Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2024/05/09/pensar-y-practicar-el-marxismo-epilogo-a-la-edicion-galega-por-inaki-gil-de-san-vicente/ 09/05/24
EPÍLOGO
Nota: Lo que sigue es, como su título indica, el Epílogo del libro Pensar y practicar el marxismo, publicado en 2014 por Boltxe Liburuak. El Epílogo corresponde a la próxima edición en lengua galega que está preparando la editorial Tempo Galiza. El Epílogo lleva la fecha del 6 de abril de 2024 y esta Nota está escrita el 5 de mayo del mismo año. En el mes transcurrido de entonces a ahora no se han producidos cambios cualitativos en el panorama mundial, sino agravamientos cuantitativos de las agresiones imperialistas a todos los niveles. Podemos decir que se está acelerando la dialéctica de unidad y lucha de contrarios y con ella la ferocidad imperialista; con lo que a la vez y por ello mismo aumentan las fuerzas burguesas que impulsan conflictos locales y regionales que pueden desencadenar una gran guerra en un futuro. A la vez se multiplican los recortes de libertades, las represiones y brutalidades según se aprecia en el genocidio palestino que está realizando el sionazismo, también en el fanatismo ucronazi contra Rusia en Ucrania y de la OTAN hacia el Este europeo, además de las represiones que se están endureciendo en el llamado Occidente. Por todas partes, tanto la reacción como la “democracia” entablan una carrera para ver quién restringe y aniquila más derechos. Salvando las distancias espacio-temporales, tanto en la UE como en EEUU y sus peones sumisos, la militarización actual supera ya con creces a la que impuso la burguesía antes de 1914 y de 1940. Hay que concluir, por tanto, que la irracionalidad capitalista confirma y valida una vez más la praxis marxista, comunista.
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El libro que acabas de leer fue publicado en 2014, hace una década. El libro se preparó y publicó dentro de un plan de formación teórica y política integrando diversos textos, algunos de los cuales se remontan a 2002, unidos por ese mismo fin que se detalla en la Introducción. Si nos fijamos bien, en estos cuadros elaborados hace casi un cuarto de siglo, están ausentes o en el mejor de los casos justo enunciadas las corrientes marxistas del mal llamado «tercer mundo» en el especial las que surgieron en Nuestramérica, algunas de las cuales tuvieron mucho peso en la evolución del marxismo vasco; también están ausentes las corrientes asiáticas, la maoísta y sus variantes, decisivas a escala planetaria en estos momentos, y faltan las africanas y árabes que ahora mismo son, junto con los marxismos no occidentales, las que abren expectativas muy esperanzadoras para la emancipación humana.
Esta limitación responde a que cuando se elaboraron los cuadros se tenía consciencia muy realista de que se acercaba la ilegalización de Herri Batasuna, intentando así cerrar el cepo represivo que en 1998, por poner un ejemplo, ilegalizó EGIN y EGIN Irratia. En efecto, en 2003 se ilegalizó HB, se cerró el único diario euskaldun monolingüe, Euskaldunon Egunkaria, etc. En la medida de lo posible y a todo correr se elaboraron varios textos para que fueran utilizados en condiciones de semiclandestinidad o clandestinidad, y se pensó que los cuadros debían explicar lo más inmediato para la praxis independentista de clase, socialista, de la militancia en las condiciones que iban a imponernos.
Pero doce años después, la edición que ahora tienes se enfrentaba a otra situación, la que se expone básicamente en el libro. En 2014 había que fortalecer la formación teórica de la militancia que con muchas dificultades empezaba a autoorganizarse lentamente fuera del soberanismo socialdemócrata, aún impactada y desmoralizada por la demagogia reformista que justo en esos años había sido aceptada por el orden español tras obedecer los feroces Principios Mitchell elaborados por la contrainsurgencia imperialista. Se eligieron, por tanto, textos breves y pedagógicos para que, utilizándolos como armas intelectuales polivalentes, fueran leídos y debatidos en colectivo. Se buscaba la (re)creación de la militancia revolucionaria precisamente cuando más fuerte aparecía el reformismo, cuando sectores militantes se desmoralizaban y cuando, como en 2011, parecía que el mundo estaba a punto de desintegrarse bajo la estrategia imperialista del caos provocado y controlado por el Pentágono, pero incontrolable por la humanidad explotada, como se intentó explicar en el debate con Askapena.
De 2014 a ahora es innegable la recuperación de diversas izquierdas revolucionarias en Euskal Herria, a la par de cambios profundos en el imperialismo pero también aunque a otra escala en el modo de producción capitalista. Pensamos que los cuadros de 2002, el texto de 2011 y la muy breve exposición de la filosofía marxista que se ofrece al inicio, así como otros muchos textos que ha ido publicando Boltxe, han sido positivos para dicha recuperación y para generar reflexiones creativas sobre el marxismo que necesitamos para este siglo XXI.
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No fue por capricho el que empezáramos el libro por la filosofía dialéctica y acabáramos por la matriz teórica que es el marxismo. Los grandes saltos y avances en la praxis revolucionaria se han sustentado en una relectura de la dialéctica a la luz de las nuevas necesidades y siempre desde dentro mismo de las contradicciones tal cual bullen en ese momento. A la vez han confirmado de nuevo y tras una década que el marxismo es la matriz teórica que explica la creciente variedad, las formas múltiples en las que se presentan las contradicciones que, en su automovimiento, intensifican y amplían los conflictos sociales. Vayamos por partes.
En 2002, cuando redactamos uno de los cuadros que aparecen en el libro, hablábamos de la séxtuple característica de la ofensiva que el imperialismo estaba desarrollando a nivel mundial. Recordemos que incluso la Federación Rusa había pedido la entrada en la OTAN y que había puesto sus bases aéreas a disposición de EE.UU. para aplastar a Afganistán. Aquella Rusia quería ser reconocida como subimperialista aunque en solo un lustro Moscú empezó un giro en redondo que, sumado a otros cambios, abrió la caja de los problemas para el imperialismo. Mientras tanto, las seis medidas citadas en el libro se aplicaban allí donde era posible, recurriendo a la peor represión si era necesario.
El imperialismo creyó haber empezado a destruir Rusia definitivamente con la implosión de la URSS que, según decía la prensa, era la primera ficha del dominó socialista en caer, tirando a las demás. Todo indicaba que había empezado «el siglo americano». Las guerras que le siguieron en esa década de 1991-2000, parecían que le daban la razón, pero algo fallaba pese a la amenaza explícita del bombardeo yanqui de la embajada de China Popular en Belgrado en 1999. ¿Qué podría estar ocurriendo en los sótanos del Pentágono para lanzar esa directa agresión? ¿Qué angustias volvían a la Casa Blanca para que “alguien” organizara los “atentados” de Septiembre de 2001 sin que ninguna de las decenas de servicios de inteligencia yanqui se enterara?
