemos visto), es decir, encargarán a los “liceístas” el zurcido y confección de sus prendas de vestir. ¿No resulta conmovedora esta preocupación del señor Yuzhakov… por el bienestar de los señores profesores? Cierto que también se preocupa por los “liceístas”… del mismo modo que un buen amo se preocupa por sus bestias de labor: es preciso darles de comer, de beber, procurarles alojamiento y… aparearlas. Veamos, si no:

“Si… se autorizan los matrimonios entre la gente joven que egresa del escuela secundaria y se queda en él durante los tres años…, esa permanencia será mucho más llevadera que el servicio militar” (p. 207).

¡¡“Si se autorizan los matrimonios”!! ¿Quiere decir que es posible que no los autoricen? Pero para ello, honorable señor progresista, hace falta una nueva ley, una ley que restrinja los derechos civiles de los campesinos. Puede, sin embargo, sorprendernos semejante “lapsus” (?) del señor Yuzhakov si a lo largo de toda su “utopía”, en el más minucioso análisis de los aspectos relativos a los honorarios de profesores, al trabajo gratuito de los liceístas por sus estudios, etc., no se acuerda una sola vez –en la “utopía”, al menos– que no estaría mal conceder algunos derechos en la gestión de la escuela secundaria y en la administración de su economía a los propios “alumnos”, pues son ellos quienes mantienen todo el establecimiento y egresan de él a los 23-25 años de edad; ¡que ya no son sólo “liceístas”, sino también ciudadanos! Nuestro populista se olvida por completo de este pequeño detalle. En cambio, elabora con cuidado el problema de los “alumnos” de mala conducta.

“Debería crearse un cuarto tipo (de escuelas secundarias) para los alumnos excluidos de los ordinarias por mala conducta. Al hacer obligatorios los estudios secundarios para toda la joven generación sería irracional exceptuar de ellos a algunos alumnos por su mala conducta. Para los grados superiores, ello podría ser una tentación y un estímulo para la mala conducta. (¡¡Doy fe de que así está escrito en la pág. 229!!). La institución de escuelas secundarias especiales para los alumnos expulsados por mala conducta sería un complemento lógico de todo el sistema”. Y llevarían el nombre de “escuelas secundarias correccionales”(p. 230).

¡Verdad que es incomparable esta “utopía en el terreno de la instrucción” al estilo ruso, con escuelas secundarias correccionales para aquellos malvados que podrían sentirse “tentados” por la perspectiva de… “liberarse” de la instrucción?

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VI

Los lectores no habrán olvidado, tal vez, un proyecto de administración de la industria caracterizado, con razón, como una tentativa de resucitar el mercantilismo19, como un proyecto de “organización de la industria patria a la manera socialista-burocrático-burguesa”20 (pág. 238). Para caracterizar el “plan” del señor Yuzhakov conviene emplear un término más complejo aún. Hay que darle el nombre de experimento feudal-burocrático-burgués-socialista. La verdad es que esta expresión de cuatro escalones es bastante pesada, pero ¿qué podemos hacer? El plan no es menos farragoso. En cambio, este término expresa exactamente todos los rasgos característicos de la “utopía” del señor Yuzhakov. Comencemos el análisis por el cuarto escalón. “Uno de los criterios fundamentales de la concepción científica del socialismo, es la regulación coordinada de la producción social”, dice acertadamente el autor que acabamos de citar21.

Este criterio lo encontramos en la “utopía”, pues allí se organiza de antemano, de acuerdo con un plan general, el trabajo de decenas de millones de obreros. El carácter burgués de la utopía no admite dudas: en primer término, la escuela secundaria, según el “plan” del señor Yuzhakov, sigue siendo una escuela de clase. ¡¡Y esto, después de todas las ampulosas frases que el señor Yuzhakov lanzó “en contra” de la escuela de clase en su primer artículo!! Para los acomodados una escuela; para los pobres, otra; si tienes dinero, paga tus estudios; y si no lo tienes, trabaja.

