En los países de una UE que se precipita al abismo, las clases dominantes y sus gobiernos son conscientes de que están sentados sobre un polvorín. Para tratar de evitar que arda, se aplican con inusitado afán a intentar ocultar la realidad.
El polvorín
La clase obrera, es decir, quienes no poseen los medios de producción, ve cómo se van agravando progresivamente sus condiciones de vida1. Según datos oficiales, más de un cuarto de la población y más de un tercio de los menores de 18 años viven en hogares que no pueden “mantener la temperatura adecuada en la casa”, “comprar huevos, carne o pescado dos veces por semana” o acceder a internet. Esta situación afecta más gravemente a las mujeres, la mayoría con hijos a su cargo. A ello hay que añadir que (buena parte de la juventud trabajadora muchos han emigrado), con salarios que rondan los 1.000 euros mensuales no puede acceder a una vivienda.