A la vista de los acontecimientos posteriores, y viendo que de inmediato Washington activó feroces planes bélicos y represivos diseñados con antelación, esas dos provocaciones descaradas, la de Belgrado y la de las Torres Gemelas separadas solo por dos años y medio, más otras menores, respondían a que el imperialismo era consciente de que estaba fracasando el plan de balcanizar y trocear Rusia, de que no se habían logrado los gigantescos beneficios que ello supondría, que China Popular y otros países socialistas no se arredraban ni menos aún se arrodillaban, que por ello la economía real capitalista no se recuperaba todo lo que necesitaba incluso con los ataques sociales del monetarismo, neoliberalismo, «consenso de Washington», guerras y dictaduras, que la lucha de clases dentro del santuario imperialista tendía recuperarse…
Por tanto había que endurecer aún más la guerra contra la humanidad, como el plan de «Gran Oriente Medio» diseñado por EE.UU. en 2003/2004 para dominar desde Marruecos hasta Asia Central, ocupando Argelia, el Sahara, Libia, Siria, atar en corto a Egipto, etc., y amenazando directamente a China, Rusia e Irán, e indirectamente a India. Este plan fue inmediatamente seguido por la provocación de las llamadas «revoluciones naranja» que desde ese 2004 se extendieron por muchos países del Este, incluida Rusia. Occidente veía cómo la Rusia de Putin depuraba la corrupción interna deteniendo y juzgando oligarcas y colaboradores pro-yanquis; veía cómo los comunistas se recuperan electoralmente y cómo Rusia estrechaba los lazos con China Popular y Asia; cómo reestructuraba su industria y reducía mucho las desigualdades sociales. La conclusión era clara: había que apretar la soga en el cuello ruso.
Para agravar la situación, desde finales de la década de 1980 el Partido Comunista Chino estudiaba minuciosamente los errores que debilitaban a la URSS y le harían implosionar, sin minusvalorar el efecto de las agresiones militares del imperialismo. La dirección china buceó en el pasado de la revolución bolchevique, en el decisivo debate socioeconómico y político iniciado en 1921 con el nombre de Nueva Política Económica, extrayendo lecciones para la China de comienzos del siglo XXI, y en especial confirmando las leyes atroces del militarismo imperialista que China sufría desde antes, desde el militarismo colonialista de mitades del siglo XIX. Sin comprender esta base, no se entenderá nada de las decisiones estratégicas tomadas en la década de 2010, como veremos.
Y en medio de esa recién iniciada «guerra para salvar Occidente» como alguien la denominó, y en medio de las medidas contrarias para salvar a la humanidad, estalló la tercera Gran Depresión de 2007. El desastre económico repentino mostró cuan débil era la base del capitalismo occidental, que ya venía tocada por la crisis financiera de 2001 y otras desde mediados de los ’90. Las dos depresiones anteriores fueron en 1873-1890 y 1929-1945, que por diversas vías pero respondiendo a la agudización de las contradicciones y leyes esenciales del capitalismo, desembocaron ambas en atroces guerras mundiales que, sin embargo, no lograron la «paz perpetua» kantiana sino que sentaron las bases para nuevos salvajismos. ¿Por qué fracasaron de nuevo las utopías pacifistas? Pues porque el socialismo avanzaba por el mundo con muchos problemas y derrotas, pero su sola existencia incluso como ese célebre fantasma comunista, aterraba a la burguesía que hacía y hace lo imposible por exorcizarlo a cualquier precio.
Hay que saber que, dicho sucintamente, las crisis estallan porque la sobreproducción no encuentra salida, no se vende en cantidad necesaria para que aumenten o se mantengan los beneficios empresariales de modo que desciende la tasa de ganancia; esto hace que la patronal recorte salarios y su Estado reduzca el gasto social y público, lo que a su vez obliga al pueblo trabajador a comprar menos porque debe pagar mucho más por la salud, el transporte, la vivienda, el agua, la luz, la educación, etc. Al tener menos salario, se reduce el consumo y con él se reduce aún más la venta y con ella la ganancia burguesa: una espiral de la que históricamente la burguesía sólo sale cerrando fábricas, aumentando el paro y la sobreexplotación, y si todo ello falla o no es suficiente, las burguesías imponen dictaduras y declaran guerras de saqueo y rapiña para destruir países competidores, arruinarlos y quedarse con sus recursos.
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Pero la tercera Gran Depresión de 2007 tiene formas nuevas, desconocidas en las dos anteriores, que le dan una gravedad cualitativamente más letal, tanta letalidad que puede desembocar en el exterminio de la especie humana. Si, como hemos dicho, las dos anteriores provocaron dos guerras mundiales a cada cual más devastadora, esta tercera tiene además de un potencial destructivo inimaginable en 1945 a pesar de la bomba atómica de entonces. Letalidad imposible de imaginar hace ochenta años porque además del poder nuclear existen las armas bacteriológicas, la guerra electromagnética, etc.; además otras sub-crisis que ya formaban parte de las contradicciones capitalistas desde hace décadas se han agudizado e interrelacionado de tal forma que sólo son ya resolubles con la revolución socialista: recursos energéticos y alimentarios; calentamiento global y posibles cambios en las corrientes oceánicas; salud mundial y nuevas pandemias, etc. Cada una de las subcrisis puede ser transitoriamente contenida en aislado, pero nunca revertida del todo y menos aún una vez que ya interactúan sinérgicamente como crisis genético-estructural del capitalismo que surge, entre otras razones, como parte sustantiva del antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de propiedad burguesa. Todo lo que vamos a exponer a continuación viene de este antagonismo.
Ante la gravedad inaudita de esta crisis las burguesías occidentales implementaron diversas medidas que no podemos detallar aquí pero que tenían, al menos, cuatro líneas comunes. Una era obviamente recortar los gastos sociales, aumentar la sobreexplotación de las clases trabajadoras, además de medidas monetarias y fiscales, etc. Dos, impulsar la recuperación de los neofascismos, de las derechas extremas que ocultaban su nazismo, o simplemente del nazismo a secas, del racismo, la islamofobia y posteriormente la rusofobia desde poco antes de 2022. Esta reactivación programada manipulaba descarada o sutilmente los egoísmos individualistas, las angustias, miedos, y necesidad irracional de obedecer a líderes autoritarios que protejan al pueblo alienado e indefenso transformándolo en verdugo de sí mismo, en carne de cañón dispuesta a asesinar a quien sea en defensa del capital y del imperialismo. La efectividad de este programa dio un salto desde 2016 con Trump al plantearse la creación de una internacional fascista.
Tres, a la que volveremos luego, reactivar los «derechos humanos» burgueses para ofrecer otra mercancía ideológica más, haciendo competencia ideológica-mercantil con el fascismo en el tan políticamente rentable mercado de la alienación de masas. Cuatro, endurecer la estrategia yanqui del caos controlado por el Pentágono y Walt Street, es decir, generar incertidumbre, desconcierto y temor en el mundo, pero bajo la dirección estratégica del imperialismo. Y cinco, atacar a los pueblos resistentes para saquearlos, por ejemplo, en 2009 EE.UU. organizó un golpe de Estado en Honduras.