Pero hay más: para los acomodados se conserva –como ya lo hemos visto– el “tipo actual” de escuela. En las actuales escuelas medias, por ejemplo, en las del Ministerio de Instrucción Pública, el pago de los estudios cubre sólo el 28,7% del monto total de los gastos, el 40% son cubiertos por el fisco; el 21,8%, por las subvenciones de particulares, instituciones y sociedades; el 3,1% lo da el interés sobre el capital y el 6,4% proviene de otras fuentes (Las fuerzas productivas, sec. XIX, pág. 35). Por consiguiente, el señor Yuzhakov ha reforzado aún más, con relación al actual, el carácter de clase de la escuela media: según su “plan” los acomodados pagarán sólo el 28,7% del costo de sus estudios, mientras que los pobres deberán abonarlo en su totalidad ¡y añádase, además, lo que pagarán en trabajo! ¿Verdad que no está mal para una utopía “populista”? En segundo lugar, en el plan se admite la contratación por el escuela secundaria de obreros asalariados, sobre todo de entre los campesinos sin tierra. En tercer lugar, se deja en pie la oposición entre la ciudad y el campo, que es la base de la división social del trabajo. Ya que el señor Yuzhakov introduce una organización coordinada del trabajo social, ya que traza una “utopía” que combina la enseñanza con el trabajo productivo, mantener esta oposición es un absurdo que prueba que nuestro autor ni tiene la menor noción de la materia que se pone a examinar. No sólo los “maestros” de los actuales discípulos se han pronunciado contra este absurdo, sino también los utopistas viejos e incluso nuestro gran utopista ruso22 ¡Esto le tiene sin cuidado al señor Yuzhakov! En cuarto lugar –y este es el argumento más profundo para calificar de burguesa esta “utopía”–, se mantiene en ella la producción mercantil junto a la tentativa de organizar la producción social conforme a un plan. Las escuelas secundarias elaborarán productos para el mercado. En consecuencia, ¡la producción social será regida por las leyes de este último, a las que deberán someterse también los “escuelas secundarias”! ¡Esto le tiene sin cuidado al señor Yuzhakov. ¿De dónde han sacado ustedes –dirá probablemente– que la producción deberá regirse por no sé qué leyes del mercado? ¡Tonterías! No son las leyes del mercado las que regirán la producción, sino las disposiciones de los señores directores de las escuelas secundarias agrícolas. Voil’a tout23.

Ya hemos hablado de la estructura puramente burocrática de las escuelas secundarias utópicos del señor Yuzhakov. Es de esperar que la “Utopía en materia de lnstrucción” preste un útil servicio al público lector ruso mostrándole cuán profundo es el “democratismo” de los populistas de hoy. El rasgo feudal en el “plan” del señor Yuzhakov es el pago en trabajo de sus estudios por parte de los pobres. Si un proyecto de este género lo hubiera ideado un burgués consecuente, no tendría el primer escalón ni el segundo y habría sido inconmensurablemente superior e inconmensurablemente más útil que tal utopía populista. El pago en trabajo constituye la esencia económica del régimen feudal. En el régimen capitalista, el pobre debe vender su fuerza de trabajo para comprar medios de subsistencia. En el régimen feudal debe pagar con su trabajo los medios de subsistencia que ha recibido del terrateniente. El pago en trabajo implica necesariamente la sujeción al trabajo, la limitación de derechos del trabajador, aquello que el autor de El Capital llamó ausserökonomischer Zwang24 (III, 2, 324) 25 Por eso, también en Rusia, en la medida en que se ha conservado y se conserva el sistema de pago en trabajo, su complemento necesario es la inferioridad jurídica del campesino, la sujeción a la tierra, los castigos corporales y el derecho a obligar al campesino a trabajos forzados. El señor Yuzhakov no comprende el vínculo entre el pago en trabajo y la limitación de derechos, pero su intuición de hombre “práctico” le ha sugerido que, si se obliga a los liceístas a trabajar para pagar sus estudios, no estará de más instituir escuelas secundarias correccionales para los que osen eludir la instrucción y que los “liceístas” obreros adultos deben seguir en la situación de chiquillos aprendices.

Surge la pregunta: ¿qué necesidad tenía nuestro utopista de los tres primeros escalones de su obra? Si hubiera dejado sólo el cuarto, nadie podría objetar una sola palabra, ya que él mismo ha dicho, directamente y por adelantado, que lo que escribe es una “utopía”. Pero he aquí que su naturaleza de pequeñoburgués lo ha traicionado. Por un lado, la “utopía” es una buena cosa y, por el otro, tampoco son una mala cosa los honorarios que como profesores cobran los señores intelectuales. Por un lado, “sin ningún gasto para el pueblo”; y por el otro, hombre, me pagas por entero los intereses y la amortización, y encima trabajarás gratis durante tres añitos. Por un lado, grandilocuentes declamaciones acerca del peligro y el daño que ocasiona la división en clases y, por el otro, una neta “utopía” de clase. En estas eternas vacilaciones entre lo viejo y lo nuevo, en estas curiosas pretensiones de saltar por sobre la propia cabeza, o sea, de colocarse por encima de todas las clases, reside la esencia de toda concepción del mundo de un pequeñoburgués.