Dialécticamente, la gravedad de la crisis desencadenada en 2007 era tal que ella misma hacía fracasar la estrategia imperialista aquí resumida. Poco después del golpe de Estado contra el pueblo de Honduras, en 2010 se creó oficialmente el BRIC, grupo coordinador de las políticas de Brasil, Rusia, India y China, más los países que se quisieran integrar y fueran admitidos. Antes de la oficialización internacional, todos y cada uno de los fundadores del BRIC habían mantenido crecientes pugnas con el odiado G-7 formado por EEUU, Japón, Gran Bretaña, Alemania, Canadá, Francia e Italia, creado en 1975 bajo la reconocida y admitida dirección de Washington, para aunar fuerzas imperialistas tras la derrota yanqui en Vietnam y Extremo Oriente, y el avance de la descolonización. El BRIC también respondía a las limitaciones del G-20 creado en 1999, incapaz de coordinar a sus miembros en esa convulsa década de 2000. La llamada ‘multipolaridad’, a la que volveremos al final del Epílogo, estaba tomando vuelo
Ocurría que tanto los cambios en las formas del capitalismo financiero y especulativo de Occidente, como la crisis de 2007, habían aleccionado a pueblos y Estados machacados de mil formas por el imperialismo nucleado por el G-7, que o se coordinaban o eran empobrecidos al máximo o destruidos. Se coordinaron no sólo para resistir las presiones y ataques imperialistas sino, sobre todo, para buscar alternativas democráticas contra las instituciones internacionales globales desarrolladas desde 1944-1946 por EE.UU., y reformadas siempre primero según sus intereses y luego, en segundo lugar, según los intereses del resto de miembros del G-7.
Pero entre ellos existen diferencias importantes que el imperialismo intenta utilizar en beneficio de Occidente y en detrimento de la unidad y expansión de los BRIC. Brasil padece a una burguesía que quiere ser la potencia subimperialista de Nuestramérica, con sectores fascistas en sus alta burguesía agroindustrial, con un ejército conservador cuando no golpista a las órdenes de EE.UU. India padece a una burguesía racista, islamófoba y fundamentalista hindú, corrupta, con armas nucleares, enemiga de Pakistán que también las tiene, y muy recelosa de China Popular tanto por los territorios fronterizos como sobre todo por el contenido de la estrategia china de avanzar al socialismo, algo que aterra al capital indio por la fuerza organizada de las clases trabajadoras urbanas y campesinas que empiezan a mirar con simpatía al «socialismo con características chinas».
Pese a esto, los países del BRIC habían ido transformando la compleja dialéctica de sus identidades nacionales burguesas y obrero-campesinas, cargada de contradicciones internas como hemos visto, para responder a la voracidad imperialista, de modo que de nuevo el histórico debate sobre las identidades nacionales reaccionarias, reformistas, progresistas y/o revolucionarias volvió a ser decisivo, al margen y en contra de la ceguera dogmática, chauvinista y hasta racista de la ex izquierda eurocéntrica. Esta se había convertido en sostén legitimador de las atrocidades imperialistas, como volvió a demostrarse desde 1990 en adelante, durante la destrucción de Yugoslavia, las guerras simultáneas contra Irak y otros países, los crímenes con Libia y contra Siria, Palestina, el Sahara, etc., casos en los que la intelectualidad progre se lavaba las manos o apoyaba la «democracia occidental».
La importancia crítica de este problema ya debatido en todas las revoluciones desde la primera mitad del siglo XIX, crecía según se formaban nuevas proyectos de coordinación al margen del imperialismo o contra él. Las lecciones aportadas desde al menos los encuentros de Bandung en 1955, las declaraciones de La Habana desde inicios de 1960, la Tricontinental, las declaraciones de Argel, el Alba y otros avances propiciados por Cuba y Venezuela, o entre pueblos de África, etcétera, eran pasos que de un modo u otro facilitaron los deseos de distanciarse o romper con el G-7 confluyeran en el BRIC y sus integraciones posteriores. De todos modos, las contradicciones insolubles a la conciencia nacional burguesa hacen que tenga más miedo a su pueblo trabajador que al imperialismo, excepto reducidas franjas muy meritorias. Un terrible ejemplo lo veremos en la pasividad de las burguesías árabes y de casi todas las musulmanas ante la masacre genocida del sionazismo en Palestina.
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La creación de BRIC presionó al imperialismo para que pusiera a pleno funcionamiento el caos controlado para desconcertar a los pueblos, mantenerlos a la defensiva o paralizarlos por el pánico que pudieran sentir ante un enemigo como el yanqui capaz de hacer lo que le viniera en gana. En 2011 los bombardeos indiscriminados en Afganistán, el saqueo de Irak, la destrucción de Libia y el ataque a Siria, las presiones contra Nuestramérica, etc., son unos pocos casos de esa estrategia. El artículo de ese año de 2011 en el debate con Askapena con el que termina el libro que has leído, tenía la función de explicar lo que sucedía, qué era el caos controlado y cómo pese a la enana racionalidad burguesa de ese caos controlado desde el Pentágono, el capitalismo y el imperialismo son irracionales en su totalidad, tal y cómo lo demostraba el marxismo desde sus inicios. En 2012 la CIA llevó a cabo el golpe blando en Paraguay contra su presidente Lugo democráticamente elegido. El recurso a los golpes blandos, parlamentarios y/o judiciales los utilizará el imperialismo, como en Perú en 2022, siempre que no sea necesario el golpe militar duro, fascista.
Hemos explicado arriba cómo desde la década de 1980 China Popular aprendía de los errores y aciertos de la URSS. El bombardeo en 1999 de su embajada en Belgrado por EE.UU. revivió la espeluznante memoria de los crímenes que el colonialismo y el imperialismo habían cometido contra su pueblo, en especial las atrocidades japonesas desde 1937 hasta 1945, desde entonces Japón era y es una fortísima base militar imperialista destinada a atacar a China y a Rusia. Esas lecciones más los cambios mundiales, hicieron que en 2013 China anunciase al mundo el gigantesco plan de la Nueva Ruta de la Seda, que al instante suscitó esperanzas en Rusia y en el BRIC, y sobre todo en los pueblos empobrecidos, pero también recelos y temores en Europa y en otras burguesías, y miedo en EE.UU.
Simultáneamente, el caos dirigido por Washington presionaba más y más a Rusia acelerando la ocupación militar del Este por la OTAN, que en 1999 engulló Polonia, Chekia y Hungría, y en 2004 ocupó de una tacada Letonia, Lituania, Estonia, Bulgaria, Eslovaquia, Rumania y Eslovenia. Washington incumplió todas las promesas dadas a la URSS y luego a Rusia desde los ’80 de que no ampliaría geográficamente la OTAN hacia el Este si se desmantelaba la URSS. Estas mentiras así como multitud de leyes y sanciones nuevas que dañaban a Rusia, motivaron que en 2007 el presidente Putin advirtiera de que debía parar sus agresiones, pero solo consiguió que estas se aceleraran.
Así que Rusia decidió prepararse para la guerra pues veía cómo la OTAN le acorralaba en todas partes, especialmente en Ucrania. EE.UU. invirtió más de 5000 millones de dólares en el golpe de Estado de 2014, poniendo a los nazis en el poder armados por la OTAN: se desató la masacre contra todo lo ruso como el asesinado de más de 14.000 personas de las repúblicas populares del Donbass a manos de los ucronazis y la marcha a Rusia de varios cientos de miles para salvar la vida. Estas repúblicas populares son rusas por historia, cultura e identidad, mediante referéndum masivo se declararon independientes porque rechazaban totalmente el contenido reaccionario de Kíev desde 2014, contenido que se ha transformado en feroz dictadura. La OTAN montó lanzamisiles que podrían llegar a Moscú, Minsk y otras ciudades entre cinco o diez minutos, o ni eso: si Occidente quiere destruye Kaliningrado en segundos y San Petersburgo en tres minutos.
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Es en este contexto cuando Boltxe edita el libro que has leído, pero buscando antes que nada la formación teórica y política de la militancia en un momento en el que el imperialismo se lanzaba desesperadamente a preparar guerras. No se buscaba en esa coyuntura tanto el análisis sociopolítico inmediato como la recuperación lo más rápida posible de lo decisivo de la teoría marxista como primer paso para responder al caos dirigido por EE.UU., es decir, el saber por qué, cómo y para qué funciona el capitalismo porque de algún modo se intuía que ya se había desencadenado un ataque devastador contra la humanidad. Por eso el libro se inicia con una sucinta exposición de la filosofía dialéctica, el único método de praxis capaz de superar las divagaciones abstractas inherente a la ideología reaccionaria, para descubrir la unidad y lucha de contrarios que determina el devenir de lo concreto; y por eso el libro termina mostrando por qué la supuesta racionalidad de la civilización burguesa es una irracionalidad mortal.
Pero a la vez y con una perspectiva más larga y más llena de contenido ético y teórico “duro” que de superficialidad a la moda, para ese 2014 tomaban forma definitiva los estudios críticos sobre y contra los «derechos humanos» burgueses que el imperialismo había reactivado a comienzos de la década de 1970 y vuelto a reactivar a comienzos del siglo XXI. Se veía la necesidad de que la izquierda revolucionaria demostrara la superioridad de los «derechos humanos» socialistas. La incompatibilidad entre el derecho burgués a la explotación y el derecho socialista a la revolución se acrecentó cuando en 2015 el «premio nobel de la paz», el brutal presidente Obama declaró a Venezuela como un peligro «inusual y extraordinario» para la seguridad nacional norteamericana, intensificando desde ese instante ataques fascistas internos, llamadas guarimbas durante las que se quemaron vivas a personas chavistas o no chavistas, nunca pro imperialistas, unido a una inmisericorde guerra económica que va a causar miles de muertos y con intentos de desembarco y/o de invasión terrestre.
Buena parte de la manipulación psicopolítica de masas para justificar tal mentira se basaba en los «derechos humanos» del dólar para apoderarse de Venezuela, del mismo modo que la prensa burguesa ocultaba por esas fechas en nombre de la «democracia», los crímenes ucronazis contra las repúblicas populares del Donbass, como hemos dicho. Ya para entonces se sabía que EEUU rehacía planos del mundo en el que aparecían territorios ricos en recursos sitos en países y Estados empobrecidos, la mayoría de ellos en Nuestramérica, recursos vitales que tenían que ser controlados por el imperialismo «en bien de la humanidad». En 2003 se amplió esa estrategia anexionista estudiando la extensión de la plataforma continental que EE.UU. quiere apropiarse, estudio que ha dado sus primeros frutos «científicos» en 2023. Veremos que en 2021 el presidente ruso, Putin, tuvo que advertir a Occidente que Siberia nunca pasaría a manos imperialista.
Los años de 2013-2015 fueron una especie de pivote en la evolución del imperialismo en el nivel geopolítico, pero también de la economía capitalista porque marcan el fin de la débil y renqueante recuperación desde 2007; para verano-otoño de 2015 abundaban los indicios de un nuevo hundimiento a pesar de las medidas tomadas hacía años. Especialmente las potencias imperialistas sentían los nuevos temblores subterráneos, y el miedo al aumento de la lucha de clases interna y externa, así como el pánico creciente a las nuevas estrategias de China Popular, de Rusia y otros Estados que empezaban a sumarse a ella, les llevaba a cerrar filas alrededor del amo yanqui. No podemos extendernos aquí en detalles sobre cómo cada día eran más abundantes y graves las noticias del retroceso del capitalismo occidental desde finales de 2014 cuando ya era un comentario común que China y Rusia estaban desplazando a EEUU. Poe ejemplo, a finales de noviembre de 2014 se debatía sobre si estas potencias ascendentes y aliadas podían expulsar a EE.UU. de Eurasia.
No había pasado un año del golpe ucronazi en Kíev y ya aumentaban las dudas sobre si la OTAN y el Pentágono podrían impedir que la alianza ruso-china echase a EE.UU. de la parte occidental de Eurasia. Viendo las iniciativas de los BRIC, el retroceso económico, las resistencias populares internas en Ucrania, sobre todo en el Este de identidad rusa a pesar de las represiones ucronazis, la OTAN necesitaba más tiempo para armarse. Era muy importante para el imperialismo derrotar a Rusia ahora que era más débil que la URSS, por lo que Occidente planeo una trampa para ganar tiempo para el rearme: las conversaciones de 2015 en Minsk entre Ucrania y Rusia estipularon unos requisitos que Ucrania incumplía ante una paciente Rusia. Más tarde, altos políticos otanistas reconocieron que Minsk había sido una buena trampa.
Los planes para destruir el imperio zarista mediante la guerra en Ucrania ya fueron pensados por el canciller alemán von Bismark a finales del siglo XIX; luego, en 1904, ampliados por Gran Bretaña para apoderarse de Eurasia; luego, poco antes de que estallase la IGM en 1914 EE.UU. propuso balcanizar el imperio zarista en 12 o 13 satrapías repartidas entre Occidente, como se había hecho con África en 1885; luego, desde 1922 el nazismo se propuso destruir la URSS y se armó para ello desde 1933 con el apoyo de EE.UU.; luego, Gran Bretaña apoyó a Japón para que atacara a la URSS desde 1932 hasta 1939; luego, desde 1944 Occidente ideó sucesivos planes para destrozar la URSS con bombas nucleares, y así hasta el golpe de Estado de 2014 en Ucrania, que debía ser el trampolín para la victoria definitiva.