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¿Conoce usted, lector, la obra del señor Serguéi Sharápov, titulada El agricultor ruso. Algunas reflexiones sobre la organización de la economía rusa según nuevos principios (Suplemento gratuito de la revista Séver26 de 1894), San Petersburgo, 1894? A los colaboradores de Rússkoe Bogatstvo en general y al señor Yuzhakov en particular les recomendaríamos mucho leerla. Su primer capítulo se titula Condiciones éticas de la economía rusa. Su autor se dedica a explicar ideas muy afines al “populismo” acerca de la diferencia radical entre Rusia y Occidente, del predominio en Occidente del puro cálculo mercantil, de la inexistencia de problemas éticos de cualquier género para los patronos y los obreros de allá. Por el contrario, en Rusia, en virtud de que en 1861 los campesinos fueron dotados de un lote de tierra nadiel, “el objetivo que anima su existencia es completamente distinto que en Occidente” (p. 8). “Al recibir la tierra, nuestro campesino encontró su propia razón de ser.” En una palabra, fue sancionada la producción popular, según lo expresa con mayor relieve el señor Nikolái-on. En Rusia, el terrateniente –prosigue desarrollando su pensamiento el señor Sharápov– está interesado en el bienestar del campesino, pues este último es el que labra con sus aperos la tierra del terrateniente.

“En sus cálculos (del terrateniente), además del beneficio privado de la empresa, entra también un elemento moral, o más exactamente psicológico” (p. 12, cursiva del autor). Y el señor Sharápov, con todo énfasis (que no va en zaga al del señor Yuzhakov), habla de la imposibilidad del capitalismo en nuestro país. En su lugar, aquí es posible y necesaria “la alianza del señor y el mujik” (encabezamiento del segundo capítulo del libro del señor Sharápov). “La economía debe cimentarse en la estrecha solidaridad entre el señor y el mujik” (p. 25): el señor debe introducir la cultura, y el mujik… bueno, ¡el mujik debe trabajar! Y he aquí que él, el señor Serguéi Sharápov, “después de largos y dolorosos errores”, por fin llevó a cabo en su hacienda “dicha unión entre el señor y el mujik” (p. 26). Empezó por implantar una rotación racional de los cultivos, etc., etc., y concertó con los campesinos el siguiente convenio: éstos reciben del terrateniente prados, pasturaje y tierra de labor, y además simiente para tantas y tantas deciatinas, etc. En cambio los campesinos se comprometen a realizar todas las faenas en la hacienda del terrateniente (llevar el estiércol al campo, esparcir fosfatos, arar, sembrar, cosechar, trasladar la mies a “mi granero”, trillar, etc., etc., a razón de tantas deciatinas de cada cereal) y abonar además inicialmente 600 rublos, luego 800, 850, 1.100 y finalmente 1.200 rublos (o sea, con aumento anual). El pago es a plazos… correspondientes con el pago del interés en el Banco de la nobleza (p. 36 y sigs.). El autor es, se sobreentiende, “un partidario convencido de la comunidad rural” (p. 37). Decimos “se sobreentiende”, pues este tipo de hacienda no podría existir sin leyes que sujeten a los campesinos a su parcela y determinen el cerrado carácter estamental de la comunidad campesina. El señor Sharápov consigue que los campesinos le paguen con “no autorizarles a vender sin su participación los productos elaborados, razón por la cual resulta inevitable almacenarlos en su granero” (p. 36). Como sería muy difícil lograr que los campesinos pobres pagaran, el señor Sharápov ha organizado las cosas de manera que obtiene ese pago de los campesinos ricos: éstos escogen un grupo de campesinos flojos, se ponen al frente de este artel (p. 38) y pagan al terrateniente con puntualidad, pues saben que ese dinero lo recibirán del campesino pobre cuando se vendan los productos (p. 39).

“Para muchos campesinos pobres, sobre todo para los de poca familia, resulta muy pesado cumplir con el trabajo. Deben esforzarse mucho, pero no pueden negarse, ya que en caso contrario los otros campesinos no aceptarán sus animales en el rebaño. Yo tampoco los aceptaré; a ello me obligan los campesinos, y entonces el pobre, de grado o por fuerza, trabaja. Esto, naturalmente, es una coacción, pero ¿saben ustedes cuál es el resultado? Un año o dos de arriendo, y el campesino pobre ya tiene pagados los atrasos, rescata los enseres empeñados, comienza a disponer de algún dinerito ahorrado, reconstruye la casa y… cuando menos lo espera ¡ya no es pobre!” (p. 39).