Mientras tanto, los BRIC atraían más y más miembros y se firmaban nuevas alianzas en Asia y África fuera del control occidental; los planes de China demostraban su efectividad dentro y fuera del gigante asiático; la economía capitalista se debilitaba; Siria resistía mal que bien gracias a la ayuda de Irán y de otros internacionalistas árabes; Venezuela superaba una a una las embestidas yanquis al igual que Cuba y que Nicaragua. La respuesta imperialista fue incrementar el terrorismo mal llamado «islámico» organizado y subvencionado por los servicios secretos occidentales y por el dinero de burguesías árabes ultra reaccionarias como la saudí, sin olvidarnos de la máquina sionista experta en toda clase de crímenes.
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El terrorismo «islamista» era un verdadero ejército apoyado por Israel, EE.UU. y sus aliados incluidos sectores kurdos, que empezaron a organizarlo en los territorios iraquíes ocupados, pero también por Turquía y otras potencias medias de la zona. Todo valía para destrozar Siria porque era, junto a Irán, Palestina y Yemen, el principal obstáculo para el triunfo definitivo del Gran Oriente Medio. La digna independencia siria, como la libia, que se habían negado a obedecer órdenes de Washington, así como sus políticas sociales justas son ejemplos para otros pueblos, debían ser castigados. Rusia comprendió de inmediato lo que significaría la destrucción de Siria para el reforzamiento del imperialismo y el saqueo de los pueblos. Por eso la ayudó desde 2011 pero decididamente desde 2015, al recibir la petición oficial del gobierno sirio democráticamente elegido y tras mantener intensas reuniones con Irán y por extensión con organizaciones sociopolíticas armadas árabes de la región, internacionalistas y antiimperialistas. Fueron conversaciones urgentes porque Rusia sabía que EE.UU. preparaba un bombardeo masivo de Siria.
Desde la teoría marxista de la guerra, la resistencia siria apoyada por países solidarios, uno de ellos sometido durante años a invasiones, amenazas, sanciones y atentados terroristas como es Irán, y otro, como Rusia, que sufre el ‘record’ mundial de sanciones, debe ser considerada como la primera guerra concreta que inaugura la marcha material, práctica, hacia la III GM, según la clasificación de la historiografía burguesa, que no la marxista. La guerra de liberación nacional siria era y sigue siendo a la vez antiimperialista por cuanto debilita la estrategia norteamericana de preparar la III GM. La enorme red internacional montada por el imperialismo para llevar miles de terroristas fanáticos de muchas partes del mundo a Siria, para armarlos, alimentarlos y curarlos también en hospitales sinostas, fue decisiva para alargar la guerra más allá de lo que hubiera durado apenas sin su intervención, sin la ayuda técnica y económica de Occidente y de Turquía.
Desde 2017 EE.UU. redobló las presiones contra Irán, sabedor de que era una fuerza decisiva en Oriente Medio, también realizó una investigación interna sobre el estado de su ejército llegando a conclusiones muy desmitificadoras sobre su verdadera capacidad, sobre el bajo nivel psicofísico de sus tropas, sobre lo anticuado de sus infraestructuras, sobre el descenso de los voluntarios… El Pentágono volvió a exigir a Europa un aumento de su gasto militar que, como mínimo, debía llegar al 2% del PIB. La debilidad militar yanqui era parte de su debilidad socioeconómica y reflejaba el recrudecimiento de las contradicciones que minaban al país. La guerra contra Siria la estaba perdiendo EE.UU. y por eso en abril de 2018 amenazó a Rusia y al pueblo sirio con que redoblaría los ataques.
El terrorismo imperialista en Siria fue derrotado en buena medida en 2019 pero logró trocear el país, establecer bases occidentales ilegales que saquean sus recursos como el crudo de petróleo y el trigo, organizar atentados de vez en cuando, sabiendo que tienen la protección de EE.UU. y del sionazismo. Decimos que en buena medida porque asesinaron de nuevo al comenzar 2022 justo días antes de que Rusia interviniera defensivamente contra la OTAN en defensa de las repúblicas populares del Donbass, como primer paso para lograr cuatro objetivos inaceptables por la burguesía occidental: desnazificar, desmilitarizar, reconocer el derecho de autodeterminación y estables acuerdos mundiales de control de armas y prevención de guerras para cortarlas antes de que estallen.
Luego volveremos a la actualidad mundial que tiene el cuádruple objetivo ruso y veremos por qué es inaceptable para la burguesía occidental. Ahora debemos analizar por qué en 2018 EE.UU. inició la «guerra económica» contra China Popular, amparándose en una ley yanqui de 1974 dictada cuando se veía inminente su derrota en Vietnam. La burguesía yanqui debatía sobre cómo recuperar el poder que estaba perdiendo. La fracción más financiarizada e integrada en la mundialización, llamada ‘globalista’, quería ampliarla con cualquier medio, desde la represión interna y las sanciones externas, hasta la guerra. La otra fracción planteaba reindustrializar EE.UU., atraer a las industria y capitales que se habían mundializado, imponer aranceles a los productos extranjeros, aumentar aún más la sobreexplotación interna y externa, fortalecer el autoritarismo, etc., y rearmarse de nuevo para ganar las guerras que vendría.
En el fondo, las dos fracciones estaban y están de acuerdo en lo esencial y en buena parte de lo secundario, diferenciándose sólo en algunos matices que la prensa magnifica con fines electorales. La «guerra económica» contra China es un ejemplo: la inició Trump en 2018 pero todo indicaba que otra Administración la comenzaría tarde o temprano porque la burguesía en su conjunto veía que China les desplazaba, que el «socialismo con características chinas» es superior cualitativamente a la irracionalidad capitalista lo que prestigia y refuerza a los BRIC y a la ‘multipolaridad’, es decir, que aunque con algunas diferencias, la lucha a muerte entre el capitalismo y el socialismo se intensifica a nivel mundial. La prensa y sectores del Pentágono y de la OTAN advertían del peligro creciente que suponía la recuperación del prestigio del socialismo, y del aumento de la lucha de clases dentro de EE.UU. La prensa yanqui insistía cada vez más en ese riesgo. Por tanto, había que destrozar China y a lo que empezaba a representar no solo por su poder económico sino fundamentalmente por su peligro social.
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Entramos así en el último período, el que va de 2019 a 2024, que está siendo desastroso para el imperialismo. Agravando los miedos occidentales, para 2019 los indicadores económicos daban por supuesto que el capitalismo estaba a punto de una caída libre incluso peor que la de 2007, caída que se estrelló contra Nicaragua en 2019 que llevaba meses sufriendo una agresión externa apoyada por reaccionarios internos de contrarrevolución interna, siguiendo la táctica de las guarimbas fascistas en Venezuela, de las «revoluciones naranja», etc. Nicaragua había negociado con China y otros países abrir un canal interoceánico aprovechando sus lagos internos, lo que era una amenaza muy grave para EE.UU. porque rompería su monopolio económico y militar mediante el control del canal de Panamá. Un canal nicaragüense sería un paso de gigante para el desarrollo de la ‘multipolaridad’, de los BRIC y de otras coordinaciones que romperían el criminal bloque a Cuba; pero también era un golpe demoledor al poder militar estadounidense como es obvio.
A pesar del apoyo del reformismo al ataque a Nicaragua, el pueblo ganó esta batalla en 2019, sabiendo que la guerra continuará por que EE.UU. no va a tolerar su real independencia que se orienta la socialismo; en el mismo año de 2019 también se produjo el fracaso relativo del golpe contra Bolivia, destinado a balcanizar el país, apropiarse de sus recursos, anular los logros sociales, etc. Fue un fracaso relativo porque durante un año la derecha y el imperialismo saquearon el país hasta que las fuerzas progresistas triunfaron en 2020. Los pueblos de Nuestramérica vieron en ese 2020 la necesidad de conquistar la soberanía sanitaria como base imprescindible para su soberanía nacioanal. Venezuela, por ejemplo, tuvo que superar un bloqueo sanitario criminal desde la Organización Mundial de la Salud y otros aparatos imperialistas, aunque había abonado decenas de millones de dólares para obtener vacunas contra la Covid-19.
Recordemos que el 70% del presupuesto de la OMS es aportado «desinteresadamente» (¿?) por la farma-industria capitalista, lo que nos ayuda a comprender por qué la Covid-19 tuvo efectos no solo económicos y de represión interna ampliando el poder policial, sino también por el desprestigio de la industria burguesa de la salud en muchos países no occidentales al sentir en sus carnes cómo el imperialismo usaba la Covid-19 como arma de opresión y hasta de exterminio. El prestigio de Cuba, China, Rusia, etc., se reforzó estructuralmente en muchos países del mundo al sentir en su salud que la ‘multipolaridad’ y el BRIC también son efectivos en ese problema crítico, como también aumenta el prestigio del «socialismo con características chinas» en el imprescindible ecosocialismo. China está haciendo avances impresionantes contra la crisis socioecológica, avances silenciados por la prensa burguesa internacional, pero admirados y copiados por cada vez más países empobrecidos.
Entre 2020 y 2021 Bielorrusia venció una serie de agresiones imperialistas dentro de lo que se llamó «revolución de las zapatillas». El imperialismo quería ocupar Bielorrusia porque no podía permitir que el mundo supiera que siguen vigentes allí muchas de las conquistas sociales soviéticas, que el pueblo las defiende, conquistas que debemos extender al mundo entero. También quiere el imperialismo quedarse con las empresas públicas y estatales, con la tierra y someter al pueblo bielorruso a dictadura salarial imperante en otros Estados. Y especialmente la OTAN quiere romper todos los lazos históricos y culturales que unen estrechamente al pueblo bielorruso con Rusia, de modo que estalle en trozos la unidad entre los dos pueblos. Poco después, a comienzos de 2022 cuando Rusia pasó a la guerra defensiva contra la OTAN, se descubrieron las razones de EE.UU. para acabar con la independencia bielorrusa, y las razones de este pueblo para reforzarla solidarizándose con Rusia y las repúblicas populares del Donbass.
La derrota de EE.UU. en Bielorrusia fue simultánea a su derrota aplastante en Afganistán en ese mismo año, con una retirada vergonzosa de prácticamente sálvese el que pueda, al estilo de la de Vietnam y Saigón en 1975. La desorganizada huida yanqui de Kabul y del importantísimo territorio afgano demostraba que el Pentágono era consciente de sus debilidades lo que le obligaba a concentrar fuerzas en los lugares decisivos para el imperialismo, mientras que se rearmaba lo más rápidamente posible, como está haciendo. Una vez rearmados, los yanquis intentará ocupar Afganistán porque históricamente es uno de los lugares más geoestratégicos de mundo.
Aunque EE.UU. triunfo destruyendo la democracia en Perú en 2022, no puede detener el ascenso de la conciencia africana antiimperialista, que venía creciendo desde hacía décadas, con derrotas y algunas victorias. El debilitamiento ostensible del poder imperialista desde finales del s. XX, especialmente del subimperialismo francés, el avance de la ‘multipolaridad’ y, como decimos, las duras lecciones de la pandemia, facilitaron esa concienciación. Tendríamos que tocar el papel de la deuda que lastra sus economías, deuda impuesta por Occidente a los pueblos africanos en beneficio de sus burguesías corruptas, para poder hacernos una idea aproximada de por qué, entre otras tácticas, el imperialismo creó el terrorismo de Boko Haram en una zona estratégica para sus intereses como el Sahel, como Nigeria, en una fecha tan temprana como 2002, manteniéndola ‘dormida’ hasta 2013 en adelante. Se busca crear caos y miedo, terror, para que los pueblos no se autoorganicen y acepten la ‘protección’ occidental, paguen los intereses de la deuda y la deuda misma, acepten el saqueo y la expoliación.
En ese momento, la destrucción de Libia y la fuerte y digna resistencia anterior de Argelia durante la década de los ’90, nunca objetivamente valorada, planteaban al imperialismo la pregunta de cómo acabar con la tendencia hacia la libertad que ya empezaba a intuirse en muchos pueblos del Sahel y de otras zonas de África. El decrépito sub-imperialismo francés era manifiestamente impotente, y el terrorismo fundamentalista de obediencia yanqui no podía asentarse del todo por el rechazo popular. La petición de ayuda rusa realizada por algunos pueblos del Sahel, que fue bien vista en otras zonas de África, indica que los vientos soplan contra Occidente.
La ayuda rusa, muy efectiva y en modo alguno imperialista sino internacionalista, se realiza además mientras su ejército derrota a la OTAN en Ucrania. La Inteligencia rusa sabía que el Pentágono y los ucronazis preparaban la invasión definitiva de las repúblicas populares del Donbass para comienzos de 2022 y decidió adelantarse, asestando el primer golpe. El zarpazo fue tan oportuno y demoledor que el ucronazismo temeroso de que perdiera Kíev, entablo negociaciones de paz con Rusia en Turquía en marzo de 2022, llegando a acuerdos que habrían traído la paz. En muestra de buena voluntad, Rusia retiró gran parte de sus fuerzas, pero nunca se aplicó lo acordado porque la OTAN lo impidió enviado urgentemente al primer ministro británico para ordenar y chantajear al gobierno ucronazi que incumpliera lo acordado e intensificase la guerra. Ordenar porque Ucrania es dependiente en todo el imperialismo, y chantajear porque la casta en el poder es corrupta hasta la médula y está ansiosa por enriquecerse aún más a costa de su pueblo, al que ha encadenado y lo ha llevado al matadero cumpliendo las órdenes del imperialismo.