Y el señor Sharápov “señala con orgullo” que “sus” campesinos (en más de una ocasión dice “mis campesinos») prosperan, que él se dedica a implantar la cultura, a introducir el trébol, los fosfatos, etc., mientras que “los campesinos por sí solos no habrían hecho nada” (p. 35).

“Todos los trabajos deben, además, efectuarse de acuerdo con mis órdenes e indicaciones. Yo fijo los días de siembra, del traslado de estiércol, de la siega. Para el período de verano casi volvemos a restablecer el régimen de servidumbre menos, claro está, los puñetazos y las palizas en la cuadra” (pág. 29).

Como se ve, la franqueza propia de este patrono, el señor Sharápov, es algo más sincero que el ilustrado publicista señor Yuzhakov. Pero, ¿acaso hay una gran diferencia entre el tipo de economía que existe en la hacienda del primero y el que postula la utopía del segundo? En ambos casos, lo esencial es el pago en trabajo; tanto en uno como en otro vemos la coerción, ya sea mediante la presión de los ricachones que mandan en la “comunidad”, o bien mediante la amenaza de enviarlo a la escuela correccional. El lector podría objetar que el móvil que impulsa al señor Sharápov es el lucro mientras que a los funcionarios de la utopía del señor Yuzhakov los guía el celo por el bien común. Perdón. El señor Sharápov declara sin rodeos que él administra su hacienda movido por razones éticas, que entrega la mitad de los ingresos a los campesinos, etc., y nosotros no tenemos derecho, ni fundamento, para creerle menos que al señor Yuzhakov, quien también asegura para sus profesores utópicos “un puesto rentable” en modo alguno utópico. Y si algún terrateniente siguiera el consejo del señor Yuzhakov y entregara sus tierras a la escuela secundaria agrícola, recibiendo de los “liceístas” un interés a pagar en el Banco de la nobleza (“una hipoteca con excelente garantía”, según palabras del propio señor Yuzhakov), la diferencia desaparecería casi totalmente. Queda en pie, claro está, una enorme diferencia en los “problemas de la instrucción”, pero ¡por Dios!, ¿acaso el señor Serguéi Sharápov no hubiera preferido contratar también a braceros instruidos por 50 rublos, que a los no instruidos por 60?

Y si el señor Manuilov no comprende todavía por qué los discípulos rusos (y no sólo los rusos) estiman necesario, en interés de los trabajadores, apoyar a los burgueses consecuentes y las ideas burguesas consecuentes, contra las supervivencias del pasado que engendran las haciendas de los señores Sharápov, o las “utopías” de los señores Yuzhakov, tendremos que reconocer que nos sería difícil siquiera entendernos con él, por cuanto, evidentemente, hablamos lenguajes distintos. El señor Manuilov razona, quizá, según la famosa receta del famoso señor Mijailovski: hay que tomar lo bueno de aquí y de allí, procediendo del mismo modo que aquella novia gogoliana27 que quiso tomar la nariz de uno de sus pretendientes y añadirla a la barbilla del otro. Pero para nosotros semejante razonamiento no es más que la ridícula pretensión de un pequeñoburgués de querer colocarse por encima de determinadas clases, ya completamente consolidadas dentro de nuestra realidad y que ocupan un lugar bien definido dentro del proceso de desarrollo histórico que se opera a nuestra vista. Las “utopías”, que de manera natural e inevitable surgen de semejante modo de razonar, ya no resultan cómicas, sino nocivas; sobre todo cuando conducen a invenciones burocráticas desenfrenadas hasta más no poder.

En Rusia, por razones perfectamente comprensibles, tal fenómeno se observa con particular frecuencia, pero no se limita a Rusia. Por algo Antonio Labriola, en su excelente libro “Essais sur la conception matérialiste de l’histoire” (París, Giard et Brière, 1897)28 dice, refiriéndose a Prusia, que a aquellas formas nocivas de utopías, contra las cuales medio siglo atrás lucharon los “maestros”, se ha agragado hoy otra más: “la utopía burocrática y fiscal, la utopía de los cretinos” (l’utopie bureaucratique et fiscale, l’utopie des crétins. Page 105, note).