EEUU, la UE y otros Estados quisieron empobrecer a Rusia asfixiándola con sanciones sin fin, llegando al triste ‘record’ mundial de sanciones imperialistas. Pero para entonces ya estaban dando sus frutos parte de las medidas tomadas desde hacía años en previsión de lo que vendría: abrirse a otros mercados, crear reservas; romper con las cadenas que ataban las finanzas rusas a Occidente y estrechar los lazos con China y Asia; reabrir fábricas abandonadas por transnacionales y abrir otras para producir lo que se necesitaba; racionalizar y ahorrar el gasto; vigilar a los vendepatrias y corruptos, y confiar en el sentimiento del pueblo muy conocedor de las lecciones históricas sobre la brutal crueldad occidental cuando expolia a los pueblos, además de sus recuerdos recientes sobre lo sufrido en la década de 1991.
La guerra de la OTAN contra Rusia es además la primera fase de la guerra más extensa contra Eurasia y China Popular, así como de la «reconquista» del Sahel y de África. Esta y no otra es la razón de que EEUU esclavice a la UE debilitando su industria por todos los medios posibles, sobre todo el energético con atentados para destruir gaseoductos que unen Rusia con Occidente. El debilitamiento había comenzado con la estrategia de endeudar al máximo Gran Bretaña y Francia en la IGM, y se intensificó después.
Para balcanizar Rusia y derrotar al socialismo chino, que es el objetivo esencial, EE.UU. necesita de la fanática participación europea para matar y morir en defensa de Walt Street como prioridad suma y después, siempre en segundo y tercer lugar, sacrificarse por la City de Londres y Bruselas. La alta burguesía europea sabe desde 1917 que su enemigo mortal es el socialismo como fase primera del comunismo. Hasta 1991 el enemigo crucial era la URSS, ahora lo son China Popular y Rusia por este orden. La alta burguesía europea supo desde 1945 que sólo podía vencer al socialismo representado por la URSS bajo el mando de EE.UU., y desde 2013, al conocer la Nueva Ruta de la Seda, que sólo podía sobrevivir ante el avance de la ‘multipolaridad’, los BRIC y el «socialismo con características chinas» supeditándose totalmente a EE.UU. No tiene otra alternativa porque Europa no da para más y su burguesía prefiere obedecer al Pentágono y seguir viva, que desaparecer bajo el avance del socialismo tal cual se presenta ahora mismo.
La forma de llevar la guerra defensiva contra la OTAN que tiene Rusia es totalmente opuesta a la imperialista. Rusia podía haber liquidado Ucrania en pocos días, sin apenas bajas propias, bombardeándola salvajemente al estilo yanqui y sionazi, sin preocuparse por niñas y niños despanzurrados. Prefiere una guerra quirúrgica, selectiva, maximizando en lo posible la alta precisión de su tecnología. Rusia quiere ganarse a la población civil, y quiere ganarse a los prisioneros y desertores y por eso aplica las leyes internacionales. Rusia sabe que EE.UU. necesita eternizar su guerra imperialista al menos hasta que pueda atacar a Rusia masiva y atrozmente para que ni China ni ningún otro pueblo salga en su defensa. Rusia se prepara para una guerra larga a la que temprano o tarde se le vayan a sumar otros conflictos locales de baja o poca intensidad, o guerras regionales de intensidad media o de alta intensidad, de modo que por sinergia EE.UU. pueda activar todo su asesino arsenal multiarmas.
Actualmente hay activos casi 200 conflictos y guerras que están dando forma a una nueva guerra mundial que tiene diferencias particulares y singulares dentro de lo universal de toda guerra en los modos de producción basados en la propiedad privada de las fuerzas productivas. La heroica y titánica guerra de liberación nacional que sostiene Palestina desde febrero de 2024 para derrotar el genocidio sionazi, típico del clásico exterminismo implacable de la doctrina militar imperialista. es un ejemplo de lo que decimos: esta guerra palestina de liberación antiimperialista activa otras guerras liberadoras como la del Yemen, o la del Líbano con Hezbolá, e interactúa con la de Rusia contra la OTAN haciendo que proliferen los frentes de liberación.
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7.
La llamada ‘multipolaridad’ es otro de tantos nombres abstractos con los que se alude a las leyes y contradicciones del capitalismo sin citarlas, para así no tener que hablar de lucha de clases, de explotación, etc. La ‘multipolaridad’ hace referencia superficial e inconcreta a la tendencia al aumento de los conflictos y de las guerras como parte de la tendencia a la recuperación de los derechos de los pueblos y de los Estados, que a su vez es impulsada por las contradicciones y leyes del capitalismo. El símil de la sístole y diástole nos sirve para imaginar cómo funciona el capitalismo: el corazón en la sístole bombea sangre, o sea, el capital lanza productos al mercado; pero luego, en la diástole el corazón descansa, o sea el capital atrae esa sangre, y coge fuerzas para reiniciar otro ciclo expansivo/constrictivo, volviéndola a lanzar al mercado. Las crisis son los momentos de ralentización o detención de la sístole/diástole.
Podríamos también explicar la dialéctica de la contradicción expansivo/constrictiva inherente al concepto simple de capital pero nos llevaría tiempo. Bástenos decir que tanto las guerras como los «problemas nacionales» son parte de la dialéctica del concepto simple de capital porque la expansión exige explotación interna del proletariado y machacar pueblos y Estados, lo que nos lleva a la lucha de clases en todas sus formas; y también nos lleva a lo mismo la constricción porque exige de suficiente independencia estato-nacional para proteger los beneficios y para abrir otra fase de acumulación ampliada. La ‘multipolaridad’ reduce simplistamente esta realidad cargada de contradicciones, lo que viene muy bien para tanto «experto en geopolítica», término popularizado por el colonialismo británico en la mitad del siglo XVIII y más tarde masificado por los imperialismos de comienzos del siglo XX. Esto no significa que dejemos de usar el término de ‘multipolaridad’ sino que seamos conscientes de sus limitaciones y por tanto de los peligros de su abuso para aparentar docta ignorancia.
Hemos visto arriba algunas características de Brasil e India, miembros del BRIC. Muchas burguesías de los países «emergentes» tienen diferencias similares más o menos intensas, que por ahora no se agudizan porque aún no ha llegado a un punto crítico el choque entre el llamado Occidente Colectivo liderado por EE.UU. y la alianza estratégica chino-rusa. Conforme eso suceda, lo más probable es que los sectores reaccionarios giren hacia EE.UU. que mantiene muchos recursos de dominación financiera, industrial y militar. La tendencia al proteccionismo estatal para asegurar los beneficios y para reabrir nuevas expansiones con cierta seguridad, es reforzada por las alianzas entre Estados para hacer frente a otros bloques, pero nunca acabará con la ley de la competencia interburguesa, esencial en el modo de producción capitalista, y más cuando los mercados son cada día más competitivos y difíciles.