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VII

Para finalizar retornemos a los problemas de la instrucción, pero no al libro del señor Yuzhakov que lleva este título. Hemos señalado ya que dicho título resulta excesivamente amplio, pues los problemas de la instrucción no se circunscriben en absoluto a los de la escuela; la instrucción no se limita en modo alguno a la escuela. Si el señor Yuzhakov hubiera planteado efectivamente “los problemas de la instrucción” desde el punto de vista de los principios, haciendo un análisis de las relaciones entre las diversas clases, no habría podido eludir el problema del papel que el desarrollo capitalista de Rusia desempeña en la instrucción de las masas trabajadoras. Este problema ha sido abordado por otro colaborador de Rússkoe Bogatstvo, el señor Mijailovski, en el núm. 11 del año 1897. Con motivo de las palabras del señor Novus referentes a que Marx no temía –y con pleno derecho– escribir sobre “el idiotismo de la vida rural”29 y consideraba como un mérito del capitalismo y de la burguesía la “destrucción de este idiotismo”, el señor Mijailovski dice:

“No sé en cuál de los trabajos de Marx están escritas estas burdas (?) palabras…” ¡Original manera de confesar su desconocimiento de una de las más importantes obras de Marx (el Manifiesto)! Pero más original aún es lo que sigue:

“…pero se sabe ya de antiguo que aun cuando Alejandro de Macedonia haya sido un gran héroe, no por eso hay que romper extralimitarse. Marx, en general, no era muy escrupuloso al escoger expresiones y, desde luego, tratar de imitarlo en este aspecto es, cuando menos, poco inteligente. Aun si fuera así estoy seguro (¡obsérvese bien!) que la mencionada expresión en Marx es una simple boutade30. Y si la generación que junto con el señor Zlatovratski se atormentaba con los complejos problemas de la vida rural ha sufrido muchos tormentos en vano, es un tormento –aunque de otra índole– el que espera también a la generación que se educa en el desprecio hacia el idiotismo de la vida rural…” (pág. 139).

Es sumamente característica del señor Mijailovski –quien ha proclamado más de una vez su acuerdo con la doctrina económica de Marx– una total incomprensión de la misma, que le permite declarar con “seguridad” que las palabras de Marx citadas por Novus son simplemente el resultado de su vehemencia, de inescrupulosidad en las expresiones, una simple boutade. ¡Craso error, señor Mijailovski! Estas palabras de Marx no son una boutade, sino la expresión de uno de los rasgos fundamentales y más importantes de toda su concepción del mundo, tanto teórica como práctica. Ellas subrayan el carácter progresista del proceso de desplazamiento de la población de la agricultura a la industria, de las aldeas a las ciudades, proceso que es uno de los rasgos más característicos del desarrollo capitalista que se observa tanto en Occidente como en Rusia. En el artículo Contribución a la caracterización del romanticismo económico ya he hablado acerca de la importancia que tiene esta concepción de Marx, aceptada por todos los “discípulos”, y cómo está en contradicción con todas y cualesquiera teorías románticas, desde el viejo Sismondi hasta el señor N. –on. Allí se señala igualmente (pág. 3931), que esta concepción ha sido expresada con toda precisión por Marx también en El Capital (l. Band, 2-te Aufl., S. 527-52832), y a su vez por Engels en La situación de la clase obrera en Inglaterra.

Podemos aquí agregar también la obra de Marx Der Achtzehnte Brumaire des Louis Bonaparte (Hamb. 1885. Cf. S. 9833)34.

Ambos autores han expuesto tan detalladamente sus puntos de vista sobre este problema, los han repetido con tanta frecuencia con los más diversos pretextos que sólo a quien desconozca en absoluto su doctrina podía ocurrírsele la idea de decir que la palabra “idiotismo”, en la cita mencionada, es simplemente una “grosería” y una boutade. Por último, el señor Mijailovski habría podido recordar también el hecho de que todos los seguidores de estos escritores se han pronunciado siempre, en toda una serie de problemas prácticos, en el espíritu de esta doctrina defendiendo, por ejemplo, la plena libertad de desplazamiento; pronunciándose contra todo proyecto de dotar al obrero de una parcelita de tierra o de una casita propia, etc.

Luego, en la parrafada citada el señor Mijailovski acusa a Novus y a sus correligionarios de educar a la generación actual “en el desprecio al idiotismo de la vida rural”. Esto no es cierto. Los “discípulos” habrían merecido naturalmente una censura si hubieran “despreciado” al habitante del campo agobiado por la penuria y la ignorancia, pero el señor Mijailovski no podría demostrar en ninguno de ellos la existencia de semejante actitud.