La pérdida de funciones de la Organización Mundial de Comercio es otro ejemplo: durante la expansión «globalizadora», la OMC benefició al imperialismo, con el retroceso económico occidental y ascenso de Eurasia la OMC fue perdiendo efectividad hasta tal punto que la Administración Trump pasó de ella, como lo ha hecho la de Biden en la práctica, queriendo sustituirla por su dictadura camuflada en la propuesta de «un mundo basado en reglas», las imperialistas por supuesto. Otro ejemplo más alarmante es el de que sigue creciendo la deuda mundial que a finales de 2023 llegaba a los 313 billones de dólares, algo más del triple del PIB mundial, deuda que sería mayor si se tuvieran en cuentas otras variables que no entran en el PIB: ¿quién va a pagar esa deuda, sabiendo que en todos los sentidos 2024 ya está siendo peor que 2023?
La deuda ya asfixia a los pueblos empobrecidos y saqueados. En África uno de cada tres trabajadores malvive en la pobreza. En 2023 en 58% de la fuerza de trabajo mundial era explotada en la economía sumergida. En 2021 el 56% de las personas mayores de 15 años del mundo eran asalariadas, explotadas según el marxismo. La mujer trabajadora es la que más sufre estas y otras explotaciones. Por último, de una lista desde el 1, lo más bajo, a 10, lo más alto, la represión de derechos laborales ha subido del 4,5 en 2015 al 4,81 en 2022. En ese contexto, la deliberada política imperialista de subir los tipos de interés hasta niveles desconocidos en casi medio siglo, es parte de la guerra social para salir de la tercera Gran Depresión a costa de los pueblos trabajadores, como también lo es el plan de entregar 100.000 millones de dólares en cinco años a la dictadura ucronazi para mantener su guerra otanista contra Rusia. Mientras tanto, la industria burguesa de la matanza humana obtiene ganancias del 35%, como mínimo, y la OTAN aumenta sus bases: una en Argentina y otra en Maó, Països Catalans.
Cualquier reflexión sobre la ‘multipolaridad’ que no tenga siempre en cuenta estas contradicciones y que se limite a la geopolítica, más temprano que tarde oculta las razones de fondo de la crisis mundial. Por ejemplo, para entender la trascendencia histórica de los cuatro objetivos de Rusia en su guerra defensiva contra la OTAN, a saber, desnazificar, desmilitarizar, reconocer el derecho de autodeterminación del Donbass, y establecer acuerdos mundiales de control de armas y prevención de guerras, para conocer su trascendencia, repetimos, hay que recurrir a la teoría marxista de la crisis, y dentro de ella a la del imperialismo y a la de la guerra, que si bien forman una unidad tienen sus propias especificidades.
Por ejemplo, exigir la desnazificación de Ucrania conlleva desnazificar la UE por razones obvias, es más conlleva la lucha contra el nazismo porque existe una especie de Internacional Fascista impulsada por sectores muy poderosos de EE.UU. y de otras burguesías, decididas a imponerlo en el mundo como única garantía para extirpar toda raíz de socialismo, no sólo los brotes, sino sus raíces. En la ‘multipolaridad’ hay fuerzas ferozmente nazis que organizarán golpes de Estado y masacres para volver a entrar a la cuadra imperialista. Quiere esto decir que la lucha de clases es más cualitativamente decisiva que las soflamas abstractas sobre los «derechos humanos» de muchos defensores de la ‘multipolaridad’.
Exigir la desmilitarización de Ucrania conlleva exigir la desmilitarización de la UE porque el militarismo ucronazi es parte inseparable de la historia, del presente y del futuro de la militarización europea, que va más allá de la OTAN. Si es coherente desmilitarizar Ucrania, y lo es, también es coherente desmilitarizar Alemania, por citar un solo país clave en la máquina político-militar y económica del subimperialismo europeo. Lo mismo se debe plantear con respecto a todos los Estados súbditos del Pentágono: ¿no hay que desmilitarizas Colombia, Marruecos, Corea del Sur…? Si Ucrania tiene derecho a no sufrir la pestilencia de la OTAN dentro de sus fronteras ¿no tienen el mismo derecho otros pueblos?
Practicar el derecho de autodeterminación del Donbass, como se ha practicado ya y muy democráticamente por cierto, ¿acaso no exige que ese mismo derecho sea practicado por las naciones oprimidas estén donde estén? ¿Pueden trocearse los derechos elementales según las fronteras, de modo que sí los tienen los rusos pero no lo galegos, catalanes, vascos…? Más aún, el derecho de autodeterminación practicado en el Donbass era pleno porque no se trataba de crear un nuevo Estado sino de reintegrarse en una Federación más amplia. ¿Alguien se imagina la posibilidad de que Galiza y Portugal, o Andalucía, Argelia y la República Saharaui, o Hego e Ipar Euskal Herria se reunificaran, y otro tanto los Països Catalans, o que León se separara de Castilla y se reintegrara con Asturies, por poner estos casos? ¿O que Castilla se separara de “España”? ¿Locura utópica? Todo depende de la lucha de clases.
Y establecer acuerdos mundiales de control de armas y prevención de guerras, es un viejo sueño de demócratas burgueses que creían que la «paz perpetua» kantiana es el mejor clima social para los negocios de su clase. Otros burgueses decían sonriendo y santiguándose que estaban de acuerdo pero siempre iniciaban contrarrevoluciones y guerras. Ahora, la burguesía occidental busca la guerra y hasta lo dice públicamente. Deja que el sionazismo destruya Palestina, Siria, Yemen, Argelia…; piensa en una guerra muy larga hasta trocear Rusia, destituir o asesinar a Putin, instaurar satrapías corruptas, exterminar a los comunistas y sobrexplotar con occidental salvajismo al proletariado ruso. Son pasos necesarios para luego o a la vez, en el mismo tiempo, según vaya la guerra en sus fases, arremeter contra China Popular. La propuesta de Rusia de acabar con las reglas imperialistas desarrollando marcos de resolución de los problemas, puede ir calando en los pueblos y Estados según sean sus contradicciones internas y sus dependencias externas.
De la misma forma en que muchas burguesías, incluidas las árabes, arman al sionazismo, comercian con él y le refuerzan comprando su sofisticación represiva y su ciencia de la tortura, mientras lloran como cocodrilos ante la infancia palestina descuartizada; de esta misma forma, esas y otras burguesías hacen y harán otro tanto con respecto a las cuatro reivindicaciones rusas. Saben que llevadas a la práctica plena todas ellas chocan de frente con sus intereses. El que haya sido un gobierno burgués y no socialista el que las haya pensado no tiene actualmente mayor importancia porque, en el nivel actual de antagonismo en las contradicciones imperialistas, cualquier propuesta internacionalista que reactualice principios democráticos elementales es un impulso más a la emancipación humana.
La responsabilidad última no depende tanto de los objetivos rusos, aunque importantes en sí mismo, sino que depende de la capacidad de las fuerzas revolucionarias del mundo para explicar e impulsar su innegable potencial emancipador.
Si hace una década Boltxe publicó el libro que has leído sobre aprender y practicar el marxismo, en las condiciones actuales y en el futuro que podemos y debemos construir, el marxismo es más que nunca antes la teoría-matriz que lo cohesiona.
IÑAKI GIL DE SAN VICENTE
EUSKAL HERRIA 6 de abril de 2024