Cuando los discípulos hacen referencia al “idiotismo de la vida rural”, señalan al mismo tiempo la salida que el desarrollo del capitalismo ofrece a tal estado de cosas. Repetiremos lo dicho ya antes en el artículo sobre el romanticismo económico:

“Si el predominio de la ciudad es necesario, sólo la afluencia de la población hacia ella puede paralizar (y está paralizando en efecto, como lo prueba la historia) el carácter unilateral de dicho predominio. Si la ciudad se coloca inevitablemente en una situación de privilegio, sólo la afluencia de la población rural hacia las ciudades, sólo la mezcla y la fusión de las poblaciones agrícola y no agrícola puede sacar a la primera de su impotencia. Por ello, en respuesta a las quejas y lamentaciones reaccionarias de los románticos, la novísima teoría señala cómo precisamente esta aproximación de las condiciones de vida de las poblaciones agrícola y no agrícola va creando las condiciones para eliminar la oposición entre la ciudad y el campo”.

Esto no es, en modo alguno, despreciar el “idiotismo de la vida rural”, sino el deseo de hallar una salida del mismo. De tales concepciones sólo surge “despreciar” las teorías que proponen “buscar caminos para la patria” en lugar de buscar la salida en el camino presente y en su curso posterior.

La diferencia entre los populistas y los “discípulos” en cuanto a la significación que conviene atribuir al proceso de desplazamiento de la población de la agricultura a la industria, reside no sólo en la discrepancia teórica de principio y en la diferente apreciación de los hechos de la historia y de la realidad rusas, sino también en la solución de los problemas prácticos vinculados con dicho proceso. Los “discípulos” insisten, naturalmente, en la necesidad de suprimir todas las anticuadas restricciones al traslado y a la migración de los campesinos del campo a la ciudad, mientras que los populistas o bien defienden directamente tales restricciones, o eluden con cuidado toda referencia a ellas (lo que en la práctica significa defenderlas).

También este ejemplo podría servir al señor Manuilov para hallar una explicación a la circunstancia, para él sorprendente, de que los “discípulos” se manifiesten solidarios con representantes de la burguesía. Un burgués consecuente se pronunciará siempre en favor de la abolición de dichas restricciones del desplazamiento, y en cuanto al obrero, es su interés más perentorio el que exige tal abolición. Por consiguiente, la solidaridad entre ellos es completamente natural e inevitable. Por el contrario, a los agrarios (grandes y pequeños, incluyendo a los mujiks entusiastas) no les conviene este proceso de migración de la población hacia la industria, razón por la cual tratan afanosamente de detenerlo, ayudados por las teorías de los señores populistas.

Conclusión: en un problema de tal envergadura, como es el que el capitalismo desarraiga la población de la agricultura, el señor Mijailovski ha puesto de manifiesto su completa incomprensión de las teorías de Marx y ha eludido con frases hueras la discrepancia que sobre el particular existe entre los “discípulos” rusos y los populistas, tanto sobre los puntos teóricos como los prácticos.

***

NOTAS:

1 Págs. VIII + 283. Precio: 1 R. 50 K. Escrito en el confinamiento, a fines de 1897. Publicado por primera vez en 1898, en la recopilación: Vladímir Ilín. “Estudios y artículos económicos”. San Petersburgo. Se publica según el texto de la recopilación. El articulo Perlas de la proyectomania populista lo escribió Lenin hallándose confinado en Siberia a fines de 1897 para la revista Nóvoe Slovo (La Nueva Palabra). Lenin no estaba enterado aún de que en diciembre de 1897 la revista había sido clausurada por el Gobierno. En 1898, Lenin incluyó el artículo en la recopilación Estudios y artículos económicos.

2 Discípulos: seguidores de Marx y Engels. En los años 90 del siglo XIX, este término se usó como nombre legal de los marxistas. (Ed.)

3 Los estamentos presuponen la división de la sociedad en clases, y son una de las formas que toman las diferencias de clase. Cuando hablamos de clases, entendemos siempre las clases no estamentales de la sociedad capitalista.

4 Una de dos, respetabilísimo señor Kleinbürger (pequeñoburgués): o habla Ud. de una sociedad dividida en clases o de una sociedad no dividida. En el primer caso, tampoco puede saber una enseñanza que no sea de clase. En el segundo, no puede haber Estado de clase, ni nación de clase, ni individuos que pertenezcan a una de las clases. En arribos casos, la frase carece de sentido y sólo expresa el cándido deseo de un Kleinbürger que cierra cobardemente los ojos ante los rasgos más salientes de la realidad contemporánea

5 Se trata de la escuela histórico-ética en economía política, que surgió en los años 70 del siglo XIX en Alemania y que atribuía gran significado a los principios éticos (morales) en la vida económica. Sus representantes fueron G. Schmoller, L. Brentano y otros socialistas de cátedra.

6 Colegio Real: escuela secundaria donde no se enseñaba, ni latín ni griego, y en cambio se estudiaban fundamentalmnete las matemáticas y las ciencias naturales. Ed.

7 Tenemos perfecta noción de que a los colaboradores de Rússkoe Bogatstvo les resulta muy, pero muy difícil, comprender un argumento de este carácter. Una vez más, ello depende de su incapacidad para comprender no sólo a las “discípulos”, sino también al “maestro”.

He aquí, por ejemplo, cómo uno de los “maestros”, todavía en 1845, demostraba el provecho que reportaba a los obreros ingleses la abolición de las leyes cerealistas. Esta abolición –escribía– convertirá a los arrendatarios en “liberales, es decir, en burgueses conscientes”, y este aumento del grado de conciencia en un lado lleva necesariamente aparejado igual aumento del grado de conciencia en el otro. (F. Engels. The condition of the working class in England in 1844. New York. 1887, p. 179.) (F. Engels. La situación de la clase obrera en Inglaterra. New York, 1887, pág. 179) . ¿Por qué , pues, señores colaboradores de Rússkoe Bogatstvo, sólo se deshacen ustedes en reverencias ante los “maestros” y no los denuncian por “propagar ideas burguesas”?

8Estado del futuro. Ed.

9 En lo que respecta a la edad, la población de Rusia, según Buniakovski, se divide así: de cada 1.000 habitantes, 485 tienen entre 0 y 20 años, y 576 entre 0 y 25.

10 Pág. 237. En esta parrafada, ambos puntos suspensivos, por demás significativos, pertenecen al señor Yuzhakov. Nosotros no nos habríamos atrevido a omitir aquí ni una sola letra.

11 La expresión “llegar hasta las columnas de Hercules” significa llegar a un extremo desmesurado, a una exageración. Según la mitología griega, Hércules levantó estas columnas que, como pensaban los griegos antiguos, eran el fin del mundo.

12 “La hacienda-escuela secundaria, dirigida por un patrono experimentado y sabio, provista de todos los perfeccionamientos técnicos y poseedora de un contingente de obreros hábiles e instruidos, debe ser una explotación rentable y justificar la contratación del contingente necesario de obreros, algunos de los cuales, por sus méritos (sic!), podrían participar en los beneficios. Quizá convendría practicar esto con cierto número de egresados del mismo escuela secundaria, sobre todo con los que no poseen tierra” (p. 204).

13 Según los datos del Departamento de Agricultura y de Industrias Rurales, el salario media anual de un obrero rural en la Rusia Europea es de 61 rublos can 29 kapeks (correspondiente al decenio de 1881-1891), más la manutención calculada en 46 rublos

14 Korobochka: personaje de la obra de N. V. Gógol Las almas muertas (1842). Se trata de una pequeña terrateniente agarrada, mezquina y estúpida, con “cabeza de garrote”, según expresión de Gógol. El nombre de Koróbochka pasó a ser apelativo para designar la avaricia mezquina y la necedad.

15 He aquí la lista completa de estas categorías de los felices mortales exentos del ingreso en las escuelas secundarias agrícolas: “los acomodados, los que están en los correccionales, las muchachas mahometanas, los miembros de las pequeñas minorías nacionales, los fanáticos de las sectas religiosas, los ciegos, los sordomudos, los idiotas, los dementes, los enfermos crónicos, los enfermos contagiosos, los delincuentes” (p. 231). Cuando leímos esta lista, el corazón se nos oprimió dolorosamente: ¡señor! nos dijimos–, ¿tendremos la posibilidad de incluir en la lista de los exentos aunque sólo sea a nuestros allegados más próximos? ¿En la primera categoría? Lo más probable es que no alcancen los medios económicos. En cuanto al sexo femenino, tal vez, poniendo en juego la astucia, se logre incluirlo en la categoría de las niñas mahometanas, pero, ¿qué hacer con el sexo masculino? Como única esperanza nos queda la categoría. Como se sabe el señor Mijailovski, colega del señor Yuzhakov en la misma revista, ya ha incluido a P. B. Struve simplemente entre los no rusos; de modo que ¡ojalá se digne incluirlas también a todos nosotros, al menos en la categoría de “pequeñas minorías nacionales”, para que nuestros allegados puedan ser eximidos de las escuelas secundarias agrícolas!

16 Pág. 216. 10.000 rublos por escuela secundaria.

17Ya que los acomodados quedan excluidos. El mismo señor Iuzhakov tiene la sospecha de que “también cierto porcentaje de la población rural preferirá enviar sus hijos a las escuelas seundarias urbanas pagas” (p. 230) ¡Y cómo no preferirlo!

18 Se trata del periodo de actividad de A. A. Arakchéev, favorito omnipotente bajo el reinado de Pablo I y Alejandro l. Con el nombre de Arakchéev está vinculada toda una época de ilimitado despotismo policiaco y arbitrariedad de los militaristas (“arakchéeviada”). Lo típico del régimen de Arakchéev fue la cruel represión del movimiento revolucionario de las masas oprimidas y de todo librepensamiento.

Arakchéev se hizo célebre particularmente por la implantación de los asentamientos militares con el objeto de abaratar el mantenimiento del ejército; además de cumplir las obligaciones militares, su población debía ocuparse del trabajo agrícola y autoabastecerse. En los asentamientos militares reinaban una increíble crueldad, la disciplina del palo y una reglamentación mezquina de la vida.

19 Mercantilismo: sistema de criterios económicos y política económica de una serie de Estados europeos en los siglos XV a XVIII, que contribuía a acumular capitales y fomentar el comercio. Los partidarios del mercantilismo identificaban la riqueza de la nación con el dinero, considerando que la riqueza pública estriba exclusivamente en el dinero en forma de metales nobles. Los Estados que implantaron el sistema mercantil procuraban regular el comercio exterior de modo que la exportación de mercancías superara a la importación. Con este objetivo se aplicaba la política de protección de la industria nacional, política consistente en regular la importación de mercancías mediante aranceles aduaneros, entrega de subsidios a las manufacturas, etc. La política económica del mercantilismo contribuía a intensificar la explotación de los trabajadores.

20 Así caracterizó P. B. Struve el proyecto de Gúriev, miembro del comité científico del Ministerio de Hacienda en el artículo Problemas actuales de la vida en el interior del país, publicado con la firma de P. B. (véase Nóvoe Slovo, 1897, núm. 7, abril, pág. 238).

21 Nóvoe Slovo, abril de 1897. “Análisis de la situación interior”.

22 Se refiere a N. Chemishevski.

23Eso es todo. Ed.

24Coacción extraeconómica. Ed.

25 Véase C. Marx. El Capital, t. III, cap. XLVII.

26 Séver (El Norte): semanario de arte y literatura; apareció en Petersburgo desde 1888 hasta 1914. -518.

27 Novia gogoliana: Agafia Tíjonovna, personaje de la comedia El matrimonio (1833), del escritor ruso N. V. Gógol.

28 Ensayos sobre la concepción materialista de la historia (Paris, Edit. Giard et Brière, 1897). Ed.

29 C. Marx y F. Engels. Manifiesto del Partido Comunista (véase C. Marx y F. Engels. Obras, t. 4, pág. 428).

30Desplanteinsolencia en francés en el original .Ed.

31 Lenin alude a la pág. 39 de la revista Nóvoe Slovo (núm. 9, junio de 1897), donde está el pasaje mencionado de su artículo Contribución a la caracterización del romanticismo económico.

32 Tomo I, 2a ed., págs. 527-528. (Véase C. Marx. Op. cit., t. I, pág. 400). Ed.

33 El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte (Hamburgo, 1885. Cfr. pág. 98). (Véase C. Marx y F. Engels. Ob. cit. págs. 207-208.) Ed.

34 El señor Novus no imaginó seguramente que el señor Mijailovski conociera tan poco las obras de Marx, de lo contrario hubiera citado íntegra la frase de este último: Die Bourgeoisie hal das Land der Herrschaft der Stadt unterworfem. Sie hat enorme Stadte gescheffen, sie hal die Zahl der stadtischen Bevolkerung gegenüber der landlichen in hohem Grade vermehrt und so einen bedeutenden Teil der Bevolkerung dem ldiotismus des Landlebens entrissen. (La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes inmensas, ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del campo, sustrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural.) Ed.

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